COTOBELO ‘abertura en la vuelta de la cama del freno’, del port. cotovêlo ‘codo’ y éste del mozár. qubƫél, qubƫál, ‘codo (medida)’, ‘codo (parte del cuerpo)’, que a su vez procede del lat. CUBITLIS adj. ‘de un codo de largo’, derivado de CŬBէTUScodo’.

1.ª doc.: Terr.; Acad. ya 1843.

Es común derivar el port. y gall. cotovêlo de un lat. *CUBITELLUS, diminutivo de CUBITUScodo’. Así lo hicieron Diez, Wb., 114; Simonet, 144; Nascentes; y aun Schuchardt, Roman. Lehnwörter im Berb., 43. El pensamiento de estos filólogos sería que bien pudo ser sustituído CUBITOS por su diminutivo, en el latín vulgar lusitano, cuando ocurrió lo mismo en el idioma general de la Romania con AURIS y GENU; pero no hay paridad, pues la oreja y la rodilla son partes del cuerpo que atraen la vista y se prestan, por su forma graciosa, a denominaciones afectivas, especialmente en el caso de una mujer o de un niño, mientras que nada hay en la forma ni en las funciones del codo que apele a la imaginación; en efecto, todos los romances han conservado el primitivo CUBITUS, sin otras alteraciones que las fonéticas, y aun el gallegoportugués conserva côvado; por lo demás, es evidente que *CUBITELLUS sólo hubiera podido dar *covadelo o a lo sumo *codovelo y no se explicaría la conservación de la sorda. Zauner, RF XIV, 444, al calificar de «oscura» la v de nuestro vocablo, da a entender que para él es un diminutivo romance de coto descendiente de CUBITUS, forma que efectivamente se emplea para ‘codo’ en un pueblo gallego del Limia (Schneider, VKR XI, glos.), y que habrá existido en algún punto de Portugal, puesto que en la Bairrada se dice cotonho y en Alcanena (al Norte de Santarén) cotunho para la «articulaçƟo saliente dos dedos quando se fecha a mƟo» (Silveira, RL XXIV, 214); pero claro que de coto el diminutivo hubiera sido forzosamente *cotelo. En fin, G. de Diego, Contr., § 612, cree que el vocablo se debe a un cruce de CUBITUS con *TUBELLUM (de donde viene el cast. tobillo, pero en port. esto se dice tornozelo), explicación que quizá satisfaga a los ingeniosos aficionados al cruce de palabras―y de partes del cuerpo―, pero que a los más sólo les recordará la graciosa réplica de Grammont, a los que, sin agotar previamente las posibilidades fonéticas, explicaban el cat. colze CUBITUS por un cruce con polze ‘pulgar’: «mettre ainsi le pouce dans le coude c’est adopter une voie qui conduit tout naturellement à se mettre le doigt dans l’oeil». En realidad, el origen de cotovêlo es mucho más claro: se trata de una forma mozárabe propagada desde del Sur de Portugal. El cordobés Abencuzmán (S. XII) llamó el ‘codo’ qubƫál; en autores posteriores de la misma filiación vemos cómo, en virtud del conocido fenómeno fonético de la imela, se fué cerrando progresivamente la â de este vocablo, pues con el mismo valor usan R. Martí (S. XIII) qubƫal y qubƫall (que debe entenderse qubƫ?ll), el africano Aben-alhaxxá (S. XIII) qubƫil (es decir, qubƫ༱l), y el granadino PAlc. (1505) cubtill (Simonet, l. c.); hoy sigue empleándose qebƫâl o qobƫâl con el mismo valor en el árabe de Marruecos (P. de la Torre), de Argel (Cohen) y de Egipto (Bocthor). El significado originario de la palabra qubƫâl lo hallamos documentado en una escritura arábiga de Toledo de 1184, donde vale como nombre de medida, y en el mismo sentido o en el derivado de ‘regla o nivel (de un codo de largo)’ emplean esta forma y sus variantes (quȝâl, quƫal) otras diversas fuentes mozárabes (Glosario de Leyden, Abencuzmán, R. Martí, el Tignarí, vid. Simonet, pp. 118-119). Así como era común que el nombre de la parte del cuerpo sirviera de base para denominar la medida lineal que va del codo a la mano1, también era natural que el nombre de ésta se trasmitiera a aquélla, y, en efecto, lo mismo ocurrió en el centro de Cerdeña, donde ku(b)itále, kuitále, designan hoy el ‘codo’ (M. L. Wagner, Studien über den sard. Wortschatz, p. 100). No es posible dudar de que ahí tenemos la voz CUBITALIS, que en latín clásico sólo se halla como adjetivo aplicado a lo que tiene un codo de largo.

