CAROCA, ‘composición dramática despreciable, escrita para solazar al vulgo’, ‘palabra o acción afectadamente cariñosa o lisonjera, para obtener de alguien alguna cosa’; de ahí Sajambre, Iguña, Buelna y Reocín coloca ‘embuste, mentira’ (Fdz. Gonzz., Oseja, 221). Palabra afectiva de origen incierto, quizá forma mozárabe de CR֊CUS ‘azafrán’, que en latín se tomó metonímicamente por la escena dramática, a causa del empleo que en ella se hacía de este producto.
No se ha estudiado el origen de
caroca, voz exclusiva del castellano
1. Registró por primera vez el vocablo
Aut., en la segunda ac. que es corriente en textos posteriores a este diccionario y hoy es de uso vulgar
2; al mismo tiempo citaban los académicos el mencionado pasaje de Lope de Vega. Pero en ediciones posteriores del diccionario se echó de ver que ahí
caroca designa una representación dramática de carácter bufo, se agregó esta ac. (ya 1884), y a ella atribuye este ej. el
DHist.
3. Este significado se repite claramente en otro pasaje del mismo autor
4, luego podemos creer que era propio de la época. Se comprende que de él saliera la ac. moderna ‘lisonja o caricia falsa’, tanto más fácilmente cuanto que a ella podían inducir palabras semejantes, aunque sin nexo etimológico, como
carantoña,
caricia, etc. Es posible que sea aún anterior la otra ac. registrada modernamente por la Acad.: «Decoración de lienzos y bastidores con que en determinadas solemnidades se adornan ciertas calles, o que algún tiempo ostentaron los teatros ambulantes, sobre todo en las fiestas del Corpus, la cual ofrece pintadas escenas graciosas, pintorescas o epigramáticas». Toro y Gisbert,
RH XLIX, 380, cita un ej. con significado de este tipo en el escritor andaluz moderno Montero y Vidal: «lienzos en los cuales están inscritas las tradicionales
carocas», y explica ‘dichos agudos y festivos que acompañan figuras caricaturales en las colgaduras de las calles, en el Corpus’. Son explicaciones algo vagas, pero de ellas y del conjunto de la documentación tenemos derecho a deducir que
caroca pudo designar primitivamente la escena de las representaciones dramáticas populares, con su decorado, y luego las piezas que allí se recitaban. Ahora bien, Horacio emplea el lat.
crŏcus refiriéndose a la escena dramática: «recte ne
crocum floresque perambulet Attae fabula, si dubitem...» (
Ep. II, i, 79); se trata de una metonimia explicable por la costumbre de perfumar la escena con azafrán líquido, a que aluden muchos escritores clásicos («Cum scaena
croco Cilici perfusa recens est», Lucrecio II, 416: «nec fuerant liquido pulpita rubra
croco», Ovidio,
Ars I, 404; Propercio, IV, i, 16). Como sabemos que
CROCUS dió descendencia mozárabe en el sentido de ‘azafrán’ (
qrûqo en Abenbuclárix y en Abentarif,
alcroco en APal.: Simonet, 141, y Dozy-Eg., 95;
corocha s. v.
COROZA), siendo especialmente andaluza la ac. primitiva de
caroca, podemos concluir que el vocablo conservó también su significado metonímico en el Sur de España, lo cual nos explica la conservación de la
-c- sorda y de la
ŏ tónica, así como la anaptixis de
a entre las dos consonantes iniciales, fenómeno que es de ley en la pronunciación árabe, y del que hay en mozárabe ejs. abundantes (recuérdese
caloca en R. Martí,
coroca en P. de Alcalá, para ‘clueca’ y comp.
COROZA). La terminación femenina puede deberse al plural de la forma neutra
crocum, empleada por autores vulgares, como Celso. Acaso tengamos una evolución directa del antiguo valor botánico en Venezuela, donde
caroca es hoy una hierba amarantácea (L. Alvarado). Es inverosímil fonética y semánticamente la etimología de la Acad., lat.
CARRȢCA ‘carroza’. Las dificultades que ve Spitzer (
MLN LXXI, 280) a mi etimología no son tales y ya las dejé aclaradas. En cuanto a
careta, para derivar
caroca de ahí está demasiado lejos por el sentido, y el rarísimo «sufijo»
-oca sería inexplicable.