JALOQUE, ‘dirección o viento sudeste’, seguramente tomado del cat. xaloc, que es hermano de oc. ant. eissiroc, eissalot, e it. sirocco (scirocco), de origen incierto, probablemente del ár. šurûq ‘salida del sol’, de la raíz šáraq ‘salir el sol’.

1.ª doc.: xaloque, h. 1570, Zurita, Anales de la Corona de Aragón.

Se trata ahí de la dirección o punto cardinal: «forcejando las galeras se esparcieron unos de otros llevando las proas entre Levante y Xaloque». Es palabra poco frecuente en castellano, empleada en narraciones de hechos de la Corona de Aragón; además hoy apenas es usual más que en Murcia (G. Soriano), aparece en el murciano Pérez de Hita («principiando de una loma que estava más a la vuelta del Medio día, della tiraba la buelta del jaloque», Guerras C. de Granada, ed. Blanchard II, 248) y en alguna narración de hechos de Italia («viniendo de adonde nosotros veníamos, que es de tramontana hacia jaloque... hay unas montañas asperísimas», hablando de Calabria, en Miguel de Castro, aa. 1593-1611, RFE XII, 68), es decir, en textos influidos por el catalán o el italiano; por lo demás, es verdad que se halla en Covarr. («euro... vulgarmente se llama xaloque, levante entre marineros») y en Oudin («x.: nom de vent, le siroc»), pero falta en APal. y Nebr., y falta del todo o es raro en las narraciones de navegantes castellanos y de los descubridores de América (que emplean sureste); es característico el hecho de que Oudin y Aut. remitan, como más conocido, al notorio extranjerismo siroco.

Apenas puede dudarse, pues, de que el vocablo se tomó del catalán, donde xaloc (ant. exaloc) es común, frecuente en todas las épocas, popular en toda la costa, y documentado sin interrupción desde el S. XIII (Crón. de Jaime I, ed. Aguiló, 284.6, 475.9; Lulio, Meravelles II, 28; Atlas catalán de 1375, citado por Jal, etc.). El port. xarôco es también vocablo poco arraigado, aunque no tan poco como en castellano: es característico el detalle de que se defina como viento propio del Mediterráneo (así Fig.); sin embargo es verdad que en el Alentejo designa el viento Levante (ibíd.), que se emplea en Torres Vedras (junto a Lisboa) (Leite de V., Lições, 427) y en el Bombarral (RL XX, 163), mientras que en el Ribatejo xarouco es ‘viento Sudoeste’ (RL XVI, 152n.2), y ya Bento Pereira recoge xarôco en 1647 como «vento terral»; de todos modos la vacilación en el significado y en el vocalismo es indicio de escaso arraigo. También oc. ant. (e)issalot debe ser adaptación del cat. ant. exaloc, por el sentimiento de la correspondencia entre eiss- occitano y ex- catalán; mientras que eissiroc, documentado h. 1300 en la costa provenzal, debe ser italianismo. En italiano tenemos scilocco en los SS. XIII y XIV, scirocco en Dante y latinizado sirochus en texto genovés de 1283 (ahí si- puede ser notación latina de ši-), mientras que la forma moderna sirocco es bastante más reciente (todavía en 1607 empleaba B. Crescenzio scirocco), y quizá se deba a una latinización a base de la falsa etimología que derivaba el vocablo del nombre de Siria; nótese la grafía syroch en R. Estienne (1549). Del italiano el vocablo se propagó al francés, donde, exceptuando traducciones y textos de autor italiano, no aparece hasta Rabelais (S. XVI); y por otra parte al neogriego y a varios idiomas eslavos. En árabe hallamos ya šalûq para el viento Sudoeste en un texto de 1365 y xulúq en PAlc., pero el vocablo debía percibirse como extranjero, pues es ajeno a los autores árabes medievales; hoy se emplea šloq en Marruecos, Argelia y Malta, pero šalûk en Egipto (Bocthor), y el dialecto de Siria vacila también entre šlûq y š(u)lûq; como esta vacilación en el vocalismo y el consonantismo es característica de los extranjerismos en árabe, como ya observó Devic, no debemos dudar de que este vocablo es de origen romance en este idioma, contra lo cual no puede alegarse la antigüedad del testimonio de 1365, posterior en siglo y medio a la documentación romance.

Sin embargo, no me cabe duda de que en romance el vocablo es a su vez de origen arábigo. Es verdad que no se puede partir simplemente del ár. šarq ‘Oriente’, como propusieron Jal, Engelmann, Devic y Dozy, pues esta base no satisfaría en lo fonético1. Pero hallamos una base adecuada en el ár. šurûq ‘salida del sol’, que es voz común al idioma clásico y al vulgar, pues hoy se registra en Argelia (Beaussier) y Egipto (Probst), y no dudo de que será de uso general en el Norte de África, aunque lo omitan otros diccionarios locales, por ser voz de la lengua común. Es fácil comprender que, en el contacto entre marinos latinos y moros en las costas africanas, estos últimos designaran la dirección oriental por el lugar donde sale el sol, y aquéllos tomaran el vocablo como nombre del punto cardinal2; de hecho el diccionario clásico Ǥ al-Arûs registra šurûq como nombre de esta dirección. El cambio de -r- en -l- es normal en los arabismos (ejs. numerosos en BDC XXIV, 76) El ligero traslado semántico de ‘Este’ a ‘Sudeste’ no puede sorprendernos cuando tantos otros han ocurrido en nombres de vientos y puntos cardinales: CIERZO (‘Noroeste’ < ‘Norte’), griego, etc.; por lo demás, ya hemos visto que jaloque ha significado también ‘Este’ y aun ‘Sudoeste’, y es concebible que en las costas septentrionales del Mediterráneo designara jaloque el mismo lugar que los moros habían designado con el término surûq en la costa africana, y que en aquellas otras latitudes estaba al Sudeste y, en cambio, no ya al Este.

