PEBETE, voz común a los tres romances ibéricos, en portugués pivete; probablemente tomada del cat. pevet ‘pebetero, incensario’ y ‘pebete’, derivado de peu ‘pie’, por el que sostiene el pebetero.

1.ª doc.: 1575, Fr. Bernardino de Sahagún.

En su Hist. Gral. de las Cosas de N. España dice del «que vende cañutos para chupar humo» (o sea cigarros): «ya no se usan para chupar, sólo para zahumerios de altares en la quaresma; para las fiestas de Dolores se venden en el portal de las Flores de México, y algunos se confeccionan de muy esquisitos aromas, mezclados y remolidos con el carbón: llámanlos pebetes» (ed. Méjico, 1929-30 III, 62, nota a; libro X, cap. 24). Se trata de una ed. de ortografía modernizada; en la época se halla más bien pevete: así tres veces en la Historia de las Indias de José de Acosta, h. 1590 (pp. 165, 166, de la trad. italiana de Galuzzi); en Rosas de Oquendo, h. 1600: «otras hay que hacen pastillas, / pevetillos y ziriales, / otras ensalman criaturas» (RFE IV, 348); Covarr. y Oudin admiten las dos grafías, con n y con b: «une sorte de petit parfum comme oiselets de Chipre; pebetes de boca: une sorte de pastons et oiselets pour nettoyer les dents»; «es una vírgula aromática conficionada de polvos odoríferos, que encendida echa de si un humo odorífero»; pero la grafía tradicional pevete es todavía constante en Góngora (3 ejs., que pueden verse en Alemany1); V. más ejs. en el Guzmán de Alfarache (Cl. C. I, 82.4), y otros en Aut. y en Pagés; además en Quiñones de B. un enamorado llama a dos mujeres «tú, pebete de amor, tú, caramelo» (NBAE XVIII, 654), donde se tratará del caramelo aromático a que alude Oudin. El port. pivete es «perfume de feyçƟo de hum paosinho redondo, que aceso exhala hum fumo odorífero até que fica convertida em cinzas toda a materia da sua fragrancia» (Bluteau); del derivado piviteiro ‘pebetero’ ya hay ej. en el Arte de Furtar de A. Vieira (3.r cuarto S. XVII), según Moraes.

El catalán pevet es bastante más antiguo que la voz portuguesa y la castellana correspondiente, pues ésta falta no sólo en textos medievales, y en Alonso de Palencia, Nebrija y PAlc., sino todavía en C. de las Casas (1570), en el Vocab. en Lengua Mex. y Cast. de A. de Molina (1571) y en Percivale (1591); en catalán ya tenemos dos ejs de Jaume Roig, en 1460: (las mujeres) «mai res los fall, / cost què costàs /... / aigües, mosquets, / perfums, pevets, / ab què bé olen» (v. 8340), «sols perfumar /... / aygues, ramets, / perfums, pevets, / cordons, frasquetes...» (v. 4994)2; los diccionarios del catalán moderno (aun Fabra) han adoptado erróneamente la grafía con -b- del castellano, debida nada más que a la falsa etimología *pabulete propuesta por Covarr., y aceptada a la ligera por Aut.

