Por la descripción de
Aut. es fácil ver que se trata de un animal fantástico: «especie de culebra conocida en tierra de Sevilla... gruessa como la pierna de un hombre, la
cabeza mayor de lo que corresponde a este tamaño. Tiene muchos dientes como colmillos de gato... es ferocíssima y embiste aunque no la inquieten. Su veneno es mortal, y a más de esto es tanta su fuerza, que suele despedazar y matar a un hombre. Hállase rara vez». Claro está que no hay tal animal en Europa. El académico andaluz que proporcionó esta definición halló más credulidad entre sus colegas que entre los académicos de los siglos posteriores, pues esta definición se ha ido atenuando sucesivamente hasta quedar reducida a la actual («especie de víbora de seis a ocho decímetros de largo... muy venenosa»). La única autoridad que se cita confirma el carácter mítico del alicante («de cada lengua de aquéllas pendían / dos
alicantes que se reluchaban / y con corcobos ligeros que daban, / las nudas espaldas sangrientas herían»). Una mera comparación del proverbio andaluz «si la bíbora biera, y el
alaclán oyera, no hubiera hombre que ar campo saliera» (Rodríguez Marín) con el usual en el Alentejo «se a bicha [‘culebra’] visse, e o
alicante ouvisse,
nƟo havia ninguém vivo no mundo» sugiere ya que
alicante no es más que una alteración de
alacrán nacida en un refrán mal entendido.
AdriƟo,
RL XXV, 110-111
, cita otros refranes que confirman esta sospecha: «se o
alicranço visse, e a bicha ouvisse,
nƟo havia ninguém que no mundo existisse» (Alentejo), por donde se ve que produciéndose una confusión de los dos términos en la memoria popular se tomó el
alicranço o
alicante por la famosa víbora ciega (cast.
lucíon1, lat.
caecula o
caecilia, fr.
orvet, cat.
anull o
noia de serp, ingl.
slowworm), que tanto ha impresionado la imaginación del pueblo: muchos le atribuyen una mordedura mortal (Bretaña «si
anva [=
orvet] voyait, si sourd entendait, homme sus terre ne vivrait», Beira «se a cabra-cega visse, e o
escorpiƟo ouvisse,
nƟo havia ninguém que resistisse»). Las variantes de los dialectos portugueses dan todas las formas intermedias entre
alacrán (port.
alacrau,
lacrau) y
alicante:
BaiƟo alicreu,
licreu,
l(
e)
icranço,
alicranço ‘alacrán’ (
RL X, 197), Barcelos, Arcos de Valdevez
liscranço íd. (
RL XII, 93; XXXI, 297), Alentejo
alicance «licranço» (
RL XXIX, 217), Vila Real
licanço,
alicranço ‘culebra que el pueblo cree ciega’ (
RL XII, 93), Arcos de Valdevez
licante «alicante» (
RL XXXI, 297). Claro está que hubo alteración de
alacrán (quizá cambiado fonéticamente en
alaclán como en el proverbio de Rodríguez Marín, y luego
*alacán, comp. lo dicho s. v.
ALIACÁN) por influjo del nombre de ciudad
Alicante (cat.
Alacant): comp.
salamanquesa alteración de
salamandra por influjo de
Salamanca. La etimología de Krappe (
ARom. XVIII, 430), quien supone sea variante de
alicate, tratándose de una boa constrictora, debe por lo tanto abandonarse, como ya indicó M. L. Wagner, ibíd. XIX, 117-8.