EXEA, ant., ‘guía o mensajero que se enviaba a tierra de moros’, del hispano-árabe šîa ‘guía, acompañante’, de la raíz arábiga š-y- ‘acompañar’.

1.ª doc.: 1116, Carta Puebla de Belchite.

Nebr. registró «exea: explorator». Se trataba ya entonces de un vocablo viejo, del que pronto no quedaría memoria. Los lexicógrafos posteriores se fundan todos en el testimonio de Nebr., al que Covarr. y Aut. citan explícitamente; el último declara que «no tiene uso», y la redacción lacónica del artículo de aquél hace el efecto de que para él era también palabra muerta: «exea: el que sale a descubrir campo, explorador, Anton. Nebriss(ensis)»; Aut. se funda a su vez en Covarr., parafraseándole: «el que sale a descubrir campo, para saber si hay seguridad en él de enemigos». Claro está que estas explicaciones, así como la de Oudin (1607) «un guetteur, un espion», deben tomarse solamente como interpretaciones de la lacónica explicación de Nebr. «explorator», palabra latina de sentido general que puede significar ‘el que va a la descubierta’, ‘el que practica un reconocimiento’, ‘espía’, ‘batidor’ y ano ‘investigador’. Por lo tanto necesitamos testimonios más antiguos y explícitos para averiguar el verdadero sentido del vocablo.

En la Crónica de Jaime I, el rey, durante la conquista de Murcia, envia un mensaje a la ciudad musulmana de Elche antes de proceder a atacarla: «enviam missatge a Elx per un trujaman nostre, ab la Exea, ab nostra carta, e que·ns enviassen 2 o 3 sarrahins dels bons de la vila, e que parlàssem ab ells» (ed. Aguiló, p. 426); luego aquí se trata de un mensajero real de confianza que lleva un mensaje pacifico a territorio enemigo en tiempo de guerra. También figura en varios textos forales.

El fuero latino de Teruel (§ 507, ed. Aznar, p. 278), y en términos casi idénticos el de Cuenca (cap. 41.3, ed. Allen II, 109), definen con bastante extensión la función de los exeas (o ejeas, como hoy deberíamos pronunciar). «De foro et officio exearum... Omnis axea antequam intret in illo officio, det fidejussores valituros in concilio, ut requa quam ipse duxerit sit salva, tam in eundo, quam in redeundo. Nam ipse axea debet pectare omne dampnum quod in arequa evenerit... Axea itaque rixantibus arequarum judicet1 et justiciam faciat in arequa... Et quilibet axea pro exeatico de C arietibus vel capris sive ovibus, accipiat unum aureum... Et de unoquoque bove vel bacha accipiat 2 solidos... et de asino 6 denarios... Similiter de captivo, qui pro pecunia exierit, decimam partem illius redempcionis habeat... de mauro qui pro cristiano exierit, habeat unum aureum... Axea vero procuret captivum in sua domo et custodiat2 quousque ad terram propriam ipsum ducat. Et pro cibo illo axea unum aureum... accipiat». Es decir: se trataba de un guía cuya misión era conducir ganados y recuas del territorio cristiano al musulmán o viceversa, y también llevar cautivos rescatados, en ambas direcciones. Del Fuero de Alcázar, que es adaptación casi inalterada del de Alarcón (Cuenca), se deduce el mismo concepto: «si el defendedor dixiere que aquella cosa que la compró en tierra de moros, firme con el exea o con dos vezinos daquella requa... axea» (cita de Cej., Voc.). Se comprende que los ejeas eran personajes importantes: conocedores prácticos del terreno, sólo ellos podían conducir, sin peligro, por los pasos de las sierras, a mercaderes y mercancías, fuera del camino de las algaras y lejos del pillaje de la almogavaría cristiana; tenía que ser hombre arraigado y con amigos a ambos lados de la línea, mozárabe o mudéjar con preferencia, y conocedor del habla vulgar de las dos zonas, aunque no precisamente del árabe correcto, por lo cual se daba el caso de que le acompañara un truchimán, como en la Crónica del Conquistador.

Por otra parte también existía el peligro de que el ejea traicionara a quienes en él se confiaban; se comprende, pues, que los fueros, según hemos visto, los obligaran a juramentarse o a dar la garantía de «fidejussores» dignos de crédito; por lo tanto no podemos extrañar que en la Carta Puebla de Belchite se les mencione entre moros y cristianos y junto a los almotalefes o jurados musulmanes, puesto que ellos eran también funcionarios juramentados: «dono et concedo tibi Galin Sangiz, et ad posteritas tua, ut habeas tuos almotalefes et exeas de moros et de christianos» (Esp. Sagr. XLIX, 329)3.

