PRESEA, ‘alhaja, objeto precioso’, antiguamente ‘ajuar, moblaje’, del lat. PRAESէDէA, plural de PRAESէDէUMprotección’, ‘guarda, escolta’, ‘garantía’, que en el bajo latín tomó el sentido de ‘bien puesto por un señor bajo la custodia de un vasallo’.

1.ª doc.: preseia, doc. leonés de 1029.

Donde significa ‘ajuar’. Encontró esta etimología R. Lapesa, RFE XXIII, 306, dando además ejs. arcaicos de otro doc. leonés de 1035, de las Partidas y de la Crónica General. Es plenamente satisfactoria. El asturiano, como siempre arcaico, conserva además el singular latino, y con el sentido medieval casi intacto: «preseu m.: cualquier instrumento de los que forman el apero de la labranza» (V), «los útiles de cualquier oficio y esp. los del labrador», «bien preseiau: con los preseos necesarios» (R)1. Lo mismo que ALHAJA, pasó presea de ‘mueble, utensilio’ a ‘joya, cosa preciosa’.

Para llegar desde el sentido latino al romance remite Lapesa oportunamente al uso medieval latino documentado por Du C., e indica como paralelos semánticos ayuda ‘ingresos suplementarios’ (ayuda de costas, etc.), y las defensas del enfermo ‘recursos del organismo’; abundando en el sentido; de Lapesa se puede notar que en los varios matices del lat. cl. PRAESէDէUM había varios que podían servir de punto de partida, además del básico de ‘defensa, amparo’ que él parece enfocar sobre todo; es probable que hubiera confluencia desde varias direcciones: quizá el más común era el de ‘guarnición militar’, lo cual nos recuerda las guarniciones o arreos de las caballerías, y el fr. ant gar(ne)ment, ingl. garment, ‘equipo’, ‘vestimenta’, ‘prenda de vestir’; Plinio emplea praesidium en el sentido de ‘remedio, preservativo’, que tampoco sería mala base; y ante todo recordemos que es muy clásica la ac. ‘garantía’: «magnum sibi praesidium ad beatam vitam comparare» escribe Cicerón, pues todos miramos los muebles como un praesidium para la vida feliz.

Pero creo que en lo fundamental debemos partir de la ideología del feudalismo y del derecho germánico de la alta E. Media, a su vez fundado en las instituciones del Bajo Imperio: al fin y al cabo la gran mayoría de los ejs. latinos medievales allegados por Du C. figura en fórmulas merovingias y en otras fuentes tempranas de procedencia francesa, desde Gregorio de Tours. Ahora bien, explica Lampridio (S. III), en un pasaje referido por Du C., que me parece mostrar la raíz de toda la evolución, que los praesidia eran «pecuniae quae praesidii titulo ab Imperatoribus accipiebantur cum honores deferebant»2. Los bienes constaban como trasmitidos por el Emperador, y más tarde por los demás soberanos y señores de nivel inferior, a título de custodia para que el vasallo los «guardara». Esta tradición proseguía hasta muy tarde en tierras leonesas. Los abades de Sahagún y los priores de sus varias sufragáneas, al confiar sus casas y heredades a los vasallos y cultivadores que eligen, no olvidan nunca las preseas que con ellas les confían: «yo don García... abbad de san Fagund... damos a vos, Domingo..., la nuestra casa... e todas las preseas que vos Nos dexaremos en casa, cubas e todo lo ál, que así finque como vos lo damos» reza una escritura de 1245, y luego sigue la «remenbrancia de las preseas», «una mesa, un pozal, una ferrada, 4 aradros...» (Staaff 26.30, 35); en otra de 1248 es el Prior de Nogar, dependiente de Sahagún, quien da a una mujer unas casas «con ganado e con preseas e con quanto mueble y ovier» (íd. 33.18). El sentido de presea se fué ampliando y haciéndose más concreto, de manera que según advierten las Partidas, los castillos, para defenderse bien, «deven ser apercebidos de aver molinos o muelas de mano, e carbón, e leña, e todas las otras cosas, que llaman preseas, sin las que non se pueden ayudar bien de la vianda, maguer la ayan» (II, xviii, 10); Pérez Mozún entiende, y bien puede tener razón, la sal y el «olio» de que acaba de hablar el texto.

