GOLLERÍA ‘manjar exquisito’, vocablo hermano del port. iguaría ‘plato de comida, servicio’, ‘comida, alimento’, ‘manjar delicado’, de origen incierto: lo más probable es que la i- portuguesa sea una adición debida al influjo de otro vocablo y que ambas formas hispánicas sean derivados de gola ‘garganta’, con influjo fonético de engullir y su familia en la forma española; gulloría ‘cogujada’ parece ser la misma palabra, que tomó este sentido por la rareza de la carne de este pájaro como manjar.

1.ª doc.: golloría, J. Ruiz, 781b, aunque es posible que sea interpolación del códice, escrito h. 1400.

Así lo hace sospechar la rima: «Algunos en sus cassas passan con dos sardinas, / en agenas posadas demandan gollorías, / desechan el carnero, piden las adefinas /... gallinas»; parece, pues, que deba corregirse golosinas (que figura en J. Ruiz, 291a; no disponemos más que del ms. S en ambos pasajes). De todos modos la existencia del vocablo está asegurada para los años de 1400 en que se escribió nuestro manuscrito, pues por otra parte aparece en el glosario del Escorial, y en una poesía de Villasandino en el Canc. de Baena (n.° 134, v. 3).

La forma golloría que aparece en estos autores es la más común en lo antiguo, pues reaparece en Sánchez de Badajoz (Recopil. II, 135) y en otros textos del S. XVI: el Auto del Destierro de Agar (ed. Rouanet, I, 28), el del Hijo Pródigo (íd. II, 306), la Comedia Florisea, así como en Gregorio Silvestre (vid. R. Marín, en su ed. del Quijote, 1916, III, p. 396), y todavía en Vélez de Guevara (El Rey en su Imaginación, v. 17). Pero la forma que registra Aut. es gulloría, dando ej. de Juan de Torres (a. 1596), C. de las Casas (ed. 1587, nada 1570) trae gullonías (err. por -orías, la cual de ahí pasaría a Oudin), y Covarr. las admite ambas; por otra parte tenemos golluría en Sebastián de Horozco (med. S. XVI: BRAE III, 598), y finalmente existe también gulluría, en la Égloga Real del Bachiller de la Pradilla (a. 1517) (Kohler, Sieben Sp. Dramat. Eklogen, p. 211), que es la grafía con que figura el vocablo en el Maestro Correas (601b, 602a) y en la edición príncipe del Quijote (I, xlviii, 255v°). A pesar de la antigüedad de estas formas, creo que la originaria es la moderna y muy usual gollería, aunque no puedo documentarla antes de fines del S. XVIII, en Ramón de la Cruz y Moratín (en el dicc. de este autor por R. Morcuende), preferida por la Acad. en sus ediciones del siglo pasado y del presente, pues es la única que admite una explicación etimológica; el paso a golloría se debe a una dilación de la primera vocal, y el influjo de engullir, junto con la acción metafónica de la i, explican fácilmente las demás.

En cuanto al sentido, vacila en general entre las dos acs. modernas ‘manjar exquisito y delicado’ y ‘cosa extraordinaria y superflua’, ‘filigrana, refinamiento imposible’: tenemos el primer matiz en el Libro de Buen Amor, en S. de Badajoz («y an nacen si paras mientes, / para nuestras gollorías, I en el verano las frías / y en invierno las calientes», hablando de frutas), S. de Horozco («cierto es cosa de doler / ver tanta glotonería / y que el comer y el beber / echan al hombre a perder / buscando mil gollurías»), el Destierro de Agar, C. de las Casas («cibi ghiotti»), Oudin, etc.; el segundo o tercero en Torres Naharro (Jacinta, Intr. 21), en el Hijo Pródigo («están ya los menistriles / haziendo mill gollorías, / hechan coplas a porfías...») y en Covarr.: «pedir gollorías en golfo, se dize quando uno de regalado o impertinente pide lo que no se le puede dar, atento el lugar donde se halla», frase que se repite en Silvestre y en Vélez de Guevara, y con variante en el verbo la emplea Cervantes (hablando de los anacronismos de la comedia al uso: «y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías»); entrando cada vez más en lo abstracto vemos que Moratín escribió «la escasez del erario no ha permitido muchas gollerías en cuanto al número de ejemplares», y Pradilla le daba el valor de ‘exceso, abuso’ («los Perlados que presiden / también en chancillerías / quitando mil gullurías / con la justicia que miden»); luego no debemos sorprendernos de que en la germanía de J. Hidalgo llegara golloría1 a significar lo mismo que gorra, es decir, ‘estafa’ y que de ahí se sacara gollero «el que hurta en aprieto de gente» (abusando de la situación).

