OJO, del lat. ֊CŬLUS íd.
1.ª doc.: orígenes del idioma (Cid, etc.).
En castellano es tan antigua como la lengua literaria, pues ya la encontramos en la General Estoria. donde se habla de una ciudad construida «entre los ojos de los manantiales del Nilo» (ed. Solalinde I, 299a); reunió otros ejs. M. L. Wagner er VKR VI, 11n.; es frecuente en cronistas de Indias: R. de Lizárraga (fines del S. XVI), Diego de Rosales (med. S. XVII)2, Vargas Machuca (h. 1600), etc.; V. otros en Friederici, Am. Wb., 456 Hoy está disperso por toda España, sobre todo en la toponimia (Ojos del Río Moros, Segovia Ojos del Guadiana y Ojos de Montiel en Ciudad Real, Ojos de Archivel en Murcia, etc.), pero tambien es vivo como apelativo, p. ej. en el Alto Aragón (Rohlfs) y en Andalucía (A. Castro); quizá todavía lo sea más en el castellano del Nuevo Mundo, pues se registra en toda la Arg., Chile, Perú (Arona), Cuba3, El Salvador4, Nuevo Méjico5, Colombia (un par de ejs. en el mapa de Cundinamarca al 250.000) y quizá en todas partes. Por otra parte es muy vivo, con el mismo sentido, el port. olho de água y su dim. gall. ulló, illó (C. Michaëlis, RL I, 305)6. El cat. ull se registra con este sentido en la toponimia (Ull de Ter, etc.), pero también como apelativo, y el derivado ullal ‘manantial, especialmente el de duración transitoria’ es aún más conocido. En lengua de Oc este empleo de gouelh se señala sobre todo en Gascuña, donde es muy vivo, y común a toda la zona pirenaica desde el Bearne al Ariège y ya desde la Edad Media (Levy, P. S. W., s. v. olh; Rohlfs, BhZRPh., § 84), pero uiau «petit gouffre qu’on regarde sans fond» se conoce también en Provenza (Mistral)7. De los demás romances sólo me consta que se emplee en Córcega (occhiu), pero no se puede asegurar que no tenga mayor extensión. En todo caso el área extra-romance de esta metáfora es muy vasta.
Por lo pronto hay el vasco urbegi íd. (de ur ‘agua’ + begi ‘ojo’), y por otra parte el ár. ⺆aȳn ‘ojo’, con el mismo sentido, es antiguo, clásico y común a todas las zonas donde se habla este idioma: debe de ser metáfora común del semítico, puesto que se repite en el hebreo, y ya está en la Biblia. Esto ha dado lugar a una discusión entre los que creen que el romance la calcó del ibero o el vasco (Rohlfs, l. c., y Bayerische Sitzungsberichte 1944-6, fasc. 5, p. 9; comp. Spitzer, NRFH III, 142n.) y los que prefieren ver el punto de partida en el semítico, que la trasmitiría al iberorromance y de ahí al vasco (A. Castro, España en su Historia; NRFH III, 157-8). En realidad, ya insinué en 1937 (VRom. II, 158) la posibilidad de que no haya calco alguno en ningún idioma, sino poligenesia, y ahora que conocemos toda la extensión del fenómeno, estamos en condiciones de asegurarlo. Aparece, en efecto, en el País de Gales, y ya en la Edad Media8; en el serviocroato ଫko «oeil», «source»9; en persa (Ƈāsmā ‘manantial’ junto a Ƈāsm ‘ojo’, cita de Wagner); en georgiano: chartoli, compuesto de chari ‘agua’ y tholi ‘ojo’10; y es seguramente de fecha precolombina en las lenguas de América del Sur, pues es común al araucano (?ekó ‘lugar donde nace un manantial’, de ?e ‘ojo’ y ko ‘agua’) y al quichua, desde el S. XVI (ñahuy ‘ojo’ y ‘ojo de agua’ en González de Holguín), y creo haber demostrado la probabilidad de que se hallara en millcayac, lengua indígena de Mendoza extinguida en el XVII11. La documentación internacional más completa de esta metáfora la reúne M. L. Wagner en NRFH IV, 40-43, quien la señala en lenguas y dialectos de todo el mundo: en el italiano de Como, en Córcega (donde nunca hubo árabes), en celta y noruego, en georgiano, en el Extremo Oriente [y en la toponimia aborigen andina], etc.; lo cual me parece descartar la posibilidad (que él admite, quizá por cortesía) de que en la Península Ibérica sea arabismo semántico, tanto más cuanto que no sólo se halla copiosamente el hecho, como señalé, en los Pirineos orientales, centrales y occidentales, sino también en León, Galicia y Portugal, como documenta oportunamente Krüger, ibid. IV, 398.
