PÚA, palabra común a los tres romances ibéricos y la lengua de Oc, y extendida hasta dialectos del Centro de Francia y de gran parte de Italia; de origen incierto: las formas ibero y galo-rromances podrían corresponder a un tipo *PUA o *PȢGA, mientras que buena parte de las italianas postulan una base *PȢCA o quizá *PȢGA; no es inverosímil que se trate de una voz dialectal itálica *PȢGA emparentada con PŬNGĔREpunzar’ y PUGIOpuñal’.

1.ª doc.: G. Segovia (Nougué, BHisp. LXVII); APal. («fuscina es ferramienta de tres puas con que traspassan los pexes» 173d, «creacre son forcinas de tres puas para sacar la carne de las calderas» 97b).

El que no pueda dar ejs. más antiguos del vocablo en cast. se explica fácilmente por el sentido algo especial del vocablo, poco apto para salir en literatura o en la documentación; en un caso así esta fecha relativamente moderna no debe tomarse como indicio de una introducción tardía en el idioma. Por lo demás los testimonios abundan desde fines del S. XV: Nebr. «pua para enxerir: talea, turio; pua de hierro: aculeus»; Percivale «a stocke to graffe on, a prickle, a thorne, the tooth of a combe, any naile or such like sticking or gagging out, that may pricke, scratch, teare or hurt one»; Oudin «pua para enxerir: une greffe; pua de hierro: une pointe de fer comme celles que l’on met au bout des bastons ou des colliers à chiens, une dent de rasteau; pua: une espine, une pointe et tuyau de porc-espic»; Aut. define en general «la cosa aguda y delgada que acaba en punta», y para las acs. particulares cita varios ejs. de autores: para ‘vástago que se injerta’ uno de G. A. de Herrera (1513), para ‘cosa que causa sentimiento y dolor interno’ uno de Squarzafigo («propuso sacar esta púa del corazón, aunque no quiso hacerlo arrebatadamente»), para ‘persona sutil, aguda y cautelosa’ la frase común fulano es buena púa, y con el dicho saber quantas púas tiene un peine nos recuerda una de las acs. más comunes del vocablo.

Pero con los datos que anteceden no quedan agotados los sentidos corrientes, pues en Andalucía (almer.) y en otras partes púa se ha convertido en el término usual para decir ‘clavo’ (voz allí desusada), especialmente el pequeño (cat. punta) o mediano (no el grande, llamado allí alcayata); y hay otras que paso a citar. Éstas aparecen localmente con otras variantes fonéticas. Puya es ya antiguo, desde el Guzmán de Alfarache: «ellas de suyo son dulces, y golosos ellos: la manzana corre peligro en las puyas del erizo» (Cl. C. IV, 175); en la lengua común esta variante es conocida gracias al derivado puyazo ‘punzada’ (además V. puyar abajo), lo cual puede ser causa de que la Acad. [1884, no 1843] haya admitido solamente puya en el sentido de ‘punta acerada que en una extremidad tienen las varas o garrochas de los picadores y vaqueros, con la cual estimulan o castigan a las reses’; y en efecto Cuervo reconoce para Colombia la existencia de puya ‘aguijada’ (Ap., § 937) y en la frase herir con puya (§ 892); pero en este país (y ciertamente en otros) el sentido de puya es más general, y bien podemos afirmar que tiene o ha tenido todas las acs. de púa, según nos muestran estos pasajes de Eustasio Rivera, compatriota de Cuervo: «después de encender las fogatas, de recoger las puyas de pescar y de fornir anzuelos», «torturan al vegetal, hiriéndole ramas y raíces con clavos y puyas, hasta extraerle la postrera gota de jugo» (La Vorágine, ed. Losada, pp. 124, 204); en Nuevo Méjico puya es ‘punta aguda’ (BDHA I, 132), en Venezuela vale lo mismo que púa según Seijas; etc. Aunque puya tenga amplio arraigo y ya cierta antigüedad (V. además PULLA), esto no es razón para tomar esta variante como originaria, y emplearla, p. ej., en apoyo de la imposible etimología PUGIO; por el contrario, todo indica que presenta una -y- secundaria, de la misma índole que tuya, suya, los antiguos desnuyo y aloya (ALAUDA), y el olvidado gruya (> grulla); y no sólo debemos creerlo así en vista de la mayor antigüedad de la documentación de púa, sino también, y sobre todo, en vista de las demás formas romances, que descartan completamente una etimología con -J- o con -G?-.

