ROSTRO, del lat. RĶSTRUM ‘pico’, ‘hocico’; esto, y también ‘labio’, ‘boca’, es lo que todavía significa en el castellano medieval, pero pronto se extiende del sentido de ‘boca’ al de ‘cara, faz’.
1.ª doc.: Cid.
Pero en toda la Edad Media el castellano rostro conserva aún su valor etimológico de ‘pico’ u ‘hocico puntiagudo’: «comerlos an serpientes e los escorpiones / … / meterlis an los rostros fasta los corazones» Signos, 39c, «quando bien mi rostro afilo, / pensando en vuestra carrera, / fallo qu’es tener dentera / de quantas cossas compylo» Villasandino (Canc. de Baena, 258.73). Otras veces se trata del hocico de varios animales: «como mula camurzia aguza rostros e dientes», «dióle la puerca del rosto, echóle en el cauçe» (forma disimilada, como en port.) J. Ruiz 395c, 778c, «omne qui pennora e mata la pendra, deve aver el cuero conplido con los rostros e con todas las 4 unglas e las orellas e la cola» Fueros de Aragón 29.1 («con el rostro» en Vidal Mayor). Así ya en el Cid: «el león el rostro fincó» 2299. Cuando llega a aplicarse al hombre, vale ‘jeta, boca’ pero con carácter muy peyorativo, así la Serrana monstruosa tiene «boca de alano e los rrostros muy gordos» J. Ruiz 1014a, «quando era sannoso mostrava muy fea cara, ca saliél la espuma por los rostros et agua por las narizes» 1.ª Crón. Gral., 119b46. Véase además Cej. V, § 55; y Refranes aragoneses del S. XIV (RFE XIII, 365). Los moriscos en el S. XVI conservaban todavía este significado en lo fundamental, pues en el Recontamiento de Alixandre tiene el valor de ‘labio’ (RH LXXVII, 608).
El tránsito del significado antiguo hasta el moderno duró siglos, pues como hemos visto ya apuntaba en latín, y así no es de extrañar que ya lo encontremos alguna vez en el S. XIII, como cuando Apolonio airado pega a su hija «óvole huna ferida en el rostro a dar» (Apol., 528c); frases como de rostros ‘de cara’ (Berceo, Mil., 887c), de rostro (Zifar, 60.27), facilitaban el cambio de significado. Pero es probable que en casos como éstos se pensase todavía más bien en la boca, o a lo sumo en toda la parte prominente de la cara, comprendiendo boca, nariz y ojos, tal como se ve claro en los Castigos de D. Sancho (S. XIV): «non quieras seer atal como el cavallo... en que Dios no puso entendimiento... por eso puso N. S. Dios el rostro de la cara del omne, que catase con los ojos arriba contra el cielo»; V. Vignau (RABM 1875, 275) comentando este pasaje asegura que en ciertas provincias de España se dice todavía rostro por ‘boca’ y rostros por ‘labios’, de lo cual no tengo otra noticia. Sea como quiera, en la lengua común rostro es ya sólo la faz en el S. XV (así APal. 57b, 123d, 151d), pues aunque Covarr. sigue refiriéndose a la ac. primitiva, lo hace por latinismo; en el Siglo de Oro, no sólo se ha olvidado el significado etimológico, sino que rostro se ha convertido en una palabra noble, según muestra su frecuente empleo por poeta de gusto tan exigente como Góngora. El lat. ROSTRUM se ha conservado, además del cast., únicamente en port. (rosto ‘cara’, rostro y rosto son igualmente frecuentes en las Ctgs.) y en rumano (rost, ant. ‘boca’, hoy acs. figuradas); el cat. rostre es castellanismo reciente, sólo usual en el lenguaje literario, pero ajeno del todo a la lengua hablada.
DERIV.
Rostrillo. Arrostrar [h. 1580, Fr. Luis de León, Fr. L. de Granada, Sta. Teresa; Cuervo, Dicc. I, 660-71; falta APal., Nebr.]. Deriva de la locución antigua parar a rostro de alguien, sinónima de ‘poner frente a otro’: «et non nos parar sobre él señor arrostro» ‘que no meta en él señor que se oponga’ copiada por Sarm. de un doc. de 1466 de Pontevedra (CaG. 86v). Derrostrarse [«desrostrar: desvisager, arracher la face à qn., gaster le visage, deffigurer; -ado… qui a la face gastee et deschiree» Oudin, 1607]. Enrostrar [Acad. 1936, no 1884]. Sorrostrada [Berceo; comp. De Lollis, St. di Filol. Rom. VIII, 379-80]. Cultismos. Rostrado. Rostral. Rostrata. Y vid. REZÓN.
CPT.
Rostritorcido; rostrituerto.
1 P. ej. Plauto, Men. 89; Petronio 75, 10; Frontón, p. 102 N.; Quirón, 84 y 562. ↩