PRINGAR, en port. pingar ‘gotear’ y ‘pringar’, leon. pingar ‘colgar, estar pendiente’, probablemente del lat. vg. *PENDICARE, derivado de PENDREcolgar’; el sustantivo derivado pingue o pingo ‘gota de grasa’ muestra que hubo una confusión de aquel verbo con el lat. PINGUEgrasa’; en cuanto a la r castellana, su explicación es incierta, pero lo más probable es que pingue se cambiara primero en *pingre por analogía del sinónimo mugre, y que luego pasara aquél a pringue por metátesis.

1.ª doc.: 1420.

En un memorial en verso (fechado en este año por Sánchez Cantón, RFE VI, 393) se lee «señora mya ensalçada, / alta Reyna y poderosa, /... /yo vos obe enviada / una sinple petición, / non fuestes della pringada». El sentido general es indudable, pues esta petición va precedida de otra, que hubo que repetir, evidentemente porque la primera, en que se solicitaba un regalo, no dió fruto; menos clara está la aplicación de este verbo con tal significado: se trata evidentemente de ‘afectar’, sea a base de la idea de ‘torturar’ (> ‘inquietar’) o a base de ‘untar, embadurnar’, de donde figuradamente ‘afectar’ (‘untar’ viene a ser como ‘tocar levemente, rozar’). No tengo otros datos medievales, pero pringue ya está en Nebr.: «pringue de torrezno: cadula» (se trata de una voz del bajo latín, cadula, -orum, que Juan de Janua traduce «guttae quae cadunt ex pingui carne quum assatur, vel etiam ex cereo», y el glosario del Escorial; «destellos que caen de la carne quando la assan»). «Pringue: grasso», C. de las Casas (1570); «pringue de torrezno: barrows grease, larde of bakon», Percivale (1591); «pringue: graisse comme celle qui dégoutte du rost qui est à la broche; chorrear la pringue: degouter la graisse du rosti», Oudin; «lo que destila de sí el torrezno quando se assa», Covarr.; «la grassa, substancia o xugo, que se sale del tocino u otra cosa crassa, aplicada al fuego», Aut., con cita de ej. de Ponce de León (1605): «estas vacas gordas las pongan en assadores y en ollas donde se les saque la pringue y la grossura»; y luego «por extensión se llama la suciedad, grassa o porquería, que se pega a la ropa u otra cosa», como en Quevedo: «a las rosas /... / con asquerosos pringues las untaban». Este sentido de ‘grasa sucia’ es quizá el más frecuente hoy en día; Cuervo (Ap., § 584) nos informa de que en Bogotá dicen me saltó un pringue en la mano por ‘una gota o chispa de pringue’.

En cuanto al verbo pringar, en lo fundamental significa «lardar lo que se assa» (Covarrubias, el cual cita el proverbio aun no assamos, ya empringamos), «degouter la graisse du rosty, flamber avec du lard le rosty qui n’est pas lardé [así en el proverbio citado], pringada rostie de pain arrosée de la graisse qui tombe du rosty dans la lechefritte» (Oudin), «manchar con pringue» y «untar con pringue alguna cosa» según Aut., y así leemos en el Lazarillo «ya que la longaniza había pringado, y comídose las pringadas» (comp. Fcha.).

Pero además de este sentido primitivo había otro, frecuentísimo, del cual tenemos documentación muy abundante gracias a las notas de M. Herrero García (RFE XII, 36-42, 296-7): el pasaje más antiguo está también en el Lazarillo y hay muchos ejs. en el teatro clásico hasta muy adelantado el S. XVII (agréguese Quiñones de B., NBAE XVIII, 635, y el de Lope que doy s. v. respingo). De ellos resulta tratarse de un castigo aplicado principalmente a los esclavos negros y moros, consistente en azotarlos y luego echarles, sobre las llagas de los azotes, tocino ardiendo al calor de una hacha o antorcha; aunque el tocino era la materia comúnmente usada, también se podía pringar con manteca, y en el Extremo Oriente se empleaba con este fin el lacre, como nos relata FernƟo Mendes Pinto h. 1540 (cita de Vieira, s. v. pingo); además es posible que la intervención de la antorcha se redujera al principio a echar sobre las heridas las gotas de resina líquida que la antorcha soltaba, como al parecer sugiere el otro pasaje de Mendes Pinto citado por Gonçalves Viana (Apost. II, 272), pues los diccionarios portugueses, desde Moraes, mencionan la resina como ingrediente principal de la pringa. Cf. Gillet, HispR. XXVI, 289.

El port. pingar designa precisamente la misma especie de inhumano tormento que acabo de describir; ya aparece h. 1500 en el Cancionero de Resende: «Oo perra de Maniconguo /... / h?a posta de toucinho / t’ey de guastar nesse lombo», a lo que replica la negra: «vos a mym querê pinguar /... / mym nom medo no toussinho!» (Leite de V., RH LXXXI, i, 243); y así lo confirman Bluteau, Moraes y Vieira, con ejs. de pingar desde med. S. XVI.