Me parece que esto nos da una buena explicación de una voz portuguesa; de etimología no indagada hasta aquí (no satisface el hipotético *APPREHENSICULUM supuesto por CortesƟo): presigo «conduto», es decir, todo lo que se come acompañando el pan, y particularmente «carne de porco; presunto; toicinho; farnel» (Fig.); es voz provincial, empleada especialmente en la primera de estas acs. en el Minho (Leite de V., Opúsc. II, 518), y hay variante apresigo, empleada muchas veces por el norteño Castelo Branco, junto con el verbo apresigar ‘comer ligeramente’, «depois de apresigado foi trabalhar»; en cierto modo podemos entender ‘después de garantido contra el hambre’, y por otra parte la idea de ‘acompañamiento’ nos recuerda que en términos militares praesidium era especialmente ‘escolta’ en la Antigüedad; y a lo mismo se pudo llegar a través de la evolución semántica que jalonan los diplomas leoneses, seguidos de las Partidas3. En lo fonético, lo mismo podemos ver en la í portuguesa un semicultismo, bien comprensible en voz de la terminología jurídica y notarial, que una de las metafonías a que es tan propenso el portugués ante -U final: sea de ello lo que quiera, es natural que presi(d)iu pasara ahí a presío y luego naciera una -g- antihiática. El verbo (a)presigar es probable que también tuviera hermanos en tierras de lengua castellana, pues en doc. de 1104 se habla de un «Monnio Didaz Manino, presidiante in Sancta Maria et in Saldania» (Vignau, Índice de los Docs. de Sahagún, n.° 1469), que bien parece ser ‘encargado de la defensa’; y esto nos recuerda un hápax de Berceo, cuando habla de una ciega que acude, en busca de curación, al amparo del cuerpo milagroso de Santo Domingo: «priso su guionage que la solié guiar, / metióse en carrera, pensó de presear, / yva al cuerpo sancto merçet li demandar» (574b); por lo común se entiende ‘ir de prisa’, invocando la variante pressear de otro ms. (muy amigo de las ss dobles, pues escribe penssó, etc.); acaso sea así, pero no se ve por qué había de crear Berceo este nuevo derivado, sin parentela en ninguna parte, cuando ya podía disponer de los usuales (a)pressurar, apressar(se). Gall. ant. preseado [‘provisto, ataviado’], preseas [‘provisiones, regalos’]4: «preseada con roupas de cama... preséas e voontades» a. 1381, Pontevedra (Sarm. CaG. 88r).

Para terminar haré referencia a la voz campidanesa «prìsia: protocollo dei notaj» recogida por Spano; M. L. Wagner la tiene por un préstamo del «español ant. prisia» (RFE IX, 228). No conozco tal palabra en cast. ant. ni moderno, aunque quizá la encontrara Wagner u otro sardista en textos españoles de aquella isla; sí parece haber habido algo de esto en cat., del cual quizá se trate: «si alguns processos, enquestes o prisies sien estats contra los dessus dits...», en doc. barcelonés del S. XV citado por Ag.; esto más bien significa ‘legajo, expediente formado contra alguno’, ac. no muy alejada de ‘protocolo’; y si ésta es la primitiva estamos en la proximidad de praesidium ‘custodia, objeto custodiado’, del cual podría ser representante semiculto esta voz catalano-sarda, aunque entonces habría que dudar de la autenticidad de la acentuación indicada por Spano, lo cual siempre es posible, tratándose, como ahí parece, de vocablos aprendidos en textos de archivo5.

