FUSTÁN, palabra común a los varios romances y al árabe hispánico y moderno, de origen incierto, tal vez arábigo.
1.ª doc.: fustayn (es decir: fustañ), doc. de la Rioja Baja, a. 1289 (M. P., D. L., 130.24).
Estas razones no resuelven el problema. Se trataría, según la primera hipótesis, del nombre de la ciudad de Fusƫâƫ, antiguo suburbio del Cairo» donde se supone fabricada esta tela, sin que este dato de hecho sea inverosímil ni tampoco esté documentado; a ello replica Simonet, coreado por muchos, que entonces debiera haberse empleado el gentilicio árabe fusƫāƫî y no el nombre de la ciudad misma. Pero el hecho es que en realidad no habría gran diferencia, pues el hispanoárabe trasladaba el acento en gentilicios de esta estructura, y así como de barrānî hizo barrâni y de ahí al-barrán, deberíamos esperar que el hispanoár. fusƫâƫi (< fusƫāƫî) se romanizara en *fustat, que bien pudo cambiarse en fustán, sea por razones de orden general, a causa de la terminación forastera, tal como ⺆aqrab o siqlab pasan a alacrán, ciclán, sea ayudando el influjo del casi-sinónimo barragán (> alem. barchent ‘fustán’). La clave del problema no se halla, pues, ahí.
Tampoco decide la cuestión el examen de las varias formas empleadas en árabe moderno. Que el ár. (Siria, Egipto, Palestina) fusƫân o fustân «cotte, jupe, robe pour femme», turco fistân, y que el árabe de España y Argelia fušƫân ‘fustán’ son de origen romance, es probable, en vista de la alternancia s ~ š y t ~ ƫ, y la forma fušƫâl de PAlc. aumenta la impresión de inseguridad que produce el vocablo; pero en materia comercial son muchos los casos de vocablos orientales, que han vuelto de Occidente al árabe moderno junto con una nueva elaboración del producto (comp. ESCARLATA), y el de fustán puede ser uno de ellos: de hecho sabemos que en el S. XII se llevaban fustanes de Italia a Siria (Scheludko). Es verdad que el que haya una relación con el Fusƫâƫ del Cairo no consta en parte alguna, y mientras este punto no se indague, conviene dejarlo a un lado. Lo importante sería confirmar si el fustán es de origen oriental, como asegura un autor tan bien informado como Gay (Gloss. Archéologique), aunque reconociendo que en el S. XII ya se había adoptado en Francia; todavía en el XIII una fuente occitana citada por Scheludko menciona como lugares de producción del fustán sólo Barcelona y Lombardía, o sea Italia, lugares europeos, pero que constituían entonces las puertas de entrada del comercio oriental en Europa.
La documentación filológica no resuelve la cuestión. En Italia y en Francia el vocablo es antiguo, como se ve por la fecha de las formas romances, it. fustagno [1255], fr. ant. fustagne, hoy futaine [S. XIII], ingl. fustian [h. 1300], y más por la gran frecuencia del b. lat. fustanium, fustanum, fustana, en fuentes de estos países, con un ej. de fustanius en 1160, procedente de Francia. Pero también es antiguo en la Península Ibérica. Las citas del cat. ant. fustani (alguna vez fustany) son abundantes desde 1249 (Alcover) y ya aparece en 1202 («I capud de fustani et I capam de vestibus», Cartul. de St. Cugat III, 361); mall. fustaina.
En cast., además del documento de 1289, tenemos fustany y (dos veces) fustanyo en inventario aragonés de 1397 (BRAE IV, 218), fustán y fustanyo en otros posteriores, y ya fustanyón en uno de 1365 (Pottier, VRom. X, 158), fustán h. 1400, en el Glosario de Palacio, hustán a med. S. XV en Gómez Manrique, etc. En portugués, fustam (pl. fustaes) aparece en 1123, 1186, 1254 (CortesƟo), fusta ya en las Cantigas de Alfonso el Sabio (599). Del hispanoár. fušƫân tenemos testimonio en los Viajes de Abenbatuta, debidos a la colaboración de un español y un marroquí, a princ. S. XIV. En total, el vocablo aparece casi simultáneamente en todo el Occidente, y si la gran antigüedad del vocablo en portugués es favorable a un origen árabe, los testimonios del bajo latín galicano apenas le quedan en zaga, y aun acaso se le anticipen.
