LÓBREGO, adjetivo común al castellano y al portugués, de origen incierto, probablemente del lat. L?BRէCUS ‘resbaloso’, que ya en la Antigüedad significaba también ‘engañoso’, ‘peligroso’ y ‘pecaminoso’, y de ahí parece haber pasado a ‘tenebroso’ y a ‘triste’.

1.ª doc.: Alex., 1102a, 1110c.

Al narrar la aparición nocturna de una figura resplandeciente que le anuncia sus grandes conquistas, el protagonista de esta obra explica que antes y después de la aparición «era la casa lóbrega e la noche escura». Juan Manuel en su Libro de la Caza escribe, hablando de los gerifaltes, «en la casa do mudaren, deben guisar que, quando quisieren, que sea muy lóbrega» y «débenle poner en una casa lóbrega et fría». Ahí tenemos, pues, el vocablo empleado sin ninguna connotación afectiva, como sinónimo meramente descriptivo de oscuro, aunque sin duda indicando mayor intensidad en la falta de luz. Pero lo común es que alguna noción concomitante se agregue, que indique tristeza o un sobrecogimiento pavoroso claramente expresado, o por lo menos sugerido perceptiblemente por el conjunto del texto: de la frecuencia o casi constancia de este caso podemos deducir que la idea iba ya envuelta, según va desde luego en nuestro sentido lingüístico actual, en el mismo vocablo lóbrego y sus derivados.

Más que a oscuro se acerca, pues, a tenebroso, con todas sus resonancias morales y religiosas (tinieblas infernales, tinieblas del pecado, tinieblas de la muerte). La misma impresión temerosa que se desprende del citado pasaje del Alexandre, reaparece muchas veces; como en Santillana: «di, ¿non temes las escuras / grutas o bocas de averno? / ¿Non terresçes el infierno / e sus lóbregas fonduras?»; y así la alusión al infierno es frecuente: «vai de Cocyto ás lôbregas moradas» en la Eneida de Franco Barreto; «en las cavernas lóbregas de Dite» leemos en el Quijote II, xxxv, 136. En el más antiguo ej. gallegoportugués se trata de una cárcel: «en prijon perigoosa /... / e pois esto prometeu / logo ll’o cepo caeu / en terra, mais non s’ergeu: / atendeu / ant’a noite lubregosa /... / log’abriu a cárcer mui tenebrosa...», Cantigas de S. Maria CVI, 6; como en el Bernardo de Valbuena («y de un lóbrego sótano encubierto, / cárcel de un grave pueblo aprisionado, /... / cien almas de una vez sacó de pena») y en tantos otros textos que podría agregar sin buscar mucho. La alusión a la muerte o a situaciones semejantes no es menos común («siete años estuvo debajo de tierra con paciencia de cadáver... componiéndose de muerto en la color y fiereza inculta, con la humidad y lobreguez»), y ya en uno de los ejemplos más arcaicos, cuando en la General Estoria se toca retóricamente el tema de la comunidad de la muerte: «¿non veedes la luna que quando es más cumplida e más luzient, estonces le viene ell eclipsi? ¿Non veedes las estrellas, que las crube la lobregura?... ¿las llamas de los fuegos luzientes, que quando les cubre la lobregura que ayna se amatan?» (RFE IV, 245); Diego del Castillo se queja en el S. XV: «mirando vuestra presencia, / muero yo, triste, sin muerte /... / nin con vos vivo de día, / nin syn vos en tenebrura, /.../ nin sin vos jamás podría / fenescer su lobregura» (Canc. de Stúñiga, p. 83). No sólo es casi constante el uso del vocablo en estas situaciones, sino que repetidamente se nos ha advertido que lóbrego tiene tanto del sentido de ‘melancólico’ o ‘triste’ como del matiz de oscuridad; y para algunos, más: así Nebr. se limita a definir lóbrego como «lugubris, miser», Juan de Valdés afirma que lóbrego y lobregura son meros equivalentes de triste y tristeza1, y de la misma manera hay que entender los pasajes del Lazarillo: «entramos en casa; la qual tenía la entrada oscura y lóbrega de tal manera, que parecía que ponía temor a los que en ella entravan», «a la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura»2; y todavía entiende lo mismo Jovellanos cuando dice que Oviedo es «algo lóbrego» (Pagés). Tienen, pues, razón la Acad. al incluir una ac. «triste, melancólico», y Percivale y Oudin al dar como equivalentes extranjeros «sad, mourneful» y «lugubre»; Cej. VII, § 92.

