FERRERUELO, ‘capa más bien corta y sin capilla, que cubría solamente los hombros, el pecho y la espalda’, del antiguo ferrehuelo, y éste del ár. vg. feriyûl ‘especie de capa o blusa’, el cual procede a su vez del lat. PALLI֊LUM ‘manto pequeño’, diminutivo de PALLIUM ‘manto, toga’.
1.ª doc.: herreruelo, Registro de Representantes, publ. en 1570 y atribuido a Lope de Rueda (†1565); ferreruelo, 1611, Covarr., y ya en 1528, en La Loçana Andaluza, ed. 1952, p. 106 (como nombre de una canción), aunque ahí puede tratarse del diminutivo de herrero.
En cuanto al origen, apenas cabe duda razonable de que la fuente es el ár. magrebí faryûl, feryûl, firyol, empleado en Rabat, Tánger, Tetuán, en las cabilas ceutíes, en Argel y en Malta, y que según indicó Colin (Hespéris VI, 73-74) está emparentado con. el mozár. pallyûl, balyûl, palywél ‘manto’ y procede del lat. PALLIOLUM. El cambio de P- en f- es frecuente en los latinismos del árabe, aun en los propios a los dialectos del Magreb y de España: mozár. furrîn ‘alopecia’, bereb. furi, ár. argelino ferina < PORRզGէNEM (Simonet, p. 230; Schuchardt, Rom. Lehnw. Berb., 42); cat. fleitera < mozár. *fleȟta, piléȟta < lat. PLECTA; fālaƫúra «coma» R. Martí, p. 360, que Simonet, 210, deriva de un *PILATURA = fr. chevelure; ár. fullûs, fírsiq, isfánǤ < lat. PUIXUS, PERSICUM, SPONGIA (vid. BDC XXIV, 40); ȐasfarâǤ < ASPARAGUS; ȐisfanâǤ < Ȑispanâȟ (vid. ESPINACA); Ȑisfannâriya < SAPONARIA, etc.; como prueba de que el fenómeno ocurría en la costa africana me bastará recordar el nombre del Rif < lat. RզPA; pero se trata, por lo demás, de un hecho conocidísimo. La forma ferregüelo está efectivamente documentada en Rojas Zorrilla (†1647), Cada qual lo que le toca, v. 225 (el ms. es coetáneo), y herreuelo lo está indirectamente por la forma reuelo que se lee en doc. catalán de 1597 (Ag.); nueva confirmación de mi etimología.
El árabe magrebí faryûl puede ser un resto de la latinidad mauritánica, conservado como es natural en la zona costeña, o bien puede ser alteración del mozár. pllyûl. Esto último parece lo más probable en vista de un informe que me comunica el Sr. David Griffin, y que si no me engaño acabará de convencer de la justeza de esta etimología a los más escépticos. En un documento mozárabe toledano de 1161 aparece un f-r-w-y-l al-áɅmar junto con unos zapatos y unas calzas, entre los objetos integrantes de una donación (González Palencia, doc. 1014, vol. III, p. 383, lin. 7 del final). No cabe duda de que se trata de un ferreruelo rojo y de que debemos vocalizar fariwîl y pronunciar fariwél (comp. zaragüel = sarāwîl)3. Feriyûl pasó en castellano, primero a ferrehuelo, y luego a ferreruelo, como romeo, galea, trinchea pasaron a romero, galera, trinchera. Tratándose de una prenda típica de trabajadores portuarios y marinos, y en vista de la fecha algo tardía de aparición en romance, se puede creer en una trasmisión por el trato comercial y guerrero de los europeos con las ciudades de la costa africana, y que sirviera de vehículo la lingua franca (otro vocablo trasmitido de este modo parece ser FONDA), pero la temprana documentación toledana prueba que debió de haber varias trasmisiones4.
Nada ganamos, si no es más complicaciones, trayendo el mozárabe fariyûl de un gr. περιβóλαιον como quieren H. y R. Kahane, RPhilCal. XXI, 1968, 509-10.
