Hernando de Baeza aplica el vocablo al estuche o relicario en que un moro granadino llevaba su Alcorán; Mármol lo aplica al que tenían los moros africanos para «ciertos papeles o pargaminos, en que trahen escriptas sus oraciones y hechizerías», y advierte que lo llevaban colgado de un rico
tiracuello o bandolera. En la Crónica de Francesillo de Zúñiga (1527) parece ya aplicarse a la tira de cuero de donde cuelga la espada, pues dice que si volviesen a entrar los árabes en España tornarían a usarse los
tahelíes y quijotes. Desde entonces el vocablo se encuentra frecuentemente con esta ac. En el texto de una de las obras de Lope vacilan todavía las varias ediciones entre
tahalís y la antigua forma
tahelís (
RFE III, 186). Para la documentación y para otras pruebas de esta etimología, vid. Dozy,
Gloss., 346-7;
Suppl. II, 760; Eguílaz, 500; Leguina, 809-10; y otros autores allí citados. El ár.
tahlîl es propiamente nombre de acción del verbo
hállal ‘lanzar aclamaciones’, ‘alabar a Dios’, que parece derivar de la fórmula consagrada de la religión musulmana
lâ ilâh illā llâh ‘no hay otro dios que Alá’. El mismo origen tiene el port.
talim (o
tali). Para la eliminación de la
-l por disimilación, comp.
ADALID <
dalîl,
Almonacid o
Almonací <
Monastîl <
MONASTERIUM.