FONDA, ‘establecimiento público donde se da hospedaje y se sirven comidas’, probablemente del francés de Oriente fonde ‘establecimiento público donde se hospedaban los mercaderes y se almacenaban y vendían sus mercancías’, procedente del ár. fúndaq íd.; pero no está averiguado por qué camino entró este vocablo tardío en el uso español.

1.ª doc.: 1770-94, Ramón de la Cruz; L. F. de Moratín, † 1828 (V. el vocabulario de Ruiz Morcuende); h. 1835, Mariano J. de Larra (Pagés); Acad. 1817, no 1783. Está también en el gaditano Gnz. del Castillo (último decenio del S. XVIII), II, 385. Menciona las fondas españolas el viajero francés Alexandre de Laborde, h. el a. 1800: Al-And. XI, 477.

Falta todavía en Aut. y en Terr. (h. 1764), en Covarr., Oudin, etc. En el uso español, la fonda es una hospedería mejor que la posada ciudadana o el mesón rural; en el S. XIX podía llegar a ser un establecimiento de lujo (nótese el calificativo «con decencia» en Acad. 1843), y aunque hoy ha sido superada por el hotel, todavía he alcanzado a conocer viejos establecimientos excelentes que llevaban este nombre en Barcelona y en ciudades catalanas de segundo orden. Porque fonda es vocablo tan vivo y arraigado en catalán como en castellano. Figura allí ya por las mismas fechas que en cast.: en 1797, en el Calaix de Sastre del Barón de Maldà (El Collegi de la Bona Vida, p. 145); aparece después en el diccionario catalán de Belvitges (1803). Los Sres. Cayetano de Planella y Fivaller y N. M. Fabra, independientemente el uno del otro, afirmaron en El Averiguador I (Madrid, 1871), 323, que el vocablo procedía de una acreditada hostería o casa de comidas de Barcelona, cerca de Santa María del Mar, que en el S. XVIII llevaba el nombre de la Casa Fonda ‘casa honda’, y más tarde, al ser imitado su nombre por otras hosterías, se le llamó la Fonda de Santa María, de donde el nombre se habría propagado a toda España. La idea no es absurda, pero debe inspirarnos desconfianza, como todas las historias etimológicas que nadie comprueba documentalmente1.

Tanto más cuanto que es muy difícil, si no imposible, separar a nuestro fonda del ár. fúndaq o fúnduq, y la Acad. no sólo identifica el origen de aquél con el de las formas castellanas ALHÓNDIGA y fundago2, sino que recientemente (después de 1899) ha agregado un artículo «fondac, m.: en Marruecos, hospedería y almacén donde se negocia con las mercancías que llevan allí los traficantes». Desconociendo la fuente de este artículo, sin negar la existencia de la institución, que es sumamente conocida, no podemos dar mucho valor a la forma que da este artículo al nombre, y es preferible acudir a la fuente auténtica, el Vocabulario Marroquí de Lerchundi, donde hallamos la siguiente definición: «En Marruecos hay varias alhóndigas: la de los comerciantes, donde se venden varios géneros, y sirve también de mesón, parador o posada a los forasteros acomodados: féndaq et- teâr o es- selá»; no interesan las demás clases, pero esto nos basta para ver que si desde el punto de vista semántico el árabe de Marruecos proporciona una base satisfactoria, fonéticamente la misma no sirve, pues la é marroquí no puede explicar la o castellana; y que esta forma es ya antigua en este país se verifica por el port. alfândega, que será de origen marroquí.

