YO, del lat. vg. EO, reducción del lat. cl. ĔGO íd.
1.ª doc.: orígenes (Glosas Emilianenses; docs. de los SS. XI y XII, Oelschl.; Cid).
La reducción latina de EGO a EO (forma documentada en el siglo VI: FEW III, 207b) se explica por el gran desgaste de este vocablo gramatical. Posteriormente, en romance predominaron en unos idiomas formas procedentes del empleo tónico (SUM ÉO; QUI? ÉO?), en otros las procedentes del empleo proclítico (EO SÚM, etc.), mientras que otros vacilaron sufriendo el influjo consecutivo de uno y otro empleo. La primera alternativa explica el port. eu, oc. ieu, engad. eu, sardo eo, rum. ĭeŭ. Influyendo el uso proclítico, EO hubo de cambiarse en IO, pero aquí detuvo su evolución el italiano, pronunciando ìo, por haber preponderado posteriormente la variante acentuada en épocas de pronunciación menos vulgar y relajada. Finalmente, el fr. ant. jo (hoy je), junto con el veglioto yu, el friul. yo, el gasc. jou y el cast. yo, corresponden a una pronunciación proclítica IO ´ > JO; lo mismo hace el catalán, donde predomina jo en la lengua literaria y en los dialectos de Mallorca, Rosellón y zona pirenaica del Principado, pero hay una variante ଖò, documentada desde el S. XIII y popular en todo el Centro y Sur del Principado, País Valenciano, Ibiza y Formentera, que supone una larga lucha entre el tipo JO y la pronunciación de tipo italiano ìo.
Las formas flexivas mí y me, ambas documentadas desde el Cid, proceden respectivamente de las latinas MIHI (lat. vg. Mզ) y Mୱl>, que a su vez corresponden al dativo y al acusativo latinos de EGO; en las ȟarǤas mozárabes se encuentra mib, analógico de tib (vid. TÚ).
DERIV.
Egoísmo [Acad. ya 1817, no 1780], del fr. égoïsme [1755], derivado culto del lat. ego; egotismo, más tardío, se tomó del ingl. egotism [1714], que también pasó al uso internacional, con un matiz diferente; egoísta [Acad. ya 1817, no 1780].
CPT.
Egolatría, compuesto con λατρεία ‘adoración’; egolátrico. Egocentrismo [Acad. 1939, Supl.]; también es usual egocéntrico (no en Acad.).