VERA, ‘orilla’, la grafía correcta es bera, probablemente tomado del port. beira íd., voz más viva en este idioma; de origen incierto, probablemente prerromano.

1.ª doc.: 1491, Asientos de Ronda1; 1492, Colón.

Se nota que en castellano esta palabra sólo tiene antigüedad como nombre de la Vera de Plasencia y como término empleado por gente de mar. Aun de esto último, por lo demás, tengo pocos ejs. En la relación de su primer viaje, con referencia a un paraje de la Isla Española, refiere el Descubridor en su diario del 15 de diciembre: «puso nombre... al río, Guadalquivir, porque diz que viene así tan grande como Guadalquivir por Córdoba, y a las veras o ribera dél playa de piedras muy hermosas, y todo andable» (Fz. de Navarrete, Col. I, 91); nótese la adición de un sinónimo, que parece indicar muy escaso uso del vocablo, y no se olvide que la lengua de Colón está cuajada de portuguesismos (M. P., La Lengua de C.). Falta en los dicc. de APal., Nebr., C. de las Casas y Percivale, y sólo aparece claramente en Aut.: «vera: lo mismo que orilla; es voz mui usada en Extremadura, y pude decirse del lat. ora, que significa lo mismo»; agrega una cita del sevillano Alonso de Sandoval (1627) en su Historia de Etiopía: «luego la tierra adentro de la boca de este río de Gambia, corriendo la costa vera mar, a seis u siete leguas, se da en el río de Cazamanga», donde vemos la locución vera mar, tan viva en portugués como curiosa en castellano. Por lo demás, vera es ajeno no sólo a los clásicos, sino al léxico de autores muy modernos, como L. Fz. de Moratín; la Acad. lo da en 1817 como palabra propia de «algunas partes», en 1843 como provincial, y sólo en 1884 le quita toda nota localizadora. Aun hoy tiene un uso limitado; es ajeno al lenguaje de muchos, y los demás lo emplean en la locución inseparable la vera del río, o más comúnmente en calidad de modo prepositivo a la vera de (o a su vera) ‘cerca de, junto a’, que por lo demás tiene un marcado tono familiar; Pagés cita un ej. del andaluz Juan Valera: «Cloe, sentada asimismo a la vera de él (Dafnis), miraba sus ovejas y corderos». Más vitalidad muestra en los dialectos, especialmente los del Oeste y del Sur: ast. vera ‘orilla’ (cabar veres ‘cavar las orillas de las fincas’ V), bera ‘trozo de tierra que se señala para trabajar en un día’ (Canellada), acs. leonesas de vera, Fz. Gonzz., Oseja, 367 (‘hueco que queda entre el muro y el tejado’, etc.), bereña ‘amelga’ (en aldeas de Villaviciosa, V, s. v. embelga), ast. occid. beira, aveiro, aveirar (Acevedo-Fz.), Zamora vera ‘faja encalada en el suelo en toda la extensión de las paredes’ (Fz. Duro), salm. vera ‘friso’ (Lamano), extrem. vera (Aut.)2, marag. vero ‘borde, orilla’ (el vero de la regona, C. Espina, BRAE III, 65), Astorga, Bierzo vero (A. Garrote, G. Rey), la Lomba (leon.) vero m. ‘borde, orillo de las piezas de vestir’, BRAE XXX, 455; Bierzo occid. beiron ‘cerca de heredad formada de zarzales, espinos u otras plantas’ (Fz. Morales); por otra parte and. vera ‘lado’ (a la verae mi gente Quintero, no te separese la vera mía, Trad. Esp., RH XLIX, 629). Ya es más notable que haya también un arag. vera ‘orilla’ (Borao, Torres Fornés) (¿hubo influjo auxiliar del cat. vora en esta propagación del vocablo?). Algo, aunque no sea mucho, agrega a esto G. de Diego, BRAE XL, 1960, 357ss., con algún dato útil, aunque no lo sean sus elucubraciones.

