SAYA, del lat. vg. *SAGէA, derivado del lat. SAGUMespecie de manto’, ‘casaca militar’; puede tratarse de un préstamo de σαƔία, plural del gr. tardío σαƔίον, derivado del gr. σάƔος del mismo significado y origen que la voz latina; o acaso un derivado lat. *SAGĔA que indicase primitivamente la tela de que se hacía el SAGUM; aunque se suele creer que SAGUM y σάƔος son voces de origen céltico, las formas del céltico insular (irl. ant. sái, galés y bretón sae) vienen del latín y suponen la misma base *SAGէA que las lenguas romances.

1.ª doc.: doc. leonés de 941 (Oelschl.).

Aparece también en docs. leoneses de 953, 955 y 994 (escrito saia en los dos primeros, ibid.), y es ya frecuente en Berceo, Apol. y Juan Ruiz. Cito otros ejs., que muestran la gran frecuencia y casticismo del vocablo desde la época arcaica: «viginti sayarum stamfort, barracanorum, aracensium et brullarum faciunt troxellum» Fuero de Zorita, S. XIII (RFE VIII, 28), «a Johanet, goglar del tanboret, para saya et pelote e caperot» doc. de Valladolid a. 1294 (M. P., Poesía Jugl., 459), «de saia de omne a faldas, 18 dineros» fuero aragonés de 1350 (RFE XXII, 21), «una saya meytada d’homme, cárdena e morada» invent. arag. de 1362 (BRAE III, 91), «huna saya bermella de Campredon» íd. íd. 1402 (BRAE II, 219) y otros muchos ejs. en inventarios aragoneses de esta época (V. en RFE XXII, 143), «ropas trahen a sus guisas, / todas fendidas por rrayas, / do les paresçen sus sayas / forradas en peñas grisas» Marqués de Santillana (Serranilla de las Hijas) M. P., Poes. Ár., p. 92); está también en el Corbacho (1438, ed. Pz. Pastor, p. 124.4) y es frecuentísimo en los clásicos y en todas las épocas; V. todavía el testimonio de Nebr. («saia de muger: tunica muliebris; saio de varón: tunica virilis»), que puede ser útil por sus precisiones semánticas. Desde este punto de vista observaré que Aut. y los ejs. que allí se citan confirman la distinción indicada por Nebr. entre saya como vestido de mujer y sayo traje de hombre, y lo mismo parecen indicar los pasajes de APal. («callasis es linaje de saya... otros dizen ser nudo de la saya de muger, con que la saya se ata cerca de la cerviz y dende cuelga abaxo» 52d, frente a «extrafilatus es el que remangado los ombros saca la mano fuera del filo del sayo» 149d,) «bulla... es sayo de muchacho, linaje de vestidura» 49d). Sin embargo, esto parece ser secundario en vista de los varios ejs. de saya de ombre que he citado más arriba, y es casi forzoso que así sea, pues el masculino sayo parece ser forma bastante moderna, que no encuentro hasta h. 1400 (glos. del Escorial) en castellano, y hasta el S. XVI en portugués (citas de Sá de Miranda y Ferreira de Vasconcelos, en Moraes) y en italiano (Berni, G. della Casa, Varchi), y que ni siquiera ha existido en lengua de Oc. Que en la Península Ibérica saya es palabra muy antigua lo confirman también las fuentes árabes, puesto que šáyya «tunica», «saya de mujer», se encuentra en el Códice Escurialense de 1049, en R. Martí, Abenaljatib, PAlc. y en escrituras arábigas de Almería (Simonet, s. v.); comp. CHÍA.