En efecto pua, exactamente con los mismos sentidos que en castellano, es voz antigua, castiza y de uso general en portugués (con ejemplo de mediados del S. XVI en Moraes), en cat. (ej. de 1491; otro de puat ‘rastrillo’ en 1427; varios medievales de pua y derivados, sin fecha, pero no posteriores a la primera mitad del S. XV, en Ag.) y en lengua de Oc, donde ya tenemos media docena de testimonios a med. S. XIV, y uno de primeros del XIII (Levy); el vocablo está bien arraigado en los Pirineos gascones (aran. püa o püwa ‘púa de tenedor, de horca, de rastrillo’, püát ‘especie de rastrillo de tres puntas’, también cat.; bearn. pùo «pointe de rocher»), pero también en Provenza, el Delfinado, y según creo en todo el territorio de este idioma. Por lo demás no se cierra ahí el área del vocablo, pues Gamillscheg (EWFS, s. v. pivot) y Jud (Rom. LI, 457) lo señalaron en Lión (poua ‘púa de rastrillo’), Berry (pue ‘diente de hierro, punta’), Anjou (pue ‘púa de peine’), Poitou (pue ‘todo lo que es puntiagudo o punzante’), Charente (pu ‘espina de pescado’, punto 519, mapa 55, ALF) y más al Norte hasta el Loire (Blois, H-Maine puette «petite cheville de bois avec laquelle on bouche les trous faits aux tonneaux»; Bas-Gâtinais pue «dent d’instrument», Alençon puet «espèce de petite quille... que l’on abat avec des palets»). Por otra parte llamó Nigra (AGI XIV, 359) la atención hacia varios representantes dialectales italianos; y más recientemente varios lingüistas han hecho hincapié en las importantes formas del Sur de Italia: napol. puca «pungolo, stecco», ya en un texto algo antiguo, el Cunto de li Cunti (Bertoni, ARom. IV 97)1, abruzo púke ‘erizo’, Cilento puca ‘arista de espiga’, Campania y Lacio merid. puca «púa de erizo», Irpino puca ‘espina de pescado’, ‘púa de injertar’ (Rohlfs, ZRPh. LVII, 444).

En vista de la forma abruza M-L. (REW 6810), después de rechazar con razón el étimo de Diez PȢGIO, -ĶNIS, ‘puñal’, de obvia imposibilidad fonética, sugiere la posibilidad de partir de otra palabra de la misma familia latina, derivada por lo tanto del verbo PŬNGĔREpunzar’, a saber un hipotético *PȢGA. Los posteriores, en general, han seguido, con algunas modificaciones, la pista abierta por M-L.: Jud en la nota citada le dio el peso de su gran autoridad; Rohlfs en su artículo citado, aunque no sin vacilaciones posteriores (BhZRPh. LXXXV, § 362), quiere enmendar esta base en *PȢCA, teniendo en cuenta las formas del Sur de Italia. Mientras que Gamillscheg prefiere *PȢGWA, con el objeto de explicar así el fr. pivot ‘quicio, eje, polo’, que en su opinión vendría de *puivot y se relacionaría con el prov. mod. n pivo ‘púa’: pero desde luego es ésta una idea desafortunada a la que deberá renunciarse por varias y concluyentes razones2.