En contraste con este uso limitado ―marino, moderno o dialectal― del cast. vera, en portugués y gallego beira es voz esencial del idioma y frecuentísima en todas las épocas. Me bastará indicar que ya se encuentra en las Cantigas del Rey Sabio: «o dem’acharon /... na ribeira / d’un riu que per y corre /... / yndo por el braadando: / ―aquest’é noss’enemigo / ―e o demo contra eles / disse: ―qué avedes comigo? / ca nunca eu vos fiz torto; / sabe-o tod’esta beira» (213.12); está documentada en esa lengua ya en 1228 (Machado, DEtPg. s. v. riba, quien sigue admitiendo aún la etim. RIPARIA), y que se aplicó y aplica en toda clase de contextos semánticos, incluyendo también, como es natural, los náuticos, pero sin preferencia por éstos, a diferencia del cast.3. De la fecha antiquísima son pruebas los pasajes que cita CortesƟo en sus Subsidios: «Ego domnus Poncius, tenens Beiram et Bayan [= BaiƟo en el Minho]» doc. de 1228, «Petrus Iohannis terram de Beria» doc. de 1268, en los cuales se refiere a la beira o ribera, del Duero, también llamada A Beira por excelencia; a ellos pueden agregarse los toponímicos del Onomástico Medieval: rio Bairoso en 1030, y probablemente una villa Barius en 989 y quizá un Barial de 1258.

En cuanto a las tierras castellanas, es en la toponimia donde han quedado más huellas del vocablo. Está ante todo la famosa Vera de Plasencia, fértil comarca a orillas del río Tiétar, en el Norte de Extremadura, renombradísima en todas las épocas, ya en Juan Ruiz: «prados de Medelín, de Caçres, de Troxiello, / la Bera de Plasencia fasta Valdemoriello» (118b6)4. Hay además tres antiguas poblaciones llamadas Vera, las tres situadas junto a un río: la ciudad de Vera en Almería (junto al río Almanzora o de Antas) y las villas de Vera del Bidasoa en Navarra y de Vera del Moncayo junto al río Huecha, en la prov. de Zaragoza, dejando aparte otras menos conocidas. Las tres parece que han de identificarse con antiguas ciudades romanas: es bien sabido que Vera de Almería es la antigua Baria de los bastitanos, en otras inscripciones Varia, Barea o Bareia5; y dudo que sea casual el que hubiera también una Vareia en el territorio de los Berones, que estaban un poco al Oeste del Moncayo (Michelena, BSVAP XIII, 498); además Veruela, no lejos del Moncayo, llamado Berola en doc. de 1173, Berola 1179, bīrûla en letras árabes en 1245; el vecino Vera de Moncayo, escrito Bera en 1179 (Al-And. X, 79, 84, 85, 86). No puedo comprobar la afirmación de Ortelio, citado por Covarr., de que Varea era el nombre antiguo de la Vera de Plasencia, pero no es inverosímil en vista de los casos anteriores.

Pasando a la etimología, puedo ratificarme esencialmente en lo que dije en mi trabajo de AILC I, 146-8. Dejando aparte la absurda etimología de la Acad. (identifica con el cat. vora ‘orilla’, de ĶRA, pero una Ķ no podía cambiarse en ve- y menos en bei-; agravada aún por GdDD 28 al partir de una combinación AB ĶRA ‘desde la orilla’), queda la conjetura de Diez (Wb., 272; Gramm. I, 273), admitida comúnmente (Coelho; Leite de V.; Nascentes; Cornu, GGr. I2, p. 928; M-L., REW 7328), de que ribeira (RIPARIA), cast. ribera, pasara a rebeira por influjo del prefijo re-, y luego se eliminara éste según el modelo de casos como llano junto a rellano, hoyo y rehoyo, chao y rechao, canto y recanto. Debo reconocer ahora que la forma rebeira existe, aunque rara, pues se encuentra en Gil Vicente6 y hoy en el Alentejo (RL IV, 72) y en el Norte de Portugal (rebeiro en Maia, Leite de V., Opúsc. II, 507); y por cierto hay que decir que semejante alteración, aunque a ella pudo contribuir el influjo del preexistente beira, no es extraña dada la debilidad y el extremo relajamiento del vocalismo átono portugués7. Pero aun si beira fuese una palabra puramente moderna, costaría, dado su carácter general, creer que hubiese podido salir de una forma local, y más o menos ocasional, como rebeira, sobre todo cuando, junto a ribeira existía tan vivo el grupo de riba, ribazo, arriba, arribar, que había de impedir alteración tan grave y de tipo tan excepcional. Apenas cabe dudar, en vista de la aparición de la Bera de Plasencia en Juan Ruiz, de que el vocablo es antiguo y autóctono en leonés, y aquí la debilitación de ribera en *rebera ya sería muy extraña y en contradicción con la fonética del dialecto.

Pero además es poco menos que inconcebible que esta reducción extraordinaria estuviera ya consumada y generalizada a princ. S. XIII, y aun en el X, en que ya encontramos testimonios portugueses de beira y derivados, para no hablar de los BARIA españoles de la época romana. Hay que reconocer que esta ingeniosa etimología es inverosímil y admitir la probabilidad de que se trate de una palabra prerromana, una de tantas voces primitivas que se han salvado aferradas al terreno. Que el original tuviera la forma *BARէA o *BARĔA es también probable, en vista de las grafías antiguas como el Bera de Juan Ruiz8, y los testimonios epigráficos romanos parecen indicar lo mismo.

