OLA, voz emparentada con el port. fola ‘oleaje’, ast. fola ‘ola’, fr. houle ‘oleaje’, bret. houl ‘olas’, de origen incierto; como en Francia aparece siglo y medio más tarde que en la Península, es probable que se tomara del ár. háȬla ‘remolino’, háȬl ‘agitación del mar, tormenta’, y pasase luego del castellano al francés.
1.ª doc.: 1403, López de Ayala; 1492, Woodbr.
El portugués y el gallego han conservado hasta hoy en día el uso general de la voz heredada del latín, onda3, literaria o anticuada en castellano; pero junto a onda existe fola «marulhada», ‘agitación del mar, oleaje’. El vocablo aparece ya en los cronistas de la 2.ª mitad del S. XV, Eanes de Zurara y Ruy de Pina: «a folla do mar era tanta, que nƟo poderƟo desembarcar», «a gran folla», «a grande folla que havia no mar» (citas de Moraes). Esta forma se extiende hasta Asturias, donde lo mismo Acevedo que Rato registran fola «ola», Sajambre jola ‘tormenta’ que sería también asturiano oriental y santand. (Fz. Gonzz., Oseja, 287), mientras que el vasco (como es natural, dada su repugnancia por la f) tiene olarro «maretón, olas pequeñas en mar abierto», «houle» (vizc.), olatu ‘ola’ (vizc., guip.), olatxa ‘pequeño oleaje’ (vizc.), olagarru ‘ola grande’ (a. nav.), además guip. olasta ‘pequeño oleaje’ y oiྋaska ‘olas pequeñas’; el compuesto olo(g)arru, olagarru se reduce fonéticamente en unas partes en olarru, en otras en el vizc. olorru ‘olas gruesas que se rompen en alta mar’; lab. olakatu «former des vagues»; nótese que en el País Vasco francés vacila la pronunciación entre ola y los aspirados hola y olha (Lhande). Finalmente, hay el fr. houle «forte ondulation de la mer agitée, précédant ou suivant une tempête». Es notable la fecha tardía en que el vocablo aparece en francés, pues no se halla antes de Rabelais (1552)4. Quizá se podría pensar que haya habido negligencia de los lexicógrafos medievalistas, según ocurre a veces con palabras que pertenecen al lenguaje moderno, y que por lo tanto no llaman mucho la atención; pero el léxico del francés antiguo ha sido muy investigado, y no es probable este olvido en palabra importante y que ha dado lugar a discusiones etimológicas ya antiguas. A pesar de esta circunstancia cronológica, la opinión común de los romanistas ha sido que el cast. ola es préstamo del francés, y es natural que así se haya pensado cuando la gran mayoría de los términos náuticos en el Atlántico se han transmitido de Norte a Sur, y los galicismos de esta naturaleza se cuentan por centenares5; además, la f- portuguesa y asturiana muestra que el vocablo había de empezar por h aspirada, otro indicio que parecía indicar una procedencia francesa. Ya Schuchardt se fundaba en este detalle (Litbl. VI, 114) para asegurar el origen germánico; ahora bien, todos los germanismos náuticos, sin excepción, llegaron a la Península por conducto del francés.
El caso es, sin embargo, que los esfuerzos para hallar en Francia una etimología de houle no han satisfecho y sólo han conducido a discrepancias entre los romanistas. La etimología germánica ya sugerida por Jal no es precisamente la más plausible de las propuestas. He aquí cómo Bloch resumía la cuestión: «Étymologie incertaine... On a proposé d’y voir l’allem. hohl ‘creux’, d’après les locutions die hohle see ‘mer houleuse’, die see geht hohl ‘la mer est houleuse’, cf. aussi danois hul sØ ‘houle’, mais on voit mal comment de ces expressions toutes faites a pu sortir le fr. houle»6. Y en efecto es objeción muy fuerte, que a mi entender desacredita definitivamente la etimología de Jal. Sin embargo, Wartburg, que en su nueva edición de Bloch dice haber modificado el criterio del autor sólo en los casos en que esto se impone, vuelve decididamente al origen germánico, pero con una explicación muy diferente: «doit être le même mot que le norm. houle ‘cavité où se retirent les poissons au bord de la rivière’ (d’où houlette ‘trou de lapin’)7, et anc. picard haule ‘port’, qui, en raison de leur géographie, représentent sans doute l’anc. scandinave hol ‘caverne’ (cf. aussi l’adj. holr); le sens du mot fr. est né de l’aspect du creux des vagues». Es esencialmente el modo de ver de P. Barbier (RLiR VI, 287-9); pero el hecho es que la existencia de esta ac. primaria ‘hueco entre dos olas’ no está demostrada en absoluto en la nota de Wartburg ni en el trabajo de Barbier, y sería muy extraño que hubiera desaparecido sin dejar huellas en la historia lexicográfica del vocablo; en cuanto al norm. y canad. houle ‘concavidad’, me parece claro que viene del lat. ĶLLA ‘olla’8, y el pic. ant. haule ‘puerto’ salta a la vista que deberá leerse havle, variante del fr. havre < neerl. med. havene íd. Con lo cual se derrumba todo este andamiaje.