Esta reunión de autoridades, además de darnos idea clara del sentido del vocablo en todos sus matices, nos permite asegurar, en conclusión, que lóbrego ha sido dicción de uso constante en el idioma desde el S. XIII, en calidad de palabra noble, a veces marcadamente culta, y de fuerte carga afectiva. Un par de ejemplos portugueses que he intercalado, nos han mostrado ya que no es menos antigua y clásica en el idioma vecino; recordaré además, con Fig., que en la Crónica dos Frades Menores, publicada por Nunes y escrita según éste a fines del S. XIV, aparece lobregura en un contexto que vale la pena notar por cuanto confirma la propensión a emplear el vocablo con matices morales: un fraile normando está aquejado por un escepticismo persistente sobre la Santísima Trinidad, pero gracias a sus ruegos ardientes para que Dios le ilumine, tiene un sueño divino, al terminar el cual «toda a tentaçom e lobregura se partirom d’elle» (II, 141). Si en portugués es palabra castiza, no lo es en cambio el cat. llòbrec, que no he encontrado nunca en la Edad Media ni antes del S. XIX y es palabra ajena al lenguaje hablado: se trata indudablemente de una adaptación de la voz castellana por parte de los poetas de la Renaixença, adaptación por lo demás poco usada; si Fabra se mostró indulgente con ella admitiéndola en sus obras lexicográficas, fué sin duda por la supuesta aparición del vocablo en la toponimia3. Tampoco hay rastro de este adjetivo en otros romances.

En cuanto al origen, lóbrego es vocablo para el cual se han propuesto varias etimologías, casi igualmente plausibles, por lo menos a primera vista; nada menos que cuatro en nuestro caso: LUGUBRIS, RUBRICUS, LUBRICUS y LUCUBRARE. Pero un examen riguroso obliga a mirar la primera y la última como muy poco verosímiles, y conduce a encontrar diferencias apreciables contra la segunda y en favor de la tercera. Propuso LȢGŬBRIS ‘triste’ Diez (Wb., 464), y todavía G. Paris (Rom. IX, 333) parece inclinarse en su favor; pero además del cambio de terminación, presentan insuperable dificultad fonética la U larga y el acento: sabido es que todas las palabras de tal estructura se acentuaron en la penúltima en latín vulgar, y aun el cultismo italiano lugùbre sigue la regla4. La idea parece estar arrinconada en la actualidad, y con razón.

Más favor ha encontrado la etimología de Schuchardt (ZRPh. XIII, 531), también sugerida por Cornu (GGr. I, § 27), a saber, el lat. LȢCŬBRARE ‘trabajar de noche, a la luz del candil’; le siguieron M-L. (REW, 5150) y G. de Diego (RFE IX, 141), seguramente influidos, según suele ocurrir a M-L., por el prestigio de Schuchardt. Pues se trata de la idea más forzada de todas5: lóbrego sería derivado regresivo del verbo portugués lobrigar, lubri-, lobregar, ‘columbrar, ver indistintamente’, documentado desde el 2.° cuarto del S. XVI, en Sá de Miranda: «que, dos seus misterios altos / assi lubrigando vejo / que nƟo sƟo pera tais saltos» (ed. Michaëlis, p. 213)6. Y lobrigar saldría de LȢCŬBRARE ‘trabajar con luz artificial’, de donde ‘estar con poca luz’ y luego ‘ver indistintamente’: pero tanto esta transición semántica como la que supone el derivar lóbrego de lobregar son algo forzadas, a lo cual se agrega la o de Ȣ, la metátesis, y la misma formación de un adjetivo deverbal, posible pero de tan escasa frecuencia: teniendo en cuenta que lobregar es voz mucho más tardía que lóbrego y sólo existe en Portugal, es mucho más lógico concluir que lobregar es el derivado de lóbrego y no viceversa7.