Por otra parte, el mismo verbo port. pingar era y es también ‘gotear, echar gotas’ y en particular se aplica a las que suelta la antorcha, según muestra este pasaje de Garcia de Resende (h. 1500): «debaixo de cada castiçal bacios muyto grandes, em que as tochas pingavão por nƟo pingarem sobre a gente» (más por extenso en Vieira). No hay duda de que esta variante sin -r- es antigua y no una alteración, pues también existió en leonés, y así la emplea el extremeño Sánchez de Badajoz aplicándola al horrible castigo: «suéltame, negra mandinga, / suelta... són her t’e pingar» (Recopil. I, 135): no puede caber duda tratándose de una negra de que el sentido es ‘suéltame, si no te haré someter al castigo de la pringa’1.

Ahora bien, en PENDER he estudiado el port. y leon. pingar como continuación del lat. vg. *PENDICAREcolgar, estar pendiente’, y además de demostrar que tal etimología no presenta dificultad fonética, he indicado allí que de la ac. ‘colgar’, hoy bien viva en la prov. de León y comprobada por pingajo ‘colgajo, harapo’ [Aut.] y pinganillo ‘carámbano’ [1605, Pícara Justina], se pasó a ‘colgar como una gota’ y ‘gotear’ (y por otra parte se llegó a ‘ser pendiente, ser puntiagudo’, en el and. píngano, cast. pingorota ‘montaña aguda’). Así nada tiene de extraño el que pinga y pingo signifiquen ‘gota’ y pingar ‘lloviznar’ en portugués y en muchas hablas portuguesas.

Ya es más notable que con tanta persistencia esta gota sea de grasa, y que otras veces el vocablo designe precisamente la grasa en sí, sea o no en forma de gotas. Éste es, en efecto, el sentido del cast. pringue. Pero también hay mucho de esto en los romances occidentales: el port. pingo es simplemente «banha de porco derretida» (Fig.), el gall. pringo «pringue, grasa; suciedad» (Vall.), cast. de Galicia pingo «grasa de cerdo derretida que se emplea para freír manjares, untar pieles y otros usos» (BRAE XIV, 129), sanabr. pingu ‘grasa de cerdo’ (Krüger, Dial. de S. Cipr.), ast. occid. pingo ‘grasa de cerdo derretida: manteca’ (Acevedo-F.), Astorga pingada «lamparón, mancha de aceite, cera u otra sustancia grasienta» (A. Garrote), berc. pingar ‘caerse la pringue al comer’ (G. Rey). Está claro que todo esto tiene que ver con pingar ‘gotear’, como probaron Spitzer (RFE XIV, 251-2) y Krüger (AILC IV, 86-87), en lo cual coinciden estos autores, que por lo demás discrepan en la etimología (*PENDICARE Spitzer, con razón indudable; onomatopéyica, Krüger, muy difícil de aceptar, según indiqué en el artículo citado). Pero me cuesta creer, con ellos, que el sentido de ‘grasa’ se desarrollara espontáneamente desde el de ‘gota’. Me parece claro que ahí ha actuado el influjo de pingüe ‘gordo’, que en portugués es pingue sin diéresis. Sin embargo, esta aportación puede ser secundaria, y rechazo decididamente la opinión de Covarr., Diez (Wb., 478) y Baist (GGr., § 56) de derivar simplemente pringue y su familia del lat. PէNGUIS, aunque todavía la acepten con vacilaciones M-L. (REW 6513, comp. 6384) y otros, entre ellos últimamente Lecoy2. Está claro, después de lo expuesto, que pringar es inseparable de pinga, pingar, cuya variedad de significaciones me parece descartar el étimo PINGUIS como punto de partida inicial de todo. Sería forzadísimo suponer que de ‘grasa’, pasando por ‘gota de grasa’ y luego ‘gota’ y ‘gotear’ se pudiera llegar a ‘estar pendiente’ y luego ‘ser puntiagudo’. Pero aun admitiendo esta explicación acomodaticia, quedarían las dificultades fonéticas. Sin decir nada de la i frente a la է de PINGUIS, faltaría explicar la r, que ya no es lícito contentarse con declarar ‘anorgánica’, como podía serlo en tiempo de Diez, ni comparar con la de bruñuelo (como hace Spitzer), puesto que ahí hay repercusión de la líquida (igual cabe decir de los ejs. citados por Baist), ni declarar vagamente «refuerzo articulatorio» como hace Krüger3.

Está a la vista de todo lingüista que no esté obsesionado por un prejuicio etimológico, que esta familia de vocablos, de sentidos tan diversos, y de doble forma (ping- y pring-), inexplicable por la fonética histórica, han debido embrollarla factores de perturbación: el duende en etimología es la contaminación o cruce, y ahí han debido actuar un duende semántico (el influjo secundario de pingüe) y otro fonético: éste es el cruce del postverbal pingo o pinga o pingüe4 con el sinónimo o casi-sinónimo mugre ‘suciedad’. Pringue y mugre son inseparables para toda conciencia lingüística española: ambos tienen los dos géneros5 y ambos indican suciedad, grasienta muchas veces en el caso de mugre y siempre en el de pringue. La prueba del cruce nos la proporciona el gallego, donde, según Vall., se opone pinga y pingo ‘gota’, ‘guiñapo’ (es decir las acs. explicables por *PENDICARE) a pringo ‘pringue, grasa’ y ‘suciedad’: dicho de otro modo, en seguida que el postverbal de pingar cayó bajo el influjo de PINGUIS haciéndose ‘gota de grasa’, rebotó a las manos del nuevo sinónimo mugre y éste lo convirtió en *pingre. Que en una combinación de este tipo era fatal en castellano la metátesis de la r, nos lo muestran docenas de ejemplos como pretil < petril, apretar < apetrar, prenda < pendra, etc.6.

