HÁMAGO, ‘sustancia correosa y amarilla, de sabor amargo, que labran las abejas y se halla en algunas celdillas de los panales’, ‘entrañas de una persona’, del mismo origen incierto que el cat. àmec íd. y el port. âmago o âmego ‘médula de las plantas’, ‘la sustancia íntima de algo’; probablemente de un lat. vg. *AMէDUM ‘almidón’ (lat. AMȷLUM, romance ámido o amidón), por la consistencia correosa o lechosa que es común al hámago con el almidón y con la médula de muchas plantas.
1.ª doc.: hamago, 1591, Percivale; 1615, Quijote.
En su ac. propia figura en la Declaración de las Colmenas (a. 1621) del aragonés Jaime Gil: «algunas veces mueren algunos enxambres de tiña, quando... la obra que las abejas pusieron fué muy mala y cargada de ámagos y calcañuelo» (DHist.). Hoy es palabra viva en muchas partes, entre otras en el Sur de España, donde el andaluz A. Venceslada registra «sacar el hámago a otro: hacerle trabajar con exceso», y los vocabularios murcianos de Lemus y de Ramírez Xarriá dan ámago «entrañas o hígado», vas a echar el ámago ‘vas a echar el quilo’, mientras que su paisano G. Soriano trae la forma alterada hágamo, ejemplificándola con la misma frase, a la que traduce «vomitar mucho». El empleo frecuente en plural, los ámagos, dió lugar a una variante aglutinada sámago, que la Acad. (ya 1884, no 1843) define «albura o parte más blanda de las maderas, que no es conveniente para la construcción», y F. Ortiz lo confirma en Cuba: «sámago: la parte más blanda de un leño, entre la cáscara y el corazón» (Catauro, p. 88); gall. sámago ‘tuétano del saúco (y de otras cosas)’ (Sarm. CaG. 59r), ‘albura o madera falsa de los árboles’ (Vall.).
Salta a la vista que es el mismo vocablo el cat. àmec «polen, materia azoada que las abejas extraen de las flores, que se encuentra en las colmenas en forma de pasta amarilla y que sirve de alimento a las abejas obreras», recogido en el Dicc. Alcover como de Castellón de la Plana, Maestrazgo, Tortosa, Bajo Ampurdán, Menorca, Ibiza y algún punto de Mallorca, mientras que en la mayor parte de esta isla se emplea ame (Amengual ama), y se registra àmet en un pueblo de esta isla y en otro al Norte de Tarragona; un vocabulario del Priorato indica también «àmit: pol·len que les abelles dipositen dins el brescam per menjar del poll» (Butll. del Club Pirinenc de Terrassa II, 154), y yo anoté ànic con esta misma definición en L’Albagés (Sur de Lérida)1.
Por otra parte, âmago es voz muy conocida y antigua en portugués, que Fig. define «a medula das plantas; a parte mais íntima de uma coisa ou pessoa; a alma; a essência: o âmago da questão», y Moraes da acs. semejantes, con la salvedad de que define la primera «o coraçƟo, cerne ou centro da árvore». Son importantes los materiales reunidos acerca del vocablo por C. Michaëlis (RL XIII, 244-50): âmago de cidra ‘pulpa jugosa de esta fruta’ ya se halla dos veces en Mestre Giraldo (a. 1318), y en el S. XVI Garcia da Orta lo aplica a la de la naranja y el mangostán, y al corazón y albura de los árboles y arbustos, ac. que reaparece en Lopes de Castanheda (h. 1550) y otros autores renacentistas; por otra parte, se hallan pronto acs. figuradas: ‘interior de un continente’ en Mendes Pinto (1541), ‘parte mejor y esencia de algo abstracto’ en Héctor Pinto y en Amador Arraes (S. XVI), mientras que en la Eufrosina de Ferreira de Vasconcelos (h. 1537) se llama al tipo del portugués enamorado «âmego e timbre dos Espanhoes, e grimpa de todas as naç?es»2.
Spitzer, AILC II, 9, suponiendo que lo antiguo fuese amágo, cree que viene de amago postverbal de amagar, en el sentido de ‘ocultar’ (de donde ‘lo interior’): la acentuación moderna se debería a una deformación arbitraria y seudo-latinizante de los autores del Renacimiento, opinión que resulta indefendible al tener en cuenta la unanimidad de la acentuación inicial en los tres idiomas iberorromances3; sería extraño partir de amagar en el sentido de ‘ocultar’, ac. que es casi del todo ajena al cast. y al port.; pero además la autoridad en que se funda Spitzer para atribuir carácter secundario a la acentuación âmago es Gonçalves Viana (Apostilas I, 127), quien a su vez sólo se apoya en la afirmación de que âmago sería palabra libresca, ajena al lenguaje vivo (detalle contradicho por la existencia de las variantes vulgares ágamo y águemo, que C. Michaëlis cita también en portugués), y en la etimología de Cornu, cuya falsedad, ya indicada por D.ª Carolina, es evidente y ya está reconocida por el propio Spitzer. Desde luego la acentuación esdrújula es indiscutible desde el S. XVI por lo menos, en vista de la variante âmego de F. de Vasconcelos y Amador Arraes, y puesta fuera de dudas por el castellano y el catalán.