Ningún erudito ha estudiado hasta ahora el origen del vocablo, y los varios recopiladores de arabismos, Engelmann, Dozy, Eguílaz, Steiger y Neuvonen, ni siquiera lo mencionan: quizá por haber dado fe al parecer de la Academia (ya 1884), de que exea viene del lat. EXIRE, porque «sale a descubrir el campo». Pero claro está que así no explicamos la terminación -ea, y además esta explicación parte de la idea falsa de que el ejea era una avanzada o explorador de un ejército. Es evidente que exea, como su paralelo pro-musulmán el ENACIADO, ha de ser arabismo, puesto que en el Repartimiento de Mallorca hallamos un Rahal Annexee (p. 8), que en la p. 71 reaparece en la forma Campo de Abnexee: salta a la vista que esto ha de ser Ab(e)n ax-Xea (Ibn aš-šîa), ‘el hijo del guía’4.

Y, en efecto, Ramón Martí registró el ár. šîa traduciéndolo por «ductor», es decir, ‘conductor, guía’, y dándole como equivalente el ár. Ȑid «qui conduit, qui mène, conducteur; chef, commandant». Se trata de un derivado normal de la raíz š-y-, que significa justamente ‘acompañar, seguir (a alguien)’ (Beaussier, Belot, Bocthor), ‘enviar, ser enviado’ (PAlc., R. Martí), «reconduire quelqu’un et lui faire ses adieux» (Beaussier, Belot), etc.5. Exea era vocablo exclusivo del catalán, el aragonés y el castellano conquense, a juzgar por la procedencia de los testimonios medievales, más al Oeste no parece hallarse otra cosa que enaziado. Parece tratarse de una creación del hispano-árabe oriental, lo cual nos explica el hecho de que el vocablo falte por completo en los diccionarios clásicos, en el argelino de Beaussier y en el granadino de PAlc. Según veo por Rom. LXXII, 553, la misma etimología arábiga que adopto la propone también Gorosch (Studia Neophil. XXIII, 37-48). Observa Pottier que el topónimo arag. Ejea, en cambio, es de origen vasco (etxea ‘casa’), como indicó M. P.

DERIV.

Exeático (que en romance sería *exeatge o *exeazgo), Fueros de Teruel y Cuenca.

1 Cuenca: «Axea judicet rixantibus arrequariorum».―

2 La versión romance traduce «la exea curie el cativo en su casa et piense d’él bien» (Tilander, p. 517).―

3 Yerra sin duda Dozy, Gloss., 176-7, en su artículo almostalaf, al deducir de ahí que exea era el equivalente cristiano del almotalefe musulmán, jurado que podía tener funciones varias, entre ellas la de inspector de pesos y medidas, que así atribuye erróneamente Dozy a nuestro ejea.―

4 Quadrado, en su comentario de ese texto (pp. 448 y 521), cree que se debe corregir Annazehe ‘quinta o casa de recreo’, comp. aquí AÑACEA, pero esta enmienda es arbitraria. Como el rafal en cuestión figura en el término de Palma, es inseguro que corresponda a la montaña que el mapa de Chías o el Militar Itinerario llaman Egea, pues ésta se halla cerca de Algaida.―

5 Todos los datos semánticos acerca de exea coinciden en el sentido de ‘guía’ o ‘mensajero’. Sólo PAlc. se aparta, posiblemente, traduciendo exea con el ár. faquíq. En realidad ignoramos lo que significaba esta voz del árabe granadino, aunque estará en lo cierto Dozy (Suppl. II, 275a) al interpretarlo como pronunciación tardía de fakkâk; Dozy, basándose exclusivamente en la interpretación que da Oudin a la glosa de Nebr., «exea: explorator», imagina que este granadino fakkîk significaría ‘espía’, pero nada veo en la raíz f-k-k que autorice esta suposición; R. Martí traduce «chirurgus», que puede entenderse ‘algebrista’, puesto que fakk es «être démis, déboîté, luxé (pied, épaule)»: tampoco esto conviene para nuestro exea. Como la misma raíz significa también «relâcher, mettre en liberté (un esclavo, un captif)», acaso fakkîk fuese el redentor de cautivos, lo que en efecto constituía una de las funciones más importantes del ejea.