Además del significado ‘sustancia aromática’, semejante al castellano, que vemos en el Spill de Jaume Roig, hay en catalán otro sentido, que no puedo documentar en autores, pero sí en dos léxicos independientes: Ag. define pevet como «pebetero, incensario» y Griera (Tresor) pavet como «pebeter», descuidando la indicación de su fuente o localización, como por desgracia ocurre tantas veces, sobre todo en los últimos tomos, en esta obra publicada precipitadamente. Creo, sin embargo, que ésta será la ac. primitiva, y que el vocablo aludirá al pie en que descansa el pebetero; contraprueba de esta idea me parece el val. pehuet «un perfum com l’ almesc» recogido por el propio Ag.; en realidad los dos ejs. de Roig ignoramos si deben pronunciarse peuet o pevet, en esta época en que todavía no se distinguía gráficamente entre la u y la v intervocálicas: entonces tendríamos el mismo caso del posesivo femenino, que se pronuncia meua, teua, seua en Valencia frente a meva, teva, seva de Barcelona. Nótese, en efecto, que el piviteiro antiguo, como nos explica Bluteau, era un «castiçal [‘candelero’] pequeno, ou outra cousa semelhante, que sustem o pivete direyto», y Aut. corrobora «el candelero u cosa semejante en donde se ponen a quemar los pebetes»: era, pues, una especie de candelero sin candelas, en el cual se ponía el pebete en lugar de éstas, y por lo tanto bien le convenía el nombre de ‘pie pequeño’, en catalán peuet, diminutivo de peu ‘pie’; lo mismo que en el caso de cohete, estamos, pues, ante un catalanismo en -et del S. XVI, relativo a cosas de ingeniería pirotécnica, y que de Castilla se propagó luego a Portugal (la i de pivete se explica porque esta vocal pretónica y la e son prácticamente idénticas en la pronunciación portuguesa); todavía hoy se ven pebeteros de gran tamaño en ciertas basílicas, sostenidos por un pie, como es fácil recordarlos de representaciones de la Antigüedad Clásica.

Escrito ya este artículo, me doy cuenta de que un pahuet (con sentido ambiguo ‘pebetero’ o ‘pebete’) ya figura en un Llibre de coses succeydes en Barcelona l’any 1440, y pauhet es claramente ‘pebete’ en otro texto catalán del S. XV (Faraudo, Bol. de la Acad. de B. Letras, Barcelona, 1946; pp. 119 y 130; claro que es inadmisible la grafía pahvet, pavhet del editor). Lo cual pone mi etimología fuera de dudas.

No sé que nadie hasta ahora ―fuera del ensayo desatinado de Covarr.― se haya preocupado de la etimología de pebete, y por lo tanto no tengo necesidad de refutar ideas ajenas3.

Concluyo hablando de aplicaciones figuradas del vocablo. Por antífrasis era ya frecuente en el período clásico emplear pebete en el sentido de ‘objeto maloliente’, que Aut. documenta en Villaviciosa (1612) y Alemany en Góngora; además: «fue tablón cordellate y mantellina / de aquellas taberneras limpiatrices / que a las diez descalabran las narices, / y diciendo: ¡agua va!, ponen de un hombre / tan almizclado y oloroso el terno, / que puede ser pebete del infierno» Quiñones de B. (NBAE XVIII, 718). En América pebete se ha conservado como palabra bien popular, y así en Méjico vale ‘flor muy olorosa’ y pebetero ‘florero’ (Ramos Duarte); mas por otra parte en el Uruguay y toda la Arg., partiendo de la antífrasis ‘objeto maloliente’ se pasó a ‘niño de mantillas’, cuya higiene en las clases populares deja mucho que desear, y al no poderle mudar continuamente la ropa ofende tantas veces el olfato. Hoy se emplea más o menos en todas partes (lo he oído varias veces en Mendoza y San Juan, también en la capital), y como suele suceder con esta clase de vocablos se ha extendido a edades algo mayores, aunque no se dice ya de los que tienen más de 3-4 años, a no ser que se le dé carácter valorativo, en el sentido de ‘mocoso, chico que quiere pasar por adulto’, que entonces se podrá aplicar aun a adolescentes.

