ORVALLO, ‘llovizna que cae de la niebla’, ‘rocío’, voz leonesa y gallegoportuguesa, de origen incierto; probablemente el sentido etimológico será ‘niebla’, y debe ser derivado romance del lat. ORBUS ‘ciego’, por las tinieblas en que deja sumido el campo.

1.ª doc.: Aut., orbayo.

En gallego orbayo está ya en la traducción de la Gral. Est. gall. del S. XIV, ms. F (en un pasaje en el que en el original castellano aparece roció) (Mtz. López, Bol. Fil. Chile XI, 21) y en los Mir. Sgo. 71.25. Dice el DAut. que es voz usada en Asturias y Galicia, y significa «la lluvia menuda que cae de la niebla»; orbayar «caer el rocío de la niebla». Es voz dialectal bastante extendida en todo el Norte, desde el País Vasco hasta Galicia: el sentido en todas partes es ‘llovizna’ o ‘neblina’, y no ‘rocío’ como en portugués y aun gallego. En el Oeste de Asturias anotó Munthe urbachu, -ada, «lluvia fina y también niebla»1, en otras partes de esta región definen Rato orbayar «caer agua menuda que asemeja a niebla», orbayu «lluvia suave de gotas menudas que no cala la tierra», Vigón orbayu «llovizna», y en términos análogos Acevedo-F., Laverde Ruiz, Canellada, etc.; en Santander orvayo «lluvia menuda que cae de la niebla» (G. Lomas); en Álava urbajo «llovizna, calabobos, lluvia menuda producida por nubes muy bajas» (Baráibar).

Aun en gall., define Sarm. orballo (y orballeira, orballeirina) como «casi lo mismo [que moluriña y dozura]: una lluvia muy blanda, suave y corta» (CaG. 223r), y también el anónimo de h. 1850 percibe la relación con la niebla: «orballo: relente grueso, que moja y enfría, pero imperceptible a la vista; se diferencia de la brétema o niebla, en que no se ve» (RL VII, 221): luego es una niebla muy fina; el verbo orballar en coplas populares gallegas se aplica a la niebla con el valor de ‘mojar’ (Pz. Ballesteros, Canc. Pop. Gall. I, 7); por lo demás los gallegos participan de la ac. leonesa y la portuguesa, pues según Sarm., Vall. y Schneider (VKR XI, 275) orvallo es ‘rocío’ y orvalleira, -llada, ‘lluvia fina, llovizna’. En Portugal predomina ya la ac. ‘rocío’, documentada desde princ. S. XVI (Gil Vicente, Ferreira de Vasconcelos, en Vieira y Moraes), pero el verbo orvalhar es «chuviscar», y Bluteau subraya la procedencia del rocío en términos significativos: «orvalho: vapor que com temperado calor do Sol se levanta á ínfima regiƟo do ar, e... se congela em humor». La ac. ‘rocío’ se registra también en la región leonesa del Bierzo (orbajo, -allo, G. Rey), pero a mi entender es secundaria. A ‘rocío’ se llega fácilmente desde ‘llovizna’, y a ésta desde ‘neblina’: como prueba me bastará citar el caso de GARÚA, port. caruja, procedente de CALIGO, -ȢGO (-INIS), ‘oscuridad’, ‘niebla’ y después ‘llovizna’, que en Portugal y en el País Vasco llega a significar ‘rocío’ (V. el artículo GARÚA, y mi estudio de RFH VI, 9-10), pese a las dudas de Piel, RF LXX, 135, ciertamente injustificadas.

Esta observación semántica nos da la clave de una etimología en que han fracasado hasta ahora los romanistas. Leite de V. (RL II, 364) y Cornu (GGr., § 144, 251), se empeñaron en ver en orvalho, contra todo lo razonable en fonética, un derivado de RĶS, RĶRIS, ‘rocío’, a saber un *RORALէA o *RORALIU, y, aunque a regañadientes, les siguieron Coelho y M-L. (REW 7373); mientras sólo se trataba de explicar el cambio de la -R- medial en -v-, aunque fuese hecho tan desusado, se podía en rigor admitir una disimilación, pero todos se encogían de hombros ante el imposible cambio de *rovalho en orvalho; Leite recurrió al expediente extremo de tales casos: a los incrédulos les hizo tocar las llagas, por decirlo así, exhibiendo una forma rovalho que él había oído en una habla rural cerca de Lisboa; por más que él sea el inventor de la etimología que así trata de apoyar, y no exista otro testimonio de tal variante, no tenemos razón bastante para poner en duda la palabra del escrupuloso dialectólogo, pero es evidente que tal variante aislada, y reciente, y oída en una región de dialecto nada arcaizante, no tiene peso alguno frente al testimonio unánime de las hablas de toda la periferia atlántica, y de cinco siglos de literatura portuguesa2. No hay duda de que el tal rovalho es una alteración local sin importancia3. Cuando M-L. dice que esta etimología es «difícil fonéticamente» se expresa con demasiada indulgencia; lo único justo era decir «imposible»4.