Por lo demás, si lo miramos bien, no hay nada de extraordinario ni de «oriental» en esta metáfora: el manantial es el lugar por donde el agua sale a la superficie, por donde ve la luz, por lo tanto es su ‘ojo’, la misma comparación que nos hace decir alumbrar agua para descubrirla cuando es subterránea. En el fondo casi es la misma idea la que expresa Fr. Luis de Granada: «¿qué son los estanques y lagunas de aguas claras, sino unos como ojos de la tierra, o como espejos del cielo?» (Guía de Pecadores, 1, 9, § 2, Rivad. VI, 39b). También en el manantial, que es siempre de aguas claras, se refleja vivamente la luz. Ciertamente era más atrevido comparar el manantial donde empiezan las aguas de un río o corriente con el jefe o guía que va a la cabeza de un grupo de gente, que es lo que se cree que hayan hecho el catalán, la lengua de Oc y el francés con sus vocablos deu, dotz, doiz, procedentes del lat. DUX, DŬCIS: otra metáfora antropomórfica no muy alejada de ojo de agua. Nótese bien que ojo de agua no es sinónimo riguroso de ‘manantial’, sino que designa precisamente cada uno de los puntos de emergencia por donde el agua sale a la superficie: en Mendoza (Arg.) he oído hablar de una vertiente (voz que allí significa ‘manantial’) de siete ojos, en Gresolet (Pirineos) una mujer prometió acompañarme hasta el mismo üi de la font, en Portugal se habla de «um importantíssimo manancial constituido por tres olhos de água» (RL XXIV, 189, 192), el mismo matiz tiene en araucano, y podemos asegurar que eso mismo ocurría en el castellano de la Edad Media, en vista del pasaje citado de la General Estoria, y de éste de la traducción aragonesa de Marco Polo: «hay una tan grant fuent d’olio que C naves podrien cargar allora, tan grant ojo ende salle» (ed. Knust, p. 113).
Para la locución adverbial a ojos vistas [Aut.], comp. el port. a olhos vistos, Gonçalves Viana, Palestras Filológicas, 115-123; en castellano la encontramos ya en el Mtro. Venegas (1535) y en el Quijote (II, xxii, 82v°), y como indica Cuervo (Ap., § 241) debe de resultar de una alteración de una cosa a ojos vista (un disparate a ojos visto), por influjo de locuciones adverbiales como a oídas, a ciegas (comp. a ojos cegarritas); o bien hay cruce de dos antiguas locuciones sinónimas a ojos y a vista. Finalmente, en cuanto a ojo del culo, ojete, baste decir que también en este sentido se emplea en otros romances (cat. ull del cul, la ullera; gall.-port. olho do cuu, CEsc. 131.3, 401. 6; etc.).
DERIV.