Es vano el empeño de Max Leopold Wagner (RFE XV, 194-5; VKR I, 85-86; X, 370-8) en probar que el rioplatense pebete es palabra independiente de la española y procedente del genov. pivetto ‘muchacho’, variante menos frecuente de pivel ‘mozo, joven’4, acerca de cuyo origen se duda entre PUELLUS y el it. dial. piva ‘gaita’ (< PզPA), que a semejanza de la voz castellana correspondiente pudo tomar el sentido de ‘miembro viril’ y de ahí ‘niño’; con razón se opuso a esta etimología L. Ambruzzi, RFE XXIII, 67-68, desde el punto de vista de la dialectología italiana, y prefiriendo la etimología más clara que identifica con el cast. pebete. Pero hay otras razones más fuertes, que decidirán definitivamente la cuestión: así en el portugués de Tras os Montes como en el interamnense, pivete significa «creança já a sahir-se com ditos de gente grande, a vir já com leis e doutorices» (RL V, 101; XXV, 189), es decir, exactamente con el mismo matiz del arg. pebete, y claro está que en Tras os Montes nadie querrá admitir un italianismo, y no hablemos de un italianismo jergal. Es posible que a la Arg. el vocablo pasara desde el Brasil, como parece sugerirlo la ausencia de pebete en otros países de lengua española: en Río de Janeiro pivete es «menino ladrƟo e companheiro de ladr?es» (Lima-B.) y en otras partes «criança experta».

Por otra parte Wagner se fija especialmente en otra voz argentina, aun más conocida que pebete, a saber, pibe, que es la expresión normal en todo aquel país de la idea de ‘niño’, y asegura que viene del it. jergal pivo «ragazzo» (pero con matiz ruin, como nota Ambruzzi). Como observa bien Amado Alonso en nota al último de los artículos citados, el arg. pibe no significa de ninguna manera ‘pilluelo’, sino ‘muchacho’, ‘chaval’; según mi propia experiencia, y conforme a las notas que tomé interrogando a argentinos nativos, confirmo la afirmación de Alonso, aunque debo rectificarla levemente: si bien pibe puede aplicarse a un muchacho, no sólo de 12-14 años, sino aun de 15-17, en este caso es expresión «valorativa», que emplean los de más edad, diciendo el pibe fulano o fulano (todavía) es un pibe, pero no dirían ya aquel pibe hablando con indiferencia de un joven de estos años, a quien ven de lejos, p. ej. (entonces chico, muchacho). Con carácter «designativo» pibe se dice sólo de las criaturas de 2 a 10 años, pues si tiene menos de dos ya sería nene. Por otra parte en el Interior (Mendoza y en todas partes) se emplea tanto como en la capital, no tiene el menor matiz jergal en parte alguna, y ni siquiera es despectivo ni vulgar; aun gente distinguida lo emplea hablando de chicos o niños de buena familia, y en tono meramente objetivo. Será si se quiere palabra popular, pero hay que advertir que es la única verdaderamente popular: niño apenas lo es en la Arg., suena a literario, pedante y casi extranjero, aunque un criollo puro (en las ciudades sólo) puede emplearlo, y con naturalidad, pero sólo cuando quiera servirse de un lenguaje elevado, de buen tono, etc.

Sin conocer este ambiente lingüístico, prefirió Wagner fijarse en la afirmación de varios argentinos consultados, quienes afirmaron tratarse de un vocablo de «carácter callejero y un tanto vulgar»5; por el contrario es absolutamente cierto que pibe nada tiene de vulgar en el ambiente del país, y es inverosímil que un vocablo tan arraigado y único en el habla de la familia argentina proceda de «centros populares italianizantes»: tales vocablos son entonces lunfardos, o bien quedan restringidos a familias italianas o emparentadas con italianos (p. ej. nona ‘abuela’). Por otra parte, contra todas las dudas de Wagner, es un hecho el empleo en muchos idiomas de vocablos alusivos a la poca higiene del niño de mantillas, precisamente con el carácter valorativo que es propio de pebete: además del port. pivete, el que quiera tratar de ‘mocoso’ a un adolescente que presume de grande le llamará en italiano spuzzetto (‘maloliente’), en francés merdeux, en catalán caganer, en alemán hosenscheisser, palabras todas que se refieren a lo mismo.