La geografía lingüística confirma este origen mozárabe de la voz portuguesa: côvado debió reinar antiguamente en todo el Norte del territorio lingüístico. En efecto, en la Crónica de Santa Cruz de Coímbra (2.° cuarto del siglo XIV) se halla côvodo como nombre de la parte del cuerpo, y côvedo en los Inéditos de Alcobaça (SS. XIV-XV). Hoy mismo, es verdad que cotofelo llega hasta algunos puntos de Tras os Montes (en Murça, RL XIV, 86)2, y la misma forma y cotobelo se oyen en algún pueblo del Limia (SO. de la provincia de Orense: Schneider, l. c.), pero lo general en gallego es côvado («dándolle c’o cóbado», Castelao 400.4f., 224.11) y lo general en la lengua medieval es côvedo, Ctgs. 136.30, MirSgo. 30.1, 33.19, 108.6 (traduciendo el lat. cubitus), Gral. Est. gall. 36.34, 37.3 (côb- 109.6). El contraste entre Galicia y Portugal lo muestran claramente las acs. traslaticias: allí cotovelo es ‘nudillo’, ‘bulto o juntura de los huesos’ (Vall., y en el mismo Limia), ‘recodo, ángulo’ (Carré), y en el leonés de Astorga y de Cespedosa, hasta donde se ha extendido el término, cutubillo (cotu-) es ‘la parte acodada del jamón’, ‘la articulación del jamón con el pie’ (Garrote; RFE XV, 274), mientras que por el contrario en el portugués normal es côvado el que asume los significados secundarios de ‘medida’ o ‘rodilla de los animales’, detalle suficiente para mostrarnos que el vocablo que estudiamos es mucho más popular en el Sur que en el Norte del territorio lingüístico. Que GdDD 2002 se indigne ante mi nueva etimología y se empeñe en la suya insostenible, es cosa normal, y no es menos normal en él, aunque menos honesto, que para defenderla achaque al port. cotovelo un significado falso ‘nudillo’ que sólo existe en algún punto de Galicia, ac. secundaria, no documentada en textos antiguos como la otra, explicable por tratarse en Galicia de una palabra importada de tierras mozárabes (lo autóctono allí es cóbado), y en Galicia mismo meramente local, puesto que en el Limia cotovelo (y cotofelo) sigue significando ‘codo’, y éste es el punto de partida obvio de la ac. ‘recodo’ registrada por Carré. Por lo demás el mismo filólogo (6895) quiere apoyar su idea en un «leridano» cod de pe ‘tobillo’; como se ve a la legua esto no es catalán ni tiene que ver con CUBITUS: es el aranés3 còt det , equivalente fonético de cuello del pie; luego cita un «aranés» chonillo: otra confusión, salta a la vista de cualquiera que sepa algo de esta habla que esto no puede pertenecerle. El segov. de Cuéllar cotubillo «codillo, muñón del jamón» (BRAE XXXI, 150) puede citarse como jalón extremo del área del vocablo; su significado es tan secundario y tan explicable como el del sinónimo codillo.

Unas observaciones para concluir. En contacto con la sorda t, la b mozárabe pudo ensordecerse en f (comp. hechos parecidos en fin de palabra: Steiger, Contr., 109; Corominas, BDC XXIV, 69), de donde la forma trasmontana y limiense cotofelo; el paso de covotelo a cotovelo es debido a una metátesis de la que hay otros ejs. en los descendientes de CUBITUS, p. ej. Teramo vótv < gótv < góvt (RF XIV, 443), rosell. ant. códeu ‘codo (medida)’ (Vidas Rosellonesas, 12 v°a). El cast. cotobelo ‘abertura en la vuelta de la cama del freno’ es un portuguesismo que demuestra la influencia de los portugueses en la equitación española. M-L. ya indicó brevemente esta etimología en una nota de la ZRPh. XLVI, 119, que no me ha caído en las manos hasta el momento de poner en limpio este artículo4.