Es errónea la etimología de GdDD 5039, a base de una inverosímil base lat. *PINGUEN, lo cual apenas hace falta rechazar.

DERIV.

Pringado. Pringón. Pringoso [Acad. ya 1832]. Pringote. Pringue [Nebr., V. arriba]. Empringar ‘untar’ [h. 1539, A. de Guevara (Nougué, BHisp. LXVI); 1630, Lazarillo de Luna, Rivad. III, 113].

Del lat. pinguis ‘gordo’ por vía culta viene el cast. pingüe [princ. S. XVII, Villamediana, Aut.]; pinguosidad; pingüedinoso.

CPT.

Pringamoza.

Paquidermo [Acad. falta aún 1822] tomado del gr. παχύƌερμος ‘de piel gruesa’, compuesto de παχύς ‘grueso’ (quizá emparentado con el lat. pinguis) y ƌέρμα ‘piel’.

1 Es arbitraria la traducción ‘ahorcar’ de Cej., Voc. La aplicación casi constante a negros está comprobada no sólo por los muchos ejs. de Herrero García y los que arriba he citado, sino también por el de Lope aducido por G. Viana (donde se trata de mulata), y éste de Góngora en que dialogan dos negras en su media lengua «C.: ¡Ai Jesú, como sà [‘estoy’] mu trista ! / J.: ¿Que tiene pringa, señora?» (mal puntuado por Foulché I, 311), es decir, ‘¿ha sido pringada?’. Pringa es sustantivo postverbal ‘acción y efecto de pringar’.―

2 Rom. LXVIII, 8-9, parte de un *PINGUէNEM debido a un cruce de PINGUE con UNGUENgrasa’, comp. sardo «ispinginare von Fett triefen». Aun si esta voz sarda, que es la clave de bóveda de todo, tuviese realmente esta etimología, esto sería el paradigma y compendio de la etimología construída temerariamente, pues el tal UNGUEN, muy raro ya en latín, no ha dejado descendencia romance. Pero esta voz sarda, que Lecoy saca del REW, falta en Spano, en las Nuove Postule de Salvioni (que allí cita M-L., REW1), y en las varias obras de Wagner (rectificaciones al REW en ASNSL CXXXV; Hist. Gramm.; Studien über den Sardischen Sprachschatz, s. v. schwitzeri), y sólo logro comprobarla en Martelli: «ispinghinare: sudare a goccioloni». Ahora bien esto no tendrá que ver con PINGUIS, puesto que G da b en sardo. Parecería razonable derivar de ispinghere ‘apagar’ (= it. spegnere), a base de la idea de ‘liquidar, disolver’, pero en realidad ispinghere significa ‘empujar’, según Wagner, quien (RF LXIX, 250-2) confirma la falsedad del aspecto morfológico de la etimología de Lecoy, pero indica que ispinghinare, voz existente en el N. del Logudoro, es derivado del log. pingu ‘gordura’ = it. pingue. En conclusión, venga de donde venga la palabra sarda no nos guía para el origen de pringue.―

3 En otro tiempo, para explicar pringue a base de PINGUIS, había yo pensado en derivarlo de pringar, pringoso, y éstos a su vez de *pingorar, *pingoroso, derivados de un abstracto *PINGUORgrasa’. Pero este derivado hipotético no tiene verosimilitud, y de ninguna manera puede apoyarlo el murc. pringor «lo que hace que dos cosas se peguen o se manchen», aunque ya lo empleara Huarte (1575); toda la combinación resulta, además, forzada. Desde luego no sería aceptable partir de un *PINGUOR en nominativo por las razones dadas a propósito de mugre. Esto sería menos extraño en Francia, donde el nominativo se conservaba en la Edad Media, y así y todo seguramente tiene razón Wartburg (FEW II, 102b) al negarse a explicar el valón y pic. ant. chau(r)re ‘calor’ por CALOR y partir de un postverbal de CALORARE.―

4 Ya Spitzer observó que esta variedad de formas del sustantivo indica un origen postverbal. En efecto Oudin anota también pringa como sinónimo de pringue «graisse qui dégoutte».―

5 Para pringue V. los datos de Aut. reproducidos arriba. Por otra parte es masculino en Colombia, Chile (Román), Cespedosa (RFE XV, 159), etc.―

6 Me inclino a creer que no tiene nada en común con el nuestro el angevino pingres «jeu d’osselets», que Rabelais (IV, cap. 14, p. 73) cita como nombre de un juego de señoritas (Sainéan, La L. de Rab. I, 290).