1 Debió de haber bastantes más casos de supervivencia de este singular, como indico abajo, hablando de presigo. Escribió Sarm. en sus notas, luego tan difundidas (CaG. 145r), al pasar en 1745 por el Monasterio de San Pedro de Montes, en el Bierzo, a propósito de alfayas o todo género de ‘vasijas para líquidos y áridos’ que perfio y perfios significa lo mismo: más de la mitad de los datos los saca, aquellos días, de copias de escrituras que lee en el Becerro de Montes, así que la sospecha de que el copista (si no él mismo) leyera mal en lugar de perfio es harto oportuna, y aunque agrega que le han dicho que es «voz más usada en la Cabrera, y también se aplica a sacos, talegos, cestos, etc.», nos preguntamos si se lo dijo un campesino, pero es tanto o más probable que lo hiciera algún informante monástico que pudo hablar aproximadamente y de memoria. El vocablo falta, en efecto, en la monografía de La Cabrera Alta por Casado, en el Ape. a Eladio, y en los ricos glosarios bercianos y maragatos de G.ª Rey y A. Garrote. Que ante -U tengamos i, y no e, es normal según las normas metafónicas galaico-leonesas (no necesita explicación por contaminaciones o fenómenos excepcionales), además de que una i semiculta sería natural en docs. luso-leoneses de esos tiempos. Que el autor del Elucidario leyera también perfia en algún documento, para «o que podía ser de préstimo, utilidade ou proveito para alguém» no me tranquiliza, pues es sabido que el libro de Viterbo, sólo fundado en los docs., está cuajado de casos de este error de lectura (la Cronología de Lorenzo Vázquez, 1968, trae de nuevo ese perfia, pero este libro repite a cada paso los datos sacados de Viterbo). Apruebo, pues, la sospecha emitida por Pensado (pp. 125-126) de que estos dos datos documentales no sean más que una palabra fantasma, y ya no apruebo tanto que luego haya tendido a renunciar a ella, aunque no sin manifiesto y persistente titubeo, porque ―dice― «la voz continúa viva y comprobable» ¿comprobable o comprobada? No sé ver esto último. No puedo dar mucho valor a la aparición de esos perfia o perf(e)a (para colmo, en parte, acentuado, tirando a bulto, pérfia) que nos dan F. J. Rodríguez, alguna edición de Carré (que luego se arrepiente y borra o cambia) y un dato de Crespo Pozo, pues estamos hartos de ver que estos autores van copiándose unos a otros, y que todos ellos sacan palabras de Sarmiento, interpretándolas a ojo de buen cubero; y me temo que al hablar de alteración por «error de audición» o por la noción (ya anticuada y mal formada) de la «equivalencia acústica» estamos perdiendo la brújula; los malos hábitos contraídos, desde Cuveiro y F. J. Rodríguez, por los lexicógrafos comerciales gallegos, temo que sigan causando daño por mucho tiempo, pese a la sana crítica que tan atinadamente ha puesto en práctica el profesor Pensado, a manos llenas, en su libro, y que desde la 1.ª edic. del mío ha venido ya limpiando mucho esos establos de Augias. Nada aseguro en este caso concreto ―cabría que presía se cruzara con alfaya―, pero no perdamos mucho tiempo brujuleando cruces con perfidus o pergeñando monstruos con lindos asteriscos (*prefidium!). Pongamos en tales casos un gran interrogante, y exijamos datos más concretos y mejor localizados, por parte de dialectólogos armados de inexorable crítica.―

2 En la Leyenda Áurea de Vorágine, Jesucristo, hablando a Sta. Catalina, promete a los que celebren la pasión de ella, «optata praesidia promitto de coelis» (ed. Graesse, 794.32), lo que el traductor catalán coetáneo vierte por «dos (= dádivas) del cel» (241vb12).―

3 Un sinónimo de apresigo, a saber apeguilho ‘carne de puerco cocida’ y apeguilhar ‘comer moderadamente’, parece procedente de PECULIUM, y por lo tanto se combina con presea ‘bienes’.―

4 Presexa o precexa ‘cualquier recipiente’ en gallego dialectal (Barcia, al NE. de Lugo, An. Otero en el dicc. de Eladio Rdz.).―

5 Pero V. en Du. C. el lat. galicano prisia (sin duda procedente del fr. prise), que aunque de acs. bastante alejadas de la sarda, quizá no pueda separarse de este vocablo.