UNCIR, del lat. JŬNGĔRE ‘juntar’, ‘reunir’, ‘uncir’.

1.ª doc.: unzir, 1240, Fuero Juzgo, p. 143b.

La misma grafía, según Cuervo (Obr. Inéd., 403n.), aparece también en Diego Gracián (1545), C. de Reina, el Quijote y Oudin, y no hay duda, en efecto, de que el vocablo tenía -z- sonora: se trata del mismo tratamiento fonético del grupo NGe que en renzilla, enzía, senzillo, y paralelamente a arzilla, esparzir, etc. Más documentación, Cej. IV, § 88. Existió también el otro tratamiento (quizá postónico) ñ: uñir es la forma registrada por Nebr. («u. bueies o mulas o cavallos: jungo»; «desuñir: disjungo», e igualmente en el Lex. Lat.-Hisp., s. v. abjugare). Como observa Cuervo, es forma frecuente en el S. XVI con el sentido figurado de ‘unir espiritualmente’, en Fr. L. de Granada y Malón de Chaide, y también en el material de ‘juntar (un carro con otro, p. ej.)’, como en la Crónica Gral. de Ocampo, quizá por conservación del amplio sentido latino; la forma uñir aparece todavía en C. de las Casas, Oudin y Covarr., y hoy se conserva en los dialectos leoneses del Bierzo Alto, Curueña, Ribera salmantina del Duero, Sierra de Gata, Malpartida de Plasencia y Cespedosa de Tormes, así como en todo el Norte argentino (Salta, Tucumán) y en autores gauchescos, aun el uruguayo

E. Amorim (V. mi nota en RFH VI, 245; Espinosa, Arc. Dial., 79; RFE XV, 267; Tiscornia, BDHA III, 67; íd., Poetas Gauchescos, glos.; F. Burgos, La Prensa de B. A., 21-IV-1940). No es ésta la única variante que fué usual. También se dijo unguir, deducido analógicamente del presente de subjuntivo ungan, ambos empleados en las Constituciones del Obispo Martín Fernández, de 1267 (Esp. Sagrada XXXVI, 229: comp. Hanssen, Conjugación Leonesa, pp. 33 y 5). Hay además otras formas que nos muestran cómo la pérdida de la J- no se consumó en todas partes: yunnir (= yuñir) en el anónimo mozárabe de h. 1100 (Asín, pp. 17-19); junir, por lo demás en el sentido de ‘hacer justa, torneo’, en el Alex. 1247 (ac. corriente en el cat. ant. junyir), y en el de ‘juntarse con un bando’ en el Fuero de Guadalajara de 1219 (Oelschl.); hoy chuní(r) en el alto-aragonés de Ansó y Loarre, unír en Sallent y Sierra de Guara, aunír en Torla, uñidéra ‘correa’ en Torla, Fiscal y Aineto (RLiR XI, 36-37), juncir en Álava, Ȥuñíre, šuñíre y ȤunȤíre en las varias hablas de Sanabria (Krüger, Homen. a M. P. II, 136), yuncidera ‘coyunda’ en un pueblo de Segovia y en seis de Cuenca (RDTP III, 109); para otras denominaciones locales de la coyunda, ibid. 106-110; catalán junyir, portugués jungir, gall. xunguir (Vall.): «unha forza que nos xungue á Terra nativa», «a cruz e o circo aparecen xunguidos» Castelao 261.7, 116.24.

Si el tratamiento de NGe no suscita escrúpulos ni dificultades, el de la J inicial ha parecido, no sin razón, algo sorprendente, pues ante U, en castellano normal, la J- latina da constantemente j-. Si por cualquier razón hubiese dado y- ya no sería extraña la desaparición ulterior, pues es sabido que JE- y GE- en sílaba átona se reducen a e- (enebro, helar, hermano, enero, etc.), pero el hecho es que ante vocal posterior no suele haber ejs. más que de j-. Acerca del problema V. las consideraciones de M-L. (Roman. Namenstudien I, 65). Desde luego hay que rechazar la imposible idea de E. H. Tuttle de suponer que en *junzir o juñir la antigua palatal inicial se tomó por el pronombre ge ‘le’ (que aparece en la combinación gelo ‘se lo’); V. las atinadas objeciones del reseñador anónimo (¿A. Castro?) en RFE VI, 324. Mucho más razonable es pensar, con este autor, que estamos ante una disimilación de palatales en la etapa de yuྜȤír > uྜȤir > undzír. Sin embargo, hay que tener en cuenta que vocablos de sentido tan íntimamente afín como yugo y yunta presentan también tratamiento anómalo de la J ante U, y, como he dicho, el paso ulterior de yunzir a unzir ya no sería sorprendente. Luego hay que tener en cuenta la posibilidad de que predominara una pronunciación rústica en el nombre de estas operaciones y aperos agrícolas, rusticismo que bien pudo ser de tipo algo dialectal en la época arcaica, en que el leonés llegaba hasta las montañas de Santander y Noroeste de Burgos, hasta el Oeste de Ávila y Sierra de Gredos, y en que el dialecto mozárabe se extendía hasta las inmediaciones de Madrid o a Madrid mismo. Ahora bien, leonés y mozárabe coinciden en tratar el grupo JU- como yu- o u-, según mostró M. P. (Oríg. § 42.5) y corroboré en mi nota citada. No es incompatible con esto admitir que la disimilación colaborara en este caso con dicho rusticismo dialectal, pues aunque es cierto que son raras las disimilaciones eliminatorias de consonantes iniciales, se trataba de una consonante sumamente débil de todas maneras, como indican las citadas formas leonesas y mozárabes y el tratamiento ante E en el propio castellano normal (nótese que junto a yugo está muy extendida la variante ubio, donde pudo ayudar la disimilación). Puede también admitirse que hubo otro influjo auxiliar, el de UNUS y UNIRE, con el cual acabó por confundirse el preclásico uñir, según documentó Cuervo, l. c. De todos modos, no pudo ser ésta la única razón.

DERIV.

Uncidor. Desuncir (V. arriba). Yunta, V. JUNTO. Coyunda [h. 1400, glos. del Escorial; «c. de iugo: lorum iugi» Nebr.], de *CONJŬNGŬLA íd. (derivado de CONJUNGERE, y éste de JUNGERE), conservado con el mismo sentido en varios dialectos réticos, alto-italianos (Mörgeli, Die Terminologie des Joches, § 324) y franceses (REW 2151): el tratamiento de la terminación es el mismo que en sendos (< *senlos < SINGULOS), según indicó G. de Diego (RFE XII, 7; no se 50 debe a una disimilación de palatales, como quisiera Gamillscheg, Litbl. LVII, 45, pues esto no explicaría sendos, escandia, etc.); coyundado [Nebr.]; acoyundado [1605, López de Úbeda (Nougué, BHisp. LXVI)].

Jumento [1605, Quijote; princ. S. XVII, Aut.; falta Nebr. y C. de las Casas], tomado del lat. jūmĕntum ‘bestia de carga’ (derivado de jungere: ju(g)mentum), en castellano especializado por eufemismo como nombre del asno.