El único que se ha apartado radicalmente de este consenso general es Leo Spitzer (Anales Inst. Ling. Cuyo II, 31-32), quien parece quiera renovar a este propósito la polémica Schuchardt-Thomas entre semantistas y fonetistas, correspondiente a un estado de lingüística romance que la generación actual ha desechado definitivamente como algo mal planteado por ambos contendientes; si así quiso hacerlo no eligió bien el caso, al menos desde el punto de vista de Schuchardt, pues además de la imposibilidad manifiesta de llegar fonéticamente de pua a puca, pasando por un puga: antihiático, y prescindiendo de lo dudoso de la existencia de su étimo en romance, la etimología que él propone es todavía más inaceptable en el aspecto semántico: ¿cómo creer que PȢBES ‘vello del pubis’, después de pasar por ‘pelo’ y luego ‘peine para el pelo’, pudiera llegar a ‘púa de peine’, única ac. documentada de púa? Hay aquí varios hiatos semánticos muy anchos, y el de ‘pelo’ a ‘peine’ es un salto mortal de los que apenas los neogramáticos, mal afamados hoy en etimología, se hubieran atrevido a dar3. Por lo demás, hay que reconocerle a Spitzer una parte de razón cuando subraya que en territorio galo e hispánico la forma pua parece ser más antigua que puga, según los datos actuales. En efecto, yo tampoco puedo documentar mejor la variante puga, que Aut. (y diccionarios posteriores) dan como anticuada; dialectalmente sí tiene considerable extensión: que se emplea en Aragón y Galicia no sólo lo sabemos por Aut., Borao y Sarm. (CaG. 184r), sino que en el cat. fronterizo de Areny (Ribagorza) pugas son ‘puntas agudas de hierro’ (Krüger, VKR IX, 87), en Sanabria la misma forma designa las púas del rastrillo para lino y las de la carda metálica (íd., Gegenstandsk., 252, 263), en la Coruña a (< puga) es ‘lazo de cuero en la punta del mayal de trillar’ (WS X, 84), y puga se dice también en Vizcaya (Mugica, 83), de suerte que es probable que el salm. puba ‘púa’, ‘sarmiento’, ‘rama’ (Lamano), lejos de apoyar la idea de Spitzer esté para con puga en la misma relación que abujero en vez de agujero; el apellido Puga está además bastante extendido. A pesar de todo esto, y de que los dialectos son a veces más conservadores que la lengua literaria, y a pesar de que no siendo anterior a Guillén de Segovia la doc. de púa, ignoramos cómo decían en la Edad Media, sin embargo, me inclino a dar la razón a Spitzer en cuanto a que el puga actual puede salir de púa lo mismo que el cat. dugues de dues ‘dos’: para ello me fijo en que la forma en -g- apenas está documentada en port., cat. y oc. (sin embargo, langued. pugo). Pero todo esto no nos autoriza a negar que púa pudiera salir a su vez, mil años antes, de un *PȢGA latino, lo mismo que el port. y cast. ant. rúa ‘calle’ salieron de RȢGA. ¿Que en cambio tenemos arruga ‘pliegue’? Pero tampoco en este caso disponemos de datos medievales, e ignoramos si éste salió de un arrúa anterior: estas aparentes regresiones son más frecuentes de lo que se cree, recuérdese que la u de yugo sólo puede explicarse a base de yúo (de donde el dialectal yubio, ubio) < JŬU < JŬGUM. En conclusión no hay inconveniente en admitir que el púa ibero y galorromance salga de *PȢGA.

Más difícil es el problema de la -k- italiana meridional. Con razón objeta Jud a Rohlfs que las formas hispánicas y occitanas no pueden conformarse con una base *PȢCA. En cambio se han citado en el Sur de Italia casos de ensordecimiento de sonoras originarias; y no sólo el de vocare para vogar ‘remar’, que al fin y al cabo es muy incierto, sino otros varios; verdad es que algunos se prestan a réplica, pero el hecho es que la delta griega se vuelve entre vocales t en Sicilia, Reggio y Apulia meridional, y que en la Tierra de Ótranto hay muchos casos de k, t y p en vez de g, d y b, en todas las posiciones4; un caso como GALLTA puede haberse extendido desde la Magna Grecia a toda la Romania si es que realmente viene de Ɣαυλίƌα. Por otra parte la -C- no es general a toda Italia en este vocablo, pues el florentino rural puga «marza» («ramicello che si toglie da una pianta domestica per innestarla a seppa in un’ altra selvatica») ―It. Dial. XII, 18―, exige precisamente una base con -G-.