Ojal [Covarr.]; ojalar; ojalado; ojalador, -ora, u ojaladera; ojaladura. Ojanco ‘cíclope’ [Aut.]; santand. ojáncanu íd. (G. Lomas). Ojear [«hazer señas con los ojos: innuo», Nebr.; «echar los ojos y mirar con atención a una parte», 1605, Píc. Justina, Aut.]; ant. ojar ‘mirar’ [S. XV, Mingo Revulgo, en Aut.; comp. gall.-port. olhar ‘mirar’ muy vivo y ya antiguo (por lo menos S. XVII, CortesƟo), y muy desarrollado hoy en ambas variedades12]; otros romances conocen también esta formación (it. occhiare), pero más el sustantivo: it. occhiata, cat. ullada, oc. olhada (> fr. oeillade), que tal vez sea también lo más antiguo en portugués; de ahí olhadura ‘la forma de mirar’ (Camoens, varias veces, Cort.)]; ojeada [h. 1600, J. Gracián, Aut.]; ojeo ‘mal de ojo’ arg. [Chaca, Hist. de Tupungato, 324]. Ojera [Berceo, S. Dom., 639d; «ojeras hundidas: oculorum recessus», Nebr.; güeyera, ast. «enfermedad de la vista», Vigón]; ojeroso; ojerudo. Ojeriza ‘rencor, mala voluntad’ [1588, Malón de Chaide en Fcha.]13, para el sentido comp. frases como tener o traer entre ojos o sobre ojo, ‘estar enojado contra uno, aborrecerle’, ‘sospechar de él’ (ya en Cervantes, Fcha., y Aut.), mirar con malos ojos o de mal ojo (íd. íd.)14. Ojete [1517, Torres Naharro, vid. el índice de la ed. Gillet; Covarr.]; ojetear [«tofus es piedra ojeteada», APal. 502d]; ojetera. De ojito loc. adv., arg. (leer de ojito ‘leer desde lejos lo que está leyendo otra persona’, novia de ojito ‘aquella a quien su pretendiente no se ha declarado’). Güeyón ast. ‘pez de la familia de los pleuronéctidos’ (V). Ojoso. Ojuelo.
Anteojo [antojos, Nebrija]; anteojera; anteojero. Antojarse [Las Siete Partidas; Cuervo, Diccionario I, 493-5], compárese portugués antolhar-se, antolho, cat. ant. y bal. antullar-se, antull; antojadizo; antojamiento ant.; antojanza ant.; antojo [Partidas; ast. antoxu, V, es castellanismo], vid. Malkiel, RPhCal. III, 51, n. 113. Aojar ‘dar mal de ojo’ [h. 1330, Juan Manuel, DHist.; Nebr.; ast. agüeyar, V]; aojador; aojadura; aojamiento; aojante; aojo. Desojar (ast. desgüeyáse ‘mirar con insistencia’, V). De reojo [Acad. ya 1817; ejs. del S. XIX en Pagés]15. Trasojado.
Son cultismos los siguientes. Ocular. Oculista. Ocelo, de ocellus, diminutivo del latino oculus; ocelado16. Inocular, de inoculare ‘injertar’; inoculación; inoculador. Helenismos, tomados de voces etimológicamente afines al lat. oculus. Oftalmía; oftálmico, exoftalmia; derivados del gr. ƺưȎαλμóς ‘ojo’. Óptico, de ƺπτικóς íd.; óptica; catóptrico, catóptrica [1755, Sarm. CaG. 236r], con los compuestos catroptromancía y catoptroscopía; dioptría; dióptrica [1755, Sarm.]; catadióptrico; panóptico [Acad. 1884, no 1843]; sinopsis [Acad. ya 1843], sinóptico [Acad. 1884, no 1843]. Extranjerismos. Ollao [h. 1573, E. de Salazar en Fcha.; 1611, Th. Cano, en Jal; la variante ollado, que Jal en 1848 cita sin ejs. y que falta todavía en Acad. 1843, es barbarismo], tomado de un gasc. ant. *olhau (-ALE), comp. el nombre fr. oeil-de-ris, it. occhietto, ingl. eyelethole, etc.17. Ollar ‘orificio de la nariz en las caballerías’ [Acad. 1914 o 1899], probablemente del port. olhal, término de veterinaria18. V. además de reojo, arriba.
CPT.
