CHÁCHARA, del it. chiàcchiera ‘conversación sin objeto y por mero pasatiempo’ (pron. dialectalmente ciàccera), de la raíz onomatopéyica romance KLAKK- ‘charla’.
Cej. IX, § 175. Nada habría en abstracto que se opusiera a que miráramos el vocablo como una onomatopeya espontánea del castellano
1, pero el aparecer por vez primera en una traducción del italiano, la calificación de
cháchara italiana que le da Palomino (1709), y la perfecta coincidencia en los significados, son fuertes indicios en favor del italianismo, que da por seguro
Aut., y acaba de probarlo la existencia de toda una familia de voces romances de sentido análogo, correspondientes a una raíz onomatopéyica
KLAKK-, que daba naturalmente
chiàcchiera en italiano, pero que en español no podía desembocar fonéticamente en
cháchara: cat.
claca ‘charla amistosa y familiar’ (
fer petar la ~), oc.
clacà ‘decir necedades’, norm.
claquer ‘charlar’ (
REW 4705). Del español pasó el vocablo al portugués en las formas
cháchara y
cháçara «chanças, graças, petas, burlas», que Moraes califica de «término chulo»; la última variante, que ya se lee en Antonio Diniz da Cruz († 1799), se deberá a un esfuerzo por nacionalizar el vocablo adaptándolo a
chaça en la ac. «contenda, briga». En español hubo intentos semejantes. En la
Pícara Justina II, 52, se lee
por vía de chácarra, que no es necesario mirar como errata (según propone Puyol y da por seguro tácitamente
Aut.), pues de ahí vendrá, con una repetición al modo de las estudiadas por Morawski, el moderno
chacarrachaca ‘ruido molesto de disputa o algazara’ [Acad. 1899]: la sustitución de
ch por
k se deberá a influjo de la raíz onomatopéyica castiza
CHAK- que ha dado
CHACOTA y
chacona. Otra alteración española, con la misma
rr, hallamos en la forma aliterante vulgar
cháncharras-máncharras ‘cuentos, engaños y disputas’, ‘rodeos o pretextos para dejar de hacer una cosa’, que ya figura en el
Cuento de Cuentos de Quevedo y en otros autores clásicos citados por Alemany,
BRAE XII, 674, comp. Morawski,
l.
c.;
xanxes-marranxes se halla ya en la versión catalana del
Decamerón, año 1429 (cita en
Misc.
Fabra, p. 173); por lo demás ahí ya hay influjo de
CHANZA.