CALAVERA, del lat. CALVARIA íd., derivado de CALVUS ‘calvo’.
1.ª doc.: Berceo.
El calavera ‘el tronera’ es una metáfora, que está, ya en 1773, en Jovellanos, BHisp. LVII, 451. No me consta la antigüedad que pueda tener esta expresión; pero es notable que la palabra que en árabe significa ‘cráneo’ tenga también el significado de ‘perdulario’ ‘hombre de mala vida’, por una de esas metáforas que en nada chocan en las lenguas orientales, pero mucho en las de Occidente. El árabe qiɅf, que significaba ‘cráneo’ en árabe clásico y sencillamente ‘cabeza’ en el de España (R. Martí, PAlc., Almacarí) tiene en árabe vulgar de todas las épocas, por lo menos en su plural qaɅûf, el sentido de «homme vil, gueux». El Hazz al-QaɅuf (propiamente ‘la agitación, el meneo, de los perdularios’) es una antigua colección de dicharachos groseros, de la cual dió el danés Mehren un instructivo análisis en las Actas de la Soc. Real de Ciencias de Copenhague en 1872 (Dozy, Suppl. II, 310a). Es muy posible, pues, que en este sentido el cast. calavera sea uno de tantos calcos semánticos del árabe. Téngase en cuenta que la sociedad musulmana y arábiga constituía un círculo muy cerrado, con hondas diferencias sociales y lingüísticas. Los moros cultos y morigerados evitaban por encima de todo ciertos modos de hablar y de conducirse en público, condenados enérgicamente por los alfaquíes. La palabra kûza ‘jarrita, alcuza’, que había circulado generalmente en el lenguaje arcaico, se envileció, pero fué conservada por el populacho y de ahí pasó incluso al castellano. Pero la evitaban los alfaquíes granadinos cuyo lenguaje refleja PAlc. (quien sólo recoge el sustituto motlí). No así muchos persas y egipcios, poco duchos en esas finezas. Es lo que ilustra Dozy, s. v. kûza, citando la presencia de este vocablo en un historiador persa y en una novela de Las Mil y Una Noches; en cambio el Masudí la evita empleando un sinónimo al contar la misma anécdota. Los severos alfaquíes compararían el meneo y parloteo de los perdularios con un entrechoque de huesos y calaveras en una fantástica danza de la muerte.
DERIV.
Calaverada. Calaverear. Calavero ‘cráneo’ [APal. 492d; hoy en Salamanca], puede ser el lat. CALVARIUM íd., que tomó asimismo la ac. de ‘lugar donde se amontonan las calaveras, osario’, y además, en bajo latín, se especializó para designar el Gólgota, donde quedaban los huesos de los condenados: de ahí el cultismo calvario [Covarr., Lope]. Calaverón, aumentativo de calavera, en Soria ‘lugar donde se echan los cadáveres de los animales’. Calaverna ‘cráneo’ [Nebr. y varios autores del S. XVI: Bernal Díaz del Castillo, cap. 61 (2 veces), etc.] procede del lat. CADAVERէNA ‘carroña’, con influjo fonético y semántico de calavera; calavernia en Terr.; Babia catsaverniu ‘calavera’ (Gzn. Alvarez 301, con -ts- = cast. -ll-); calavernario ‘osario’; Litera canabastra (Coll A., p. LIII), fr. charevoste, charevaste, más que continuar un *CADAVERASTRUM (GdDD 1221) resultarán de cruces con sinónimos. Calabrina ‘cuerpo separado del alma’ (Berceo, S. Or. 104; desde T. A. Sánchez se viene entendiendo erradamente ‘celda, choza’), ‘esqueleto’ o ‘cadáver’ (en la Biblia de Ferrara; variante calambrina en la Gr. Conq. de Ultr.), ‘hedor intenso’, del lat. CADAVERզNA, variante del anterior; y en la etapa intermedia, el gall. ant. caavrĩa: «ena garganta ouv’ enfermidade tan maa que... peyor cheirava que a caavr?a» Ctgs. 54.33; para el uso en judeofrancés, V. arriba; de ahí encalabrinar ‘turbar la cabeza o sentido’ [1615: Quijote], mientras que encalabriar (Acosta, Ribadeneira) procederá de CALABRIADA. Ast. calaverina adj. ‘(manzana) de color amarillo verdoso y muy insípida’ (V), por su lividez (¿o viene del nombre del pueblo de Caravia?)
Descalabrar [Berceo], ast. escalabrar (V), ‘herir en la cabeza’, síncopa de *descalaverar, derivado de calavera, comp. Cuervo, Dicc. II, 983-4, y port. (d)escaveirar; descalabradura; descalabro.
1 «Unha càveira de gorila» Castelao 160.9 (à = a abierta y no a, a causa de la contracción de aa). Además este autor emplea una variante calivera (171.12, 171.17, 172.3, 173.19), sin duda procedente de curanderos, médicos y estudiantes castellanizados, que en tales ambientes semicultistas han sufrido la contaminación seudoetimológica de cavilar ~ calivar, verbo muy popularizado hoy en gallego: Castelao lo emplea a cada paso, y ya en la ac. atenuada y trivializada ‘pensar’, ‘suponer’ (174.16, 191.9, 166.1, 190.8, etc.).― ↩
2 Dice G. de Diego que la terminación átona de CADAVĔRA era «extraña». No por cierto en latín, donde -ĔRA es más frecuente que -ୱRA. El caso de cerbero CERBĔRUS, cultismo sin arraigo, claro que no es comparable. Tampoco es exacto que SINCୱRUS haya sufrido un cambio de sufijo análogo en portugués, donde se dice sincero, gall. sencero. Claro está que el cambio de -d- en -l- no es fenómeno raro en semicultismos popularizados como melecina, pero el port. caveira, con la pérdida de su -L- intervocálica, nos prueba que el fenómeno en nuestro caso hubo de venir si acaso de muy lejos, y, por lo tanto, nos vemos reducidos a la hipótesis de una forma dialectal sabina *CALAVER, sin apoyo alguno.― ↩
3 Calabrina desde el habla de los judíos españoles se extendió a la de los provenzales y franceses, y de aquí parece haberse extendido la -l- a la forma dialectal francesa calabre (empleada en el Berry ―Litbl. XLIX, 119―y en muchas hablas francesas, principalmente del Sur del territorio lingüístico de Oïl: FEW II, 23). También en Italia la forma con -l- parece ser de origen hispánico, puesto que se halla confinada al Sur del país (Abruzos y algún punto de Sicilia). ↩