Y lo mismo hay que decir desde el punto de vista de la lengua portuguesa. Aquí además del doc. de 953 «accepimus de vos... 1 saia fazanzal cum sua vatanna» (que los PMH dan como suyo, aunque parece ser el mismo que el citado arriba, leonés según Sz. Albornoz), encontramos el vocablo en 1039 («una manta et una sagia»), 1059, 1065, V. las citas en CortesƟo. Además lo tengo anotado de 1258 (RL XI, 90) y en una ley de 1253: «homo cui dederint zorame et sagiam stet pro 30 solidis pro soldada; et rapax cui dederint capam de burello et sagiam de valencinia stet pro 30 solidis pro soldada» (PMH, Leges I, 195). Desde luego es voz muy frecuente en los clásicos y en todas las épocas de la lengua portuguesa. En contraste con ello el vocablo no es catalán, pues no sólo es completamente desusado en la actualidad, sino que nunca ha sido autóctono, como prueban ya la y y la -o de las antiguas formas saya, sayal y sayo, aunque aquélla sea frecuente desde 1413, y éstas desde 1450 y 1472 (Ag.). En los demás romances el problema se presenta más turbio y complicado.

El francés saie, como nombre de un vestido, sólo se encuentra desde Rabelais, y cosa notabilísima, es comúnmente masculino (sobre todo en los siglos XVI y XVII); se aplica por lo general al sagum militar de los romanos como término arqueológico; este detalle lo habría de hacer sospechoso inmediatamente, mientras que los romanistas, con extraña superficialidad, obcecados por la mayor regularidad aparente del tratamiento fonético francés, se han empeñado en buscar en Francia el origen de las demás formas romances: así M-L. (ZRPh. XXV, 354-5; REW 7515), Gamillscheg (EWFS), Bloch, Migliorini, etc. Para ello podían alegar una excusa: la existencia de un fr. ant. saie f. ‘especie de paño’, subsistente hasta hoy en picardo y valón. Puede que esta palabra sea autóctona en el Norte de Francia, y desde luego no es posible identificarla con soie STA como quería M-L., en vista de que las grafías y las rimas antiguas indican un ai primitivo: este saie desde luego es inseparable del cast. saya, y no es de creer que sea un préstamo español; pero el saie de Rabelais, masculino y nombre de un vestido, es otra cosa y lo más probable es que esté tomado del castellano, aunque más tarde se aprovechó para traducir, como término arqueológico, el lat. sagum. El propio saie femenino del francés medieval tiene mucha menor vitalidad que la voz iberorromance, cuya paternidad de ninguna manera podría atribuírsele: los primeros testimonios son de fines del S. XIII (Berte aux grands pieds, en God. VII, 283c; fabliau indicado por Tobler a M-L.), y fuera de éstos no hay más que otros dos del S. XV, ya localizados como hoy en Bélgica y Picardía. ¿Casualidad o descuido de God. esta escasez? No es verosímil, puesto que éste es muy diligente cuando de voces o acs. anticuadas se trata. El cotejo con las fuentes inglesas y bajo-latinas, que tantas veces nos permite completar y rectificar los datos referentes al Norte de Francia, confirma por el contrario esta impresión de una palabra que nunca fué de uso general. No puedo localizar todos los datos de Du C., aunque desde luego se nota que la mayor parte se refieren a España, a Italia y alguno al Sur de Francia; que saia esté en el sajón Hugo de San Víctor († 1140) no nos ilustra mucho, pues no sabemos si este dato no romance supone una fuente francesa, provenzal o italiana; en inglés sav es «a cloth of fine texture resembling silk» y ya aparece una vez en 1297 y con frecuencia desde el S. XV, aunque es verdad que hay otro dato de saya «woollen material» en un texto inglés en bajo latín de h. 1299 (Baxter-J.).

