MORAGA o MAURACA, del ár. Ʌraqa ‘holocausto, combustión’, derivado de Ʌáraq ‘quemar’.

1.ª doc.: Aut.; Acad. 1817 (no 1783).

En esta ed. aparece la ac. «el manojo o maña que forman las espigaderas». Creo que esta definición no es exacta y que debemos entender lo que explica Lemus en su Vocab. Panocho de la Huerta de Murcia: «moragas: espigas de trigo tostadas»; cita ejs. claros de los escritores regionales Frutos Baeza y Díaz Cassou («espigas qu’están güeñas pa hacer moragas»). Terr. registra un verbo moraguar ‘magostar’ que habrá encontrado en algún texto antiguo (en vista de la grafía gua = ga). En la ed. de la Acad. de 1884 se agrega morago como sinónimo de moraga en la ac. definida y además, como provincialismo andaluz, «acto de asar al aire libre, generalmente a la orilla del mar, sardinas y otros peces menudos, ensartándolos en un largo espetón que se coloca horizontalmente sobre dos estacas, como a un metro del suelo, encendiendo a todo lo largo de este aparato una estrecha hoguera de leña, y procurando que el viento aparte el humo y sólo alcance al pescado la llama viva»; además en la misma edición se da los nombres de mauraca o moraga, también andaluces, al «acto de asar castañas, bellotas o mazorcas de maíz, en el campo y al aire libre, sin más arte que cubrir gran cantidad de ellas con un montón de leña menuda, al cual se pone fuego por varios lados para que muy luego se convierta en rescoldo». Según A. Venceslada el and. moraga es ‘sardina asada que se aliña con aceite, ajo, perejil, limón y pimienta’. Nuestro vocablo no aparece en Aut. en su lugar alfabético, pero en el artículo mondejo se advierte que este embutido se llama moraga en la Serranía de Soria. En las ediciones más recientes de la Acad. se nos advierte que en la Rioja moraga es ‘matanza’, o sea ‘faena de matar los cerdos, salar el tocino, aprovechar los lomos y hacer las morcillas, chorizo, etc.’; el significado primitivo sería el que en la misma región tiene morago ‘tajada del lomo del cerdo que en las moragas o matanzas se come tostada a la lumbre’. En Pena-roja (zona catalana de Teruel) moragues son ‘aceitunas asadas al rescoldo’ (BDC IX, 71). Seguimos dentro del mismo orden de ideas con el verbo cat. (val.) moragar empleado por el alcoyano Martí Gadea en el sentido intransitivo de ‘enverar, pintar’ hablando de las uvas (Tèrra del III, 67), donde la idea básica será la de ‘tomar color encendido’1.

Ni Dozy ni Engelmann estudiaron este vocablo, pero la Acad. (ya 1914) lo trae del ár. Ʌraqa «holocausto, combustión». Así es, en efecto. Se trata de un derivado del verbo Ʌáraq, el más corriente para decir ‘quemar’ en el árabe de todas partes y de todas las épocas (también en los hispanos R. Martí y R Alc.); el sustantivo en cuestión aparece traducido «holocaustum» en los diccionarios clásicos y en el egipcio de Bocthor, ‘fuego artificial’ en los argelinos Hélot y Beaussier, ‘deseo ardiente’ y ‘cantueso’ en este último; casi podemos decir que lo tenemos documentado en España, puesto que R. Martí recoge el masculino Ʌraq entre los nombres de acción del verbo Ʌáraq «conburere». Sabido es que en palabras de tal estructura el árabe vulgar hispánico ponía el acento en la a postónica, de suerte que la evolución moɅráqa > moraga, o bien mauraca (con vocalización del Ʌ en u, comp. carácter > caráuter, etc.), no presenta dificultad alguna.

Amoragar no viene de *AMBURICARE. ‘quemar’ (así GdDD 491a); tampoco Alto Aller morguezu [< -gazu, con la metafonía ahí normal] ‘trocitos de leña menuda y desperdicios de madera que se echan en el fuego’ (Rdz. Cast., 253) ni se relaciona con tal derivado latino ni con moraga, sino con AMURCA (vid.).

1 En cuanto al verbo gall. amoregar que Vall. define «mordiscar o romper con los dientes la cáscara de las castañas, cuando se quieren asar, para que no revienten estallando y saltando de entre el rescoldo o brasas que las cubren», que G. de Diego, Contrib., p. 68, hacía venir de *EMORDICARE, carece de interés. En efecto, parece que F. J. Rodríguez dió entrada a este verbo en su diccionario por una mala lectura de un amoxegar utilizado por Sarmiento; de aquí lo han tomado los lexicógrafos gallegos, quienes son los responsables del significado, que ellos mismos han ideado de este falso verbo gallego (vid. J. L. Pensado, Contr. crít. lexicogr. gall. 71-72).