FARAMONTANO, del port. y gall. foramontão compuesto de foro ‘fuero, tributo foral’ y monte por su contribución a los servicios de monte y caza.

1.ª doc.: en portugués 1037-1065 (Livro Preto); un dato castellano que se cita de 814 está aislado en la documentación antigua, mal fechado, y necesita confirmación.

Es palabra más gallegoportuguesa que castellana, aunque parece haber tenido arraigo más o menos considerable en el reino de León y en la Extremadura leonesa, en los cuales ha tomado la forma con que encabezo, mientras que en portugués es foramontão. Como el arraigo en Castilla es nulo y en Galicia y Portugal fué bastante denso, voy a atenerme esencialmente, y con carácter provisional o definitivo, a la opinión bien documentada de los eruditos portugueses, pues al fin y al cabo de lo que trato ante todo es de rectificar una opinión aceptada precipitadamente en la primera edición de este diccionario. Aquélla es ya la de J. de Sta. Rosa de Viterbo en su Elucidário, que constituyó el punto de partida básico de los estudios medievales en Portugal. He aquí, por lo demás, cómo la resume Moraes: «foramontão adj. e sust. Os lugares ou casáes e emphiteutas que pagavƟo foro de montaría ou caça de veaçƟo; ou serviƟo os Senhores nas montarías». No veo que esta opinión histórica, que al mismo tiempo implica claramente una etimología, haya sido puesta en duda en Portugal, a no ser en términos vagos1.

A ella se atiene también Figueiredo, sin más que agregar otra acepción sustantiva: «casa ou lugar que pagava o foro imposto sobre as casas de prostituiçƟo», lo cual es sin duda secundario y tendrá más de eufemismo o de ironía que de oriundez: también ahí había «foro» y había, si se quiere, «caza», aunque no de montería. Otra exposición más desarrollada y que pone más de relieve el carácter personal, que debió de ser el básico, y que por lo demás todos admiten, la reproduzco de la «Grande Enciclopédia Portuguesa e Brasileira», pero quedamos en lo mismo, etimológicamente y aun en todos sentidos: «nome antigo dos enfiteutas, colonos ou caseiros que pagavam ao directo senhorio... o fôro de montaria ou de monte. O género em que se fazia o pagamento variava com os foros: constava de peças de caça, obrigaçƟo de correr os montes com armas e cƟes na companhia do senhorio, etc. Havia foramontƟos do rei, dos fidalgos, das ordens religiosas, dos bispos e abades. Nas Inquiriç?es de D. Dinis, de 1290, verifíca-se que Nouman, lugar da freguesia de S. Miguel-de-QueirƟ, tinha uns 12 homens que eram foramontãos. Em Paço-de-Volharigues também a maior parte da herdade era de foramontãos do rei».

En lo fonético sólo conviene precisar que foramontão sale de foro-mont-ão por disimilación; y que agravándose la disimilación en tierras leonesas, como es natural donde se decía fuaro o fuero pero ya no foro, allí se vuelve faramontano: tengo motivos para sospechar que la administración ha trasegado esta forma más o menos castellana a la toponimia gallega, donde consta oficialmente Faramontanos o Faramontaos pero dudo que allí sea autóctona la a de la primera sílaba.

Conviene ahora completar la documentación en sentido de mayor antigüedad, aunque sea ateniéndonos a la aplicación toponímica. Gracias al admirable Onomástico Medieval Português de CortesƟo sé que un topónimo Foramontanos ya aparece en el Livro Preto da Sé de Coímbra, conservado en la Torre do Tombo, y en las Inquisitiones portuguesas de 1258 figura un Fora montaos en las de la primera clase, y un formontanos, lugar al parecer diferente, en las de la segunda; con ello nos remontamos continuamente hasta la mitad del S. XI, que es la fecha del Livro Preto, y con textos publicados con tanta crítica como los Portugaliae Monumenta Historica.

Ante esta documentación en For- (que no me era conocida) se impone desechar la etimología, y aun la definición que aceptó el DCEC de un trabajo, por lo demás serio y que conocía más a través de Klein2, que por análisis directo: la monografía del erudito extremeño Vicente Paredes Guillén, «Historia de los framontanos celtíberos» (Plasencia, 1888). De él procede la definición que di en mi edición primera, «mojón en forma de animal o de persona (comparable a un fraile) que marca las cañadas de Castilla». Por lo demás no traté del vocablo en un artículo, sino rápidamente en un par de líneas dedicadas a los compuestos de FRAILE. Me predisponían a hacerlo en esos términos la aplicación del cat. frare y del propio cast. fraile a una infinidad de peñascos serranos y de objetos agrícolas, sin contar los frailejones colombianos, cardos gigantescos que me habían impresionado en excursiones por los páramos andinos del Norte. Además ni Paredes ni Klein mencionaban otra forma que la secundaria, con síncopa framontanos, forma por lo demás rara, que sólo se conoce por Paredes y por un pueblo salmantino Cabeza de Framontanos en el partido de Ledesma. No me fijé mucho en que Klein dejaba en bastante duda la opinión de Paredes3. Pero lo más decisivo claro está que es el contenido semántico, histórico y jurídico del vocablo, que no es el que suponía Paredes sino el demostrado por la erudición portuguesa. Y yo recordaba también los toros y verracos de piedra del territorio carpetovetónico, las divinidades de origen totémico, asociadas a animales, las téseras hospitalarias de figura bestial, precisamente muy documentadas en Celtiberia, los famosísimos Toros de Guisando, las bichas y verracos con que el vulgo castellano ha designado las toscas esculturas, cada vez más misteriosas, los toricos ya comentados por los clásicos de Castilla4. Lástima que Paredes no lograra casi otra documentación que la toponímica, como que ese término ha permanecido ajeno a la lexicografía española.

