SURIPANTA, ‘mujer corista en un teatro’, ‘mujer despreciable’, ‘tunanta, hipocritilla’, se empleó primeramente en la letra de un coro teatral madrileño, y pasa por ser vocablo inventado caprichosamente en esta ocasión; sin embargo, es verosímil que algo de esto existiese ya en dialectos locales.

1.ª doc.: 1866.

Ruiz Morcuende, RFE VI (1919), 310-2, documenta detalladamente. esta historia en una publicación del mismo año; las coristas figuraban ninfas que cantaban para distraer a Telémaco, y por lo tanto cantaban «en griego»: la letra en realidad es una retahila de palabras sin sentido, aprovechando sencillamente el «monstruo»1 del compositor, y empieza con el verso Suripanta-lasuripanta. Cayó en gracia la chuscada, las «encantadoras» coristas ya eran conocidas a fines de la temporada por «las suripantas», según consta en el Almanaque en cuestión, y este nombre no sólo permaneció desde entonces en el léxico teatral, sino que se extendió, en la vida madrileña, a las demás acs. arriba indicadas, y mereció el honor de la aceptación académica en 1925: se imponía el hacerlo, pues lo habían empleado aun escritores tan refinados como Juan Valera (Genio y Figura, princ. del cap. 4).

Todo esto parece muy seguro, y así en este caso podríamos renunciar a la desconfianza con que debe acogerse toda etimología anecdótica, por lo menos siempre que no esté muy sólidamente documentada. Es verdad que ya en 1888 publicaba Leite de Vasconcelos una cantiga popular portuguesa2 de este tenor: «solipanta da solipanta, / solipanta meu ai-Jesus, / no dia que te nƟo vejo / nem o sol me quer dar luz» (RL I, 156), así que cabría pensar si no fué suripanta, ya antes de escribirse la consabida coplilla, una de esas palabras sin sentido que se emplean en las canciones populares, como lirolá, la virondó, faridondelle, etc., de las cuales más de una ha acabado por convertirse en un apelativo (¿no será éste el origen del fr. falballa?); de todos modos cabe que la palabreja se hubiese ya extendido desde Madrid a Portugal en el lapso de 1866 a 1888 (R. Morcuende advierte que en algunas regiones pronuncian sulipanta). Al dato anterior conviene añadir el siguiente: ya era usual en Asturias en 1875 para ‘mujer de malas costumbres, cocotte’: de un lugar apartado dice Somoza, Cosiquines de la Mio Quintana, p. 272 «allí no hay... suripantas, ni ruletas, ni chigres, ni nada que sea detrimento de la salud o el bolsillo» (carta escrita desde Pola de San Tirso).

Cabe, pues, también, que fuese una palabra real y preexistente, quizá empleada en alguna región, pero con un sentido concreto, pues de hecho varias palabras del «monstruo» transcrito son vocablos reales, y allí andan en confusa mezcla el cat. somatén, el filipino (?) sangasinén, y el madrileño Melitón aunque entretejidas en un conjunto desprovisto de significado; pero al empezar la pieza que el compositor destinaba al coro bien pudo aquél iniciar el «monstruo» con un vocablo que en su lenguaje familiar designara ya las «suripantas» a quienes la destinaba.

Me sugiere esta idea el portugués sarapintar «fazer pintas variadas; pintar de várias côres; mosquear», sarapinta «acto ou efeito de sarapintar», y especialmente el portugués popular y dialectal sarapantão «sarapintado», sarapantonamente «de modo sarapantƟo» (empleado por Castelo Branco), separantum «coisa sarapintada»3; la denominación ‘abigarrada, multicolor’ para una «suripanta» nada tendría de extraño, recuérdense los numerosos empleos semejantes del alem. bunt ‘abigarrado, policromo’, sobre todo bunte Bühne ‘cabaret’ (‘escena pintada, llamativa’), das wird mir zu bunt! ‘eso pasa de castaño oscuro’, buntes Kleid ‘vestido pajarero, de mal gusto’, buni durcheinander ‘disparatadamente, a troche y moche’, etc.; fr. bigarrure «réunion de personnes mal assorties» [1694], domin. abigarriao ‘lloroso, desaliñado’, Isère baricōla «femme qui parle inconsidérément» (= prov. baricoulà «barioler»). Bien pudo existir algo análogo a las citadas palabras portuguesas en hablas de León y Galicia. Entonces el hecho de 1866 sólo habría servido para extender al uso general una palabra oscura de provincias.

1 Es término de la jerga teatral, que define R. Morcuende «versos provisionales con palabras sin sentido, pero con el movimiento rítmico que tendrán después los definitivos, los cuales se dan al músico para que sobre ellos haga la composición musical». En realidad, al menos así es corriente, es el músico quien escribe el monstruo al componer la melodía, y lo entrega al autor de la letra para que éste ajuste las palabras al ritmo elegido; cuando la letra preexiste ya no hace falta «monstruo» (así lo oí explicar muchas veces al Mtro. Amadeo Vives). En este caso el autor literario se ahorró trabajo con la ocurrencia de hacer cantar «en griego».―

2 GdDD 6398 cita un «alent. sulipanta desmayo» (cuya exactitud no puedo comprobar, falta Fig.) agrupándolo con el and. sopitipando (V. aquí en SOPONCIO) bajo la imposible etimología SUBITANEUS, junto con varias formas andaluzas sinónimas pitango, bitango, fitango.―

3 Quizá sea cierto que viene de serpente por las manchas de las culebras, como sugiere J. J. Nunes, RL XXIV, 294, agregando el port. (as)sarapantar-se ‘espantarse, aturrullarse’, por el miedo que da la aparición de una serpiente. En el caso de sarapintado habría alteración por influjo de pintado y pinta ‘mancha’. Conviene tener en cuenta también que sarapanta tiene en port. el sentido de ‘aurora boreal’, que Piel (Aufs. zur Port. Kulturgesch. X, 1970, 254-5) relaciona con (as)sarapantado ‘espantado, confundido’ y deriva de SERPENTEM (sin casi tener en cuenta sarapintado), por una vía semántica diferente, y quizá no tan fundada como la que sugiero aquí.