HASTA, del ár. Ʌáttà íd., de donde también procede el port.1 até; la s del castellano moderno resulta de una diferenciación de las dos tt del original arábigo, pasando por la antigua forma (h)adta.

1.ª doc.: adta, doc. de Cardeña, a. 945; fasta y hasta, S. XIII.

M. P., Oríg., 392-3; Cid, 682-3; Oelschl. Adta se halla en docs. de 945 y 1069, adte en 1050 y 1092. Ata es corriente en la época primitiva, desde las Glosas Emilianenses (ata quando, n.° 110) hasta el Fuero de Avilés, Auto de los Reyes Magos («por vertad no lo creo / ata que yo lo veo», v. 116), el Alex. (579, 2116), y hoy sobrevive en ciertas hablas mirandesas (Leite, Philol. Mir. II, 38) y asturianas (junto a fasta: Rato)2; también se halla hata (doc. de 1098; Auto de los R. M.), que era probablemente la forma pronunciada por el autor del Cid, en cuyo manuscrito predomina con la grafía fata, corriente en otros antiguos textos literarios (Gr. Conq. de Ultr., 573); en cuanto a fasta, se documenta en escritura de 1074, pero es copia del S. XIII, y es posible que algo parecido ocurra con otros testimonios de 1124 y 1200, con algún ej. que figura en el ms. del Cid y con uno de asta en 1186; los mss. antiguos de Berceo vacilan entre fata y fasta3; ésta es la forma que se generaliza desde el siglo siguiente, y hasta desde Nebr.4 La evolución fonética se explica por la doble tt del árabe, combinación ajena al romance, que los castellanos se esforzaron por imitar; para evitar la simplificación se produjo una diferenciación (h)adta con d fricativa, que evolucionó hacia una fricativa completa, pero ésta no pudo ser una z como en juzgar, -azgo (< judgar, -adgo), pues el idioma rechazaba la combinación -zt- (cambiada normalmente en -z-, vid. AZOR, ZAGUÁN, etc.), y así en nuestro caso se acabó por estabilizar el grupo en la forma -st-.

Con valor de conjunción ya se emplea en lo antiguo la combinación ha(s)ta que, pero también se halla el simple fa(s)ta: fata sea leída, Berceo, Sacr. 40c; fasta vea la carta, Mil. 816c.

En gallego, ya en la infancia de Sarm., había penetrado el cast. asta y, en 1745, muchos lo cambiaban en astra (CaG. 119r). Pero sigue empleándose la forma castiza atá (Castelao 19.20, 21.f., «atá os mortos a teñen» 35.2, aunque también emplea até: «até confundir a nosa terra co ceo» 271.26, 272.9, etc.). Antiguamente predomina ata en gallego-portugués (MirSgo.; R. Lapa cita diez casos en las CEsc.; también en antiguos poetas de Portugal, como Don Denís, n. 2432; y cf. Boletim de Fil. XII, 320), pero aun en las Ctgs. se halla a veces la forma ate: Mettmann cita nueve ejs., frente a 26 de ata. Además este glosario cita tres del compuesto ate en (ate, etc.) y cuatro de ate es (at es), y hay un par de ambos en R. Lapa; también port. ant. atem (Viterbo), contracción de los até em, ata em, ata hem, que documenta CortesƟo (ahí también las variantes en -es).

1 S. da Silva Neto, Fs. Wartburg 1958, 751-761, quiere volver por la etimología AD TENUS del port. até, o mejor dicho, atendiendo a lo que expresa en la pág. 758, parece creer que até viene del árabe, pero las variantes medievales ates, ate, saldrían de AD TENUS. Ambas cosas son, claro está, inadmisibles, puesto que TENUS sólo podría haber dado *tos, forma inexistente. Él sugiere que el influjo de FINE(S) (> it. fino, cat. fins) pudo cambiar TENUS en un *TENES hipotético: es combinación sumamente inverosímil, tanto más cuanto que tenus no ha dejado huellas en ninguna lengua romance, y como su empleo desaparece ya en latín desde la época antonina (en que sólo lo emplea algún escritor arcaizante, como Apuleyo, vid. Ernout-M.), estamos seguros de que nunca perteneció al latín vulgar. Lo existente en romance es el arabismo Ʌattā, y de él, por lo tanto, habrá que partir, puesto que es general en iberorrománico en todas las épocas, y en todos los dialectos y lenguas salvo el catalán. A lo sumo se le podría conceder que la forma ate(s) se deba a una alteración del arabismo até por influjo de FINES. Pero esto es innecesario: todo se explica por la combinación até em (< IN) a la cual se agregó ocasionalmente -s: sea -s adverbial como la del cat. fins o del fr. jusques, o IPSUM (V. nota 2). Atẽẽ no bragueiro en una ctga. de Pero d’Ambroa (h. 1270) coincide con IN; atẽẽs acá en otra de Pero da Ponte (gallego, med. S. XIII) ejemplifica el segundo caso (R. Lapa, CEsc. 329.14, 365.12).―

2 La forma atanes, que algunos han citado en apoyo de la etimología AD TENUS que antes se atribuyó al port. até, no existe en realidad: debe leerse, en el Fuero Juzgo VI, viii. 16, ata (e)n es-aquí ‘hasta aquí mismo’ (A. Castro, RFE V, 25) con la combinación hasta en, que no es rara (cf. los varios casos gallegoportugueses de las Cantigas, ya citados: ates y atães) y con la cual quisiera M-L. (REW 4077) explicar la e del portugués até. Pero la grafía castellana adte de 1050 y 1092 prueba que no es ésta la explicación, pues en Castilla no es posible la caída de la -N de IN ante inicial vocálica, como lo sería en portugués; luego ha de tratarse de una pronunciación cerrada de la -à arábiga; el acento se trasladó en portugués a causa de la posición proclítica, por un fenómeno paralelo al observado en redor (vid. ALREDEDOR). La grafía haté, en efecto, se halla documentada en hispano-árabe, vid. Steiger, Contrib. 218 n. 1. Sanelo (88 r°) registra hatti ‘hasta’ como adverbio valenciano, aunque no hay datos de otras fuentes que lo confirmen: ¿sería forma morisca? ¿O tomada del P. Guadix?―

3 Sin proponerme un recuento completo hallo 5 ejs. de fasta y 4 de fata; hasta sólo veo en el ms. moderno I.―

4 Modernamente, hasta ha pasado al catalán ciudadano, aunque no sólo lo rechazan el lenguaje rústico y la lengua literaria, sino que fins sigue en vigor en sectores más amplios de Barcelona y demás ciudades. En Valencia han alcanzado bastante extensión las variantes dasta, hasda, handa y danda, en las cuales se observa un influjo creciente de la preposición opuesta des de (dende).