Hasta aquí el encadenamiento semántico es evidente. Pero hay otra ac. ya antigua: en el Glosario del Escorial nuestro vocablo traduce el b. lat. cirra, que según dejó sentado Castro es el nombre de un ave, en griego un pájaro fabuloso; en efecto, el propio glosario traduce el mismo cirra en otro pasaje por ‘cogujada’, y un apéndice de dicho glosario cita el proverbio «de mane debet surgere qui ciram vult occidere», que podemos aclarar con su equivalencia castellana en la colección de Hernán Núñez «el que la cugujada ha de matar, bien de mañana se ha de levantar»: la cogujada, como su afín la alondra, es pájaro que canta al nacer el alba. También Villasandino hablará del pájaro, cuando anda por el suelo al escribir «nunca çeso noche e día / de andar e nunca ando / un passo de golloría, / pero sienpre estó afanando», y lo mismo haría Suero de Ribera («faysanes y gollorías» Canc. del S. XV, II, 195). Aut. explica «gulloría, ave pequeña, especie de cugujada y de su mismo color; pero no tiene penacho en la cabeza... Son mui sabrosas, pero mui difíciles de cazar, por lo qual se les huvo de dar este nombre»2. Creo que tuvieron razón los autores de este artículo y que el nombre le vino al pájaro de la rareza de su carne como manjar. No puedo asegurar que la cogujada sea efectivamente muy sabrosa, pero sí que se la buscaba a veces y era difícil de obtener: el historiador catalán Tomic (fin del S. XV) nos cuenta de un príncipe que tenía muchos esmerejones con el solo objeto de cazar cogujadas (Dicc. Alcover, s. v. cogullada). La razón de esta búsqueda puede hallarse simplemente en el capricho de las cortes principescas medievales (Tomic habla de «pendre plaer devant dones»), pero quizá el secreto se halle en el padre de la Historia Natural, Plinio el Viejo. Sabida es la astucia de los curanderos, que suelen recomendar remedios casi imposibles a sus pacientes, con el objeto de, si sanan casualmente con algo aproximado, cobrar prestigio, y si fracasa el intento disculparse con lo imperfecto del tratamiento: si la Comedia Florisea nos habla del que pide sesos de gollorías, es probablemente porque Plinio recomendó este pájaro asado como medicina del cólico: «coli vitium efficacissime sanatur ave galerita assa in cibo sumpto» (Nat. Hist. XXX, vii, 20), junto con otros mil remedios extravagantes, tales como la sangre de murciélago o determinado intestino del quebrantahuesos (!); y de esta fuente universalmente consultada pasaría el detalle a la tradición medieval, pues Serio Sammónico recomienda el mismo remedio en el S. III y Marcelo Empírico le hace eco en el IV (ThLL). Por lo demás, hubiera bastado con el hecho de que la cogujada es pequeña y difícil de cazar para que su carne se apeteciera como manjar raro y exquisito en las fastuosas cortes de los reyes y grandes señores. Luego podemos considerar a golloría ‘cogujada’ como un retoño semántico de la ac. fundamental ‘golosina, cosa extraordinaria’.

Casi nadie ha estudiado la etimología de gollería, que Castro declara de origen desconocido. Últimamente M. L. Wagner (Festschrift Jud, 1943, p. 559) llamó la atención sobre la igualdad de nuestro vocablo con el port. iguaría ‘manjar delicado’, que aparece exactamente con los mismos matices: «dos manjares e yguarias que trazem aa mesa nom compre fallar, porque cada hu? pode pensar que em tam magnifica corte larguamente... sejam aparelhados» (Marco Polo), «hua especie de cangrejo... tem... o ventre recheado de granos de ovas de que fazem iguaryas» (M. G. de Erédia, a. 1613, en Dalgado I, 84), etc. Wagner explicaba la forma portuguesa partiendo de una variante inguaria que figura una vez en un ms. de Sá de Miranda (ed. C. Michaëlis, p. 240), como derivado de GŬLA, o más precisamente de un verbo *INGŬLARE ‘engullir’, de donde *engolaría y, de acuerdo con la fonética portuguesa, inguaria. El que recuerde que nuestro engullir tiene el mismo origen, y que al port. goela ‘garganta’ responde Berceo con golliella, cuya -ll- se explica por el influjo de degollar, cuello y palabras conexas (V. ENGULLIR), no podrá negarse a reconocer la similaridad de estos casos con el de iguaria ~ gollería y deberá otorgar a Wagner un asentimiento de principio.

