CEBRA, ‘asno salvaje’, ant., ‘Equus zebra, animal sudafricano’, origen incierto, quizá del lat. vg. *ECէFĔRUS, lat. cl. EQUէFĔRUScaballo salvaje’, compuesto de EQUUScaballo’ y FERUSsilvestre, fiero’.

1.ª doc.: zebra, doc.: de 1207 (Arch. Catedral de Toledo).

Trataron de la cuestión A. Castro, RFE XV, 173-9; M. P., RRQ XXIX (1938), 74-78; poniendo al día el interés que existía en España sobre el origen del vocablo, desde la memoria de 40 folios que escribió acerca de ella el P. Sarmiento en 1752 (cf. CaG., p. 75), en la cual puede quedar todavía algún dato de interés. La palabra presenta las formas zebro, zebra, enzebro, enzebra, ezebra y azebra en el castellano medieval y en el portugués de la misma época, donde zevra ya aparece en 1166, zevro y zevra en 1179 (Viterbo), etc.; una laguna Ezebrera se menciona ya en doc. leonés de 1091. Gall. ant. «onager por asno montés ou por zebro... os asnos m?teses ou os ezebros et as corças» Gral. Est. gall. 221.20. Una abundante documentación nos demuestra que el onagro o asno salvaje fué frecuente en España en toda la Edad Media; los nombres de lugar como Encebros, Encebrico, Cebreros nos demuestran su difusión por Portugal, Galicia, León, Burgos, Ávila, Albacete, etc., y hay también testimonios para el País Valenciano. En obras literarias es corriente la mención de la cebra como tipo de animal arisco1 y muy veloz: de aquí que en un romance fechable h. 1500 (pliego suelto gótico del S. XVI) se hable de la fuga del Rey Marsín «cavallero en una zebra, no por mengua de rocín» (RFE IV, 171), que E. de Villena (Arte Cisoria, cap. VI, p. 44) nos explique que la carne de la ensebra se come «para quitar peresa», y que en textos valencianos del S. XV se mencione como el animal corredor por excelencia («per ser a l’asperges més corre qu’enzebra», Procés de les Olives, Canc. Satíric Val., p. 78; «corrents atzebres» en el Spill de J. Roig, v. 7775). Es natural, por lo tanto, que se mirara al cebro medieval como el producto de la unión del Céfiro con las yeguas veloces, con arreglo a una conocida leyenda clásica. De ahí, pues, que M. P. partiera de ZĔPHȷRUS. Como el cambio de una -F- o -PH- intervocálica en -v- es normal2, y podría citarse algún otro caso de prótesis vocálica ante Z-3, no habría otra dificultad fonética que la falta de diptongación de la Ĕ en castellano, dificultad que M. P. trata de salvar, admitiendo que el vocablo sea de origen portugués. Spitzer, MLN LIV, 78, agrega a este escrúpulo el causado por la sílaba inicial a- o en-, y llama la atención hacia la forma francesa azoivre (Roman de Thèbes, n. 4775) y la oc. sibra (Flamenca, n. 4291), de las cuales, por lo demás, sólo la primera se aplica claramente al onagro. Es verdad que el vocalismo de estas formas tampoco está de acuerdo con el étimo ZĔPHȷRUS, pero se trata en ambos casos de un hapax en las lenguas respectivas, y como no parece haber habido onagros en Francia, debemos tenerlas por adaptaciones ocasionales de la palabra española, hechas un poco al azar. Así, pues, si no se hallara otra etimología aceptable4, podríamos tener por buena la etimología de M. P., a condición de admitir que el vocablo se fijó en su forma portuguesa, leonesa occidental o mozárabe5: este último dialecto podría explicar juntamente la falta de diptongo, la sílaba a-, e(n)- (artículo arábigo aglutinado), y la -b- catalana (en lugar de Ȯ que debería allí esperarse).

Pero últimamente Joaquín de Silveira (Rev. Port. de Filol. II, 220-47) hace notar que el onagro fué mucho más frecuente en Castilla que en Portugal, lo cual obliga a desechar la hipótesis de un portuguesismo, y propone partir del lat. EQUէFĔRUScaballo salvaje’ (empleado por Plinio y otros), o más precisamente de un vulgar *ECIFERUS, explicable por la pronunciación que el vulgo daba al clásico EQUUS. Como esta etimología soluciona todas las dificultades fonéticas y no presenta dificultades de otro orden, no hay inconveniente en aceptarla. La etimología EQUIFERUS la han aceptado además, últimamente, M. P., Giese y K. Baldinger (ZRPh. LXXI, 314-8), artículo útil que resume el problema y da una lista completa de las formas antiguas y demás datos. También han tratado de la cuestión S. Agero (que en folleto de 16 pp. publicado en Madrid, 1947, quisiera derivar de SEPARARE, propuesta insostenible), M. Cohen (Rom. LXXVI, 145-82)6, y Spitzer (MLN LXXI, 281), cuyos escrúpulos fonéticos ante EQUIFERUS son infundados: los datos históricos y zoológicos demuestran que el cat. ant. atzebra y el fr. ant. azoivre, por lo demás raros, son advenedizos (su sugestión de relacionar con el a. alem. ant. y longob. zëbar ‘animal empleado como víctima religiosa’ es imposible, entre otras, por evidentes razones geográficas: el nombre de un animal estrictamente hispano no pudo sufrir la mutación consonantica alto-alemana).