Véase ahora G.ª Gómez, Ben Quzmān III, 371-4, que a propósito de un viento falûl o fulûk que aparece dos veces en el poeta (quizá ‘viento Oeste’, identificación probable pero insegura) quiere replantear toda la cuestión etimológica de jaloque con conclusiones indecisas y algunos argumentos muy inciertos, pero con documentación nueva y digna de atención que se debe estudiar con más calma.

No es admisible la etimología que propone Colin, romance *SALȢC-3 ‘viento cargado de sal, procedente del mar’, derivado de SAL y hermano del gr. ģλυκóς ‘salado’, pues no hay tal sufijo -OC- y la O no explicaría la o romance, además de que esta denominación no convendría semánticamente en la Costa Oeste y Norte de Italia. Para documentación y bibliografía etimológica, vid. Vidos, Parole Marinar., 569-75 (y ARom. XIX, 323); Dozy, Gloss., 355-6; Devic, p. 63; Steiger, Contrib., 198, 357; Scheludko, ZRPh. XLVII, 428; REW 8478a; Colin, Hespéris VI, 69-70; Dickenmann, VRom. II, 290.

DERIV.

Jarquía ‘distrito al este de una ciudad y dependiente de ella’ [Acad. 1925; «el arrabal que llaman axarquía», 1599, Guzmán de Alfarache; ax-, arrabal de Córdoba, Covarrubias; véase Eguílaz, 75], del árabe šarqîya, femenino de šarqî ‘oriental’.

1 Devic admite una anaptixis šaraq y después cambió de a en o, ya en árabe vulgar, por influjo de la postvelar q. Pero estas anaptixis, que se producen en otros grupos consonánticos finales (p. ej. -kn, -tm, etc.), no afectan al grupo -rq (comp. el cat. ant. nou d’eixarc ‘nuez moscada’ que contiene precisamente šarq ‘Oriente’).―

2 No tiene razón Vidos al afirmar que scirocco y congéneres sólo designen primitivamente el viento y no la dirección. He dado varios ejs. de este último valor, y tan antiguos como el de B. Latini, en que se apoya Vidos, son los de la Crónica de Jaime I, donde aunque el vocablo se emplee hablando de vientos, la preposición que le precede indica que expresa la dirección y no el viento mismo («faya tanta de mar, pel vent que faya al exaloch», 284.6). No es menos claro el mismo sentido en el Atlas de 1375 (Jal, s. v. exeloch).―

3 Convendría comprobar si se funda en el marroquí s(ä)lûq ‘salobre’. Parece realmente existir este adjetivo: Beaussier, sin vocalizar, traduce šlwq como adj. de una sola terminación por saumâtre (y como sust. por «vent du Sud-Est») y Lerchundi recoge junto con este dato la confirmación de Sid Ali Saláui (de Salé?), según el cual esto se pronuncia xlok o xelók «agua salobre» en Marruecos. No hay otras voces de tal sentido en Dozy, en Beaussier ni en Belot, pues esta raíz significa ahí «fendre, arracher, fouetter» y así R. Martí, como PAlc. traducen salobre, salado, salinus sólo con el deriv. del ár. común mulɅ ‘sal’. Y sin embargo es posible que ya existiera ese vocablo en el S. XIII, pues R. Martí da, bajo aquaticus (p. 249) un misterioso vocablo saláȬq que Dozy ha interpretado como «aquatique»; parece que no es eso, pues en la pág. 126 de R. Martí esto va con la equivalencia agua y en la propia pág. 249 la primera equivalencia de aquaticus es el conocido mawî, lo cual parece indicar que šalaȬq era sólo uno de los conceptos relacionados con la idea de agua, y es razonable suponer que sea ya ‘agua salada’. ¿Habrá que ver ahí el sufijo prerromano hispánico -AUCO- (cat. badoc, bajoc, etc., pg. -ouco) cuya variante -AUCIO- aparece en muchos topónimos mozárabes en -oche (Pedroches, etc.; port. -ouço)? Lo cierto es que SAL- o su derivado SALEINO- existía en las varias lenguas célticas como nombre de la sal; aunque Pok. IEW, 878 sólo admite ese derivado para el céltico insular, de todos modos, además de SALզMO > ky. heli ‘mar’, cita el río Sala como célt. (alem. Saale y homónimos en Holder) y hay Saalach = Salzach, junto al cual tenemos Salada como nombre de Alcacer do Sal (cerca de Lisboa) desde Estrabón e inscripciones, y el río Salho, junto a Braga, llamado Salada por el Itin. Ant. parece representar un céltico SAL?O- junto a SALAK?-; ahora bien, no está claro que esto último deba separarse del célt. común SALAKO- «sordidus, libidinosus» (Pok. IEW 879, cf. con otra vocal temática gr. ģλυκóς ‘salado’). ¿Habrá que pensar en una infección SALACO- > SALAUCO- comparable a la que observo en sábalo y saboga (art. SÁBALO)? Weisgerber (Rhen. Germano-Celtica) ha señalado brillantemente un caso de esta infección A > AU ya en Varrón y yo mismo he publicado alguno más. Se trataría pues de un mozarabismo de origen céltico hoy conservado en el árabe magrebí. Pero que todo esto se halle en la base de la palabra que iba a dar origen a jaloque, sigue pareciéndome ciertamente muy problemático.