Más atención merece la idea de Baist (ZRPh. VII, 120) y C. Michaëlis (RL III, 178) de derivar lóbrego del latín de glosas RŬBRզCUS ‘rojo’: desde el punto de vista semántico la explicación de Baist ‘rojo’ > *‘rojo oscuro’ > ‘oscuro’ es posible, dadas las frecuentes vacilaciones en los matices de color, aunque puramente hipotética; mejor la de Michaëlis de relacionar con el cielo rojizo del crepúsculo, de donde ‘semioscuridad’, aunque el matiz constante de lóbrego sea precisamente ‘oscuridad profunda’, ‘tinieblas’; tampoco hay dificultades fonéticas insuperables, según muestra la conocida etimología Llobregat < RUBRICATUS (al cual puede agregarse otro río catalán de aguas rojizas, el Llobregós RUBRIC-OSUS); de todos modos reconozcamos que así la disimilación de una R- inicial en L- como la abreviación de la զ (comp. el frecuente RUBRզCA) por influjo de la terminación frecuente -էCUS, son fenómenos excepcionales, cuya dificultad, al agregarse a la disparidad semántica, nos obliga a dudar mucho de la justeza de esta explicación8.

La etimología que creo preferible fué sugerida por Foerster (ZRPh. III, 562-3), y aunque mereció la aprobación documentada de Cuervo (Rom. XII, 109-110), no parece haber hallado mucho favor. Lóbrego de LŬBRէCUS ‘resbaladizo’. Sin embargo esta etimología tiene, frente a las demás, el mérito de no presentar más que una dificultad única. Eliminándola la etimología queda probada: se trata del sentido. Ahora bien, LŬBRէCUS, vocablo muy vivo en latín y bien conservado en varios romances (artículos LUBRICARE y EXCOLLUBRICARE del REW y el FEW), tenía en latín una semántica muy fluida. Además de ‘resbaladizo’ y ‘liso, sin asperezas’, en Tácito es ‘vacilante, tropezador’, aplicado a personas, y de ahí pasa a tener el conocido significado moral ‘lúbrico, sensual, pecaminoso’. Éste pertenece ya al latín eclesiástico, pero es sumamente común y antiguo (vid. Du Cange, Arnaldi, Baxter), pues arranca de frases como la de la Vulgata «via eorum erit quasi lubricum in tenebris» (Jerem., 23, 12). Si ahí vemos ya acopladas las dos ideas que estamos tratando de relacionar (lubricum-tenebrae), ¿cómo no recordar los numerosos empleos morales de lóbrego que hemos visto más arriba? La lobregura del Fraile Menor, tentado por el diablo; las lóbregas fonduras infernales de Santillana: todo esto suscita el tema cristiano de la oscuridad que inflige el pecado a sus seguidores, la negrura moral de las almas condenadas y los infinitos matices figurados de la palabra negro; luego el tránsito opuesto de ‘pecaminoso’ a ‘negro’ era también posible en una cultura tan penetrada de moral y de cristianismo como la de España; tanto más cuanto que lóbrego envolvía la idea de ‘triste’ o ‘miserable’ (según define Nebr.) no menos que la de ‘oscuro’. Ahora bien, el caso es que el cambio debió arrancar de muy arriba. No sólo Cicerón y otros muchos toman lubricus por ‘peligroso, azaroso’ (recuérdese la lobregura de la cárcer perigoosa del Rey Sabio), y Virgilio lo hace sinónimo de ‘engañoso’, sino que Cuervo citó un ej. del sustantivo LUBRICUM en el S. VII con el sentido evidente de ‘tinieblas’: «erit caelum novum... et lux splendiflui atque immensi candoris radians claritate perpetua, absque aliquo noctivago fuscante lubrico permanebit in aeternum»; se trata del esplendor celestial, absolutamente desprovisto de lobregueces. Y para mayor elocuencia del ej., éste se debe a un español, San Valerio, que al mismo tiempo era Padre de la Iglesia. Parece muy seguro que el tránsito semántico se debe al estilo florido y metafórico de los moralistas eclesiásticos del bajo Imperio y período visigótico. Una confirmación decisiva nos la aporta el francés antiguo: God. traduce lubre por «dangereux, pénible, sombre, triste», y Villon escribe «mes lubres sentemens» y «pour gésir en lieu lubre et aveugle»9; ahora bien, que este lubre es LUBRICUS lo prueban sin réplica las demás acs.: en Le Gan de Jean Godard es «glissant, lisse, poli» y se aplica a los peces, en los Miracles de Notre Dame es adverbio sinónimo de légèrement, y Christine de Pisan y Jean Molinet lo emplean como equivalente de ‘lúbrico, lascivo’ («afin que tout homme fuie lubre vie et luxurieuse»); hoy todavía lubre vale ‘resbaloso’ en Normandía, el Orne y el Maine. Es evidente que LUBRICUS pasó al francés por vía semiculta (según muestra la caída de la terminación esdrújula y la u conservada) con todas las acs., propias y figuradas, que tenía en el estilo eclesiástico10. En conclusión, el étimo LUBRICUS es bastante más probable que los arriba indicados11, sin hablar ya de otros12.

