VEREDA, ‘orden que se despacha a un número determinado de lugares que están en un mismo camino’, ‘vía tradicional de los ganados trashumantes’, ‘camino viejo y angosto’, tomado del b. lat. vereda íd., que es derivado del lat. verēdus ‘caballo de posta’ y veredarius ‘correo o mensajero del Estado’.
1.ª doc.: Juan Ruiz; en bajo latín español se encuentra desde 757.
Vereda como nombre de un tipo de camino es palabra exclusivamente castellana y portuguesa (no catalana, contra lo que se ha venido diciendo); del port. vereda cita ejs. Bluteau de los SS. XVI y XVII, y además hay una forma anticuada y más propiamente portuguesa verea, que figura en un deslinde en un foral trasmontano de 1288 «como parte com a verea velha» (Viterbo), y varias veces en las Inquisições de 1258 (CortesƟo, Onomástico; junto a la forma latina Vereda en 911). En Galicia verea o brea ya anotado por Sarm. (CaG. 62v; cf. Pensado, p. 92), está todavía en uso vivo (p. ej. en Mondaríz, DAcG) y es frecuentísimo en la toponimia, sobre todo en la forma Brea (41 aldeas de este nombre), aunque sigue empleándose verea especialmente en el lenguaje escrito («por caminos, vereas e corredoiras» Castelao 253.22).
En lo esencial ya Du C. indicó la etimología al definir el b. lat. hispánico vereda como «via per quam veredi vadunt», y a esta doctrina se atuvieron Diez (l. c.), Coelho y M-L. (REW, 1.ª ed., 9226). Baist (ZRPh. VII, 124) dudaba a causa del cat. veral, al que por lo visto creía sinónimo de vereda, pero en realidad veral significa sólo ‘partida rural, cada una de las partes en que se divide el término de un municipio’, y cualquiera que sea el dudoso origen de esta palabra (pariente o no del cast. VERA, vid. allí el fin de la nota 10 y mi DECat.), es seguro por lo menos que no nos ilustrará sobre vereda. También dudó Cornu (GGr. § 10), sin atreverse a decidir el origen. Eguílaz (511) quería derivarlo del bereb. abered ‘senda’, Steiger (Contrib., 342) más bien del bereb. tabrîda o ablid; pero todo indica por el contrario que estas voces bereberes son préstamos hispánicos (cf. aquí barîd en la nota 5).
Finalmente Brüch, en uno de sus breves y arbitrarios artículos (Zeitschrift für R. Ph. XLI, 690-1), cuyas conclusiones solía aceptar Meyer-Lübke (REW, 3.ª ed., 9360a) con lamentable frecuencia, afirmó que la etimología de Du C. y Diez era imposible por razones semánticas, porque los caballos de posta no van por las veredas. No se detuvo Brüch en investigar si en el decurso de mil años que va desde el bajo Imperio hasta Juan Ruiz habían podido bajar de categoría las «veredas» como otras tantas cosas, y así llegaba a la conclusión de que vereda había de venir de VէRୱTA2, plural del lat. tardío VIRETUM (clásico VIRECTUM) ‘lugar verdeante, lleno de césped’, en su opinión porque las veredas están cubiertas de hierba. Quien haya transitado por sendas, trochas y veredas tradicionales, al menos en España, sabe que no es así, ni mucho menos: el paso continuo del peatón las mantiene más limpias que muchas carreteras; no hay que confundir una vereda con un senderuelo medio perdido. Pero además a esto se opone la forma verea del portugués antiguo y del gallego (P. Sarmiento, BRAE XVII, 721), que indica inequívocamente una -D- etimológica. Es inadmisible partir, como quisiera Giese, Fs. Wartburg 1958, 292-3, del sentido del galo rēda ‘carro’, suponiendo que en hispano-célt. el derivado verēda tomara el sentido de ‘camino para carros’: precisamente una vereda es un camino que no es para carros.