Queda, sin embargo, el gran argumento de Barbier: el norm. verhoule ‘marea’, ‘reflujo’, sería prueba irrefutable del origen germánico de houle, puesto que verhoule ha de venir de un verbo *verhouler ‘ahuecar’ que sería idéntico al alem. verhohlene flut ‘marea débil’, fris, orient, ferhâlen, ferhôlen ‘ahuecado’, ‘oculto’. Ya se ve que los significados no coinciden, pero sobre todo esta etimología es sólo para los ojos, pues la v alemana es mera grafía de f, sonido que la v ha tenido siempre en el prefijo germánico fir- (alem. ver-), así en los idiomas teutónicos como en los germanismos franceses (frelater, etc.). Sin embargo, verhoule parece palabra importante para nuestro problema etimológico; es ya antigua, pues aparece en dos textos del S. XVII referentes a la desembocadura del Sena9. Pero no veo manera de explicarlo por el germánico; en cambio, quizá preste fuerte apoyo a otra de las antiguas etimologías de houle, la céltica.
Ya Diez, Etymologisches Wörterbuch d. rom. Spr., 226, llamó la atención hacia el bret. houl m., plural colectivo de houlenn f. ‘ola’, relacionándolo con el galés hoewal o hoewel. Sin embargo, Thurneysen (Keltorom. 70), con su gran autoridad de especialista, se apresuró a observar que esta voz galesa es anticuada y de significado muy dudoso, según unos «pars fluminis tardius transiens», según otros «alveus fluminis» o «aqua festinans»; así que el carácter céltico del bret. houl es incierto, y Thurneysen concluía diciendo que el fr. houle había de ser si acaso préstamo muy tardío del bretón, pero lo ponía en duda. A pesar de ello, así lo admiten Gamillscheg (EWFS) y M-L. (REW3 9673; con duda en REW1 4204), mientras Victor Henry ni siquiera incluye el bret. houl en su diccionario etimológico (como si no lo considerara céltico), y en consecuencia Barbier y Bloch afirman que es préstamo del francés. Ahora bien, nuestro verhoule podría aportar una fuerte confirmación de la procedencia bretona, pues VER- es prefijo céltico bien conocido (galo vertragus, Vercingetorix, etc.), que si en principio significa ‘encima’, como sus hermanos gr. ȗπ༹ρ, gót. ufar, alem. über, etc., luego toma el valor de prefijo aumentativo o intensivo; de su vitalidad celtorrománica no dudarán los que recuerden la brillante etimología que halló Jud para el fr. vaudru *VER-DLUTOS. En bretón, esta palabra indoeuropea ha tomado como preposición la forma war ‘sobre’; y como prefijo, gour-, que es muy vivaz en este idioma, entre otras cosas para formar intensivos, p. ej. gourlano «le moment où la marée est pleine», derivado de lano ‘flujo del mar’. Los especialistas dirán si puede suponerse una forma wer- o war- en bretón arcaico, con función de prefijo; aunque hubiese de ser gwar-, no es inconcebible que un bret. *gwar-houl o *wer-houl ‘gran oleaje’ se hubiese adaptado en el dialecto normando en la forma verhoule ‘marea alta’. En principio, no parece esto inverosímil. Pero el hecho es que una palabra *gourhoul no se halla en bretón moderno (Troude, Hémon, Guillevic, V. Henry), y aunque se hallare y se confirmara así el origen bretón del norm. verhoule, esto no probaría aún el origen bretón de houle, ya que, siendo muy vivaz en bretón, este prefijo pudo agregarse a una palabra houl bretona, pero de origen francés10.