Examinemos, pues, el origen europeo propuesto por Baist. El b. lat. fustaneum sería una traducción monacal del grecolatino xylinum ‘algodón’ (Plinio), formado con el gr. ξύλον ‘madera’ y ‘árbol’, por el origen vegetal de este tejido: así como un glosador medieval lo imitó llamándolo lana de ligno (vid. Du C., s. v. bombax), otros habrían formado fustaneum a base de fustis. Poco convincente es este bautizo de un producto comercial en los claustros; ni era el fustán la única tela de algodón usada, para apropiarle como específica una denominación que debiera ser general, ni es verosímil que para ello se partiera del vocablo fustis ‘bastón, garrote’, que sólo en Cataluña y tierras de Oc había tomado el sentido de ‘madera’: lo probable es que cualquier monje, aun catalán, puesto a forjar una denominación latina, hubiera pensado en lignum y no en fustis. Para corroborar esta etimología debería probarse muy sólidamente que la palabra se creó en Cataluña, para lo cual no nos basta saber que desde Barcelona se exportaban fustanes en el S. XIII. Tampoco es posible un derivado catalán meramente romance, atendiendo al evidente carácter culto de la terminación -ani, fr. -aine.
Quedamos, pues, en duda. Tanto más cuanto que existe otra posibilidad de explicación arábiga. El Qamûs, diccionario del árabe clásico escrito en Oriente a princ. S. XV nos informa (vid. Freytag) de que fussáƫ era una tienda de campaña hecha de algodón4; ahora bien, esta palabra, que propiamente significaba ‘campamento’ (es idéntica en su origen al cast. FONSADO), tenía una variante fusƫâƫ, de la cual procede el nombre del suburbio del Cairo, y que era la variante empleada en el árabe de España, pues R. Martí la traduce por «tabernaculum» (‘tienda’) y PAlc. por ‘pabellón de cama’; argelino fasƫâƫ «tente» (Beaussier). Este fusƫâƫ, aunque en definitiva de origen latino, se empleaba desde muy antiguo en el árabe de Oriente, de África y de España, y puesto que nos consta que designaba una tienda de algodón, sería razonable suponer que los cristianos al ponerse a fabricar telas de este género le dieran el nombre arábigo de un objeto hecho del mismo género, que les era bien conocido por las guerras de la reconquista (Pottier (BHisp. LVIII, 360) llama la atención hacia una forma fusteda (que aparece en unas ordenanzas granadinas de la seda en 1515) como favorable a la etimología ár. fusƫâƫ que ahí propongo; lástima que no cite el contexto). Entonces el vocablo habría podido partir del castellano y portugués (pues en catalán y galorromance no se explicaría tan bien el cambio de terminación) y al propagarse a los demás idiomas se le habría dado la forma latinizante fustani (> fr. futaine). Este último detalle es una dificultad que quizá sea posible explicar5.
DERIV.
Fustanero.
1 Por lo demás, Baist la atribuye a Defrémery, quizá por una confusión de iniciales, pues no veo nada relativo a fustán en la reseña que este erudito publicó del Glosario de Dozy en la Revue Critique (1868) y en el Journal Asiatique (1869).― ↩
2 P. ej. el NED, Skeat, M-L. en su primera edición (REW1 2463), Scheludko (ZRPh. XLVII, 429-30), Eguílaz.― ↩
3 Wartburg, FEW III, 920a; M-L., REW3, 3618.― ↩
4 «Tentorium ex gossypio factum», comp. fustán «pannus gussipinus» en Nebr.― ↩
5 Es posible que se deba partir de un ár. fusƫâƫī ‘tela de tienda, tela de algodón’, romanizado en *fustadi en catalán, y después fustani por disimilación (comp. tossuderia > tossuneria) ayudada por el sufijo -ani. Las formas castellanas fustayn, fustany, más bien indican origen catalán que lo contrario. Pero no se olvide que en materia de artículos fabricados y objeto de tráfico pudo haber corrientes entrecruzadas. Además, la falta de aglutinación del artículo al- es desfavorable al origen castellano y portugués. Quizá entrara el vocablo por Cataluña sufriendo el influjo del tipo barragán en su terminación. En conclusión, los detalles del problema quedan oscuros. Ato unos cabos sueltos antes de cerrar los autos. La forma fusta ‘tejido de lana’ (Acad., no Aut.) y la ecuatoriana y venezolana fuste ‘vestido interior femenino de seda o algodón’, ‘enaguas blancas’ (Lemos, Sem. Ecuat.), no creo que se puedan citar como apoyo de la teoría de Baist, pues siendo tan modernas parecen más bien derivados regresivos. En otros puntos de América, las enaguas de algodón se llaman fustán, p. ej. en Chile (Draghi, Canc. Cuyano, p. 151). Dudo que tenga fundamento Belot al afirmar que el ár. fustân viene del persa. ↩