BERNARDINA, ‘disparate, frase o palabra sin sentido’, de origen incierto, probablemente derivado del nombre propio Bernardo; no parece tener nada que ver con el nombre del legendario héroe leonés Bernardo del Carpio, pero no es inverosímil que venga de Bernart, nombre del asno en la epopeya animal francesa.
1.ª doc.: 1577, berlandina, Villalba; 1588, bernaldina, J. de la Cueva; 1603, bernardina, Fr. A. Pérez. Más documentación en Gillet, HispR. XXVI, 270-1.
Covarrubias define «son unas razones que ni atan ni desatan, y no significan nada; pretende el que las dize, con su dissimulación, engañar a los que le están oyendo. Pienso tuvo origen de algún mentecapto llamado
Bernardino1, que razonando dezia muchas cosas, sin que una se atasse con otra» (de ahí pasó a Oudin, 1616; no está en la ed. de 1607). Correas (1627): «burlas, chanzas y adulaciones». Pero
Aut. cambió esta definición por una que, no estando fundada en ninguno de los dos pasajes que aduce
2, sólo puede explicarse por la supuesta relación etimológica con las hazañas extraordinarias de Bernardo del Carpio, el desterrado que venció a los ejércitos de su rey: «valentonadas, bravatas y palabras jactanciosas, dichas con arrogancia y desenvoltura»; etimología que, efectivamente, se propone en ediciones posteriores del diccionario académico (1884, etc.; con interrogante en la de 1936). Para averiguar lo que haya de cierto en esta idea haría falta un estudio monográfico de historia literaria, que está por realizar. En su apoyo podrían citarse la frase popular ecuatoriana
estar hecho un Bernardo y el verbo
abernardarse, usual en el mismo país, ambos en el sentido de ‘enfadarse, encolerizarse’ (Lemos,
Semánt., s. v.
Bernardo). Sin embargo, el hecho es que la ac. definida por
Aut., y que con cierta atenuación (sólo con carácter de aplicación más frecuente) sigue manteniéndose en el diccionario académico, no es la corriente y no puede comprobarse en ninguno de los ejs. que cita el
DHist. ni en los demás que he podido ver
3. En vista de estos hechos, que Spitzer, en su artículo de
ZRPh. XL, 695, no conoció, y teniendo en cuenta la existencia del fr. ant. y jergal
bernart,
-rd, oc. y rosell.
bernat ‘necio’, que él subrayó, quizá debemos inclinarnos por relacionar, como sospechaba el erudito romanista, con
Bernart como nombre del asno en el
Roman de Renart4.
En favor de esta relación con la epopeya animal francesa, tan popular en la Corona de Aragón, puede notarse la primera aparición de la palabra castellana en el Doncel de Jérica, B. de Villalba, y la existencia del mall.
bel·landina ‘calaverada, fechoría’, val.
berlandina (en
dir-li a u quatre berlandines ‘cantarle las verdades’, Borrás i Jarque,
Bol.
Soc.
Castellon.
Cult. XIV, 386), con la ac. básica de ‘necedad, perogrullada’
5. En Francia mismo existe
brelandinier ‘babieca’ [1752], y en los dialectos
berlandiner ‘publicar indiscretamente’, ‘perder el tiempo, hacer el vago’; por lo demás la segunda de estas acs. nos llevaría, con el
FEW I, 518
b, a enlazar con el fr. dial,
berlandeur ‘tahur’,
berlander ‘jugar, ir de juerga’, que vienen de
brelan ‘casa de juego’, para cuyo origen germánico, véase
BERLANGA : otra posibilidad que deberá examinarse.
1 Para voces de sentido peyorativo derivadas de nombres de persona, comp. BARTOLA; alfonsearse ‘retozar una persona con otra diciendo entre burlas y veras lo que quiere’ vulgar en Andalucía según Aut., ‘burlarse de otro en tono de chanza’ (Acad.), ‘alardear’, ‘ufanarse’ (A. Venceslada).― ↩
2 El de Cervantes, en Rinconete y Cortadillo (ed. R. Marín, 1905, pp. 265 y 384-6) contiene la ac. definida por Covarrubias. En el de Lope, La Dorotea, IV, viii, significa ‘embuste, patraña inventada (como disculpa)’.― ↩
3 No puedo comprobar en el texto lo que haya de cierto en la definición ‘mentira jactanciosa’ que, según Fcha., atribuye Gayangos al ej. más antiguo de nuestro vocablo, en el valenciano-aragonés B. de Villalba. Mas es probable que no se apoye en otro fundamento que la definición académica, según la vieja costumbre de glosar las dicciones notables de los textos con las palabras de Aut. Esto es lo que hizo Ruiz Morcuende en su edición de La Garduña de Sevilla de Castillo Solórzano, p. 166, donde éste se burla de la jerigonza sin sentido de los alquimistas diciendo que echan bernardinas con vocablos tales como denso, raro, ánima, cuerno, volátil, etc. Es el significado definido por Covarr. El mismo se halla indudablemente en J. de la Cueva, El Infamador, ed. Icaza, p. 108; y en Cervantes, El Laberinto de Amor, ed. Schevill-Bonilla, p. 246. Todos los testimonios citados por el DHist. se comprenden con la misma o con la más general de ‘necedad’. El primero en señalar el error de Aut. fué Rodríguez Marín, l. c.― ↩
4 La otra alternativa admitida por Spitzer (monje bernardo) se basa al parecer en la definición que da Fig. al port. bernardice ‘frase tonta, dislate’, ‘acto o dicho propio de un fraile bernardo’, pero claro está que esto no es más que una interpretación del lexicógrafo (nada de esto en H. Michaëlis, Moraes, etc.). El port. bernardo ‘estúpido’, port. familiar bernarda ‘revuelta, motín’, en nada se oponen al origen francés.― ↩
5 Los diccionarios valencianos, como de costumbre, repiten la definición académica ‘mentiras, exageraciones’ (reproducida sin autoridad por el Dicc. Alcover). ↩