En total, en el Norte de Francia el vocablo es bastante más tardío, y siempre fué mucho menos general que en la Península Ibérica. Quizá tuviera un poco más de vitalidad en el Sur, donde tenemos 5 testimonios medievales, muchos dada la escasez de los diccionarios correspondientes (y todavía deberían agregarse los de Du C.): los más antiguos se remontan hasta fines del S. XII (Raimon de Miraval, Peire Raimon de Tolosa). Las formas occitanas, igual que las hispánicas, postulan una base *SAGIA: es bien clara en este sentido la rima saja : assaja de Paulet de Marselha (S. XIII), y de igual manera deberemos interpretar la grafía saga de la Regla de San Benezech (sabido es que tales grafías ga = ja son frecuentes), y el diminutivo sagelh en Guilhem d’Autpol (voz aislada); saya en los docs. de Carcasona es en rigor equívoco; y sólo quedan las formas de Miraval y de Peire Ramon, en las cuales la rima revela una pronunciación sáya (rima con gaia, veraia, esmaia y los subjuntivos plaia y traia en el primero, Studj Romanzi III, 134; con playa ‘herida’, savaya y el subjuntivo desplaya en el segundo, ed. Cavaliere II, 40): pero estos trovadores, como muestran las rimas citadas, escriben o imitan el dialecto lemosín, donde, como es sabido, -AGIA da -áya. Las formas modernas no nos ayudan, pues son préstamos evidentes, como revelan la -i- y el género masculino del prov. saio (Mistral), y la -ou átona del bearnés y bigordano sàyou «sayon, blouse plus courte que la sayòlo»; en cuanto al femenino anticuado sàyo y el diminutivo sayòlo empleados en el Lavedán (Palay), podrían ser autóctonos o bien aragonesismos, como se quiera, pero desde luego tienen poco interés para la vitalidad del vocablo en Francia, dada su íntima proximidad a la frontera española. En una palabra, así en el Sur como en el Norte de Francia nuestro vocablo está anticuado, y siempre tuvo menor vitalidad que en la Península Ibérica.

¿Y en it.? Ahí abundan los testimonios literarios de saia «specie di panno lano sottile e leggiero» y de saio «vestito del busto co’ quarti lunghi, a uso degli uomini», ambos desde princ. S. XVI, y hoy anticuado el último; de saia hay algunos que podrían ser anteriores (Novellino; Bandi Fiorentini) y uno es de med. S. XIV (Fazio degli Uberti); aunque falta en otras fuentes (Monaci, Mussafia, Petrarca, Edler), hay algún testimonio medieval italiano en Du C., y una docena de los SS. XIII y XIV en los documentos emilianos extractados por Sella. Sin embargo, ni SAGA ni *SAGIA podían dar saia en italiano: el resultado de este último habría sido saggia en Toscana y saza en el Norte de Italia. ¿Será préstamo de la zona Lacio-Campania-Calabria-Sicilia, donde el resultado saia de *SAGIA sería normal? Quizá, pero los datos localizados señalan todos hacia Emilia o Toscana. Luego más bien podría tratarse de un préstamo galorromance, quizá reforzado en el S. XVI por la influencia española (al menos en cuanto al masculino saio, inexistente en Francia), a no ser que estemos ante un préstamo tardío del bajo griego.

En resumidas cuentas está fuera de cuestión el mirar el cast. y port. saya como préstamos de otros romances, según hacen todos los romanistas1. Como saya no puede venir de SAGUM o el plural SAGA, según la fonética iberorromance, se impone postular una base *SAGIA, cuya existencia en latín vulgar está confirmada por lenguas vecinas a la Romania: por una parte el neogriego σάƔια «panno sottile» (pron. sáya, y V. el trabajo de G. Meyer, Lat. Lehnworte im Ngr., 57), y por la otra el grupo céltico formado por el irl. ant. sái «tunica», el galés sae «say, stuff so called» y el bretón saé «habit, robe»: es palabra muy antigua en irlandés, ya documentada en las glosas de Würzburg, y la i irlandesa prueba inequívocamente que hay que partir de un antiguo *SAJA (o *SAGIA) y no de SAGUM o SAGA; los hechos célticos están algo embrollados, pues el género masculino y el significado de la forma galesa podrían indicar un préstamo inglés, mientras que el género femenino y el significado de la palabra bretona revelan contacto íntimo con las formas romances; como por otra parte la s- conservada del bretón y del galés no podría compaginarse con una vieja voz hereditaria, lo más razonable es concluir con Pedersen (Vgl. Gramm. d. kelt. Spr. I, 216), que en todo el céltico insular se trata de un préstamo muy antiguo procedente del b. lat. *SAJA (yo diría más bien latín vulgar *SAGIA)2. Es decir, aunque el latino Varrón y los griegos Polibio y Apiano estén contestes en afirmar que SAGUM y σάƔος son voces tomadas del galo, hubo de tratarse de una palabra del céltico continental, que no dejó descendencia directa en las islas; quizá no carezca de interés el que Apiano (140 d. C.) refiera el vocablo repetidamente a los celtiberos (en la página 43 afirma categóricamente ƆνεπορπƲσατο σάƔον կβƓρικNjς), lo que coincide notablemente con su vitalidad principal en iberorromance.

