ESPINACA, del hispanoárabe *Ȑispinâȟ íd. (también izpinâġ, ár. orient. Ȑisfāȟ, Ȑisbāȟ, ár. afr. ȐisfanâǤ), procedente del persa ispāȟ.

1.ª doc.: J. Ruiz 1166a; APal. 104b; Nebr.; etc.

PAlc. registra izpinág como forma del árabe granadino, y los hispanos Abenalbéitar y Abenalauam emplean Ȑisfāȟ, variante que ya se lee en el Razí, a fines del S. IX. Las formas iberorromances port. espinafre, cast. espinaca, a. arag. espinay1, y cat. espinac, postulan en común una base arábiga Ȑispinâȟ, cuyo ȟ dió f en unas partes, k en otras, según es corriente, y pudo también alterarse en ġ. Hay también una variante en -z-, asegurada por la rima, en Berceo: «todas las tus menazas / mas sabrosas me saben que unas espinazas / ... porfazas / ... torcazas» (S. Lor. 87b, PMLA XLV, 513). Las demás formas romances, fr. épinard [espinarde, 1331: BhZRPh. LIV, 32-33], it. spinace, lomb. spinaz (Salvioni, KJRPh. VIII, i, 141), parecen procedentes directa o indirectamente del iberorromance, lo cual es seguro en el caso del francés; también es probable que el gr. mod. σπανάχι, σπανάκι (más reciente es el romanismo σπινάκι) es de origen oriental: Gustav Meyer, Lat. Lehnworte im Ngr., 62, supone que proceda de un lat. *SPINACEUM, derivado de SPINA, pero como observa Devic, pp. 33-34, la base semántica de esta etimología es endeble, pues sólo algunas clases de espinacas tienen unas pocas espinas en la semilla; la i romance parece haber nacido en España por etimología popular, y todo hace creer que el vocablo se originó en Persia, donde la planta crece espontáneamente (véase además Simonet, p. 276; Baist, RF IV, 401; Steiger, Contr., 306).

1 BDC XXIV, 169; RLiR XI, 88. Puede explicarse, sea por *espinahe, sea por el sentimiento de que la ȟ mozárabe en fin de sílaba solía corresponder a y aragonesa (laȟte = arag. leite LACTE).