FRISO, emparentado con el fr. frise íd., b. lat. frisium o frisum ‘franja de adorno’, por otra parte con el it. frégio ‘friso’, oc. ant. y cat. ant. fres ‘friso’, ‘cenefa’, fr. ant. fresé ‘adornado con galón o guarnición’, y finalmente con el ár. Ȑifrîz ‘alero: saliente en una pared para defender de la lluvia’; el vocablo es antiguo en árabe, pero de origen extranjero, y dentro de Europa aparece primeramente en Italia, pero no consta cuál es el origen en definitiva.

1.ª doc.: 1611, Covarr.; Quevedo.

De Covarr. pasaría a Oudin (1616, no 1607): «frisa o friso, frise, sorte d’ornement en Architecture», y a otros vocabularios posteriores. C. de las Casas (1570) no conoce todavía el vocablo y traduce el it. fregio por «borde; guarnición de ropa o tira», tampoco APal., Nebr., ni las fuentes medievales. En francés, frise es femenino y aparece en 1544. El cat. fres se halla por lo menos desde fin S. XIII (Lulio) y es ya frecuente en el XIV y en el siguiente; de ahí pasaría al arag. ant. fres, documentado en 1496 y quizá en 13621; también Oudin registra freso, «frangeon, petite frange». En lengua de Oc, fres y sus derivados fresar, fresel, fresadura, son ya frecuentes desde la primera mitad del S. XIII [Flamenca; Cansó de la Crozada; estatutos montpelierenses del S. XIII; Vida de St. Honorat; etc.). En cuanto al it. frégio, no sólo es muy frecuente en su forma vulgar desde los orígenes literarios (Dante, Giov. Villani, Boccaccio, etc.), sino que las formas latinas frisium, frisum, friseum, citadas con abundancia por Du C., proceden en su mayoría o totalidad de este país: hay varios ejs. de los SS. XIII, XIV y principios del XV, y el del Cronicón del monasterio de Sanctus Trudo parece corresponder al S. XII.

Por otra parte, Dozy, Gloss., 270-1, llamó la atención oportunamente hacia el ár. Ȑifrîz «corona et supercilium parietis ad pluviam arcendam», que Freytag cita de los diccionarios clásicos del Fairuzabadí (S. XIV) y del ?auharí (fin del S. X), y que hoy significa ‘friso arquitectónico’ en el vulgar de Egipto; pero como observan Dozy y Freytag, y lo indica la estructura del vocablo, el ár. Ȑifrîz debe de ser palabra de procedencia extranjera2, según aquél quizá del gr. ζωưóρος ‘friso’, que los árabes habrían mutilado quitándole la primera sílaba y alterando el vocalismo. Quizá sea así, y cronológicamente hay margen de sobra para sospechar que las voces romances vengan de este vocablo árabe; pero ¿por qué camino? Desde luego no por el castellano, pues no se explicaría la -s-, y la fecha tardía del vocablo en nuestro idioma revela carácter culto y procedencia forastera. Como la î en contacto con r tiene en árabe un sonido muy abierto, casi igual a e, el it. fregio quizá podría explicarse como tomado directamente del árabe, aunque la g sería algo sorprendente; la forma catalana no presentaría dificultad como arabismo, y desde allí pudo propagarse fres y sus derivados a los idiomas de Francia, pero si el vocablo entró por España es algo sorprendente no hallar formas antiguas de este arabismo en castellano (pues la s del arag. fres impide mirarlo como tal); en cuanto a las formas con i, deberían mirarse entonces como resultado de una latinización culta, que del bajo latín habría pasado al francés y al castellano. Pero este conjunto de hechos presenta dificultades muy sospechosas, y no debemos olvidar que el origen de la voz árabe no está asegurado. Hace falta un estudio monográfico que parta de una cuidadosa investigación histórica.

Otras etimologías están peor apoyadas. Partir de las Phrǰgĭae vestes ‘trajes bordados’, o del opus phrǰgĭum, como han hecho muchos (así parece anunciarlo el FEW III, 796a), presenta grave dificultad fonética en todas partes, excepto en italiano; suponer que frégio se latinizara falsamente en frisium (según modelos como el dialectal bagio BASIUM), y que de ahí salieran frise, friso, y, por cruce con frégio, el cat. y oc. fres, es muy atrevido y nada verosímil; partir de un fr. ant. *freis, caso sujeto correspondiente a PHRȷGէUM, todavía lo es más, y no explica bien la forma occitano-catalana; con razón se opusieron Diez, Wb., 148, y M-L. (REW, 3518) a esta etimología. En cuanto a derivar, con éste, friso de FRISA ‘tela rizada’ y el fr. fresé, fraise, etc., de FABA FRESAhaba pelada’, además de inverosímil semánticamente es practicar una separación etimológica que nada justifica. Suponer que se trata del nombre nacional de los frisones, que en germánico primitivo significara ‘rizado’ (a lo que se inclinaba Diez, y aceptan Kluge y Gamillscheg), es muy hipotético desde el punto de vista germánico (sólo fris. ant. frisle ‘cabello rizado’), se apoya en una etimología falsa del fr. friser (vid. FRISA) y tropieza con dificultades fonéticas (vid. REW 3518), y sobre todo con el hecho de que el vocablo ya existía en el árabe oriental por lo menos en el S. X. Para un descendiente español de esta voz arábiga, V. ALEFRIZ.

Lo más verosímil por ahora parece un arabismo propagado desde el catalán, con cambio de s sonora en gi italiana, como es normal en voces de procedencia transalpina.

1 En esta fecha aparece fros, que será errata de impresión o de lectura (BRAE III, 225). En 1496: «Hun manto blanco de nuestra Dona, viejo, de cendal blanco e vermejo, con fres, forrado de tela negra», BRAE VI, 744. Pottier (VRom. X, 157) conjetura que también sea errata un fues que aparece en 1330.―

2 Quizá sería conducente estudiar si Ȑifrîz puede ser variante, con aplicación semántica secundaria, del ár. ibriz ‘(oro) puro’ (que del árabe pasó también al persa). Esta palabra arábiga sale del greco-lat. ƌƽβρυζα (latín obrussa, obryza) ‘copela del oro’ aurum ad obrussam ‘oro puro, copelado’ (cuya etimología hitita ha estudiado Benveniste, Hitt. et Ieur., 1962, 126ss.).