El punto de vista morfológico es, a mi modo de ver, el que mejor apoya la etimología de M-L. contra el escepticismo de Spitzer, si queremos ver en *PȢGA una voz de abolengo indoeuropeo recibida por el latín vulgar de los dialectos rústicos de la lengua latina o del osco-umbro. La alternancia Ŭ ~ Ȣ entre PŬNGERE y por otra parte PȢGIO y *PȢGA, coincidente con la desaparición del infijo -N- de las formas con vocalismo cero, es algo inconfundiblemente indoeuropeo que basta para dar considerable verosimilitud a esta etimología, a pesar de la falta de documentación; como tantas veces ha subrayado Meillet, la morfología es el guía más seguro en la indagación etimológica, más que la fonética y mucho más que los argumentos semánticos. Es sabido que la raíz de PUNGERE (pretérito PUPŬGI) es PEUG-, PŬG- , luego no hay dificultad en encuadrar dentro de la misma a *PȢGA, sea a base de *POUGA o de *PEUGA o de un grado débil prolongado *PȢGA; no quedamos lejos de casos como jungere: jugus, lingere: ligula, ninguere: nix, fingere: figūra y figulus, findere: fidī; más cerca aún de fundere: fūdī, contundere: contūdī, scindere: scīdī , y sobre todo pungere: pūgio (pero claro que púa, según la fonética histórica castellana, no puede salir de un *PȢGIA, pasando por puya, por más que diga GdDD 5254).

En concreto, el caso es rigurosamente paralelo al de rūpes (convertido en rūpa en Apuleyo y en el latín vulgar alpino) frente a rŭmpĕre. En fin, no está descartado que en los dialectos itálicos coexistiera *PȢCA junto a *PȢGA, y que así las dos variantes romances tuvieran igual fundamento etimológico, pues en raíces de este tipo es muy frecuente que la sonora final sea elemento sufijo que alterna con la sorda correspondiente: frente a fundere tenemos fūtis y fūtilis, frente a pingere (pictus) está la raíz PIK- (representada por el gr. ποικίλος y el germ. fêh ‘abigarrado’, scr. pimçáti ‘adornar’, esl. pĭsati ‘escribir’), y el caso que nos interesa se colocaría junto a mungere: mūcus (y mūgil); por lo que hace a pungere parece muy probable que su raíz reaparezca en el gr. ƆχεπευκƲς ‘saeta provista de punta aguda’, y quizá el gr. πεύκƓ ‘pino’, con su familia indoeuropea5.

Cabría la sospecha de que tenga que ver ahí el scr. pūgaɅ m. ‘Aveca catechu = Betelpalme’ (voz clásica en índico), pūgam. n. ‘la nuez del betel’, teniendo en cuenta que el betel es una especie de palma con hojas de forma aguzada aunque aovada (Acad.) y de disposición pinada, o sea compuesta de hojuelas insertas a ambos lados del pecíolo como las barbas de una pluma (Webster; además el gusto del betel es «pungent», ibid.) De todos: modos se trata de una trepadora enormemente distinta de toda planta europea o africana y aun de nuestras palmas. Y hay que contar mucho, en voz tan breve, con la posibilidad de una mera coincidencia. Uhlenbeck declara desconocido el origen (Walde-P. no habla del vocablo, ni siquiera en II, 80, pasaje que se prestaba a hacerlo); Mayrhofer, Et. Wb. d. aind. II, 320: «quizá dravídico, cf. telugu p?ka ‘Areca catechu’, etc.; Burrow, Bull. of the Soc. of Orient. and Afr. Studies, Londres, XII, 386», a lo cual se adhiere Thumb-Hauschild, III, 265; sin embargo parece excesivo decir con éste que el carácter dravídico es seguro. Aunque la raíz peng- (~ penk-) no está claramente documentada más que en griego y latín, y más dudosamente (y sólo la variante penk-) en celta, germ. y báltico (Walde-P. II, 15), y por lo tanto ignoramos si tenía g o ĝ, no puede descartarse la posibilidad de una supervivencia aislada en índico; y, a reserva de lo que diga Burrow en el trabajo citado, hay que tomar en consideración la posibilidad de que el telugu lo tomara del ario, pues al fin y al cabo las lenguas dravídicas parecen ser tan poco autóctonas en la India como el sánscrito.