Falta explicar la sustitución de la forma latina documentada SAGUM por la postulada unánimemente por las lenguas modernas, *SAGIA. Hay tres posibilidades. Puede tratarse de un derivado céltico *SAGէA, perfectamente posible, puesto que los sufijos -yo, -ya, son tan vivaces en céltico como en todas las lenguas indoeuropeas: esto coincidiría con el dato de Apiano, en cuanto así podríamos admitir una continuidad de uso en España, desde los celtiberos hasta la actualidad. O bien un derivado latino adjetivo *SAGĔA, que primero designaría el paño propio para hacer «sagos». Finalmente el vocablo pudo venir del griego (donde quizá sería herencia galática): en Grecia es palabra documentada abundantemente desde Polibio, y por lo tanto cuesta creer que llegara por conducto del latín. Sea como quiera mostró evidente vitalidad en este país, al formar un derivado de tipo diminutivo σαƔίον «robe», muy frecuente desde el S. IV (Sócrates el Escolástico) y el VI (Juan Mosco, Mauricio, Ephraem, Zacarías)3. Tratándose de nombres de ropas y vestidos siempre propensos a la emigración, no tendría nada de extraño que el plural griego σαƔία, aun cuando fuese voz céltica, pasara desde el griego al latín vulgar volviendo así a Occidente (comp. el caso de JERGA y variantes).

DERIV.

Sayal [S. XIII, Aranceles Santanderinos, y otros ejs. en A. Castro, RFE XIII, 127-8; «saial de lana grossera: sagum» Nebr.]; sayalero [Nebr.]; sayalería; sayalesco; sayalete; ensayalar [Nebr.]. Sayete. Sayo [h. 1400, V. arriba]. Sayuela; sayuelo. Préstamos modernos del latín: sago; ságula.

1 Exceptúo solamente a Coelho (Questões, p. 294), quien suponía ya la base *SAGĔA; y Cornu (GGr., § 218), quien dudaba entre esto y una evolución autóctona de SAGA, comparable a Coïmbra, rumiar, lidiar; pero esto no puede ser, y no hay comparación posible con estos casos, donde no hay y de G, sino pérdida de la G junto a I átona, que es otra cosa.―

2 Por falta de información ven las cosas en forma algo diferente Thurneysen, Keltorom., 77-78, y Diez, Wb., 280.―

3 Véanse los testimonios en el dicc. de Sophoclês y en el de Estienne; agréguense otros en el CGL, s. v. lodix. El acento antiguo parece ser σαƔίον (según el escolio citado por Estienne). Otros escriben σάƔιον, acentuación que hoy ha predominado y que ya está (σάƔιν) en el Chronicon Paschale. Ambas acentuaciones son posibles, según el sistema de acentuación del diminutivo griego, aunque σάƔιον corresponde al tipo más general cuando la sílaba precedente es breve, como parece serlo en este caso, pero hay también ejemplos del otro. (V. ejs. abundantes de ambas acentuaciones en la monografía de Walter Petersen, Greek Diminutives in -ιον, Weimar, 1910, pp. 10-14).