Por lo demás también es forzoso rechazar, para evitar que desoriente, otra teoría histórica y etimológica sustentada por un historiador tan grave como Justo Pérez de Urbel, pero sentada sobre fundamentos históricos, no sólo inaplicables como aquéllos, sino todavía más endebles y si no me engaño indocumentados. Se trataría de hombres «salidos fuera de las montañas» y establecidos en Castilla. Cedo la palabra a Gonzalo Arias, que expone el caso no sin malignidad, pero con ironía nada injusta, acusando a Fray Justo de «desarrollar con empaque científico esta interpretación: "al penetrar en la llanura se convierten en foramontanos" (p. 200); "la tierra foramontana" y "la repoblación foramontana" (pp. 201-204) significan en la pluma de Pérez de Urbel la tierra situada al sur de la Cordillera Cantábrica y la repoblación de la llanura castellana»5.

Realmente es asunto «grave» sustentar algo tan trascendental como el estudio de la repoblación en la Reconquista, sobre fundamentos meramente toponímicos, por lo demás mal comprendidos6. No ignoro que se da una cita de unos Anales Castellanos, «exierunt foramontani de Malacoria et venerunt in Castiella», atribuidos al año 814. Poco sabemos de estos anales, y empiezo por no saber nada de esta fecha, que desde luego, por lo menos en cuanto a la forma lingüística citada, ha de ser falsa (nótese la diptongación, y por si fuera poco, en un texto culto); y de todos modos atiéndase a que del propio contexto citado se desprende que este Malacoria7, de cuyos foramontanos se habla, no estaba en Castilla.

Porque en todo caso no podemos menos que confirmar el fundamento geográfico del rechazo de Arias. Según los datos de Madoz (que por lo demás no intenta definir el vocablo) hay, si no cuento mal, 9 pueblos llamados Faramonta(n)os en Galicia, y nada más que dos en la provincia de Zamora y Cabeza de Framontanos en la de Salamanca, pero a la propia raya de Portugal (por lo menos uno de los zamoranos está en el partido de Alcañices, también fronterizo). A lo cual debemos agregar los numerosos topónimos y antropónimos portugueses antiguos y modernos. En una palabra, el nombre de lugar que nos interesa es sólo gallegoportugués, y en masa, con un par de casos en el área leonesa fronteriza. Pero no hay ninguno en Castilla8.

1 Es verdad que CortesƟo en su obra menos importante, los Subsídios, aun reconociendo que en bajo latín (portugués) es foramontanu(s), se pregunta si no podría venir de foramentão, con lacónica referencia a los topónimos Fermentelos y Fermentões; pero salgan éstos de FERMENTUM o de FERVENTEM por nasalización, el apoyo que den a construcción alguna es vaguísimo, y la idea, inaplicable a una institución de seguro contenido jurídico.―

2 The Mesta, Harvard 1920, pp. 17-18.―

3 Mejor informado sin duda, la rechaza en cambio Caro Baroja, sin vacilación, en Los Pueblos de España, pp. 186 y 354. Pero se limita Caro a desechar por anacrónica la inferencia que de ahí sacaba Paredes acerca de la existencia de una transhumància pastoril de fecha «celtibérica», y no habla Caro del contenido histórico real de la palabra ni mucho menos de la etimología.―

4 De que tanto nos habla también Caro Baroja en otros pasajes, pp. 180, 182, 186, etc.―

5 Cito de la revista española de París El Miliario Extravagante (noviembre de 1963, pp. 59-66) que tan útiles, curiosos y aun cuidadosos datos reúne acerca de una especialidad capital para nuestros historiógrafos, la historia de la vialidad romana y visigótica.―

6 Las citas son de la monografía de Castilla primitiva incluida en la Historia de España publicada tras la égida de Mz. Pidal, tomo VI, aunque ya apenas bajo su dirección.―

7 No trato de precisar dónde está «Malacoria». Dudo que se trate de la pequeña ciudad portuguesa de Mogadouro, muy próxima a los dos Faramontanos leoneses, pues su nombre no coincide mucho en lo fonético, aunque no se olvide que la -L- se pierde en portugués y que cayendo los Cimos de Mogadouro sobre el Duero hubiera sido natural una contaminación por parte de Douro.―

8 Puede el venerable historiador silense invocar en su descargo que tomó la idea de una serie de artículos publicada por Víctor de la Serna. Se trata del ingenioso periodista que escribía en ABC. Recogiólos luego con el título «Nuevo viaje de España: la ruta de los foramontanos». Pero esto carece de base seria.