ESTANTIGUA, ‘procesión de aparecidos’, ‘fantasma’, ‘persona muy alta, seca y mal vestida’, antiguamente huest antigua, aplicado al diablo o a un ejército de demonios, y procedente del lat. H֊STIS ANTզQUUS, propiamente ‘el viejo enemigo’ que los Padres de la Iglesia aplicaron al demonio; en castellano *huest antiguo tomó el género femenino a causa del género de hueste ‘ejército’, procedente de HOSTIS.

1.ª doc.: uest antigua, Berceo, Mil., 721d; la forma estantigua aparece ya en una de las primeras ediciones de la Celestina (Cl. C. I, 247.12, en la ed. V); importante documentación en Ginet, HispR. XXVI, 277-9.

Estudiaron el vocablo principalmente A. W. Munthe, ZRPh. XV, 228; C. Michaëlis, RL III, 159, y RH VII, 10-19; y sobre todo M. P., RH VII, 5-9, quien dió la interpretación definitiva (con cita de bibliografía completa). La antigua idea de la estantigua procede de la creencia germánica en la cabalgata nocturna del dios Wodan y sus seguidores, en constante marcha e incapaz de reposo, creencia que arraigó fuertemente en el folklore, germánico y romance aun después de la muerte del paganismo; el pueblo identificó con esta cabalgata los ruidos desconcertados de las noches de tormenta y las alucinaciones vespertinas de los supersticioses, pero el clero, incapaz de borrar esta tradición y deseoso de relegar al olvido las última huellas de la religión pagana, la identificó con una procesión de demonios o de almas condenadas a una cabalgata perpetua. Así lo entiende el autor de Fernán González: «Non es esta vyda sy non pora los pecados / que andan noche e día e nunca son cansados, / él semeja a Satán e nós a sus criados. [dicen los vasallos del Conde de Castilla] / Por que lidiar queremos e tanto lo amamos, / nunca folgura tenemos sy non quando almas saquamos, / a los de la ueste antygua, a aquellos semejamos» (335c); comp., en la Celestina, «válala e diablo a esta vieja, con qué viene como huestantigua a tal hora!». Todavía emplea hueste antigua Francisco de Villalobos en 1544; hoy en Asturias la güeste o la güestia es una procesión nocturna de almas en pena, en Galicia llaman estantiga o compaña a una ‘procesión de muertos que golpea a la puerta de los moribundos’ (Sarm. CaG. 64r, vid. los datos que reúne allí Pensado, p. 86, acerca del uso gallego del vocablo y del simple hoste, hostia u hostea en sentido análogo) y en el Minho portugués se habla de un «séquito fúnebre que algumas pessoas vêem em sonhos: levam um gaiteiro, com o bombo, e uma caixa em que tocam as estántegas», o sea los aparecidos (RL XXIX, 268); no es necesario mirar estas formas como castellanismos sino como alteraciones del regular *ostantiga, con invasión del prefijo es- (como hospital > espital); la última de ellas deberá su traslación acentual al influjo de CANTIGA, sustituído allí por el culto cántiga. Parece que en otras partes de Galicia se va todavía más lejos en la dirección del minhoto estántega, pues Lugrís (Gram., 160) señala un curioso estadea ‘fantasma mortuorio, transparente, blanco’; donde no sabemos si hay contaminación de estadal ‘cirio, candela mortuoria’ o de un adjetivo estadío = estantío; o si hay que pensar en una voz de etimología independiente (germanismo o celtismo) que no puedo precisar.

C. Michaëlis afirmó contra M. P. que el vocablo designó desde un principio la citada cabalgata germánica (conocida en francés antiguo por La Mesnie Hellequin, en catalán por El Mal Caçador, etc.), y que H֊STIS tuvo siempre en él el significado romance de ‘ejército, tropa’, pero creo estuvo más en lo cierto el sabio español, pues aunque la superstición sea germánica, el nombre es de procedencia latina clerical, y es indudable que Casiodoro (princ. S. VI), entre muchos, lo aplica al demonio individualmente, al decir que el alma es ab antiguo hoste captiva (De Anima, X, i, 29); al identificar la estantigua con el diablo los sacerdotes le dieron este nombre, aunque el pueblo, naturalmente, entendió hostis en el sentido de ‘tropa’ y no en su sentido clásico e individual, y así lo hizo femenino. Por lo visto todavía Bercco parece tomar la uest antigua por ‘el demonio’, con el cual dice que Teófilo tenía trato.