ROMANO, del lat. ROMANUS ‘perteneciente a Roma’.
1.ª doc.: Berceo.
DERIV.
Romanato [Acad. 1925, no 1884] o romanata (Acad. 1925). Andar o ir de romanía ‘de capa caída’ [h. 1540, Juan de Valdés], quizá por la decadencia extrema del Imperio Bizantino, llamado Romanía, a fines de la Edad Media1. Romanilla venez. Romanillo. Romanina [Acad. 1843, no 1817]. Romanista [Acad. 1884, no 1843]; romanismo. Romanizar [Acad. 1925, no 1884]; romanización. Romance [Cid; íd., romance, roman(z), Berceo; romance APal. 78d, 307b; «romance, lengua romana: sermo romanus; r., cantar: carmen heroicum» Nebr.; para la historia semántica, vid. L. Pfandl, Das sp. Wort r., en Investig. Lingüísticas, Méjico II, cuad. 3-4; «en pl., vale bachillerías, excusas o astucias: y assí se dice que alguno tiene o gasta muchos romances» Aut.; la ac. ‘novela’ y especialmente ‘historia de amor’, corriente en América, aun en la Arg. (ya en Sarmiento, Facundo, ed. Losada, pp. 162-3), es anglicismo grosero e inadmisible], del lat. ROMANէCୱ, adverbio aplicado al habla de los romanos, y posteriormente al lenguaje hablado de las naciones romanizadas; romançar ant. [Berceo, S. Or., 2; G. de Segovia, p. 80; Nebr.: «in sermonem romanum verto»; ejs. del S. XVI en Aut.; Oudin], después cambiado en romancear [Aut.]2 o arromanzar [princ. S. XVII, DHist.]; romanceador; romancero [Cervantes; obras de ese título ya en el S. XVI], romanceresco, romancerista; romancillo; romancista [princ. S. XVII, Aut.].
Romántico [Bretón de los Herreros, med. S. XIX, en Pagés; Acad. 1884, no 1843], del fr. romantique, primero ‘novelesco’ [1694], y éste probablemente tomado del ingl. romantic [1628, NED; ej. anterior en A. N. Stunz, Literary Supplement de The Times, 8-IV-1939, p. 204], derivado del anglofrancés romant, variante del fr. roman ‘novela’, ‘historia novelesca en verso’, que es la forma tomada en francés por el lat. ROMANICE; del inglés pasó al alem. romantisch, aplicado en el S. XVIII a ciertas tendencias literarias opuestas a las clásicas, del alem. se trasmitió esta ac. al fr. [1810], y de ahí al cast.; romanticismo. Románico [Acad. 1925, no 1884], tomado del lat. romanĭcus ‘romano’, con trasfusión de los sentidos arquitectónicos y filológicos que había tomado el fr. roman en el S. XIX. Romanza [Acad. 1884, no 1843], tomado del it. romanza.
Romero ‘peregrino’, tomado por vía semiculta del b. lat. romaeus y éste del gr. ǦωμαƗος propiamente ‘romano’, aplicado en el Imperio de Oriente a los occidentales que lo cruzaban en peregrinación a Tierra Santa, etimología de Rajna, demostrada satisfactoriamente por Spitzer (ZRPh. LVI, 644-5); la aplicación a los peregrinos de Santiago o de Roma es de fecha posterior. Aebischer, ZRPh. LXIV, 371-80, indica que el tipo romeo, aun siendo helenismo, pudo emplearse desde buen principio en Italia, por influjo del griego de la Magna Grecia: romaeus aparece en textos muy antiguos empleado en Roma misma y en Nápoles en combinaciones como ripa romaea, Sancta Maria romea, etc.; después se restringió al sentido de ‘peregrino que va a Roma’. En cast. el vocablo aparece primeramente en la forma romeo [1155, F. de Avilés, lín. 94; Berceo, Mil., 17, 616, 708b, 198b, 204c. Romeo 1143, 1215, en documentos navarros como nombre; vco. erromes ‘peregrino’ y ‘pobre, mendigo’: ya aparece Errumessa aplicado a un clérigo en doc. de 1243, Michelena, FoLiVa. I, 45], raramente en la forma popular romío [doc. leonés de 1213, Staaff 7.25; Fuero de Oviedo de 1295, en el pasaje correspondiente al de Avilés], posteriormente romero (por un cambio de sufijo como en galea > galera, trinchea > trinchera) [h. 1295, 1.ª Crón. Gral. 649a6; J. Ruiz, y en mss. tardíos de Berceo; Nebr.; comp. Cej. V, § 130]3, gall.-port. mod. romeiro, pero ant. romeu («foi romeu a Jherusalen», Ctgs. 5.22, etc.); el femenino es romía en gall. ant. (romỹa, Ctgs. 278.20, que quizá se nasalizaba paralelamente a mia > minha) y en cat. (hoy desusado aquí). Romería [h. 1200, Auto de los R. Magos, v. 77; Berceo, Mil., 2a, 887d, 891b; en este derivado la -r- se introdujo antes que en el primitivo, a causa de la suma rareza de una terminación -eía; comp. oc. ant. romaria, RF XLIV, 403, y cat. ant. romeria, ya en las Homilías de Organyá, en Lulio, etc., a pesar de oc. romieu, cat. romeu]; romeriego; romeraje (Tamorlán, y otros textos en vocab. a la ed. de Sta. M.ª Egipc. de M. Alvar, M. 1972): en éste, como en romeatge, que aparece en Sta. M.ª Egipc. v. 274 y en el port. romagem f., gall. romaxe ‘peregrinación’ (Castelao 120.6) ―éstos con reducción fonética igual a la de vendima < -imia― tenemos un préstamo compostelano procedente de oc. ant. (y cat.) romiatge.
1 Sólo conozco dos testimonios, el de Juan de Valdés, donde andar de r. valdría «ir de golpe, caer por sorpresa» según Fcha. (no puedo comprobarlo por no estar a mi alcance esta obra), y uno de Quevedo con la otra ac.: «el bribón, que vió que esto iba de capa caída, y que iban de romanía, y que el mozuelo traía la soga arrastrando...» Cuento de Cuentos, Cl. C., p. 187. «Caer de romanía es quando las velas caen de golpe» G. de Palacio, fº 153vº. Falta en Oudin, Covarr. y Aut., y Acad. no lo admitió al principio más que en la ac. ‘de capa caída’ (ya 1884, no 1843). Morfológicamente parece imposible derivar de romanear (derivado de romana), como quisiera la Acad.― ↩
2 De la ac. arriba citada romances ‘necedades, pequeñeces’ viene el chil. romancear «vagar cerca de un punto al aguaite de la oportunidad para hacer algo vedado» (G. Maturana, AUCh. XCII, iii, p. 52, y glos.); cat. romancejar ‘entretenerse, perder el tiempo’, romancer ‘roncero, que pierde el tiempo’.― ↩
3 La etimología de Brüch (ZRPh. LVI, 53-55; LVIII, 343-7) *ROMI-MEUS, de Roma y meare ‘ir’, es imposible en un vocablo de formación medieval y relativamente tardía, pues meare es ajeno al latín vulgar y al romance; sus argumentos contra la etimología tradicional, en la forma que le dió Spitzer, carecen de todo valor. ↩