ESCARLATA, del hispanoárabe Ȑiškirlâƫa íd., alteración del más antiguo siqirlâƫ, que a su vez lo es del ár. siqillâƫ ‘tejido de seda brocado de oro’, tomado del gr. bizantino σιƔιλλĘτος ‘tejido de lana o lino adornado con marcas en forma de anillos o círculos’, y éste del lat. TEXTUM SIGILLATUM ‘paño sellado o marcado’.
1.ª doc.: escarlata, Berceo, Signos, 21; 1258, Cortes de Valladolid; Fn. Gonz., 150b; más ejs., A. Castro, RFE VIII, 348.
En cuanto a escarlata, la historia de la tela designada con este nombre no presenta menos complicación. En el Imperio de Oriente no se distinguía por un color particular; ya en Oriente fué tejido de color azul, y más tarde conservando este color se convirtió en un paño lujoso de seda brocado de oro; en el Occidente musulmán, uno de los centros de producción más importantes fué Almería (Idrisí, S. XII), y allí solía dársele a esta tela preciosa el color rojo subido, fácil de obtener en esta tierra productora de la cochinilla, color que desde entonces se hizo característico de la escarlata; pero ya poco después había también pasado de la España musulmana a los países cristianos, y documentos hispánicos de 1253 y 1268 nos mencionan entre las mejores las escarlatas de Inglaterra, de Flandes y de Montpellier, hasta el punto de que en este mismo siglo se sabe que los musulmanes de España llevaban mantos de escarlata de importación cristiana (Almacarí). Véase Colin, Rom. LVI, 178-190, 418; Simonet y Castro l. c.; Karabaȼek, Mitteil. d. oesterreich. Museums f. Kunst u. Industrie, XIV (1879), 274-83; Weckerlin, Le Drap Escarlate, Lión, 1905.
DERIV.
Escarlatín, ant. Escarlatina ‘tela de lana de color carmesí’ [léase así en lugar de estar la tina, en un inventario zaragozano de 1497, BRAE II, 88], ‘fiebre eruptiva caracterizada por un exantema de color rojo subido’.
1 Simonet vocaliza excarlatha, pero si no me equivoco el vocalismo pretónico a apenas está documentado como árabe en parte alguna, y pronunciándose vulgarmente la i ante r como e en árabe vulgar, el paso a a pudo producirse en romance por el influjo conjunto de la r y de la dilación vocálica.― ↩
2 La r se debería a una diferenciación de las dos ll, de la cual cita Colin otros ejs. semíticos. También cabría pensar en repercusión de la líquida, tras la k, en forma de r, que luego pasaría a final de sílaba.― ↩
3 En bajo latín de España lo hallamos ya en textos de 922 (Festschrift Jud, p. 631), 1082, 1112 (Oelschl.). También çiclatón en Bercco, S. Or., 143, S. Dom., 232a (con variante ms. esclatón y la deformada ojolatón); çicatrón en la Crónica Troyana de h. 1260 (50.20), en la Gr. Conq. de Ultr. (109), la Crónica de 1344 (M. P., Inf. de Lara, glos.), etc.; cisclatón en Alex. 1338, 1798, etc. Documentación mozárabe en Simonet, s. v. siclathón. Se creyó que era derivado del grecolatino cyclus ‘círculo’, de donde grafías como cyclas, cyclatus (en Du C., y ya en R. Martí), pero esto es etimología «popular». ↩