DERIV.

Lobreguez [Quevedo]. Lobregura [fin S. XIII, Gral. Estoria, vid. arriba]. Lobreguecer o alo(m)breguecer [S. XV, vid. formas con y sin m en el DHist.] o enlobreguecer.

1 Diál. de la L., 112.13. La explicación «son vocablos muy vulgares, no se usan entre gente de corte» obedecerá a una moda pasajera de esta parte del S. XVI, tan propenso a estos cambios, pues desde fines del siglo lo hallamos en la pluma de autores intransigentes en este punto, como Góngora, y así el empleo mitológico de Cervantes y Barreto, como el tono de las frases de Quevedo, nos muestra que era por el contrario palabra del lenguaje noble.―

2 Cl. C., pp. 169 y 205. No es oportuna la explicación de Correas (Vocab. de Refr., ed. 1906, p. 587a) al primero de estos pasajes: «para decir desaliñada».―

3 El creador parece haber sido el dicc. valenciano de Escrig, 1851 (no en Sanelo); los mallorquines Figuera (1840) y Amengual sólo ponen lóbrego sin catalanizar, Belvitges, Labèrnia y Ag. de ninguna manera. En el Principado lo introduce el «Dicc. de Barbrismes» de Careta 1901, sin documentar, y de ahí pasa a Bulbena, 1906, etc. No sé si lo empleó escritor alguno antes de J. Ruyra en un cuento (publ. en 1919 pero sin duda escrito hacia 1910-15, seguramente con la excusa del topónimo) y de él lo aceptaron Fabra (D. Ortogr.), y Bertrana (1920) y Roig, imitadores de Ruyra (Alc.). Tampoco está en los dicc. de los SS. XVII-XVIII. Hay un pueblo llamado oficialmente Vall-llòbrega en el partido de La Bisbal, y una vieja casa de campo del mismo nombre cerca de Cercs (partido de Berga); Ag. cita además un torrente de Llòbrega cerca de Riells. En cuanto a los dos primeros puedo asegurar que todo el mundo pronuncia en realidad Vall-llobrèga, según he notado en excursiones y me ha confirmado gente de la comarca. Como en catalán sería extraño el traslado del acento, creo que la etimología es otra. Sea una variante de Vallabriga (localidad de Ribagorza que viene de VALLIS APRզCA ‘valle soleado’); sea un homónimo del *VALABRICA O -BRCA que M-L. (Die Betonung im Gallischen, 22) estableció como étimo del Valabrègue del departamento del Gard, tal vez sin relación con los nombres célticos en -BRէGA; niega tal relación el maestro con atendibles razones fonéticas y morfológicas, que quizá confirme el detalle siguiente: un VALABRICENSIS, con -C-, está documentado en inscripción del Norte de Portugal (RL I, 232; XXV, 18). Debió haber variantes con o, pues Valabrègue aparece en la forma Volobrega en documentos antiguos y Tolomeo cita un Volobriga. Que los Vall-llobrèga catalanes deben tener un origen semejante lo confirma el hecho de que este idioma conserva el grupo intervocálico -BR- ante el acento, pero lo cambia en -Ȯr- detrás del mismo (comp. lliura LIBRA, etc.). Lo cual comprueba que llòbrec no puede ser