Las otras etimologías propuestas son todavía menos verosímiles11. Si tanto nos empeñáramos ―en vista del bretón houl, del ver- normando y del carácter nórdico del léxico del Atlántico― en dar con un origen céltico o prerromano al vocablo, habría que buscar, si acaso, por otro lado: el córn. medio awel ‘tiempo ventoso (hablando del mar)’ es ‘viento’ en las demás lenguas britónicas (ky. awel f., córn. ant. auhel, irl. med. ahel préstamo britónico) y supone una base A?ELଵ que en griego tiene precisamente el sentido del fr. houle y cast. oleaje: homérico ıελλα eolio αƧελλα ‘temporal de viento, oleaje, huracán’ (< α?ελȘα) y como es de familia indoeuropea muy conocida12, sería legítimo suponer que los sorotaptos trajeran a Galia e Hispània algo como *A?LLA que, con alguna contaminación o ingeniosas combinaciones fonéticas, explicara a la vez el bretón houl y las formas romances. Es una idea mucho más sostenible que las etimologías germánicas y célticas propuestas.
Pero siempre quedarían dos grandes objeciones: la h aspirada (> port. fola) y la falta de voces sorotápticas en el lenguaje marino. He preferido no silenciar esta idea, pero concluyo con la que está mejor apoyada en hechos ciertos.
Se impone dar todo su valor al hecho fundamental de que ola es palabra mucho más antigua en la Península Ibérica que en Francia, a lo cual se añade la circunstancia de que el francés vaciló hasta princ. S. XVII entre houle aspirado y oule sin h alguna: está claro que esto es tan desfavorable a un origen germánico como favorable a una procedencia hispánica. No sé por qué se dió tan poca importancia a la sugestión de Devic al señalar como punto de partida el ár. háȬl. En árabe clásico significaba ‘horror, objeto terrorífico’, y deriva de hâl ‘espantar, aterrorizar’. Pero más tarde el verbo toma también las acs. ‘inquietar, perturbar’ y especialmente ‘agitarse, alterarse’, hablando del mar (Dozy, Suppl. II, 769-70); de ahí que háȬl signifique también ‘agitación del mar, tormenta’, y ésta es la ac. corriente no sólo en el árabe magrebí, sino también en el oriental (V. los testimonios relativos al Océano índico en Devic). Es el sentido que tiene en multitud de textos medievales de Occidente, como el Idrisí, Abenɏobair, Abenhayán, Almacarí, el Ajbar Maŷmúa, etc., y el que le atribuyen los léxicos hispanoárabes de Leyden y de Florencia («procella, tempestas, impetus»); PAlc. lo trae en una ac. vecina (‘remolino, torbellino’) y señala un nombre de unidad háȬla, al cual corresponde háȬl como plural-colectivo. Desde el punto de vista semántico, esto constituye una excelente etimología para ola en su sentido primitivo de ‘oleaje’. Fonéticamente, es tan natural la transcripción del h, aspiración ligera, por f portuguesa como su pronta desaparición en castellano; comp. los ejs. de ambas evoluciones citados por Steiger, Contrib. 269-71; la aspiración enmudeció pronto en castellano, pero alcanzó a trasmitirse al francés, si bien con carácter vacilante. La única dificultad fonética está en que esperaríamos ou como resultado portugués del diptongo arábigo au: quizá fuese arabismo de Andalucía, trasmitido por el castellano local al portugués; o bien acaso debamos partir de la variante vulgar hûl, que hoy se registra en Siria y partes de África (Mohît, Marcel).
Queda solamente un escrúpulo de orden geográfico-semántico: ¿es verosímil un arabismo náutico trasmitido precisamente por el castellano a los demás romances? Reconozcamos que no es el caso corriente. Lo común, dada la orientación mediterránea de la navegación islámica, es que los arabismos de este tipo entraran por el catalán (donde justamente no existe este vocablo); en otro caso se esperaría una iniciativa portuguesa; a lo cual se opone el indicado pormenor fonético. Luego es preferible admitir que entrara por Andalucía en el S. XIV, después de la toma de Sevilla y Aljeciras. Que del castellano pasara luego al francés, migración contraria a la corriente general, se comprenderá mejor recordando que las costas Cantábricas y el Golfo de Vizcaya tienen fama entre marinos como lugar de tormentas y marejada permanente, y que otro tanto ocurre con el Estrecho de Jibraltar. Las tempestades del Estrecho son famosas. Tratándose de un arabismo jibraltareño se explica por sí sola la o portuguesa.
DERIV.
Olear [«ondoyer et flotter, faire des ondes», Oudin; falta en Aut.]; oleada [Aut.]; oleaje [1526, Woodbr.; Acad. 1843, no 1817], raramente olaje (preferido en Acad. 1843).