La aplicación del nombre del onagro a la cebra sudafricana7 (ya en Covarr.) se debe a los portugueses descubridores del Cabo de Buena Esperanza.

DERIV.

Cebrado [Acad. ya 1884]. Cebrero ‘sitio quebrado frecuentado por los asnos salvajes’ (comp. Acad. 1936, sin autoridades, quizá basado exclusivamente en la toponimia; doc. de 1148 en Oelschl). Cebruno ‘(caballería) de color entre oscuro y zaino’ [invent. aragonés de 1379: BRAE II, 711; med. S. XV, Gómez Manrique; 1580, Fz. de Andrada], más tarde cervuno [1729], suele identificarse con cervuno ‘perteneciente al ciervo’ [1351], pero la precesión cronológica de las dos formas y la z- de 1379 y de Gómez Manrique, así como la forma adzebruno empleada en catalán por la Menescalia de Díeç (S. XV), indican que viene del color del cebro o asno salvaje8. Gall. ant. zevron ‘hombre grosero, bruto e impetuoso’ (como un zevro), aplicado a unos famosos infanzones de Lemos en muchas cantigas del trovador Lopo Lias (h. 1300), R. Lapa, CEsc. n.° 250-256, y pp. 380-391, 763-4.

1 En la Biblia hebrea de Constantinopla zebro es adjetivo, aplicado a un hombre montesino o silvestre (BRAE V, 364).―

2 Es posible que la forma Zeverus o Zeferus por Zephyrus (viento) se hallara ya en el texto original de las Etimologías de San Isidoro, a juzgar por ciertos elementos de la tradición manuscrita (ed. Lindsay, XIII, xi, 8).―

3 Cat. atzero ‘cero’, itzeta ‘letra zeta’. Sin embargo, son casos diferentes.―

4 La etimología etiópica Ȥigra ‘gallina de Faraón’, Ȥigrīt ‘(traje) de rayas blancas y negras’ propuesto por Hess y Steiger (Contr., 145 n.), además de muy alejada geográficamente, se basa todavía en la idea falsa de que cebra era el Equus Zebra. No hay objeciones, en cambio, a la posibilidad de enlazar con el nombre del cebro un zibriqân que sería el de un animal salvaje o una fiera según el Nowairí, S. XIV (egipcio, pero autor de una historia de África y de otra de España), que explica que el bäbr (que unos traducen por ‘pantera’ pero que quizá es más bien el castor) resulta del acoplamiento del zibriqân con la leona (Dozy Suppl. I, 579b) [-qân sería CANIS?].―

5 Según nota Castro (p. 177, n.4), los testimonios de cebra faltan totalmente, no sólo en Aragón, sino también en Cataluña y en la parte Este de Castilla la Vieja; los fueros que citan el vocablo son leoneses o de Castilla la Nueva; los topónimos, son de Albacete y de Portugal, los demás presentan el vocablo en derivados donde la e es átona. El testimonio de Abenarabí se refiere a Andalucía, y el de Marineo Sículo a la Bética y a Lisboa. En catalán sólo existen testimonios valencianos. Del artículo de Tilander en Vidal Mayor resulta que cebro fué también usual en Aragón en el S. XIII y que la forma etimológica ezebro fué relativamente frecuente (varios ejemplos en los Fueros de Alcaraz y de Usagre). Esta forma y la temprana localización en Usagre, León (1091), Portugal (1166), Ávila, Galicia y otras localidades occidentales recuerdan persistentemente el epíteto isibraia que acompaña el nombre de la divinidad prerromana (sobre todo lusitana) Bandis ‘Tutela’ en tres inscripciones halladas en la Beira Baixa (J. M. Blázquez, Hom. Tovar, 1972, 82), cf., por otra parte, el gall. enxebre ‘intacto, sin mezcla, en ayunas, impune’, para el cual V. aquí s. v. PARAR.―

6 Trata sobre todo, y casi exclusivamente, de la historia del conocimiento y nombre europeo de la cebra africana.―

7 Para ésta, vid. Loewe, Zs. f. vgl. Sprachforsch. LX, 145-84; LXI, 37-136; Friederici, ZFSL LVIII, 135 ss.; artículos que no tienen en cuenta las investigaciones de M. P. y Castro.―

8 El lat. CERVȢNUS, en un glosario trasmitido en códice del S. X, aparece dos veces con aplicación al ciervo (M-L., Zu den lat. Glossen, 1903; CGL III, 557.5, 6), en el ms. B de San Isidoro, es nombre de pelo de caballo (K altera en ceruleus: ed. Lindsay, XII, i, 45-55). Esto podría indicar que el cruce entre ciervo y cebro ya es antiguo en esta denominación; sea que San Isidoro latinizara en cervunas un zevruno vulgar contemporáneo, sea que inversamente cervuno sufriera en la Edad Media el influjo normal de zevro, atzebra. Más datos acerca de cebruno en Tiscornia, BDHA III, 107; Granada, BRAE VIII, 192. En Cuba cevoruno (Pichardo, p. 81). Claro está que las declaraciones de escritores que identifican cebruno con el color del ciervo, en los SS. XVI y siguientes, cuando ya no había cebros en España, no tienen más valor que el de una etimología popular.