Ojialegre. Ojienjuto. Ojigarzo. Ojimoreno. Ojinegro. Ojiprieto. Ojituerto. Ojizaino. Ojizarco. Gall. ollo-breque ‘tuerto’ voz insultante, Sarm. CaG. 110v y p. 139, cpto. con breca nombre de pez = gall. ollo-mol especie de besugo, por alusión a la forma de los ojos de este pescado. Helenismos. Oftalmólogo; oftalmología. Oftalmoscopia; oftalmoscopio. Optómetro. Metoposcopia, compuesto de μέτωπον ‘frente’ (a su vez compuesto de Džψ ‘vista’, ‘cara’) y σκοπεƗν ‘mirar, examinar’. Prosopopeya [princ. S. XVII, Jz. Patón] de προσωποποȋα, compuesto de πρóσωπον ‘aspecto de una persona’ y ποιεƗν ‘hacer’; prosopografía.
1 En leonés güeyo, en aragonés antiguo güello, hoy reemplazado por el cast. ojo aun en el Alto Aragón, pero oí la forma güello todavía viva en Abella de Espés (Ribagorza), que por lo demás es ya catalán fronterizo. En güello de l’aigua, punto de emergencia de las aguas de un barranco, cf. abajo.― ↩
2 V. los pasajes en Draghi, Canc. Pop. Cuyano, 451, 468.― ↩
3 Un Ojo de Agua de Minaya en docs. habaneros de los SS. XVII y XVIII. A este propósito Manuel Pérez Beato, Habana Antigua I, p. 61, habla de «este ojo de agua».― ↩
4 Salazar Arrué, La Nación de B. A., 1-1-1940.― ↩
5 «Bebiendo agua ’n un ojito», BDHA I, 294, 295.― ↩
6 Éste, con el sentido de ‘pantano ciénaga’, que se documenta como topónimo (Ulhoo) ya en 1235, tendría la misma etimología, según J. L. Pensado, Acta Salmant., 79-81; idea que me sentiría dispuesto a aceptar, por más que un pantano no es un manantial, pero es verdad que el cat. ullal ‘manantial’ se aplica en Valencia a zonas pantanosas (aunque se dice entonces en plural). Sin embargo me inspira bastantes dudas sobre la idea, el femenino Ulloa, tan corriente como topónimo y antropónimo en Galicia, evidentemente inseparable de Ulhoo, y que ya no se explica bien como diminutivo de ollo.― ↩
7 Comp. en la Argentina: «lagunas cristalinas abiertas como enormes ‘ojos de mar’ en la falda misma de la montaña» (diario Los Andes, Mendoza, 5-V-1941).― ↩
8 Oculus «source of fountain or river» en un texto medieval de esta región, estudiado por C. Plummer, Bull. Du C. II, 22, quien agrega que el mismo valor tiene el galés llygad ‘ojo’. Ignoro la extensión de este sentido en las lenguas célticas.― ↩
9 Meillet-Vaillant, Gramm. de la L. Serbo-croate, p. 82.― ↩
10 Erckert, Die Sprache d. kaukasischen Stammes, 115, 147, 43, cita de Bertoldi. Trató últimamente de la cuestión M. L. Wagner, NRFH IV, 40-43.― ↩
11 V. mi artículo en Anales del Inst. de Etnografía Americana, Mendoza, V, 99.― ↩
12 «Consola-se ollando a miña obra» Castelao 204.1; 19.23, 77.27, 80.27 y passim; además sustantivado o meu ollar 203.26. En gallego se nota la frecuente debilitación en ‘ver’, p. ej. «pola bufarda... olla-se sempre...» ibid. 209.4. Anotado ya por Sarm., y aun en la locución exclamativa ollái-vos ‘mirad’ que hace concurrencia a catái-vos (CaG. 65v).― ↩
13 3 ejs. en el Quijote; Covarr.; como vulgarismo en Pedro Espinosa, Obras, p. 197; Quevedo lo aprovecha para burlarse de los culteranos: «a la melecina o jeringa llamará ojeriza de azófar», La Culta Latiniparla, Cl. C. 165; Aut. trae ejs. posteriores.― ↩