Si tratamos de precisar más, franquearemos ya los límites de lo incierto, aunque la mayor vitalidad en tierras gallego-portuguesas es favorable a un origen céltico. A lo cual no se opone la primera aparición, y su frecuencia considerable, en fuentes andaluzas y extremeñas, aunque desde luego deja abierta otras posibilidades; por más que el enlace con el Bareia romano de Almería no sea seguro ni, de serlo, se oponga claramente a lo céltico. Sigue siendo posible que el étimo *BARէA tenga la misma raíz que *BARէCA, supuesto por el fr. berge ‘margen (de un río, etc.)’, fr. antic. barge (FEW I, 254a) y que el protocéltico *BARICT-, de donde procede el galés bargod «ora, fimbria». En la opinión autorizadísima de Pedersen (Litteris II, 84) está descartada la posibilidad de que esta palabra galesa sea un préstamo germánico, posibilidad que había admitido Thurneysen (Keltorom., 43.44) y que daba por segura Gamillscheg (ZRPh. XLIII, 569; EWFS, s. v.). Pero el detalle en que se funda Gamillscheg de que el fr. berge sea más antiguo que la variante barge es completamente incierto, y no hay por ahora razones serias que permitan dudar de lo contrario9. Agréguese todavía el gasc. marrìgo «talus vert» (Bigorra, Azun), recogido por Rohlfs (ZRPh. LII, 74; BhZRPh. LXXXV, p. 70), y que parece suponer *BARզCA (con el cambio aquitano B- > m-), con característico sufijo céltico. En definitiva, nada se opone a que admitamos una serie de derivados varios de la raíz indoeuropea BHER- ‘canto, borde’, ‘punta’, de la cual hay muchas ampliaciones en varias lenguas indoeuropeas y en el propio céltico (Walde-P. II, 162-4; Walde-H., s. v. fastigium): BHER-M-> isl. ant. barmr ‘orilla de un arroyo’, ‘borde de un recipiente’, b. alem. barm ‘zócalo’, fris. occid. berm «latus viae, aggeris»; BHRE-M- > ags. brimme, ingl. brim, a. alem. med. brëm ‘borde’; BHER-D- > alem. borzen ‘ser prominente’, svcr. b?do ‘monte, colina’, ucraíno bérdo ‘abismo’, ‘despeñadero’; BHER-DH- > ags., b. alem. ant., escand. ant. bord, a. alem. ant. bort, escand. ant. bar ‘borde, canto’; y finalmente BH?-S-, de donde procede entre otros muchos el célt. barr ‘punta’ (Walde-P. II, 131; V. Henry, s. v.). Que el tipo hispánico BARIA tuviera que ver con el galés bargod es verosímil, tanto más cuanto que el sentido del ast. occid. beira ‘alero del tejado’ (D. Alonso, NRFH VII, 159) coincide del todo con la otra ac. de la palabra galesa («subgrunda, subgrundia, imbricamentum»).

En una palabra, el origen céltico de beira y vera es verosímil aunque incierto, y sólo es de desear que se cumpla pronto la urgente tarea de esclarecer la historia del fr. berge, completamente descuidada10. V. además VARGA.

DERIV.

Veril ‘orilla que separa un bajo del mar profundo’ (Acad. S. XIX, no 1832, ni Fcha.; Ca., 194); verilear. Para vero, beirón, etc., V. arriba. Ast. occid. abeirarse ‘resguardarse de la lluvia’. En port. hay muchos más derivados, p. ej. esbeirado ‘descantillado, mellado’ (Leite de V., Opúsc. II, 106).

1 «En la calleja de vera del muro» en el Asiento del año 1491 (Anejo a Misc. de Est. Ar. y Hebr. Univ. de Granada, 1954, p. 41); aunque dirigido por Juan A. Serrano, visitador real, probablemente andaluz pero no de allá, el texto debe de reproducir la fraseología local. Está también en el Repartimiento de Comares, 1494 (ed. Fco. Bejarano): «vera del monte» 2.13, «vera del dicho río» 66.20 y en los de Álora y Cártama, pp. 98, 145, 149, 162.―

