DIABLO, tomado del lat. tardío diabŏlus y éste del gr. ƌιάβολος íd., propiamente ‘el que desune o calumnia’, derivado de ƌιαβάλλειν ‘separar, sembrar discordia, calumniar’, derivado a su vez de βάλλειν ‘arrojar’.
1.ª doc.: diábolo h. 950, Glosas Emilianenses; diablo, Berceo.
La pronunciación trisilábica es general hasta el S. XV (Berceo; G. de Segovia, p. 63) y predomina en el XVI, pero desde el XVII (Góngora, Lope, etc.) es preponderante la sinéresis
1. Aunque Lope lo califica de palabra culterana (Romera,
RH LXXVII, 297), no ha sido, en general, menos popular que
DEMONIO. Para la explicación semántica de este helenismo, vid. Meillet,
Les Interférences entre Vocabulaires, en
Ling. Hist. et Ling. Génerale; para otras precisiones de esta naturaleza, Amunátegui,
BRAE XIV, 665-672. Popularmente toma acs. secundarias, p. ej. la adjetiva ‘ladino, pícaro’ en la Arg. (Ascasubi,
Santos Vega, v. 7465). Es frecuente alterarlo intencionalmente, por eufemismo, en formas como
dianche,
diantre y otras semejantes; ast.
diañu (V, que puede verse para fraseología), también gallego («a morte e o
diaño axexan» Castelao 117.32). Como nombre de juguete la forma italianizante
diábolo falta todavía en Acad. 1899.
DERIV.
Diabla o diablesa. Diablear. Diablejo. Diablillo o diablito. Diablura [J. Ruiz, 468d; Jac. Polo, † h. 1650], se ha dicho también diabladura y en Alex., 2454, aparece diabloría (acentuación insegura). Diabólico [Corbacho (C. C. Smith, BHisp. LXI); Nebr.], tomado del lat. diabŏlĭcus y éste del griego ƌιαβολικóς íd.; diablesco; endiablado [Berceo, Duelo, 15d; en Berceo predomina diablado, Mil. 361, 727c, o adiablado, 260a], de ahí se sacó secundariamente endiablar (Cervantes, Quevedo), endiablada. Diabolín. Diablícalo, V. ZAHARRÓN.
1 Comp. Robles Dégano, Ortología, pp. 304, 317. ↩