Lástima que Malkiel, en su eruditísimo estudio posterior dedicado al port. iguaria y publicado en Language XX (1944), 108-130, no conociera el artículo de Wagner, pues no dudo que le habría apartado de la imposible etimología que ahí defiende, uno de cuyos defectos es no tener en cuenta la existencia del cast. gollería. Malkiel parte de un hapax latino iequarĭa ‘hígados de ave’, que sólo se halla en una glosa aislada del S. VII; es palabra sospechosa, seguramente inexistente, que Du Cange reputó corrupción de gigeria ‘buche de ave’ y, si fuese verdad que viniera de iecur ‘hígado’, de ninguna manera podría mirarse como disimilación de un inverosímil *iecuraria, puesto que la -r- no desaparece nunca por disimilación cuando es intervocálica (a pesar de los rebuscados y raros ejs. que reúne Malkiel en la p. 116, voces sospechosas o explicables por causas individuales); mejor podría ser un mero olvido del escriba. Por lo demás, aun si tal derivado existiera, de ninguna manera podría admitirse como base de la forma portuguesa (y no hablemos de la castellana), puesto que el sufijo -ARIA es -eira y no -aría, y hablar de un traslado de acento en un caso así es jugar con las letras al estilo de Covarr. y prescindir de los sonidos. El trabajo de Malkiel tiene, sin embargo, el gran mérito de proveernos de completos materiales para la historia de la voz portuguesa.

Y en vista de ellos ocurre preguntar: ¿es seguro que el sentido propio de iguaria sea ‘manjar escogido, golosina’? Por el contrario, sus materiales sugieren dudas en este sentido. Y tomar la variante inguaria, según hace Wagner, como forma primitiva, cuando sólo aparece en uno de los manuscritos de Sá de Miranda y no se halla en otro autor ni en dialecto o diccionario alguno, frente a las muchas docenas de ejemplos que reunió Malkiel de iguaria―que es, por lo demás, la forma viva en la actualidad―, es cosa decididamente imposible. Por otra parte, la adición de una h es tan natural en este caso (comp. oc. engal ‘igual’, etc.) como impracticable sería explicar la caída espontánea de este fonema. Y si iguaría se halla en multitud de textos portugueses desde el S. XIV, y aun aparece una vez en una versión española de la Biblia conservada en un ms. de principios del mismo siglo, ¿no nos vemos conducidos a mirar la i- como originaria y la forma española en g- como resultado de una aféresis? Entonces iguaría podría estar emparentado con igual y su derivado port. iguar ‘igualar’. El caso es que en el citado manuscrito bíblico nuestro vocablo significa ‘parte que toca a cada comensal’: «Et fizo levar yguarias delante él a ellos, e cresció la yegueria de Benjamín mas que la yeguería de todos, al cinco tanto» (Malkiel, Language XXI, 1945, p. 264). Ahora bien, no sólo no es evidente que la ac. moderna ‘manjar exquisito’ sea la única antigua en portugués, como Malkiel supone, sino que el sentido de ‘comida, alimento cualquiera’ es antiguo y frecuente, y también lo es el de ‘servicio, cada uno de los platos que se sirve en un yantar’: «inda que a cea nƟo era mui abastada de iguarias» (J. de Barros), «acç?es que servem de iguaria aos murmuradores» (Guia de Casados, en Moraes), «iguaria ordinária destes paisanos hé leyte coalhado» (Fco. de Sousa, a. 1697), ya en Marco Polo (S. XV) «dam com?mente certas yguarias a proves por amor de Deos», y aun en otros se puede entender de la misma manera; p. ej., en el Livro da Montaria de Juan I «que o comer seia pouco, posto que as iguarias seiam muytas, como compre de averem os rreys» (S. XV), podemos entender ‘el número de platos’. Pues bien, la parte que se sirve a cada uno de los invitados debe ser igual, de ahí que pudiera llamarse *igualería, de donde port. *iguaaria > iguaria, y en castellano egualería > gualería > golería, con la misma o que vemos en contía por ‘cuantía’ (así en López de Ayala), reducción del diptongo átono Ȯa que tan frecuentemente se produce sobre todo en catalán y en portugués: recuérdese la forma igoria señalada por Malkiel en Lopes de Castanheda (1552). En lo semántico obsérvese que de ‘parte’ se pasaría fácilmente a ‘plato, manjar’ y de ahí a ‘comida exquisita’, y que el cast. manjar (< fr. manger) y el fr. mets presentan una evolución semántica en igual dirección.