2 Fcha. cita un ej. de verita ‘orillita’ en M. de Carvajal (1520), que era de Plasencia.―

3 «Outras aldeas que eran do Gran Mar todas na Beira» Ctgs. 328.86; pero también «non possa veer nen sol end as beiras» (‘ver de ello ni siquiera las proximidades’) ibid. 151.23. Sólo para mostrar el modelo inmediato de los usos náuticos, cast. cito estos ejs. portugueses: «nadar, nadar, vir morrer á beiras Sá de Miranda (princ. S. XVI); «aquelles índios moradores da beira-mar» Vasconcellos, Not. do Brazil; «andar beira-mar» Chagas (citas de D. Vieira). Castelao emplea a veiramar para traducir el célt. bretón Ar-mor 111.2; o el común «na veira da porta vin unha muller» 207.14.―

4 Las menciones abundan en los clásicos: Mateo Alemán habla de la fruta de la Vera de Plasencia (G. de Alfarache, Cl. C. III, 119), Lope hace desfilar en un batallón la Gente de la Vera y Extremadura (Peribáñez III, xxx, ed. Losada, p. 178), son famosas las comedias de La Serrana de la Vera escritas por Lope de Vega y Vélez de Guevara, etc.―

5 V. los índices y mapas del CIL II, vol. 1.°, y Suppl.; comp. Tallgren, BDR V, 16; Carnoy, Le Latin d’Esp. d’après les Inscr., p. 131; Gómez Moreno, Homen. a M. P. III, 497. La identidad no se funda puramente en la semejanza de los nombres, sino en localizaciones inequívocas (Baria estaba en el deslinde de la Bética y la Tarraconense, como hoy Vera), en el lugar de hallazgo de las inscripciones, etc. (cf. el pasaje de Cicerón, Ad Att. XVI, iv, 2 que señala Pabón). Lo que no parece tener en cuenta M-L. (Homen. a M. P. I, 82n.) al afirmar que la fonética se opone a la identificación. Lo cual, por lo demás, es arbitrario, pues la variante Bareia no prueba necesariamente que se acentuara en la e, como da a entender M-L.―

6 «Compadre, vas tu aa feyra? /... / Ora vamos eu e ti / oo longo desta rebeyra», Auto chamado da Feyra, ed. Marques Braga, v. 522.―

7 Formas como requeza ‘riqueza’, tresteza por tristeza, premeiro por primeiro, las conozco en los Padres de Mérida de h. 1400, de cuyo dialecto parecen ser características (RL XXV, 243; XXVII, 61, 62, 76), la primera está en la Crónica Troyana en gallego del S. XIV (I, 139.17, 141.5) y seguramente se encuentra en otras partes. En cambio no hay razón para afirmar que la pronunciación rubeira (Leite de V., Opúsc. II, 283) presuponga rebeira, pues también se encuentra umaije por ‘imagen’ (ibid.) Subidade por Cividade, prumeiro por primeiro (l. c., p. 463).―

8 Que haya casos de V- en las inscripciones romanas de España no es extraño en vista de los numerosos casos de confusión de los dos sonidos en posición inicial reunidos por Carnoy, o. c.―

9 Por desgracia, ignoramos completamente la historia de berge, del cual no hay documentación antigua aplicable en Littré, God., Tobler-L. ni Lacurne. Littré cita un ej. de barche «meule de foin», que es otra palabra (vid. VARGA). El propio Littré y God. copian de Du C. un ej. de berches de la forteresse en doc. de 1380, cuyo contexto no revela el significado, y la ch se opone a que relacionemos con berge. Luego este testimonio, que es la piedra angular de la argumentación de Gamillscheg, no tiene valor; es más probable que se trate del conocido berche ‘artillería’ o ‘pieza de artillería’ (God., Huguet), de otro origen. El DGén. cita un bergue de 1398, remitiendo al Suppl. de God., pero ahí no hay nada de esto; God. señaló repetidamente que en los datos proporcionados por sus colaboradores al DGén. se deslizaron muchos errores, y éste ha de ser uno de ellos (se tratará otra vez del berche de 1380). En una palabra, el primer dato parece ser el de Oudin, S. XVII, que da indiferentemente barge y berge.―

10 Para una nueva etimología, a mi entender desacertada, del francés berge, vid. VARGA. No parece haber relación entre el hispánico be(i)ra y el it. ant. verone (SS. XIV-XVI) «terrazzo, loggia, balcone», venec. vera «parapetto del pozzo» [1038], cuya etimología VIRIA (propuesta por Alessio, RLiR XVIII, 62) rechaza Prati (ibid. XIX, 216). En doc. de 1173 del Cartulario de Sant Cugat (III, 245) leemos que el lugar de Santa Oliva linda «a meridie in ipso rego molendini, ab occasu in ipsa vera... ortum de Morera affrontant ab occasu in ipsa vera». ¿Luego existió vera en catalán arcaico? Es dato aislado e incierto.