14 Comp. vasco b-.nav. begigo ‘odio, rencorcillo’, derivado abstracto de begi ‘ojo’, si bien parece que Azkue lo tomó solamente de una publicación religiosa que se hacía en Donibane-Garazi hacia 1880 (no en Bera-Me.) y Michelena, BSVAP XII, 369, sugiere que es otra cosa; sin embargo, cf. las demás palabras vascas más abajo y begietan goiti artu en Salazar, donde goiti reemplaza el vco. gaiñean que cito infra; Bera-Me consignan un betzigo ‘injuria’, pero como no figura en Azkue cabe desconfiar: debe ser un neologismo, formado quizás con el citado begitan artu y zigor ‘palo, azote’. G. de Diego, RFE VI, 127, duda, pero se inclina a creer que ojeriza es derivado del lat. ֊DէUM, en vista de que enojo viene de INODIUM. Pero enojar y enojo no pueden ser representantes castellanos de INODIARE, pues -(D)?- entre vocales da siempre y (o cero) en castellano: no cabe duda que son occitanismos. Ahora bien, una formación específicamente castellana como ojeriza debiera presentar tratamiento fonético genuino, así que no puede venir de ODIUM. En S. Dom., 133b, el mejor ms. lee traen noiança (por enojança), y aunque la lección traen oiança de los otros mss. fuese buena, no probaría nada en favor de esta etimología de ojeriza, entre otras razones porque se podría entender que la i vale y (comp. iacemos, 152d, en el mismo ms.). La derivación de ojo está fuera de duda en vista del gall. olleira ‘ojeriza, mala voluntad hacia alguna persona’ (Vall.), y la citada voz vasca; comp. además ronc. begien gaiñean «tomar ojeriza, contracter de la haine» (gaiñean ‘encima’) (Azkue I, 1426), vasco común begitan artu ‘tomarle a uno en ojo, generalmente para mal’ (artu ‘tomar’); a éste el Supl. de Azkue2 lo localiza en Guernica. Un equivalente de olleira es ojera ‘ojeriza’ empleado en el Neuquén (Arg.), Camino, Nuevas Chacayaleras, p. 49. Del castellano se tomó el port. ojeriza.― ↩
15 Es singular el valor del prefijo en esta palabra, que sólo tiene correspondencia en el cat. de reüll [princ. S. XVII], cat. ant. a reüll [Libre de Gamaliel, que se atribuye al S. XIII y que de todos modos ha de ser medieval]. El oc. de rèire-uei íd. (Mistral), oc. ant. reirolhar «regarder avec mépris» (= cat. reüllar ‘mirar de reojo’), muestran inequívocamente que re- no es RE-, sino RETRO- ‘detrás’, según corresponde al significado, comp. mirar con el rabillo del ojo, cat. mirar de cua d’ull, prov. regardà de co d’uei. La reducción de rere- a re- por haplología es un hecho corriente en catalán: a repèl ‘a redopelo’, cat. ant. reguarda ‘retaguardia’, cat. mod. retaule ‘retablo’ < RETROTABULUM (V. s. v. TABLA). En rigor, no sería del todo inconcebible que en castellano un *redrojo hubiese pasado a *redojo por disimilación y luego una pronunciación vulgar reojo se hubiese afianzado por un falso análisis; pero sería extraña la falta de documentación de *re-d(r)ojo. La fecha tan tardía de esta locución en castellano y su antigüedad en catalán indican que es un catalanismo que logró afirmarse gracias a la fuerza expresiva que le confiere la presencia de la palabra ojo. La única expresión antigua y castiza en castellano es de soslayo.― ↩
16 Definido «que tiene celos» por errata en Acad.― ↩
17 No puede venir del portugués, como cree la Acad., pues no figura esta palabra en los diccionarios de este idioma y no se explicaría bien la terminación. En portugués existe olhal con significado náutico algo diferente.― ↩
18 ¿O dialectalismo español? Muy vivo en la Arg.: Justo P. Sáenz, La Prensa, 30-VI-1940. Aplicado a los de un tigre, Alberto Córdoba, íd. 28-IV-1940. ↩