HAMACA, del taíno de Santo Domingo.
1.ª doc.: 1519, Fernández de Enciso.
Cuervo,
Ap., § 971; Lenz,
Dicc. 351-2; Loewe,
Z.
f.
vgl.
Sprachf. LX, 145ss.; Friederici,
Am.
Wb. 290-2
. Fernández de Oviedo, el P. Las Casas, la crónica latina de Pedro M. de Angleria (1515), y en general todos los autores antiguos, están de acuerdo en que es palabra indígena de Haití. Para una descripción detallada, V. el texto de Oviedo citado in extenso por F. Ortiz,
Catauro, 136
1.
Del español pasó el vocablo a todos los idiomas europeos: en italiano ya es frecuente en el S. XVI (Zaccaria), en francés se halla desde 1519 y 1555 (
hamaca; el moderno
amac desde 1658:
BhZRPh. LIV, 52); en holandés se alteró por etimología popular (del verbo
hängen ‘colgar’), de donde el alem.
hängematte, que aparece primeramente en 1627 (
hengmatten), pero todavía un escritor holandés vacila en 1671 entre (
h)
amakke,
hangmakke y
hangmatte. En la pronunciación actual de Cuba, Costa Rica, Honduras, Colombia y otros países tropicales, suena todavía
jamaca, lo cual prueba que la
h- era originariamente aspirada. Comp.
MACONA.
DERIV.
Hamaquear ‘mecer’ (así en Chile; en Cuba y en Honduras jamaquear ‘sacudir, zarandear a uno’, F. Ortiz, Catauro, 163); en la Argentina hamacarse ‘columpiarse’ (muy usado), a veces ‘vacilar’ («se hamaca... entre el fuego y el veneno», E. del Campo, Fausto, v. 1159). Hamaquero.
1 Más citas antiguas: Fernández de Navarrete, Colección de los Viajes I, 47 (hamac); amahaca en la Recopilación de Indias (DHist.); hamaca (2 veces) y hamaco (una vez) en la relación alemana de N. Federmann, años 1529-31, relativa a Venezuela (Kurrelmeyer MLN LIX, 374-8); amache en la francesa del italiano Pigafetta, año 1519, con referencia a Río de Janeiro (BhZRPh. XCI, 105-6). Pronto extendieron los españoles nuestro vocablo por todo el continente americano. ↩