CIGARRO, origen incierto, quizá derivado de cigarra por comparación con el cuerpo cilíndrico y oscuro de este animal.

1.ª doc.: h. 16101.

Hasta ahora se habían hallado solamente ejs. de 1680 y posteriores, vid. Friederici, Am. Wb., 190-1. Ya en el primer viaje de Colón observaron los españoles la costumbre americana de fumar rollitos de tabaco; el P. Las Casas nos transmite la descripción de los primeros observadores, pero ni en él (contra lo que dice Zaccaria) ni en los demás cronistas del S. XVI ni de casi todo el XVII figura la palabra cigarro; los llaman cañutos de humo o de tabaco. Sabemos, por otra parte, que en 1570 ya se fumaba en Europa. Las más antiguas representaciones gráficas de hombres fumando se hallan en los códices mayas, pero abundan también y son muy antiguas las procedentes del Perú, del Brasil y de otras zonas sudamericanas, y las primeras noticias escritas se refieren a las Antillas. Los datos arqueológicos y etnográficos, bien reunidos por Günther Stahl, Zeitschrift für Ethnologie LXII (1930), 45-111, no ayudan mucho a determinar la patria del vocablo, pues ni la del objeto es segura. Se ha asegurado que ésta fué la América Central, pero sin pruebas firmes, y Stahl admite la América del Sur, Méjico y las Antillas como igualmente posibles: sólo consta que la costumbre fué traída a Europa desde las Indias. Las teorías centroamericanas y las imágenes mayas fueron causa de que se buscara el origen del vocablo en este idioma; pero la fecha remota de estas imágenes nada prueba, ya que el uso pudo no ser menos antiguo, en el resto del Continente, en donde no existe material gráfico de tanta antigüedad. El hecho de que sea el Méjico azteca el lugar donde los cigarros están descritos inequívocamente por primera vez. (Zeitschr. citada, p. 95)―pues en otras partes puede tratarse igualmente de pipas―, y la procedencia del primer ej. del vocablo, invitarían, si acaso, a buscar en náhuatl.

La realidad, sin embargo, es que no tenemos, seguridad alguna de que cigarro sea voz creada en América, como no lo es pipa, pues la aparición del vocablo es posterior a la introducción de la costumbre en el Viejo Mundo. De ninguna manera parece «ridícula» (como la califica Gonçalves Viana, RL, VIII, 28n.1) la idea de una comparación con el cuerpo de una cigarra, cilíndrico, terminado en punta y de color oscuro; por el contrario, la analogía existe, al menos con el cigarro puro, o cigarro en términos estrictos, y la relativa antigüedad de la forma cigale ‘cigarra’ aplicada al cigarro en el francés de las Antillas (1724), indica, por el contrario, una tradición que, en estos lugares, no carece de valor; por otra parte, la analogía de forma no es lo bastante grande para asegurar del todo la idea2.

La etimología maya sī’c (que otros escriben ciq, y hay variante jiq), inspirada en las consideraciones discutidas, no convence en el aspecto lingüístico: significa ‘tabaco’ y, por extensión, ‘cigarro’ o ‘pipa’, y hay derivado sicar (o jiqar), pero es verbo y significa ‘perfumar’ o ‘fumar’. No es verosímil que de un verbo saliera un sustantivo, como admitieron Brasseur de Bourbourg (1861) y sus seguidores Gonçalves Viana, Nyrop (Linguistique et Histoire des Moeurs), Elise Richter (Atti del XXII Congresso Intern. degli Americanisti, 1926, 297-304; y en De Spiegel van Handel en Wandel, Rotterdam, 1926-7, artículo que no he podido consultar), Stahl y Friederici.

Lo único seguro es que del español el vocablo pasó al fr. cigare [cigarro, 1688: König, BhZRPh. XCL, 69-70], it. sigaro [S. XIX: Zaccaria], ingl. cigar [1735], alem. zigarre, etc.

DERIV.

Cigarrero, cigarrera, cigarrería, cigarrillo.

1 En un romance lleno de alusiones a cosas mejicanas, por Mateo Rosas de Oquendo: «Aquesto cantaba / Juan de Dios el noble, / hasiendo un zigarro, / chupólo y durmióse», publ. por A. Reyes, RFE IV, 365. Oquendo, nacido h. 1559 en España, vivió mucho tiempo en el Perú y Norte argentino. Poco después de 1598 se trasladó a Méjico.―

2 Las Casas llama repetidamente mosquetes los cigarros de los indios (V. las citas aquí s. v. TABACO), y de sus palabras se deduce que este nombre circulaba ya en España, aplicado a un objeto semejante, aunque distinto. Paralelismo sugestivo. Pero debería analizarse bien cuál es ahí el sustrato semántico, pues quizá más que de mosca, insecto, se trate ahí del arma de fuego o de la flecha, llamada mosquete.