Hay que atender a las demás acs. del vocablo, que indican claramente otra etimología. Como dice Aut., significa también vereda «el orden o aviso que se despacha para hacer saber alguna cosa a un número determinado de lugares, que están en un mismo camino u a poca distancia»; de ahí las aplicaciones especiales a que alude Covarr.: «el repartimiento que hazen los que van a algunas cobranças generales de alguna tierra, dividiendo entre sí los lugares; este mismo término tienen los que van a predicar las Bulas de la Cruzada»; de ahí veredero «el que va enviado con despachos para notificarlos o publicarlos en varios lugares» (Aut.), «la persona que va con despachos; para publicarlos en varios lugares» según el Dicc. de las Partidas por Pérez Mozún (1790; no me consta si figura ya en ese texto legal). Que esta ac. de vereda es más antigua que la hoy común lo prueba el hecho de ser la única que se encuentra en catalán3, donde la explica Fabra: «ordre, avís, que es despatxa per fer saber una cosa a un nombre determinat de llocs propers, esp. de l’autoritat eclesiástica d’una rectoria a l’altra en un arxiprestat», pero el ej. citado por Ag. indica que también se trata de la autoridad civil (también Amengual). Con este sentido, tan semejante al que alude Covarr., el vocablo pasó a parte de América, pues en Colombia se llaman veredas cada una de las fracciones más periféricas en que se divide un término municipal: así me lo explica un hijo del Valle del Cauca, y con este sentido lo emplea en docenas de artículos (correspondientes a todos los departamentos colombianos) Eugenio J. Gómez en su Diccionario Geográfico de Colombia de 1953. Las fracciones menos apartadas se llaman corregimientos. Y se comprende que las otras recibieran aquel nombre, pues era forzoso avisar a la gente de allá por medio de una «vereda» (en el sentido definido por Aut.)4. Para la ac. colombiana, V. además Juan C. García, Bol. Inst. C. y C. II, 361-3.
De ahí deriva también el portugués anticuado vereador «membro do concelho que tem a seu cargo cousas da policia, como os concertos das estradas, a abundancia dos mantimentos» (ej. del S. XVI en D. Vieira), verear ‘gobernar un lugar, un país, etc.’ (ej. de 1352 en Viterbo), y análogamente vereação, vereamento. Es decir, verear era propiamente enviar mensajeros con órdenes a través del país. Ahora bien, si en castellano estos mensajeros se llamaban verederos, ya en latín clásico recibían el nombre de VEREDARII, que con este valor figura en la Vulgata, en San Jerónimo, en Sidonio Apolinar y en muchos autores de la Alta Edad Media (vid. Forcellini y Du C.). Pero en la España primitiva de la Reconquista no se disponía de carreteras, sino de viejos caminos tradicionales, donde se transitaba a pie o en cabalgaduras ligeras; si estos mensajeros se llamaban verederos, es muy natural que su misión se llamara la vereda, y también se explica fácilmente que el nombre acabara por trasmitirse al camino a lo largo del cual se realizaba esta misión. En el mundo feudal tales misiones tenían carácter obligatorio: de ahí que vereda tomara también el sentido de ‘prestación forzosa’, que todavía conserva en Álava, y que ya encontramos en el Fuero de Logroño de 1095: «in supradictum locum populantes... neque habeant super se fuero malo de saionía nec de hospedera, neque anútada, neque manería, neque ulla vereda faciant, sed liberi et ingenui maneant semper» (Bol. de la Acad. de la Hist. L, 329); por lo demás, es posible que ahí se trate todavía de una mensajería desempeñada obligatoriamente, como creo será el caso del Fuero de la Alhóndiga, de 1170: «judex et alcaldes in vereda regis vel in fonsadera pares sint aliorum vicinorum» (Bol. íd. XXXV, 475). El juez y los alcaldes estaban obligados como los demás ciudadanos a tomar parte en las huestes para defensa de la tierra (fonsaderas) y en las veredas o avisos a los pueblos vecinos5.
DERIV.
Veredero; veredario; gall. breeiro o camiño brieiro ‘el camino real’ (Sarm. y como nombre propio). Veredón and.
