MARCHITO, corresponde al cat. marcit íd., it. marcitó ‘podrido, consumido’, que son participios del verbo romance marcir, marcire, ‘marchitarse’, procedente del lat. MARCୱRE íd.; pero la evolución fonética de la voz castellana es oscura y sólo puede explicarse admitiendo que se tomara del dialecto mozárabe.
1.ª doc.: APal. 235d: «lassum por marchito puso Virgilio». Algo anterior es el dato siguiente: «marchito dízese por las flores o yervas o frutas que están medio secas, o de yelo o de el gran sol; y algunas vezes... a ombres o mugeres que están, de enojo o de mal contentamiento, descolorados y delexados y floxos», vocabulario de med. S. XV, RFE XXXV, 338.
DERIV.
Marchitar [Nebr.; Garcilaso, son. XXIII, v. 12] o enmarchitar [Nebr.]; marchitable y enm- [ambos Nebr.]; inmarchitable; marchitadura [Nebrija], hoy anticuado frente a marchitez. Ast. desmarciáu ‘caído, flojo’, ‘que tiene el semblante mudado por haber pasado mala noche’ (V), parece ser derivado de un *márciu MARCէDUSl>; comp. cat. desmarxat ‘pasado, que ha perdido la frescura’. Cultismos: marcescente, inmarcesible (en vez de *inmarcescible).
1 No figura en muchas fuentes de esta época (Cid, Berceo, Apol., Conde Luc., J. Ruiz, P. de Alf. XI, Calila, ms. bíblico I-j-8, glosarios de h. 1400).― ↩ 2 También en catalán marcir-se es voz de tono noble, casi literaria, frente a pansir-se. Aunque el vocablo no es ajeno del todo al occitano y francés antiguos, produce el efecto de que sea semiculto en todos los romances. Pero esto no explicaría la dificultad fonética castellana, pues en latín no existe más que el participio activo marcens o el adjetivo marcĭdus, y aun si hubiera participio pasivo éste sería *marcĭtus, que no explicaría ni el acento ni la ch.― ↩ 3 Schuchardt, Roman. Etym. I, 38, vió también la dificultad, y vacila entre un cambio de sufijo -էDUS por -ITTUS, o un diminutivo castellano de un arcaico *marcho procedente de MARCէDUSl>, tal como port. murcho ‘marchito’ de MURCէDUS (voz rara en latín) ‘cobarde, perezoso’. Pero lo primero es inverosímil en grado sumo, y lo segundo es salir del fuego para caer en las brasas, pues nada hay más inseguro que la etimología de esta voz portuguesa, cuyo tratamiento fonético sería insólito, según reconocen Leite de V. (RL III, 276-7, n. 5), y Cornu, GGr. I, § 111; no es más aceptable el *MURCULUS postulado por aquél. Creo que es importante el gall. mucho (Sarm. CaG. 120r: esta rosa xa está mucha): éste y murcho saldrán de resoluciones distintas de un primitivo *muscho, que estará junto al cast. MUSTIO (MUSTIDUS) en la misma relación que gall. cantache frente al cast. cantaste, gall. y port. ant. che, ch’, frente al cast. te; comp. también sujo frente a suzio, rijo frente a rezio. La r de murcho puede ser meramente fonética, o favorecida por marchito. El gall. murcio ‘humedad o corrupción de la carne’, ast. occid. esmurcirse ‘marchitarse’, son cruces de murcho con mucio MUCIDUS (¿o quizá con MARCIDUS?); vid. MUCERE en GdDD 4460, de donde vienen algunos, aunque no la mayor parte, de los representantes que él cita. La existencia real de MURCIDUS es sumamente problemática. Se trata de un hápax de Pomponio, trasmitido en el texto de San Agustín, y a propósito de una supuesta etimología. Que el nombre de la ciudad de Murcia venga de ahí (según defiende M. P., Filología, Bs. Aires, III, 1-5) no es menos dudoso; más probable es que se trate, como quiere Asín (Contr. a la Top. Ár. de Esp.) del ár. múrsiya, part. act. fem. de la 4.ª forma de r-s-w «être immobile, ferme; être grave, rassis; mouiller à l’ancre», bien documentado en autores populares medievales, así como en R. Martí y PAlc.; se tratará, pues, de ‘afincado, firme, fijo’ aplicado a la fortaleza musulmana fundada por Abderrahman y aludiendo a los cimientos muy sólidos que esta fundación en un subsuelo arcilloso y movedizo hacía necesarios. Castrillo de Murcia y el Murcia de la Vall d’Alba serán probablemente aplicaciones locales del nombre de la Murcia más conocida (fundaciones de murcianos, etc.); el cat. Tamúrcia no parece tener nada que ver con esto, y en cuanto al otro cat. Aiguamúrcia, que tan demostrativo parece a M. P., es nombre dudoso, que no nos aclara nada: se trata de una aldehuela insignificante (cuyo nombre se eligió en el S. XIX para denominar el municipio de Santes Creus, nombre de sabor demasiado monástico y feudal), que nunca aparece en docs. antes del S. XVIII, y si bien es verdad que está junto al río Gaià, no está junto a un paraje de aguas muertas: si verdaderamente quiere decir ‘agua lenta’, se tratará también del ár. múrsī ‘inmóvil, fijo’, que pasaría al habla local catalana de esta comarca, reconquistada en fecha bastante tardía. Spitzer, Litbl. XL, 207, trata de explicarse marchitar como derivado de MARCERE con un sufijo diminutivo, que atenuaría el matiz del verbo, a la manera del it. cantarellare o el alem. geistreicheln. Pero no hay casos comparables en castellano (con este valor se emplean si acaso -icar, -iscar, -uzar: enamoricar, neviscar, espeluzar), y además así no explicamos la ch.― ↩ 4 También es propio de un préstamo lingüístico el aceptar el participio sin tomar el verbo. Un caso suelto de marchecer ‘marchitar’ parece hallarse en el segoviano Agustín de Ruescas (1546), vid. Cej., La Lengua de Cervantes, s. v. marchito. ↩