TÁRTARO ‘tartrato que se forma en las paredes de los toneles’, del lat. tardío TARTRUS íd., al parecer sacado de TARTRUSinfierno’, por las propiedades abrasadoras de esta sustancia; TÁRTAGO ‘euforbia purgante’ es probablemente alteración popular de la misma palabra, aplicada a esta planta a causa de las virtudes laxantes del crémor tártaro y de otros productos tartáricos.

1.ª doc.: ƫârƫaqu como nombre del tártago, en Abenɏólɏol († 988); tártago íd., h. 1325, Juan Manuel; ƫárƫaq y ƫárƫar ‘tártaro’, S. XIII, R. Martí, y h. 1100 en el anónimo sevillano; tártaro, Aut.

En el Libro de la Caza del Infante: «a los falcones... la melezina que les deves dar es siete o nuebe granos de tártago, e fázelos purgar» (ed. Baist, 63.15); análogamente en el de López de Ayala (p. 228), y en el portugués Mestre Giraldo (a. 1318) se lee en el mismo sentido tártago (4 ejs.) y tártego (una vez), RL XIII, 411. Nebr.: «tártago maior: pentadactilon»; C. de las Casas: «catapuzza, fagiuolo, mirasole»; Percivale: «an herbe called five leafed grasse; some say it is the herbe Spurge»; Oudin: «tártago, yerva: de l’espurge; tártago mayor: herbe appellee les cinq doigts nostre Dame»; Covarr.: «es una yerva conocida purgativa, y para cuerpos robustos, porque causa al purgar estraños accidentes... el Griego la llama lathyris; dar tártago a uno, es congoxarle y ponerle en vascas»; análogamente Aut., donde se citan ejs. del sentido propio en el S. XVI y del figurado en el XVII. Mucho más antiguamente puede documentarse el vocablo en las fuentes hispanoárabes, pues târtaqu y dártaqu ya se encuentran en el tunecí Abenalɏazzar († 1004) (que solía fundarse en fuentes hispánicas, y cuyo texto parece ser un resumen posterior hecho en España), ƫârƫaqu o ƫârtaqu en los hispanos Abenɏólɏol, Abenbeclarix, Abenalbéitar, y en los africanos Abenalhaxxá y Abderrazac (Simonet, p. 534; Dozy, Suppl. II, 18a); en el anónimo sevillano de h. 1100 el vocablo aparece repetidamente en las formas ƫârƫaqu (y análogas, con t o con á) o tártaq, y por otra parte como nombre de la misma planta se hallan también ƫárƫaru y ƫárƫar (Asín, pp. 296-7); aun cuando Abenbuclárix y Abenloyón dicen que ƫ-r-ƫ-r es el fruto del terebinto (Dozy, Suppl. II, 36b), creo que se trata de lo mismo.

Viceversa, como nombre del tártaro o heces de la cuba, no sólo se encuentra una vez ƫ-r-ƫ-r en dicho anónimo, sino que R. Martí da ƫárƫar, pero también ƫárƫaq («fex», «fex olei»), y tártar ‘rasuras de cuba’ aparece en PAlc. y en otro ms. hispanoárabe (Simonet, p. 535; Dozy, Suppl. II, 36a, 37a); hoy se pronuncia y ƫarƫîr en Egipto y otras partes de África. Había, pues, conciencia, entre los mozárabes, de que ambas cosas eran designadas con una misma palabra, y de que a las dos se aplicaban igualmente ambas variantes fonéticas. Hoy el vocablo tártago como nombre de la euforbiácea es vivo en castellano y en portugués, y es también vasco tartako, tartiku, tartabu, tartamu (Azkue II, 269, 270)1, pero ésta no es razón suficiente para calificar a este nombre de vasco-ibérico, como lo hace Bertoldi (ARom. XVIII, 216, quizá sin dar a este juicio valor etimológico), tan poco como la presencia del vocablo en el árabe africano nos autoriza para decir con M-L. (REW 8587b) que sea palabra arábiga: la vacilación de los testimonios arábigos entre ƫ y t es ya elocuente indicio de extranjerismo, y no hay raíz arábiga que pueda explicarlo; además el marroquí Abenalhaxxá (S. XIII) atestigua formalmente que es voz española.