voz castiza en catalán, y prueba por otra parte que el acento actual de Vall-llobrèga debe de ser primitivo. Me inclino a creer que las menciones documentales Vallis lubrica de 968 y 1163, y Vallelubrica de 1116 (Alsius, Nomenclàtor, 141; Monsalvatje, Col. Diplom. XVII, 234), han de interpretarse como seudo-etimologías cultas de los notarios medievales. Aun si el étimo VALLIS LUBRICA fuese cierto, de todos modos no probaría que llòbrec haya sido jamás vocablo catalán vivo.―

4 Si pensáramos en un cultismo, la dificultad de la Ȣ y de la -o final se agravarían todavía.―

5 Nótese que el maestro austríaco no estudia lóbrego de propósito. Está buscando ejemplos de adjetivos deverbales para ilustrar el caso de árdego, amargo y resséssego.―

6 Hay variante lombrigar en Montecarmelo, que lo mismo que el alombreguecer ‘ofuscar, tornar oscuro’ de la Crónica de Álvaro de Luna (S. XV, DHist.), se explica por influjo de sombra, leon. solombra.―

7 Por lo demás, ni siquiera nos consta, con plena seguridad, que LUCUBRARE, verbo de sentido y empleo muy intelectual (Cicerón, Livio, Plinio, Apuleyo: idea horaciana del pulimiento estilístico o elucubración a la luz del candil) perteneciera jamás al latín vulgar. Es cierto que de ahí derivaron Horning y Gauchat la familia dialectal louvre ‘visita nocturna’, levrà ‘cuidar el ganado de noche’, del Este y Sudoeste de Francia, y M-L. agrega el boloñés lumbergär, lumbrigär, ‘hacer crepúsculo’. Quizá sea esto cierto, sobre todo en cuanto a las voces francesas. Nótese, sin embargo, que la Ȣ indiscutible de LȢCUBRARE, bien asegurada por ser derivado de LȢX y por la métrica de Fedro (Walde-H.), es una grave dificultad, que M-L. salta con excesivo desenfado escribiendo, sin fundamento alguno, LŬCUBRARE. Si se logra establecer una buena etimología diferente para lóbrego, y probar, por ej., que viene de LŬBRէCUS, cabrá derivar de ahí el verbo boloñés y aun las voces francesas. En cuanto a Bas-Maine lügron «petite lumière», que Horning (Litbl. XXI, 336) quiere atribuir a la misma base y que presentaría ü = Ȣ , se trata más bien de un derivado de oc. lugor «lumière», lugoros «luisant», lugrà ‘lucero’ (LȢCOR). Con el port. lobregar ‘ver indistintamente’ y el boloñés lumbergär ‘hacer crepúsculo’ comp. el galés ant. louber, galésmed. lleuver, mod. lleufer «lux, lumen», bret. lufr «éclat, lustre, splendeur», que al parecer postulan un *LOUCBRON ‘luz, luminar’ (Stokes-B. 243), reducible a *LĶCBRON. De ahí tal vez la base romance *LOCBRէCARE ‘brillar’ que necesitaríamos para este verbo luso-emiliano. Pero si esto es así, veo más claro que nunca que estas palabras deben apartarse del cast. lóbrego, cuya etimología LUBRICUS sigue pareciéndome satisfactoria, aunque no descarto del todo la posibilidad de contactos secundarios entre las dos familias.―

