MACAREO, ‘oleada impetuosa que sube río arriba en ciertas desembocaduras, al crecer la marea’, del port. macareu, de origen incierto, probablemente africano o asiático, pero no está bien averiguada la relación con el fr. mascaret íd., que no puede asegurarse si es portuguesismo o voz independiente.

1.ª doc.: 1626, Simón.

Es probable que la palabra castellana aparezca ya en los textos originales de Vicente Yáñez Pinzón (1513) y de Aguado (h. 1565), a pesar de que en las ediciones de sus obras se lee, respectivamente, macajo y mareo, seguramente errores de copia o de impresión. En portugués Friederici (Am. Wb., 359-60) da ya un ej. de h. 1500 y otro de 1505-21, ambos referentes a las costas occidentales de África, y desde 1535 hay muchos, referentes todos a la India y Sudeste asiático; en castellano es menos frecuente que en portugués y se aplica por lo común al Orinoco o al Amazonas1, mientras que los portugueses hablando del Brasil suelen emplear el vocablo indígena de aquellas tierras, que es el tupí pororoca. Como en Portugal este fenómeno es desconocido, y los portugueses no tuvieron precursores europeos en sus descubrimientos africanos y asiáticos, no es probable que sea ni una palabra antigua en portugués ni tomada de otra lengua europea; por estas razones es ya inverosímil la conjetura expresada vagamente por Gonçalves Viana (Palestras Filológicas, 71-77) de que sea derivado portugués de la raíz romance estudiada aquí en el artículo MACAR ‘golpear, magullar’, que además es palabra inexistente en portugués. Es más aceptable la conclusión de Dalgado (Gloss. Luso-Asiát. II, 3-5) y Friederici, de un término de origen asiático. El que propone Dalgado, guyarati makaró (procedente del scr. makara; en Kalidasa, Vikr. IV, 54d, makaraɅ es un monstruo marino no precisado) ‘monstruo marino’, ‘cocodrilo’, es satisfactorio desde el punto de vista semántico, pues el fenómeno suele compararse popularmente con un animal: en hindustani lo llaman ‘carnero’, en guyarati ‘caballo’, en Guiena ‘toro’, y en otras partes (según nota Bloch) se emplean metáforas parecidas, como cat. cavall ‘gran oleada’ y prov. biòu d’aigo ‘torrente impetuoso’ (propiamente ‘buey de agua’); la conjetura de Dalgado de que los habitantes de la India dijeran a los portugueses que el fenómeno lo causaba un makaró, es decir un monstruo o cocodrilo, no es inverosímil, y acaso pueda apoyarse en la forma indirecta en que emplean el término Correia y Castanheda.

A pesar de todo, como ese conjunto queda poco claro, y como la terminación -eu tampoco se explica y sobre todo no existen noticias positivas de que makaró u otra forma de la misma palabra se emplee en parte alguna de la India como nombre del fenómeno, la etimología índica permanece dudosa. Teniendo en cuenta que los dos testimonios más antiguos se refieren a la costa occidental africana, que los portugueses frecuentaron ya mucho en el S. XV, y que, en cambio, no llegaron a la India hasta 1498, es decir, casi al mismo tiempo en que ya aparece macareu aplicado a Guinea, es quizá más verosímil una procedencia africana.

Quizás haya aquí alusión a un mito griego más o menos bien recordado por los viajeros del Renacimiento. En el Laberinto de Juan de Mena (103) se lee «Allí era aquel que la casta cuñada / fizo por fuerça non ser más donzella, / comiendo su fijo en pago de aquella / que por dos maneras dél fué desflorada; / e vimos en forma muy más aviltada / ser con Macareo la triste Canaçe, / de los quales amos un tal fijo naçe / que la vmana vida dexó ynjuriada». Se trata de Mακαρεύς y KανάκƓ, hijos de Éolo, cuya historia cuenta Ovidio en su Heroida undécima (vuelve a mencionarse en Metam. XIV, 562, en el comentario de Servio a la Eneida I, 75, y en las comedias de Higino). Macareo causó la muerte de su hermana Canace y del hijo que tuvo de ella; por lo demás a veces se le confunde con otro Macareo, hijo de Medea y muerto por su propia madre, y aunque en el pasaje de Mena el que comió a su propio hijo quizá sea otro personaje, la historia está relatada en forma que por lo menos se presta a confusión con el caso de Macareo. No sería extraño que un navegante portugués renacentista hubiese puesto su nombre a un fenómeno que causaba tantas muertes de viajeros incautos y al que se comparaba popularmente con un monstruo devorador.

Otro problema oscuro lo constituye la relación de esta palabra con el nombre francés mascaret, que en Francia se aplica al mismo fenómeno, registrado en las desembocaduras del Sena y de la Gironda. Siendo allí europeo el fenómeno (lo que no ocurre en tierras portuguesas) parece razonable la explicación de Mistral, aceptada por Gamillscheg y Bloch, según la cual se trataría del gasc. mascaret ‘(buey) de color bayo oscuro’, palabra bien popular en toda Gascuña, según puedo confirmar personalmente, y ello se apoya en la denominación rouart, propiamente ‘toro’, que se aplica en Guiena a una oleada furiosa; sin embargo, este caso y el citado biòu d’aigo son algo diferentes, pues mascaret no es apelativo general del animal, sino nombre propio de un buey particular o de un color especial de bueyes, y la aplicación al fenómeno de un término tan específico se hace sospechosa. Mascaret ‘oleada río arriba’ se documenta ya en Bernardo Palissy a med. S. XVI, con referencia al Dordogne, y hay otro testimonio de primeros del S. XVII (God., X, 128), pero a estas fechas ya había tiempo de que los navegantes franceses hubiesen aprendido el vocablo de sus colegas portugueses, que por entonces eran los maestros de todos, y no sería sorprendente que afrancesaran macareu en mascaret ayudando la etimología popular sugerida por Mistral y por ultracorrección de la tendencia francesa a enmudecer la s en final de sílaba; la variante macrée empleada por Romme, profesor de navegación en Rochefort (Charente-Inférieure) h. 1780 (cita de Littré), sería favorable a este punto de vista. El cambio de mascaret o macrée en macareu sería más difícil de justificar, según observa G. Viana. De todos modos, teniendo en cuenta el carácter autóctono del fenómeno en las costas francesas del Atlántico, nada se puede asegurar mientras no se averigüe la etimología africana o asiática.

1 Para una descripción del fenómeno, vid. Pablo Vila, Geografía de Colombia, p. 61. La gente de allí habla de «ríos que corren para arriba», pero en realidad es el mar el que se desliza aguas arriba.