DERIV.

Puyar cub. ‘hincar la puya al buey para que tire de la carreta’ (Ca., 52, 181, 182). Puyazo [Acad. 1884, no 1843]. Empuyarse. Püar; püado.

1 Además puca «pollone che serve a innestare» en A. Caro (S. XVI) y en el napolitano Salvator Rosa (S. XVII) según Petrocchi.―

2 Como ya observa M-L. en su 3.ª ed., y a pesar del aplauso que ha obtenido de Bloch. Por lo pronto pivo es una forma reciente de Provenza, ajena a las demás hablas occitanas, y explicable como alteración de pua, según las tendencias generales de la fonética local. Sabido es que la ü occitana se diferencia normalmente en i ante una Ȯ: recuérdense piuze PȢLէCEM, piuzela = fr. pu(l)celle, nivol NȢBէLUS, gasc. pìbou = pùbou ‘chopo’ PĶPULUS, etc.; la forma püwa para ‘púa’ existe en el Valle de Arán, de suerte que el prov. pivo es perfectamente comparable al landés liw (Millardet, Atlas, s. v.) y al bayonés libe (Palay) ‘luna’, frente al aran. lüa o lüwa: en una palabra pivo es una evolución local y sin importancia del pua general. Por otra parte pivot se encuentra desde el S. XII y es general en los dialectos franceses (Bloch) de manera que es inadmisible deducirlo de un supuesto *puivot. El sentido de pivot es ya harto diferente del de púa. Y sobre todo pivot es inseparable del cat. piu ‘espiga de un objeto que encaja en un hueco de otro’, ‘pequeña pieza que hace de soporte a un cuerpo giratorio’, ‘pequeño saliente que sirve para mover un resorte’, de significado casi idéntico al de pivot; y es el caso que en lugar de piu se dice piulet en el Maestrazgo y ‘encajar en un piu o quicio’ es allí mismo empiular (G. Girona, s. v.), verbo que en la costa barcelonesa significa ‘empalmar dos cuerdas’ y cuyo participio vale en Mallorca, figuradamente, ‘presuntuoso, presumido, lleno de empaque’ (propiamente ‘tieso como un espigón’) y ‘encolerizado’. Luego parece claro que el cat. piu (que fonéticamente en manera alguna podría relacionarse con pua, ya que el cat. nunca ha tenido el fonema ü) ha de ser hermano de piular ‘piar, gorjear’, por el sonido agudo pi que emiten estas piezas mecánicas al girar; y es bastante verosímil que el fr. pivot tenga un origen semejante.―

3 No es pertinente el paralelo de PECTENpeine’ y ‘pendejo, pubis’, pues la segunda ac. no es metafórica, sino heredada del indoeuropeo (gr. πέκος ‘vellón’) y la primera se explica a base del verbo pectere ‘arreglar el cabello’, ‘peinar’. No hay paridad.―

4 Véanse los que cita Rohlfs, EWUG, pp. xliv y xlvii.―

5 ¿Acaso piense Jud en πεύκƓ (‘pino’ < ‘aguja de pino’) al sugerir un posible origen griego, con el objeto de explicar la b- del piam. büa? Quizá no, porque esta voz helénica queda muy apartada en todo sentido. ¿O pensará en πóα ‘césped’ (planta punzante en la montaña), puesto que habla del it. poa «gramigna»? Aunque -OA podría pasar a -UA, las formas suditalianas se opondrían. Por lo demás esta sugestión es vaga y está formulada con suma cautela. Y el indicio de la b-, si algo vale, igual podría adaptarse a un origen itálico no latino: las sonorizaciones esporádicas del tipo de C- > G- o P- > B- se pueden producir siempre que haya préstamo de otro idioma, puesto que el tipo de articulación raramente presenta coincidencia absoluta entre dos lenguas diferentes.