PAlc. registra
izpinág como forma del árabe granadino, y los hispanos Abenalbéitar y Abenalauam emplean
Ȑisfānâȟ, variante que ya se lee en el Razí, a fines del S. IX. Las formas iberorromances port.
espinafre, cast.
espinaca, a. arag.
espinay1, y cat.
espinac, postulan en común una base arábiga
Ȑispinâȟ, cuyo
ȟ dió
f en unas partes,
k en otras, según es corriente, y pudo también alterarse en
ġ. Hay también una variante en
-z-, asegurada por la rima, en Berceo: «todas las tus menazas / mas sabrosas me saben que unas
espinazas / ... porfazas / ... torcazas» (
S. Lor. 87
b,
PMLA XLV, 513). Las demás formas romances, fr.
épinard [
espinarde, 1331:
BhZRPh. LIV, 32-33], it.
spinace, lomb.
spinaz (Salvioni,
KJRPh. VIII, i, 141), parecen procedentes directa o indirectamente del iberorromance, lo cual es seguro en el caso del francés; también es probable que el gr. mod.
σπανάχι,
σπανάκι (más reciente es el romanismo
σπινάκι) es de origen oriental: Gustav Meyer,
Lat. Lehnworte im Ngr., 62, supone que proceda de un lat.
*SPINACEUM, derivado de
SPINA, pero como observa Devic, pp. 33-34, la base semántica de esta etimología es endeble, pues sólo algunas clases de espinacas tienen unas pocas espinas en la semilla; la
i romance parece haber nacido en España por etimología popular, y todo hace creer que el vocablo se originó en Persia, donde la planta crece espontáneamente (véase además Simonet, p. 276; Baist,
RF IV, 401; Steiger,
Contr., 306).