OREJANO, ‘arisco, agreste, cimarrón’, ‘mostrenco, que no está marcado (hablando del ganado)’, amer., en apariencia es derivado de oreja, lugar donde pueden llevar la marca los animales, pero como la marca puede aplicarse también a otros lugares, y en muchos casos no se piensa en marca alguna, la ac. primitiva parece ser ‘agreste, salvaje’, aplicada a personas y no sólo a brutos; es verosímil, en consecuencia, que la relación con oreja sea secundaria y que se trate de una alteración del antiguo orellano ‘lateral, apartado’, derivado de orilla, con referencia a los que andan por lugares solitarios y remotos.

1.ª doc.: 2° cuarto del S. XVI, Sánchez de Badajoz; 1785, A. Sánchez Valverde.

Este autor dominicano, en su Idea del Valor de la Isla Española, habla de monteros u orejanos tratando de pastores y cazadores, vid. Hz. Ureña, BDHA V, 249. En esta isla significa hoy ‘rústico’, ‘huraño’, con carácter más valorativo y menos descriptivo que campesino (pp. 195, 218). El primer lexicógrafo que registró el vocablo es Pichardo, quien nos informa de que en el Centro y Este de Cuba aplican esta voz a los animales agrestes, ariscos, cimarrones, y metafóricamente a las personas rústicas, guajiras o que huyen de la sociedad; en este artículo y en la voz jíbaro nos dice que es más propio de Sto. Domingo; pero así F. Ortiz (Ca. 167) como Martínez Moles («guajiro inculto», p. 229), con referencia al centro de la isla, nos confirman el uso en Cuba. Es palabra de uso muy generalizado en América, con la cual topamos nuevamente en Panamá, Venezuela, Colombia, Uruguay y en toda la Arg.; quizá en todo el Continente; del castellano pasó aun al portugués del Sur brasileño, con leve adaptación (orelhano). Dada la forma del vocablo no sorprenderá a nadie que las definiciones hablen de la falta de marca en la oreja de los animales: así ya Pichardo, el colombiano E. Rivera (glosario de La Vorágine), etc. Pero ya la Acad., al darle entrada (en 1899 o 1914), reproduciendo la definición de Pichardo «dícese de la res que no tiene marca en las orejas» agregaba «ni en otra parte alguna del cuerpo»1. Así es en efecto: es posible aplicar la marca a las orejas del animal, y es evidente que ovejas orejanas en Sánchez de Badajoz2 son las que no tienen marca en las orejas; pero cuando se trata de bestias grandes, como vacunos y caballares, precisamente las que más importa marcar, el carácter indómito de los ejemplares jóvenes y mostrencos dificultaría la aplicación del hierro en un miembro tan pequeño como la oreja, de suerte que lo más común es que se marquen en los cuadriles; V. la vivida descripción de una escena de hierra en Tiscornia, M. Fierro coment., p. 21.

La mayor parte de las explicaciones reunidas acerca del vocablo no alude en efecto al lugar de la posible marca o, por mejor decir, no habla de marca alguna, y se refiere casi tanto a personas como a animales. El colombiano Uribe define guaucho como «huérfano, orejano, becerro o potro sin madre» (p. 144); el panameño Garay dice que orejano es «individuo de campo»; el argentino Carrizo, el panameño Lewis y el uruguayo J. de Viana se limitan a equipararlo a ‘arisco’ (vid. Malaret, Supl.). Las referencias a bestias son también frecuentes, como es natural. En Venezuela es ‘res que anda realenga’, o sea sin dueño (Colomine); Chaca, en su Historia de Tupungato (p. 297), dice que es lo mismo que ‘mostrenco’; no es raro que se emplee al hablar de los animales en el momento de la marcación, hierra o señalada: así Garzón en su Dicc. de Argentinismos Tiscornia en el pasaje citado, Elena Hosmann en La Prensa 13-IV-19413. Las acs. indicadas arriba serían extrañas si el vocablo fuese derivado de oreja; pero más extraño sería, en cualquier circunstancia, el hecho mismo de esta derivación.

