PLAZA, del lat. vg. *PLATTĔA (lat. PLATĔA) ‘calle ancha’, ‘plaza’, y éste del gr. πλατεƗα ‘calle ancha’, propiamente femenino de πλατύς ‘ancho’, ‘plano’.

1.ª doc.: Cid.

Tiene constantemente ç sorda en la Edad Media (J. Ruiz 752c; APal. 101d, 131d, 167d, 366d, Nebr., etc.). Es ociosa la discusión acerca de si la ç cast. podría venir de una T sencilla (que no podría), pues el adjetivo *PLATTUS (> CHATO), del cual πλατεƗα es femenino en griego, tiene ya la TT de creación expresiva en todas las lenguas romances; por lo demás todos los romances postulan de concierto la TT de *PLATTEA o cuando menos no se oponen a ella. En cast. y port. (praça) el vocablo no presenta el tratamiento radicalmente popular del grupo PL-, mas ello puede explicarse simplemente por la aparición preferente del vocablo en el uso oficial y administrativo, con el consiguiente predominio de la pronunciación de las clases elevadas en la fonética de plaza; también podría ser palabra propiamente semiculta, pues PLATEA es voz frecuente en latín clásico y medieval; para documentación latina y para la historia semántica en este idioma vid. J. Zeller, ALLG XIV, 305-10, 315-6. La ac. secundaria ‘mercado’ aparece ya en J. Ruiz y en Nebr. No es raro que tome el valor general de ‘sitio, espacio’, de donde la frase hazerse plaça ‘abrirse camino, abrirse paso’ (Gr. Conq. de Ultr., 266), o simplemente ¡plaza!, como interjección (Vz. de Guevara, La Serrana de la Vera, v. 3279).

DERIV.

Placear [‘sacar a plaza, publicar’, Leyes de Moros S. XIV o XV, Memorial Hist. Esp. V, 427ss.].

Placer m. [recuerdo haberlo encontrado en narraciones de viajes del S. XVI, pero no tengo a mano documentación anterior a Terr., h. 1780]1 o placel [Acad. ya 1817]2 tomado del cat. placer ‘llanura submarina’, ‘lugar de poca hondura en el fondo del mar’; del cast. a su vez pasó el vocablo al port. parcel ‘escollo submarino, bajo fondo’ [Roteiro de Joam de Castro, a. 1541, Jal, 1132b, y en Joam de Barros, h. 1550, vid. Zaccaria], hoy esparcel ‘hondonada’, ‘llanura junto a un río’, ‘banco de arena’, también terra esparcelada o esparçal (por influjo de los colectivos en -al: M. L. Wagner, VKR III, 90); de Méjico pasó además al anglo-amer. placer [1848] ‘arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro’, ac. que también hallamos en la Arg. y Chile, y es extensión del placer de perlas, que a su vez se explica porque los lugares llamados placers en el Mediterráneo son conocidos como parajes de pesca abundante (p. ej. La Planassa y La Melica, frente a la Costa de Levante catalana); otra extensión al uso terrestre presenta el cub. placer ‘campo o terreno yermo en una población’ (Ca., 64); aplacerado [1803, DHist.]3.

Placero [«publicus»; Nebrija]. Plazuela; plazoleta. Desplazar, [Academia, todavía no en 1817], del francés déplacer, derivado de place ‘lugar’; desplazamiento. Reemplazar [Aut.], del fr. remplacer íd.: reemplazable; reemplazo.

1 «Placer en la Marina, V. laja», «placer de perlas, lugar en que hay multitud de perlas o de conchas que las tienen», con cita de una Historia de California que debe de ser la del P. F. Clavijero, jesuíta mejicano, escrita hacia esta fecha.―

2 Con la definición «Banco de piedra o arena en el fondo del mar, pero de bastante extensión y de poca desigualdad en su profundidad». En ediciones posteriores se ha tomado como básica la variante placer, y se han agregado agua de placer «la que por su color denota donde hay poca hondura», y las acs. «arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro», «pesquería de perlas en las costas de América», que ya figuran ambas en el dicc. de Fz. de Navarrete, en 1831; éste dice que placel ‘llanura submarina’ ya figura en Sarmiento de Gamboa (1580), y placer en Juan Pérez de Moya (1564). Es inaceptable, por razones fonéticas, la etimología PLATEOLA admitida por la Acad.―

3 V. ahora mis Lleures i Converses d’un Filòleg (Barcelona 1971), pp. 38-39. No es seria la oposición que hacen a esta etimología catalana G. Colón (Enc. Ling. Hisp. II, 217-218) y su alumno M. Metzeltin, Die Terminologie des Seekompasses, Basilea 1970. La superstición del dato documentado en la lengua literaria, que ya alcanza extremos inconcebibles en nuestro filólogo valenciano, en su discípulo llega hasta la malcrianza de dudar de mi palabra, lo cual me ha obligado a escribir mi nota citada concretando lo que ya era sabido de millares de personas. Cito allí concretamente datos de toda la costa catalana (desde el Cabo de Creus hasta Denia, Mallorca y Cabrera por lo menos). Tengo docenas de ejemplos en relaciones de «senyes» del Cabo de Creus, S. XIX, precisando la situación de los placers «buenos para langosta», etc.