DERIV.

Analógico, un gall. cotovino ~ cotován, expresión de juego que en castellano se dice «de codín de codán», Sarm. CaG. 120v.

1 A un femenino de ese mozárabe qobtel, -tal, ‘medida desde el codo a la muñeca’, podría corresponder el val. norteño gobanella y segorbino gobanilla (que me señala la Prof. Natividad Nebot) los cuales tienen el sentido de ‘muñeca’. O sea que allí la denominación se habría aplicado a la otra extremidad del qobtel, a diferencia de la ac. portuguesa. La -n- se prestaría a varias explicaciones, y como es probable que un moneca equivalente del cast. muñeca tuviera también cierta extensión en mozárabe, se trataría posiblemente de influjo de este sinónimo.―

2 Que el Sr. Júlio Dantas, en su libro A Pátria Portuguesa, emplee cavado por ‘codo’ no significa mucho, pues es sabido que esta obra está llena de arcaísmos artificiales (Fid. de Figueiredo, Estudos de Literatura, 2.ª Serie, 1917, p. 45). Entresaco algunos de estos datos de los dicc. de Fig. y de Vieira.―

3 No sé si realmente hace falta recordar que el aranés es un dialecto gascón, donde es normal -LL > -t y donde una terminación -illo sería inconcebible, por más que el Valle de Arán pertenezca políticamente a España.―

4 Piel, Boletim de Filol. XIII, 143-8, expone cortésmente algunas razones contra mi etimología y en apoyo de *CUBITELLUS, que tienen muy poca fuerza. Ninguna tienen los supuestos paralelos del diminutivo: la rodilla de la mujer y del niño es precisamente graciosa y muy visible, mientras que el codo casi no se ve y, por lo tanto, sólo le convienen nombres utilitarios, no afectivos; las frases figuradas que cita, muy secundarias, no pudieron influir en la denominación de una parte del cuerpo; el port. tornozelo suele tener equivalentes diminutivos (cat. turmell, cast. tobillo, fr. cheville); los casos seguros de *CUBITELLUS son nombres técnicos de objetos y, por lo tanto, deben el sufijo diminutivo a esta traslación semántica. Sus objeciones a una procedencia mozárabe no valen nada: la creencia de que el mozárabe influyó poco en el portugués, es profundamente errónea (V. en este dicc. muchos casos como el de BALIZA), Lisboa está de lleno en territorio mozárabe y Piel confunde árabe con mozárabe (dialecto romance del Sur peninsular) al alegar la fecha temprana de la reconquista de Lisboa; es normal que al aportuguesar un vocablo mozárabe en -el se le añadiera una -o final, aunque esta adición pueda faltar en la Toponimia (pero no siempre); las formas gallegas y leonesas de cotobelo tienen sentidos exclusivamente técnicos, y, por lo tanto, es de creer que sean portuguesismos. Menos valor todavía tiene la nota de Hubschmid, RPhCal. VI, 193-4: quiere partir de un prerromano *KOTTO- (vid. CUETO) y rechaza mi etimología por «no satisfacer fonéticamente». Observación sólo comprensible si es que el joven lingüista desconoce el frecuentísimo y normal fenómeno mozárabe -âl > -el. Ignorancia tan elemental comprueba la justeza del reproche que se le ha hecho varias veces: que es imprudente especializarse exclusivamente en el estudio de las voces de origen prerromano, y lo sería aun si conociera perfectamente los fenómenos romances. Todos se darán cuenta: de que es arbitraria la admisión del raro «sufijo» prerromano -BO-; de que formas modernísimas como el gall. coto (que abusivamente me achaca haber derivado de CUBITOS), no deben mirarse como primitivas de cotovelo, ya documentado en el S. XII (sino como debidas a un cruce de codo con cotovelo); y de que la variante cotofelo comprueba la existencia de un antiguo grupo bt con b ensordecida por la asimilación. La etimología mozárabe de cotovelo está fuera de dudas.