Queda finalmente la dificultad fonética o formal: de haberse adoptado el it. jergal pivo, pivetto, en la Argentina, se diría ciertamente *pibo y no pibe, *pibeto y no pebete. En lo que se refiere a este último, no cabe ya duda alguna; en cuanto al primero, podría insinuarse todavía la posibilidad de si primero se introdujo piba, y de ahí se sacó pibe, lo cual, sin embargo, es preciso rechazar por ser aquél mucho menos empleado que éste6; o bien suponer que pibe resulte del cruce de pivo con el indígena pebete, lo cual ya sería defendible, y no lo rechazo del todo, pero a lo sumo como factor auxiliar, de otro modo no es convincente, dadas las características sociales del vocablo argentino: por el contrario creo que partiendo de la variante aportuguesada pibete, que Dellepiane registra en el sentido de ‘niño’, tomándola por un diminutivo, se sacó un seudo-primitivo pibe, que en consecuencia es natural que designe a personas de más edad que las expresadas por pebete. El influjo brasileño es mucho más antiguo en el Plata que el italiano.

Para terminar recuerdo otro caso que constituye un paralelo perfecto del doble sentido de pebete: en el Norte de Portugal, según Viterbo, se llama fedelho el ‘incensario’ mientras que el port. general fedelho es ‘niño, criatura’; es mucho más probable que se trate de un derivado de feder ‘oler mal’ (por el olor del incienso fétido que realmente se usa en las iglesias rurales de toda la Península) que de un lat. *FETէCŬLUS, diminutivo de FETUS (según quería Leite, RL VII, 310), pues entonces sería muy difícil de explicar la primera acepción, y nadie creerá que se trate de dos palabras diferentes.

DERIV.

Pebetero [S. XVII, Aut.].

1 Mal traducido el primero, como si se tratara de un canuto de pólvora; dice Góngora «en lo moreno, pevete», porque éste era realmente el color de los pebetes; comp., en el Buscón de Quevedo, cuando traen un «plato de salchichas, que parecían de dedos de negros», dice un borracho «que para qué traían pebetes guisados» (Cl. C., p. 146).―

2 Con estos pasajes comp. el de Fr. L. de León (1585) citado por Aut. donde también se acusa a las mujeres de gastarlo todo «en volantes, en guantes y en pebetes».―

3 La semejanza con el port. dial. pibeda, variante de pevide, pivide ‘pepita de las gallinas’, empleada p. ej. en el Minho (RL XXIX, 262), es evidentemente casual, puesto que no se ve posible nexo semántico. También en el caso del murc. prebete o pebrete ‘piperela, planta parecida a la mostaza’ (derivado de pebre PIPER).―

4 Pivastro está documentado ya en un documento jergal romano de 1598 en el sentido de ‘muchacho de quien se ha abusado sexualmente’ (RF XXXIV, 664; el editor enmienda sin razón piovastro, de acuerdo con la lectura errónea de otro pasaje).―

5 Olvidó así la posición típica del argentino medio, que al hablar con un extranjero de asuntos lingüísticos lo hace con tendencia a despreciar las características idiomáticas del país, con el objeto de subrayar que él, personalmente, es persona de alta cultura literaria. Muy otra sería su actitud si la crítica viniera de un no argentino.―

6 Piba es siempre valorativo: recalca la juventud de la mujer en cuestión, juventud relativa, y precisamente por esto se aplica a personas de más edad que el masculino correspondiente (como también ocurre con niña, chica, etc.); en tono más o menos complaciente o irónico es muy frecuente oírlo aplicado a mujeres de 30 o 40 años, y de una manera objetiva y fría se dirá de personas de 20 o 23 años, lo cual sería imposible con pibe. Sin embargo, como mero designativo, piba, a diferencia del masculino, no se dirá ni siquiera de una muchacha mucho más joven: un muchacho de 10 años a otro le interpela pibe, pero entre muchachas de la misma edad se dice chica y no piba. De manera que lo secundario parece ser piba, no pibe.