¿Habremos de empeñarnos en buscar al nombre de planta tártago una etimología distinta de la de tártaro? No se ve ninguna razón para no identificarlos, como ya hicieron Simonet y había hecho M-Lübke (RFE XI, 22); más que de un verdadero «cambio de sufijo», puede tratarse de una disimilación TARTRU > TARTDU de donde *tártao y tártago con consonante antihiática: el qaf arábigo es imitación imperfecta de la g oclusiva romance (ajena al sistema fonético árabe) y también es secundaria la -k- vasca (por lo demás vacilante: la variante tartabu y su sucedánea tartamu, resultan directamente del supuesto *tártao). Desde el punto de vista semántico se explica perfectamente la aplicación del nombre del tártaro de cuba al tártago o viceversa, por ser ambas sustancias purgantes (especialmente el tártaro emético y el crémor tártaro, por lo que hace a los productos tartáricos). Luego a los dos habría convenido en rigor la explicación etimológica que da el anónimo sevillano, mirando tartar como una onomatopeya de los pedos del purgado. Sin embargo, esto es poco verosímil, tanto menos cuanto que si bien TARTRUM no se encuentra como nombre del tártaro en la Antigüedad clásica, sí se halla en cambio su derivado tartaralis en el veterinario Pelagonio, cuando recomienda «loca quae ozenosa sint lino tartarali constringes», o sea con un paño empapado de tártaro (ed. Ihm, § 260 y nota). Más tarde tartarum es frecuente con este sentido en bajo latín y τάρταρον en bajo griego, es verdad que sólo en textos muy tardíos (Du C., Estienne), por lo cual algunos han creído que se trataba de una invención de Paracelso, o de una palabra tomada de las citadas formas arábigas o de una corrupción del sinónimo árabe durdî ‘heces’, pero esto es manifiestamente imposible, y no hay motivo para dudar de la autenticidad del pasaje de Pelagonio.

Más bien debemos admitir que estuvieron en lo cierto Dioscórides y Paracelso con su observación, puesta de relieve por Simonet, de que las heces del vino «tienen potentísima facultad de abrasar» y así dieron los médicos grecolatinos de la baja época por llamarles Tartărus ‘infierno’ (comp. «o tártaro é quente e seco» en una antigua cirugía citada por Bluteau, y el texto de 1707 citado por el NED XVIII, 100b: «spirit of vitriol and oil of tartar... mingled together are surprizingly hot»).

Como cultismo poético tártaro ‘infierno’ está en Aut. y seguramente en textos anteriores (un ej. suelto en Berceo, Duelo, 85).

El cast. tarta ‘tortada’, ‘torta rellena’, que se documenta desde 1420 («demandar tartas nyn copa, / grand mula nyn grand cheval», memorial anónimo, RFE VI, 393; también en D. Gracián, h. 1545, Aut.), es palabra de uso limitado2 tomada indudablemente del fr. tarte íd. [S. XIII; la variante fr. ant. tartre dió el milan. tàrtera y el cub. y costarric. tártara, Gagini, Macías, ZRPh. XXVI, 331-2; Ca., 23]; para éste defendió Schuchardt (ZRPh. XXV, 250-1) la etimología TARTRUS suponiendo que de ‘rasuras de cuba’ se había pasado a ‘raspaduras de tartera’ y de ahí ‘torta’, lo cual es poco verosímil (a pesar del paralelo Aude rausel «espèce de gâteau», al parecer derivado del germanismo oc. rausa ‘tártaro de cuba’, aducido por Spitzer, Litbl. XXXVI, 153), y todavía parece más infundada la suposición de M-L. (REW 8590) de que se emplearan los polvos de tártaro para hacer tortas, de suerte que lo único seguro hasta aquí sería decir que ignoramos la etimología de esta voz francesa. Pero V. ahora una conjetura razonable s. v. TORTA 3.

DERIV.

Tartera [Aut.]. Tártano alav., bilb. ‘panal de miel’. Tartárico. Tartarizar; tártrico y tartrato son formas tomadas del francés.

1 Aunque tártago se ha empleado alguna vez en Cataluña y en las Baleares, claro que no es palabra catalana, sino castellanismo empleado ocasionalmente para evitar lo malsonante del nombre catalán cagamuixa (que parece ser deformación del grecolatino catapotium ‘píldora’, b. lat. cataputia ‘tártago’).―

2 Y ajena al portugués y al catalán, pero quizá más popular en Galicia que en Castilla: la vieja tía-abuela envía «cachos de tarta» a los niños mientras ella pasa hambre, y el que sale más comilón dice «se fose moi rico comería tres tartas diarias» Castelao 210.1f., 214.13.―

3 Fonéticamente sería difícil en realidad pasar de tartre a tarte (una disimilación habría dado ciertamente *tatre o *taltre), mientras que es muy fácil la repercusión tarte > tartre. Lo natural es, pues, partir de tarte. De ninguna manera convence la propuesta de Gamillscheg: cruce de TORTULA con TARTARUS.