¿Cómo pudo llamarse orejano al que precisamente no tiene nada en la oreja? La dificultad es tan grave que me anima a sugerir una etimologí muy diferente. El antiguo adjetivo orellano me es conocido solamente por Berceo y el Libro de Alexandre, siempre con el sentido de ‘apartado, lo que se encuentra a un extremo’: «los omnes de la villa, al que es estraño, / en cabo del fossar lo echan orellano, / danle cuerno a puerco en la fossa de mano, / nunca dize mas nadi ‘aquí yaze fulano’» (Alex., 1471b), «avié enna cibdat una torre loçana, / en cabo de la villa, de todas orellana» (íd. 1421b; otro ej. en P 1228b sin equivalencia en O), «essa primera casa, que estava forana, / significa la glesia, que es de gent cristiana; / el otro reconciello, ciella más orellana, / significa al cielo, la partida susana» (Sacrif., 89c). Está claro que es derivado del antiguo oriella ‘orilla’, en el sentido de ‘lo que está a la orilla, lateral, apartado’ (comp. otros derivados antiguos como orellada y orellera, citados s. v. ORILLA). Posteriormente al generalizarse la forma orilla, se conservaría, sin embargo, el vocalismo primitivo en el derivado orellano (tal como castellano correspondía a Castilla y castillo); pero así, este vocablo quedaba bastante aislado de su primitivo. Se concibe que se conservara hasta fines de la Edad Media, y que pudiera pasar con los primeros conquistadores al lenguaje arcaico de la vida pecuaria y montañesa del Nuevo Mundo, aplicado a las personas y animales que vivían alzados en lugares apartados, cerreros, cimarrones o jíbaros, derivados todos de voces con el sentido de ‘cerro’, ‘cima’ o ‘cumbre’; pero el aislamiento lingüístico del vocablo y su frecuente aplicación a animales que habían de marcarse, y a veces en la oreja, era fatal que condujera a la alteración de orellano en orejano, con la cual quedaba el vocablo incorporado de nuevo a una familia de derivados castellanos; era tan fácil que se estableciese esta conexión que ya lo vemos así en el S. XVI en Sánchez de Badajoz, y ya entonces estaría tan consumado el hecho que pudo influir en el significado del vocablo, en el sentido de relacionarlo con las orejas. Por lo demás no será casual el que el lenguaje de este autor sea leonés, pues en este ambiente leonés es donde la ultracorrección orellano > orejano podía más fácilmente prosperar. En América esta alteración se imponía tanto más cuanto que allí abundaban muchísimo los pobladores gallegoportugueses y leoneses, que esforzándose constantemente por deshacerse de sus particularidades lingüísticas, tomarían este orellano por un dialectalismo vitando pero fácil de sustituir por el explicable orejano.

1 La Acad. no localiza el vocablo, pero no tengo noticia de que se emplee en España.―

2 «PASTOR. Pues reniego del sayal / si no he de ver la señal / que tienen en las orejas. / REBECA... Veslas. PASTOR. Mi trabajo en vano: / es verdad que es orejano / y las mías son mozcadas» (= que tienen muesca en la oreja), Recopilación II, 94.―

3 Otros ejs. en Payró, Pago Chico, ed. Losada, pp. 52, 81. En el argentino sureño M. A, Camino, tiene otro sentido poco claro, quizá ‘mutilado’; en una pelea de consecuencias fatales, el matador trata de disculparse: «yo le quise pintar un barbijo, / dejarlo orejano... / el cuchillo corrió pal cogote, / y solito se jué desangrando» (Nuevas Chacayaleras, 81). No sé si tiene esto que ver con la ac. ‘(becerro) sin madre’ a que aluden Uribe y Garzón, o si hay empleo incorrecto.