Coherente y todo, esta explicación no me satisface mucho, sin embargo, pues Ȯa > o es fenómeno raro en castellano, y un derivado *igualería, muy apropiado como abstracto que designara una cualidad personal (glotonería, bellaquería, etc.), lo es mucho menos para expresar un objeto concreto, aunque de raíces abstractas, como es la parte igual asignada a cada uno3. Finalmente la ac. ‘manjar exquisito’, la única de que proceden todas las acs. castellanas, es también frecuente en portugués de todas las épocas, y ya se halla a mediados del S. XIV (Malkiel, p. 115). En definitiva, pues, me inclino por un derivado de GULA, según la propuesta de Wagner, pero prescindiendo de su prefijo IN-. Falta explicar la i- del port. iguaria, y aquí es donde nos será útil el rodeo que acabamos de dar: gol-aría pasó regularmente a port. *guaría, y éste se cambió en iguaria por un cruce con igual, iguar, causado por la frecuente y antigua ac. ‘porción de cada invitado’. En castellano golería se cambió en gollería bajo el mismo influjo que engullir, golliella, gollizo, etc.4 La versión bíblica castellana del S. XIV, arriba citada, con su forma yguaría nos da un ej. temprano de portuguesismo, que nada podemos extrañar en un texto judeo-español, que por lo demás está lleno de leonesismos (según observó Malkiel); y la variante yegüería que aparece dos veces en este mismo texto nos confirma la explicación que he dado para la i-, pues ahí tenemos el influjo del cast. ant. eguar, yeguar (presente yegua), ‘igualar’, de AEQUARE5>.

Spitzer, que en Lg. XXI, 98, vió lo absurdo de la etimología de Malkiel, y se inclinaba por derivar el port. iguaria de AEQUARE ‘igualar’, quiere, aun después de leer mi artículo, mantener su interpretación, admitiendo que gollería nada tenga en común con su sinónimo portugués, y venga de GULA (con influjo de engullir y análogos). En cuanto a derivar del arcaico verbo AEQUARE un vocablo formado con el modernísimo sufijo -aría, y formar (en portugués, no en francés) de un radical verbal un derivado con este sufijo, más bien debemos calificarlo de imposible; a esta fecha moderna del sufijo -ería ~ -aría no puede Spitzer (MLN LXXIV, 146) oponer cavallería, 1218, que no contiene -ería sino sólo -ίa. Y puesto que de todos modos él también admite que gollería viene de GULA con la ll de engullir, ¿por qué califica mi explicación de «intrincada»? Ya que gollería fué primero golería y que su equivalencia portuguesa sería guaria, a la vista está que no puede separarse guaria de iguaria.

DERIV.

Gollero, V. arriba.

1 Según Aut. sería goloría, forma notable, pero no es esto lo que se lee en el Vocab. ni en los romances de Hidalgo, vid. Hill.―

2 Según el P. Sarmiento (BRAE XV, 34) a med. S. XVIII, golloría ‘cogujada’ era propio de Aragón. Por cruce con el latinismo galerita, nombre del mismo pájaro, en el portugués de Tras os Montes gulherite es la forma que ha tomado el cast. golloría en el sentido de ‘golosina’, «acepipe» (RL V, 93). No sé si el alavés y riojano golorito (Baráibar) tiene que ver con este latinismo, pues significa ‘jilguero’, y podría ser variante de colorín; quizá tengamos ahí otro cruce con esta última palabra.―

3 Teniendo en cuenta que el vocablo debía de ser de creación anterior al S. XIV, pues que en esta fecha lo encontramos ya tan diversificado fonética y semánticamente, cabría también preguntar si esto es compatible con el hecho de que los derivados en -ería son tardíos, y no toman incremento sobre los en -ía hasta después de esta época. Y realmente es incompatible si se trata de un radical adjetivo, pues el tipo glotonería es muy moderno. En cambio, esta objeción no se opone a un derivado de sustantivo como GULA, pues voces tales como herrería, carnicería o joyería son antiquísimas.―

4 También se puede deber al influjo de un sinónimo el lat. bellaria, -iorum, ‘golosinas, pasteles, postres’, ya empleado por Aulo Gelio y muy conocido en latín medieval (p. ej. O. Pou, Thes. Pue. 194 lo emplea para traducir el cat. darreries ‘postres’). No sólo es esto posible en este aspecto sino aun probable que actuara este influjo en la evolución semántica de la palabra.―

5 No hay que pensar en derivar gollería del nombre latino de la cogujada, GALERITA (comp. arriba n. 2), pues sería imposible explicar la pérdida de la -T- en cualquier lengua romance, salvo el francés, donde no hay huellas de tal palabra latina.