1 Así en el ms. básico N; E trae olas e onda espantosa... son n ellas otrosí para porfiar; P: olas e ola espantosa... son otrosí olas para porfiar; el tercer pasaje está sólo en N.― ↩
2 De que ola era ya de uso general en el S. XV es indicio su vitalidad en judeoespañol; V. ej. en un romance de Rodas, RH X, 596.― ↩
3 Dos ejs. gallegos de onda en el S. XIII véanse en RH LXXVII, 190-3. Y recuérdese el famoso «ondas do mar de Vigo, / ond’está meu amigo?», de la misma época.― ↩
4 En esto coinciden Jal, God., Bloch 1 y 2, y DGén. Diez, seguido por M-L., junta con houle el fr. ant. y dial. holer, traduciéndolo ‘mover de acá para allá, zarandear’. Pero en realidad holer significaba ‘arrojar’ y ‘azuzar’, y es difícil que tenga algo que ver con houle; su origen es incierto, quizá voz expresiva como sus sinónimos halier, harier y haler (cast. halar, jalear).― ↩
5 De hecho, el vasco baga ‘ola del mar’ (Manterola) y el ast. baga «ola tendida, bagamar, temporal» (Rato) vendrán del fr. vague ‘ola’. Verdad es que el cast. bagamar «temporal de fuera; recala a la costa y levanta grandes olas» hace pensar en VAC(U)A MARE, que sería buen paralelo del alem. hohle see, pero quizá es sólo apariencia.― ↩
6 Claro está que Bloch no pensaba en el alto alemán como lengua de origen, sino seguramente en el bajo alemán, el neerlandés o el fráncico. Comp. neerl. holle zee «mer houleuse»; holle baar, citado por Jal como equivalente del fr. houle, contiene baar ‘ola’ más el adjetivo hol ‘hueco’.― ↩
7 Sin duda esta ac. existe en los dialectos. Barbier la cita del Maine, y hoy en el Canadá se emplea houle «concavité du sol, dépression» (Geddes, KJRPh. IX, 238, donde se cita bibliografía).― ↩
8 De donde el cast. olla ‘excavación en el lecho de un río’; y V. n. 11. Si la h es aspirada se deberá a un influjo secundario de houle ‘oleaje’.― ↩
9 Delboulle, Rom. XXXV, 420; Behrens, ZFSL XXX, 362.― ↩
10 Nótese que la terminación consonántica del bretón houl se presta mejor a que expliquemos esta voz como tomada del francés que a servir de base para un préstamo en dirección contraria; tanto más cuanto que el bret. houl es masculino.― ↩
11 P. Fesquet (RLR XXIX, 35-36) propuso UNDŬLA, diminutivo de ŬNDA (en lo cual no cree P. Meyer, Rom. XV, 625). Pero esto no explica la h- aspirada del francés, ni menos la forma port.-ast. fola; además, aun en castellano y en francés se esperaría más bien *ondra, *ondre. Suele admitirse que de este UNDULA viene el port. dial. óndua (miñoto: Leite de V., Opúsc. II, 90, 387; Ervedosa-do-Douro, RL XXVII, 93; REW, s. v. UNDULA), y ya se ve que el resultado ha sido muy distinto. Así y todo, dudo de la existencia romance de este UNDULA: ôndia es general en portugués vulgar, en las Azores úndia (Leite, RL II, 305), en Galicia undia y en Miranda ondia (M. P., Dial. Leon., § 6), todo lo cual hace pensar en la i epentética leonesa, pero más bien creo que se tratará de un deverbal de ondear > ondiar, que por dilación pasaría en algunas partes a onduar, como se dice efectivamente en Enredosa. Tuttle, ASNSL CXXXIII, 171, prefiere explicar por contaminación de água, lo cual también es posible. Todo esto es preferible, tratándose de formas vulgares y dialectales, a partir de un «latín superfluo» UNDULA. Tampoco puedo creer como étimo de ola-houle en ĶLLA, en su sentido de ‘remolino en un río’ o ‘concavidad’, como propusieron Baist, ZRPh. XXXII, 428, y Sainéan, Rev. des Ét. Rabelaisiennes VIII, 38, y Sources Indig. I, 181-2. Además de que entonces no explicamos la h aspirada y la f portuguesa, la forma fonética tomada por el vocablo descartaría como punto de origen el francés (ahí ĶL(L)A dió eule) y el castellano, donde deberíamos tener -ll-, y sólo quedarían la lengua de Oc y el portugués, comp. trasm. ola «redemoinho na água, especie de funil que esta faz», RL V, 98 (otros testimonios de esta ac. en RL XXXIII, 236-8; también conocida en cast., cat. y oc); pero justamente el portugués dice fola y no ola, y el occitano no conoce el vocablo en ninguna ac. marina.― ↩
12 Cf. Lejeune, Phon. Myc. et Gr. Anc. pp. 180-182 h. 5; Pokorny, IEW, 82: αƧρα, ę?ετμóς uentus, vāti, wehen. ↩