8 El apoyo que Parodi (Rom. XVII, 69) quiso prestar a esta etimología es ilusorio. Según él el hápax lobreçer ‘anochecer’ del Alex., 1151a, sólo podría explicarse por RUBESCERE ‘enrojecerse’ cambiado en *RUBRESCERE por influjo de RUBRICUS, y por lo tanto confirmaría esta etimología de lóbrego. Pero ya Cornu (Litbl. XVIII, 203) notó que se trata probablemente de una falta de escriba por lobreguecer. El ms. P trae escurecer, y el cuento de sílabas, casi siempre regular en el Alex., requiere un tetrasílabo, pues las terceras personas del imperfecto en -ié se cuentan siempre como monosilábicas en este poema: luego debemos leer querié lobreguecer. Aun si así no fuese, una forma aislada nada probaría. Lobreguecer o alobreguecer sí se halla en otros varios autores.―

9 Tan clara era esta ac. que basándose en ella afirma G. Paris, l. c., que el vocablo viene de LUGUBRIS. Pero entonces todavía no se habían publicado los materiales de Godefroy, que hubieran mostrado al sabio francés la procedencia indiscutible de LUBRICUS.―

10 Foerster y Cuervo sacaban lóbrego de LUBRICUS por vías semánticas complicadas y materiales, que no me parecen aceptables. El primero alude a una serie ‘resbaloso’ > ‘húmedo’ > ‘mohoso’ > ‘triste’ (comparando el cast. mohino y la familia del cat. moix ‘malhumorado’ < MUSTEUS); el segundo propone ‘resbaloso’ > ‘húmedo’ > ‘subterráneo’ (por ser húmedos los lugares de esta situación) > ‘oscuro’.―

11 Al étimo LUBRICUS > lóbrego no cabe objetar la Ȣ que atribuyen a este vocablo muchos latinistas. Sabido es que los autores clásicos pueden contar como largas las vocales breves ante grupos de consonante más líquida, y a ello se deben las pocas escansiones que han guiado a los lexicógrafos latinos en este caso. Verdad es que de ciertas particularidades de la métrica de Plauto ha deducido alguien que LUBRICUS tenía realmente U larga (vid. Ernout-M.), pero el metro yámbico, con sus variadísimas sustituciones posibles, es tan fluido y ambiguo que raramente permite conclusiones seguras. Sea como quiera, los romances postulan Ŭ inequívocamente con etimologías fuera de toda sospecha: fr. ant. y dial. lovergier ‘resbalar’, fr. ant. escolorgier, oc. ant. escolorjar (el rumano, que tiene lunecà, no distingue entre Ŭ de Ȣ, como es sabido).―

12 Sólo como curiosidad puede recordarse que Sainéan (BhZRPh. X, 68-69) derivaba lóbrego de lubricán (V. LOBO). Por el contrario, éste, que viene de lobo y can, debe su r al influjo de lóbrego. Se podría argumentar en favor de un origen prerromano pensando en el tipo céltico LOBRO- (galés llwfr «souffreteux», bret. ant. lobur «faible», bret. lovr «ladre, lépreux», irl. ant. lobur ‘débil’, afines al lat. labi ‘corromperse’), pero como la O de esta palabra céltica es breve habría una grave dificultad fonética, que difícilmente superaríamos suponiendo una pronunciación hispanocéltica paralela a la demostrada de Ĕ como Է (vid. TERCO, etc.).