Hay que desechar, pues, la idea de un vocablo que se hubiese trasmitido por Jibraltar a Andalucía en fecha moderna, pero mucho más imposible todavía es suponer que fonda sea palabra heredada de los árabes de España, aunque éstos la empleaban en forma muy semejante, lo mismo en el sentido que en cuanto al sonido3: pues sería entonces inconcebible que el vocablo no apareciera hasta fines del S. XVIII, y además todos los casos análogos indican que el -q no hubiera desaparecido sin dejar huellas: el cast. alhóndiga y el cat. alfóndec son los descendientes reales de esta voz hispanoárabe, y su forma se separa radicalmente de fonda4. Estas dificultades desaparecen, como ya indicó Baist (RF IV, 390 y 376), si tomamos en cuenta el fr. ant. fonde, atestiguado abundantemente en Joinville (Tobler-L.), y en documentos en francés y en bajo latín, pertenecientes a los SS. XII y XIII, y escritos todos en Siria, Palestina y Chipre (God. IV, 55b; Du C., s. v. funda). Después del artículo que el historiador mercantil Wilhelm Heyd dedicó a la institución de la fonde en 18805, no puede caber duda de que este vocablo procede del fúndaq árabe, descendiente a su vez del gr. πάνƌοκος ‘hospitalario’, πανƌοχεƗον ‘hostería’6.

Los orientalistas definen el fúndaq como equivalente del ȟân ―caravanserrallo u hospedería para viajeros―, y en Sicilia su descendiente it. fóndaco designa una posada para el público en general y para sus caballerías (Heyd, p. 624). Pero en tiempo del reino cristiano de Jerusalén, los jefes cruzados, de lengua francesa, adoptaron el vocablo en la forma fonde, de acuerdo con el genio de su idioma, que no admitía voces paroxítonas de final consonántica, y le dieron el valor más común en las escalas de Levante, y el que más interesaba a sus necesitadas haciendas: el de un edificio perteneciente al Estado, donde además de hospedarse los mercaderes, depositaban allí sus mercancías, las exponían a la venta, concluían sus tratos y les servía a ellos para percibir sus deudas, y al príncipe para cobrar el tributo que exigía a todo comerciante. También los traficantes italianos y catalanes del Levante medieval adoptaron el vocablo arábigo, dándole la forma fóndaco o (al)fóndec, acomodada a su idioma respectivo, y al obtener ellos el privilegio de un fóndaco aparte para los de su nación, tendió a introducirse un distingo entre estas palabras, como nombre de la institución privativa, por una parte, y la forma afrancesada fonde, por la otra, nombre que el señor francés daba a la institución común a los comerciantes de todos los países, sin excluir a los indígenas. Se comprende por lo tanto que fonde, diferenciado del fóndaco privativo, fuese más apto para convertirse en nombre de la posada abierta a todo el público, como ocurrió en Sicilia, y que con este valor el vocablo pasara a España.

¿Por qué camino? Ahí queda la dificultad, pues este fr. fonde del S. XIII, no está separado de la fonda nuestra por una distancia cronológica menos grande que el vocablo hispanoárabe. Después del S. XIII, no tenemos otro testimonio de la vida del vocablo que el del florentino Pegolotti, que en 1340 emplea, con referencia a Acre, la forma italianizada fonda, explicando «cioè la piazza dove si vende», pero éste es el único documento del vocablo que Edler ha hallado en el italiano de los SS. XIII a XVI; en francés mismo, a partir del S. XIV se adoptan las formas italianizantes fondique, fontègue (Heyd, p. 620, n. 1), y el antiguo fonde parece olvidado. El salto cronológico que debe darse para llegar hasta nuestro fonda es tan grande, que vuelven las dudas, y nos preguntamos si al fin y al cabo no estamos ante un espejismo etimológico, y si la historia de la Casa Fonda catalana no será la verdadera.