1 Es sabido que en América del Sur, particularmente en el Río de la Plata y en el Ecuador (Lemos, Semánt., s. v.), vereda ha tomado el sentido de ‘acera de una calle’ (con este valor está ya la forma metatética vedera en B. Hidalgo I, v. 203, y en Est. del Campo, v. 1028, ed. Tiscornia). El cambio de sentido se explica con facilidad por las calles cenagosas de los pueblos de la Pampa colonial, donde sólo quedaba un estrecho paso firme, una verdadera vereda, a lo largo de las casas: de aquí luego la transferencia a la acera empedrada (comp. Amado Alonso, La Nación, l-VIII-1940).― ↩
2 Pudo quedar alguna huella real de VէRୱTUM en castellano, por lo menos en este sentido lo empleó Gil Polo en su Diana (1564): «tendré por bien de detenerme aquí con vosotros por gozar de la fresca vereda y escuchar vuestra deleitosa música», «gozad, pastores, de la suavidad y deleite desta ameníssima vereda» (M. Pelayo, Oríg. de la Novela II, 366, 370). Pero ¿hace falta decir que es preciso desconfiar de este humanista? Remedando a Ascoli diríamos «materia spagnuola, spirito latino».― ↩
3 Vereda ‘camino’ es completamente desusado. Desde luego lo es en casi todo el dominio lingüístico catalán. Sólo en el Mediodía valenciano, desde la capital valentina para el Sur, y particularmente en la zona de Játiva, hallamos vereda con uso popular, y allí es siempre ‘cañada de rebaños’. Puede ser penetración castellana. O acaso supervivencia del mozárabe local, pero desde luego no del catalán valenciano. Es verdad que Ag. cita la frase figurada pendre mala vereda, pero es castellanismo. Fabra la admitió por parecerle, según creo, el sentido primitivo que había que suponer como base de la única ac. viva en catalán. Pero en realidad es ésta la primitiva.― ↩
4 «En vista de esta ac. sería posible que el cat. veral, de que he hablado antes, venga de vere(d)al», palabras que figuran (en este mismo pasaje) en la 1.ª ed. de este libro, que admiten la incierta y vaga hipótesis de un parentesco entre vereda y veral. Sin atender a lo dicho en mi artículo mismo (arriba, § 4.°) el autor del artículo en el DAlcM. me atribuye la afirmación de que veral viene del castellanismo vereda, con el objeto de negarla copiando (sin citarme esta vez) las razones que di para ponerlo en grave duda, y para insinuar otra pista; cf. aquí la nota 3, explicación que luego amplié en Lleures i C., pp. 32-33. No es digno de aprobación el callar las palabras de un autor en lo que nos ha guiado, y citar, sólo para negar, una adición menor, sacándola de su contexto. Era evidente que al sugerir la otra posibilidad no hablaba yo del castellanismo vereda sino de su étimo prerromano. La etimología del cat. veral sigue sin investigar. Que «no es absurda» la etim. propuesta para veral en el DAlcM lo acepto, pero sí es algo ingenuo erigir en etimológica una ac. sólo conocida en la terminología agrícola de algún pueblo del centro de Mallorca, sin documentación, y ajena al resto de la isla y de todo el dominio continental; dicho autor cae en el mismo error que reprocha a Fabra (también copiando mi explicación): de una frase local (barcelonesa en el caso de Fabra, manacorina en el suyo) «deduce» una acepción, cuando lo único comprobado por el uso general de la lengua es que veral significa ‘zona, franja de terreno’ (o ‘partida de un término municipal’). Nada tiene que ver esto con el lat. VARIUS.― ↩
5 Escrito ya este artículo, se pronuncia por VERୱDA y contra VIRୱTUM el lusista Piel (Rev. Port. de Fil. V, 1952, 233-43), dando una buena exposición del problema (pero no hay por qué calificar de forma culta o mozárabe a nuestro vereda, pues la conservación de la -D- es de ley en cast.; el topónimo cat. Breda nada puede tener que ver con vereda, por la elemental razón fonética de que VERୱDA hubiera dado *veresa en esta lengua y porque la documentación del cat. Breda trae constantemente Br- desde antes del S. XI). De un artículo de M. L. Wagner que no está a mi alcance, cita Piel el ár. magr. barîd ‘posta, correo, estación donde se muda de caballos’ como representante africano del vocablo celto-latino (cf. las formas bereberes citadas por Steiger). ↩