1 Para la longitud del ferreruelo véase la cita de Calderón en la ed. de Rojas Zorrilla, pasaje citado abajo.― ↩
2 Véase en mi artículo lo dicho acerca de la sustitución de la forma herreruelo, propia de la ed. príncipe del M. de Obregón de Espinel, por ferreruelo de las ediciones subsiguientes. Algo parecido ocurrió en el Marqués de las Navas de Lope (v. 992), donde el autógrafo trae herreruelo. Ésta fué, pues, una forma purista del primer momento, que no logró cuajar.― ↩
3 El arag. ant. ferret «sorte de cape» que Pottier encuentra en inventarios de 1397 y 1402 (VRom. X, 153) resultaría de feriwél por cambio de sufijo, si realmente se trata de una capa. Pero temo que haya una confusión, como la habrá desde luego en el cat. ferret que cita Pottier, y que significa algo muy diferente.― ↩
4 El Sr. Max L. Wagner me comunica una opinión que me siento obligado a hacer pública: «Su demostración no me ha convencido plenamente. Si estas palabras procedieran realmente del mozár. pallyûl, ¿cómo puede ser que tengan f- en los dialectos norteafricanos? Precisamente el maltés firyol demuestra de un modo evidente que se trata de un vocablo tomado del romance, y en particular del sic. firriolu. En Malta es donde menos pueden esperarse viejas palabras arábigas para objetos de civilización. Estoy convencido de que las demás formas arábigas que V. cita son también romanismos». A pesar de mi respeto por los conocimientos del sabio lingüista, que acabo de demostrar haciendo público su parecer, he de decir que en este caso debe rechazarse decididamente. Es extraño, como dejo dicho arriba, que el Sr. Wagner halle dificultad en la f- magrebí. De ser romanismos las formas arábigas sería casi forzoso partir del sic. firriolu para explicarlas, pues aun el it. ferraiuolo es muy diferente de ellas; pero ¿cómo pudo un vocablo dialectal siciliano llegar hasta la costa atlántica de Marruecos? Nadie lo creerá. Y suponer que sólo una parte de estas formas procede de Italia, y el resto viene del port. ferraioulo (variante rara de ferragoulo), no sería menos inverosímil y tropezaría con dificultades fonéticas. En cuanto a la extrañeza que el Sr. Wagner manifiesta porque el vocablo no se halla en árabe antes del S. XVIII, de ninguna manera puedo admitir que esto sea un obstáculo: sabido es que los escritores árabes evitan por purismo los vocablos extranjeros que pululan en Marruecos y Argelia, y aun los mismos de estirpe arábiga que nacieron allí. Un indicio indirecto de la antigüedad de faryûl en Marruecos puede verse en su plural fracto frâwul; puede señalarse algún caso suelto de plurales fractos en palabras de fecha reciente, pero es caso menos frecuente, como ya hizo notar Colin. Y la nueva documentación de 1161 desvanecerá del todo esta sospecha. En cuanto a la presencia de firyol en Malta, no veo cómo puede aducirla como prueba de su carácter romance el Sr. Wagner, cuando él mismo insistió con razón sobrada en la relativa escasez de los italianismos malteses, limitados en su mayoría «a la administración, la civilización y la política» [ZRPh. LII, 647). Termina mi distinguido corresponsal poniendo en duda los ejs., que cito en mi artículo, de voces árabes trasmitidas al romance por la lingua franca. Aunque esto es secundario en mi argumentación, es fácil formular reservas a algunas de sus afirmaciones. Sé muy bien que papaz ‘sacerdote’ no es palabra propiamente arábiga, sino de origen griego, pero esto no hace al caso, puesto que los españoles sólo la conocieron como «nombre que dan en las costas del África a los sacerdotes christianos» (Aut.), y por lo tanto es probable que la oyeran de los marroquíes y argelinos que les hablaban en lingua franca. Sin duda el fr. maboul es palabra reciente, pero ¿en qué se entendieron los primeros conquistadores franceses con los africanos, sino en la lingua franca que éstos les hablaban y en la que injirieron con seguridad este vocablo árabe? Y que el genov. camallo ‘mozo de cuerda’ tiene congéneres en los Balcanes, también importa poco, pero resulta forzado suponer que un vocablo árabe, vivísimo en Occidente (PAlc.; Dozy, Suppl. I, 328a) tuviera que pasar por Turquía, como quiere mi contradictor, para llegar hasta Génova: es mucho más natural que los comerciantes genoveses lo aprendieran en el vecino Argel de los camalli de allí, que les hablaban en lingua franca, vestidos con su faryûl típico. Camalo es usual en el castellano empleado en Tánger, según me comunicó mi maestro D. Maximiliano Alarcón, y allí no ha de proceder ni de Turquía ni de Génova, sino directamente del árabe por la lingua franca local. ↩