Como nombre de las Sagradas Escrituras hallamos
blibia en el testamento de Alvar Gómez de Castro, Toledo 1580 (
BRAE XV, 549), y en la
Crón.
Gral. de Ocampo, y con pronunciación leonesa
bribia en el
Lucidario del S. XIV publicado por Nachbin,
RFE XXIII, 161
1, así como en Santillana, Gómez Manrique, el
Canc. de Baena (Cuervo,
Obr.
Inéd., 241) etc.; ésta es todavía la forma usada por los sefardíes de Marruecos (
BRAE XIV, 579). Que
bribia indicaba propiamente el arte del pícaro o del mendigo para vivir a costa del prójimo, lo prueban también los textos: «
brivia: halagar con buenas razones para engañar a alguno;
brivión: el que lo usa» (Juan Hidalgo, a. 1609), «ningún mendigo... destas naciones, se junte con los de otra... que, aunque todos convienen en la mendiguez, la
bribia y labia son diferentes» (
G.
de Alfarache,
Cl.
C., II, 184.15). Por este texto se ve que
bribia era en particular la elocuencia persuasiva del mendigo para inspirar lástima y para mover el público a la generosidad, en lo cual las oraciones y los argumentos religiosos, sacados de los textos sagrados (ya que no de la biblia), desempeñaban una parte principal
2.
De aquí que el arte del mendigo recibiera ocasionalmente el nombre de
arte bribiática (
G.
de Alfarache, II, 179.14), formado con sufijo helenizante. De
bribia,
briba, vinieron el verbo
bribar [1599] y el sustantivo
bribón o
bribión3. El significado de
bribe francés, ‘mendrugo de pordiosero’, y luego ‘migaja, fragmento de cualquier cosa’, es secundario: Sainéan observa que primero se dijo
assembler ses bribes «manger de compagnie, les gueux» (
Sources Indig., I, 340, comp. 343)
4. En inglés, partiendo de
bribe ‘limosna, regalo a un pobre’ se llegó a ‘cohecho, donativo corruptor’. Del español pasó también al catalán
briba ‘holgazanería’ (Maestrazgo, Tortosa, Rosellón: García Girona, s. n.; Moreira, 552;
Misc.
Fabra, 183), y a la lengua de Oc, donde de acuerdo con los hábitos locales se produce la metátesis en sílaba pretónica: langued.
birbà ‘mendigar’,
birban «gueux», prov.
birbandejà, luego
birbo ‘pan mendigado’, y de aquí el it.
birbone,
birbante,
birba. Creo, en efecto, que el punto de partida para toda Europa fué el castellano, el idioma de la picaresca. Pero la emigración debió ya producirse mucho antes del florecimiento de este género novelesco, gracias a la antiquísima Internacional de los pordioseros, pues
brimbe ‘mendrugo en un saco’, ya aparece en Francia en el S. XIV, mucho antes que en los textos castellanos estudiados. Tendrá que ver con esto el trasiego de romeros entre España y Francia, y de vagos más o menos devotos, a que daban lugar las peregrinaciones a Santiago de Galicia, léase mi artículo
GALLOFA. La escasa antigüedad de la literatura jergal española, con escasos antecedentes poco anteriores a Juan Hidalgo (1609), documentada mucho más tarde que la francesa, pero que existió desde mucho antes, produce esta aparente anomalía cronológica. Claro que es imposible partir del a. alem. ant.
bilibi ‘pan’ (derivado de
hleib, hoy
laib), etimología de Diez, ya rechazada por muchos y aun por él mismo, y ahora desenterrada por
GdDD 1037
a. Comp.
GODIZO.
Por un hecho nada raro en filología hay un cat. brivó o bribó documentado en 1578, 1583, 1586 y 1595, fechas anteriores a las del cast. bribón que es probablemente la fuente del catalán (y no viceversa): pronto cayó en desuso en catalán el vocablo. G. Colón (Enc. Ling. Hisp. II, p. 222) atribuye mucho peso al hecho de que los documentos castellonenses de 1583 y 1595 empleen pare de brivons para el protector de niños mendigos o huérfanos, y objeta ingenuamente a mi etimología el que estos niños no podían conocer la Biblia (!) ni saber mucha gramática parda. Tampoco sus padres o explotadores conocían... la Biblia, claro. Se trata evidentemente de un desarrollo secundario gracias a una institución local de Castellón.