Amágo es, pues, forma secundaria y debida a la etimología popular, que Spitzer toma por verdadera. Cornu (GGr. I, p. 776) afirmaba que âmago era variante del portugués arcaico meiógoo, meógo ‘el medio, el centro de algo’, procedentes de meioogo MEDIUM LOCUM (fr. milieu), y se fundaba en una variante meiagoo, pero esta variante sólo figura una vez, según cita indirecta (Viterbo), en un documento de 1358, y como el mismo documento trae meyo goou, mejo gouu, y otras variantes más deturpadas, es evidente que se trata de una mera errata de copia, pues la o tónica de meiógoo no podía cambiarse en á.
Descartadas estas etimologías, no creo que se halle dificultad en identificar el cat. àmet, àmec, port. âmego, âmago, con la base *AMէDUM ‘almidón’ que postulan como propia del latín vulgar las varias formas romances: it. àmido, port. âmido, retorrom. ámad o ámet (Dicz. Rum.-Grischun), fr. amidon, cat. midó, sardo madone, cast. almidón. Se tratará de una alteración del clásico AMȷLUM, del mismo tipo que la que afectó a otro helenismo como ADEPS (vg. ALEPS) < ıλειưα, y relacionada con la alternancia dingua ~ lingua, dacrima ~ lacrima, carudium ~ carulium, etc. Es evidente que *AMէDUM podía cambiarse en *ámeo > ámego, y la a postónica castellana no puede causarnos el menor escrúpulo en vista de CUÉVANO < COPHINUS, AMIÉSGADO < DOMESTէCUS y docenas de casos análogos. En cuanto al aspecto semántico, recuérdese que hámago y almidón son sustancias vegetales, y téngase en cuenta que las médulas de muchas plantas son lechosas y de aspecto amiláceo, y que el polen elaborado por las abejas hasta dar el hámago es correoso como el almidón. Las variantes catalanas ame, àmec y àmet serán representantes semicultos de *AMէDUM.
1 Insistió el sujeto en que era ànic y no àmic. En cuanto a la i, téngase en cuenta que en la zona Sur del Principado es frecuente pronunciar como i la e postónica interna.― ↩
2 No veo claro el significado. ¿Será peyorativo, relacionado con timbre ‘capricho’, ‘tema’, y grimpa ‘veleta’ (¿de ahí ‘juguete’?), o laudatorio, comp. timbre ‘insignia’, ‘honra’, ‘orgullo legítimo’ y grimpa ‘veleta’ > *‘guía’? ¿Hay relación con el hámago ‘náusea’ de Cervantes?― ↩
3 La otra acentuación no es desconocida, pero tiene mucha menor extensión: Moura (Orense) amágo «primera capa de madera blanca en los árboles nuevos» (Cuad. de Est. Gall. III, 426). No puede hacerse mucho caso de la grafía hamágo de Percivale, léxico que está lleno de errores de este tipo. Es verdad, en cambio, que existe una forma mac en catalán, como nombre del ámago de las abejas. Es la forma que registra Fabra, pero es muy reciente en la tradición lexicográfica de este idioma: Labernia sólo da ámach como traducción del cast. ámago, y Bulbena y Vogel no registran ninguna forma. Fabra la sacó de Aguiló, que sólo la fundamenta en un texto de Vic, a. 1821. Se tratará de una alteración como galopát de galàpet, alteración debida a confusión con mac ‘pedrusco’, o más bien al influjo seudo-etimológico de amarg ‘amargo’. En todo caso es forma minoritaria y poco importante, si bien es la que se oye cerca de Barcelona (la anoté en Vilassar, y Alcover la localiza en Sta. Coloma de Queralt y Rupit). Cabría conjeturar que venga de la pronunciación aragonesa amágo, propagada gracias a la antigua importancia de la apicultura en Aragón. El alavés macón ‘betún de color pardo oscuro con que las abejas untan las colmenas antes de empezar a trabajar’ (Baráibar, 1903) quizá sea alteración vasquizante o semi-aragonesa de ámago; la Acad. recoge el mismo vocablo desde 1899; pero la definición académica de macón «panal sin miel...» [1899] es sospechosa de estar influída por la seudo-etimología VACUUS, que efectivamente sería después la del bibliotecario y etimólogo de la Acad. (GdDD 7006), pero es insostenible fonéticamente, y sin otro fundamento semántico que éste. ↩