CE!, interjección con que se llama, se hace detener o se pide atención, a una persona: de la consonante fricativa o africada sss o tsss, que suele emplearse en estos casos.

1.ª doc.: 1465-73, Coplas del Provincial.

Es muy frecuente en la Celestina (Cl. C. I, 60.3, 127.12, 178.16; II, 82.21) y en la comedia clásica (Tirso, Burlador, II, 252; Vergonzoso, III, 1263; etc.). Covarr. y la Acad. quieren relacionar con el lat. ECCEhe aquí’, de significado, y forma muy diferentes. Para la relación con la interjección argentina che, V. principalmente A. Alonso, RFE XX, 741.

DERIV.

Cecear ‘llamar a alguno diciendo ¡ce!’ [1605: La Pícara Justina; Quijote I, xliii, Cl. C. IV, 135; Cej. VIII, §§ 51, 53]; ceceo. Independiente de este cecear, es el vocablo homónimo en el sentido de ‘pronunciar la s como c’ [1272-84, Gral. Est. I, 302b1], derivado del nombre de esta última letra (comp. «cecear: balbutio» en Nebr.); ceceo, ceceoso2; el opuesto sesear es moderno [Aut.]. Para otros derivados verbales de la interjección tsss, V. CHISTAR.

1 Che está en uso en la Argentina, Uruguay y Paraguay, y, como es sabido, sirve para dirigir la palabra a una persona a quien se tutea. En Chile, sólo se emplea para remedar a los argentinos. Sólo satisface la explicación de Alonso: alteración de ce, pronunciada antiguamente tse; cuando la africada dental se volvió una mera s, la interjección ce se convirtió en che para conservar el carácter africado. Es la única explicación que puede hallarse aplicable a un tiempo a la interjección rioplatense y al xe (pron. Ƈ?) del catalán de Valencia, que tiene un uso idéntico: sería demasiado casual que dos voces de origen diverso hubiesen coincidido tan absolutamente. Por lo tanto, yo no puedo creer ni siquiera en que existiese un refuerzo por parte del che araucano (como llega a admitir Alonso), que además es un sustantivo y significa ‘gente’, o a lo más, ‘persona’ (Augusta); mucho menos puede admitirse, con Lenz, Dicc. 269-71, y Tiscornia, BDHA III, 126, que la etimología única sea esta voz araucana. Por la misma razón, es improbable que venga del pronombre personal gallego y port. ant. che ‘a ti’, ‘te’, como sugiere R. S. Boggs, Bol. de Filología, Montevideo IV (1943), 80-81, que sólo de lejos puede acercarse a alguno de los empleos del che rioplatense: aun en el caso de «¿Te gusta, che, este reloj?», estamos distantes del uso gallego, que es siempre el de un pronombre átono, de significado afectivo, un dativo ético o un mero expletivo. También es otra cosa el che despectivo de Honduras, el mismo que en la Cordillera venezolana equivale a ‘nada me importa’ o ‘eso no me escuece’ (Picón Febres, s. v.), que no es inverosímil mirar como alteración de quia, según propone Cuervo, Ap.7, p. 611. ¿Hay, además, un che andaluz? Sería importante averiguarlo, pero no me consta, pues aunque Toro (RH XLIX, 412) cita «¡Ché, mira! Date asín y repéyate» en una obra del escritor malagueño Salvador Rueda, falta saber si no se trata ahí de palabras atribuídas a un argentino o un valenciano: justamente Rueda vivió bastante tiempo en ambas tierras; por desgracia, no puedo comprobarlo; figura también en La Reja, novela corta, esta frase que A. Venceslada cita s. v. repellarse. Amado Alonso, NRFH I, 6n., señala la presencia de che en La Lozana Andaluza (1534), y el empleo de una interjección andaluza che, che, che en los Hermanos Quintero, así con repetición y con valor desaprobatorio (V. allí los pasajes); estoy conforme con Alonso en que esto no debe de ser más que una «representación gráfica del desaprobatorio chasquido linguo-palatal»; en todo caso creo que esto queda muy alejado del che argentino-valenciano, por el diferente valor semántico. En todo caso, todos miran esta interjección como característica del Río de la Plata y del País Valenciano, pues si a éste se le llama «la Térra del Xè» (V. el libro de Martí Gadea, de este título) a los argentinos los conocen popularmente en Chile y otras partes por los ches o los cheyes. En Valencia se dice alguna vez xi (así en el castellonense Borras y Jarque, Bol. de la Soc. Castellon. de Cultura XIV, 90) y Aguiló cita xec («xec, escolta!»), Ƈ༱ik se emplea en Tortosa y Gandesa (BDLC IV, 221; Amades Excursions III, 191) y xec en Pena-roja (Teruel: BDC IX, 72), pero dudo que esto pruebe una relación con xic ‘muchacho’: xi puede ser alteración fonética de xe, y xec resultará de un cruce entre los empleos de xe y de xic, que a menudo se rozan.―A pesar de la variante valenciana o más bien tortosina xe(i)c, está claro que no hay que pensar tampoco en el ár. šáih (vulgar šéȳȟ) ‘viejo’, ‘hombre respetable, jefe’. Recientemente escribe M. A. Morínigo «se trata del chei del aimará propagado en el Plata por los soldados de la independencia, vueltos de la campaña del Alto Perú» (RPhCal. IV, 320). Habrá que esperar a que dé más explicaciones, que yo no puedo suplir. Pero el xe valenciano me deja escéptico ante toda etimología americana. Desde luego, no se puede pensar ni en que el xe valenciano sea importación de la Argentina, ni en que el che argentino proceda de Valencia.―

2 Variante zazoso [Aut.], con su regresivo zazo ‘balbuciente’ (aparece como cast. más que gall., en 1755, Sarm. CaG. 194v). Zopas o zopitas, con el mismo sentido, es la voz sopas, mal pronunciada, por ser comida de niños, entre quienes abunda el ceceo.