La etimología que propongo, sin dificultad fonética alguna (recuérdese que ARBOR da normalmente árvore, CARBO carvão, EXTURBARE estorvar, etc.), se explica sin dificultad en lo que concierne al significado. El dar a la niebla el nombre de ‘ciega’ es un hecho clásico de la semántica romance: recuérdese el rum. ceaţă CAECIA ‘niebla’, y las formas Ƈega, Ƈea, scega, séc que se extienden en los dialectos italianos desde el Piamonte hasta la Valtelina, tscheja en la Engadina, scighêra, tschiera, zighera (-ARIA), etc., en muchas hablas réticas y alto-italianas, estudiadas por Wartburg (RDR III, 414); mucho más cerca del tipo orvalho encontramos cegallosa ‘niebla’ en el catalán fronterizo de Fraga (BDC IV, 43), y el mozárabe chíca (CAECA) que PAlc. traduce «neblina o niebla», y es sabido que en latín era corriente hablar de las caecae tenebrae y de la caeca caligo mentis, tal como hoy en Como se llama cièl scìgh el cielo cubierto de nubes y brumas, y scigh en general es «torbido, fosco». Nada más natural, por consiguiente, que calificar de ORB-ACULUM a la niebla. En cuanto al uso de ORBUS por ‘ciego’ sabido es que pertenece a la gran mayoría de los romances, desde el rumano al italiano, el francés antiguo, la lengua de Oc y el catalán, donde orb ‘ciego’ y eixorbar ‘cegar’ pertenecen todavía a la lengua moderna (REW 6086; Wartburg, l. c., 408 y ss.); aunque en latín clásico ORBUS era en general ‘privado, carente’, es conocido que Apuleyo, Tertuliano y muchos autores tardíos emplean ORBUS con el valor de ORBUS LUMINIBUS, y este uso debió de pertenecer al latín vulgar español del S. VII, como observa Wartburg, puesto que San Isidoro se esfuerza en enseñar la diferencia que hacía la lengua clásica entre ORBUS y CAECUS: «inter caecum et orbum discrimen est, quod orbus est qui filios amittit; caecus qui oculos perdit». Es posible que se emplearan en romance hispánico otros derivados y compuestos de ORBUS para designar la niebla, pues Munthe señalaba orbeyoda en poetas asturianos, y difícilmente podremos separar de nuestro vocablo el ast. orfina, orpina, orpín, que significa lo mismo5.

1 «Fint regn l[ikväl] dimma».―

2 Cornu sale del paso recordando oloendro RHODODENDRON, como si la o- inicial se hubiera agregado. En realidad, como he mostrado s. v. OJARANZO, hay que partir de la forma disimilada *lola(d)endro cuya primera l- sufrió deglutinación.―

3 Sea por contaminación de otra voz (¿rocío?), o bien por añadidura del prefijo re- (rorvalho > rovalho), quizá indicando un rocío ligero, un residuo de rocío, o expresando la idea de que el rocío es un líquido que se levanta del suelo por la evaporación y luego vuelve a caer.―

4 Esta indulgencia se debería a que M-L. era ante todo italianista, y estaba acostumbrado al cambio dialectal italiano del tipo orgoglio > rigoglio, armoraccia > ramolaccia, erbiglia > rubiglia; pero además de que este cambio obra en sentido contrario al aquí supuesto, conviene subrayar que nada de esto se ha notado jamás en portugués ni en la Península Ibérica. Puesto a enmendar errores de M-L., aprovecho esta nota para observar que no existe un orvau ‘rocío’ en el habla francesa de Montbéliard, como da a entender el REW. Es una de las confusiones habituales de este diccionario. Lo único que registra Contéjean es ôrvalu, -use, «sujet à s’endommager, à dépérir, à disparaître», que naturalmente nada tiene que ver con orvalho.―

5 Rato recoge orpín «lluvia menuda y niebla» y orfina como variante de orpina; Vigón da orpín y orpinar como equivalentes de orbayu y orbayar; más datos acerca de orpín en Fz. Gonzz., Oseja, 318. Quizá tengamos ahí el adjetivo fino: orb’ fin ‘niebla fina’ (orb’hin>orpín en asturiano oriental).