No lo creo, sin embargo. Mas para asegurar la solución deberá hallarse el camino que siguió el vocablo desde Oriente hasta España. Desde luego puede descartarse la posibilidad de que lo trajeran los mercaderes catalanes de la Edad Media, pues la falta de documentación en catalán antiguo7 es obstáculo tan insuperable como en castellano. Quizá, a pesar de todo, haya algo de cierto en la procedencia barcelonesa, pero sólo en el sentido de que este neologismo de procedencia levantina, al ser dado como nombre de la Fonda de Santa María, fuese identificado por el pueblo con el adjetivo fonda, y desde Barcelona la extendiesen los viajantes de comercio a tierras de lengua castellana. Pero no es probable que a Barcelona llegara directamente desde el Levante en el S. XVIII: quizá sea cierto el dato de N. M. Fabra de que los dueños de la fonda mencionada eran italianos, y éstos traerían la denominación. Pero el caso es que después de Pegolotti no hallo tampoco documentación italiana, a no ser que el anticuado fonda en el sentido de ‘abundancia de objetos’ (SS. XVI y XVII), hoy genov. fondëa «copia... de’ frutti e de’ fiori» (Casaccia), venga de la idea de ‘mercado, emporio’ que ya tiene la fonda de 1340 (y no de fonda ‘bolsa’). Quizá lo más probable sea que el vocablo pasara desde las Escalas de Levante a la lingua franca de los puertos africanos, y que ésta lo trasmitiera a España, sea por Andalucía o por Barcelona, al renacer el comercio catalán a fines del S. XVIII (comp. un caso análogo en FERRERUELO). Nada como esto explicaría tan bien la falta de documentación durante largos siglos; entonces el ár. marroquí fónda ‘hospedería’, que Lerchundi califica de «voz española», pertenecería en realidad a la lingua franca y sería el padre y no un retoño del cast. fonda. Para decidir la cuestión hará falta una averiguación especial sobre la parte de España donde puede documentarse el vocablo por primera vez8.

DERIV.

Fondista [ya Acad. 1817].

1 N. M. Fabra asegura que el nombre se lo daban por estar en paraje hondo, como lo es en efecto el barrio de Santa María, lo cual es poco convincente. Según el otro comunicante, sería por el largo patio o corredor que se debía cruzar para llegar al salón de comidas, lo cual en sí es posible. Sabido es que fondo es el adjetivo corriente en el catalán hablado, con el valor del cast. hondo.―

2 Para el primero véase el artículo correspondiente; el segundo aparece en Mármol, Descripción del África (1570), Aut. Será forma tomada oralmente en el Magreb, que quizá debería acentuarse fúndago.―

3 PAlc. traduce fóndaq o fúndaq por ‘bodegón’ y ‘mesón’, y el derivado mozárabe fondaqáir es ‘mesonero’. Juan López de Velasco dice que en árabe fondaque es ‘bodega’ (Covarr.). Un doc. de Tudela, de 1115, anterior a la reconquista de esta ciudad, dispone que «V christianos de mercaders pausent in illas alfondecas» (Dozy, Gloss., 139).―

4 Wartburg, FEW III, 869b, habla de una «derivación regresiva», pero esta fórmula no tiene sentido en este caso, puesto que -iga, -ago, átonos, no son sufijos vivos. Además la falta de artículo aglutinado y la conservación de la f- son indicios coincidentes del carácter extranjero de este arabismo en español.―

5 Sitzungsberichte d. Akad. der Wiss. zu München, 1880, 617-627.―

6 Quedó rechazada la otra etimología propuesta por Du C. y seguida por Diez y Todd (MLN I, 285), que identificaban con el it. fonda ‘bolsa’, b. lat. funda íd., delfinés fonde «besace».―

7 El Nebrija catalán de 1560 sólo trae hostal, posada y taverna. Fonda falta en Ag., Balari y Alcover.―

8 Una fonda barata se llama en catalán fonda de sisos. Nadie tenga la idea de relacionar esta denominación con las accises o tributos que cobraban los príncipes cristianos de Oriente a los traficantes del fúndaq, o con las Assises de Jérusalem: aquel nombre viene de los seis cuartos (cat. sis) que costaban las comidas en estas fondas, que mi padre me había descrito de visu más de una vez; V. su libro El Perfecte Dandi, pp. 68, 72, donde habla de estas comidas. En catalán se dice fer parada i fonda para hacer un alto prolongado durante un viaje. ¿Sería lícito deducir de ahí que fonda tiene que ver con el verbo fondejar, cast. fondear, ‘anclar (una embarcación)’? De hecho, existe fonda ‘fondeadero’ en genovés, y de ahí viene la frase cat. estar a la fonda, fr. y oc. a la fonde ‘estar fondeado’ (Jal). Pero no creo que fonda ‘hotel’ se dedujera de ahí, y la primera de las frases citadas puede venir de la terminología de los viajes en diligencia, donde las paradas prolongadas se aprovechaban para comer en una fonda.