CARIÑO, significó antiguamente ‘nostalgia’, ‘deseo’, y viene probablemente del dialectal cariñar ‘echar de menos, sentir nostalgia’, derivado del lat. CARRE ‘carecer’.

1.ª doc.: J. del Encina, 1514, Lucas Fernández.

Comúnmente se ha considerado que cariño es galleguismo o portuguesismo, y que sería en su origen un diminutivo afectuoso del adjetivo caro ‘querido’ (Cuervo, Dicc. II, 77; Hanssen, Gram., 131; REW, 1725). Contra esta opinión hay graves objeciones, algunas de las cuales ya inquietaron a Cuervo. En primer lugar no existe indicio alguno de que cariño haya sido alguna vez adjetivo, y no sólo no consta que en gallegoportugués sea más antiguo y popular que en castellano, sino que, por el contrario, carecemos de todo testimonio de la existencia del vocablo en la lengua vecina antes del S. XIX1, donde carinho tiene un significado aún más alejado, que en castellano, del que se supone originario, a saber: ‘caricia, mimo’.

Spitzer, Lexik. a. d. Kat., 40, propuso ya la etimología que se indica arriba, poniendo de relieve la definición que da Oudin «regret, l’amour qu’on porte à ce qu’on regrette», y un pasaje de Diego Gracián (1542), donde es bien claro este significado, referido a animales: «cuando los apartan de los que con ellos se crían, parece que les queda un cariño y deseo»2. Me adhiero, sin vacilar, a la tesis de Spitzer. La ac. originaria, como ya indicó este autor, sigue firme en judeoespañol3.

Cervantes emplea el vocablo en el mismo sentido haciendo decir a Maese Pedro que «el cariño y el hambre» forzarían al mono del titerero a que buscara a su dueño, de quien se había escapado; claro está que el mono no es animal de índole cariñosa en el sentido moderno; otros ejs. cervantinos, aunque se hallan ya más cerca de éste, todavía se refieren a animales, como los dos en que habla del cariño de Sancho por su rucio; y en II, xvi, 57, mal cariño, hablando del que se tiene a la poesía de romance, equivale evidentemente a ‘mal deseo, mala voluntad’. Pronto se pasó de ‘nostalgia’ a ‘deseo’, como en latín (desiderium): «En un pesebrito / hallamos un niño / atan graciosito / que obimos cariño, / posimos aliño, / de más cerca ser, / por mejor lo ver», en el Auto del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, de Lucas Fernández, donde no hay duda de que cariño rige la frase de más cerca ser ‘deseo de estar más cerca’, aunque el pasaje está mal puntuado en la edición académica; puede llegarse a ‘deseo erótico’: «díjele esto por no desconsolarla, hasta que poco a poco fuese perdiendo el cariño, que pudiera traer la ofensa de Dios y de su marido» (Espinel, Marcos de Obregón, Rivad., 382b); y paralelamente cariñoso es ‘deseoso’, ‘nostálgico’, ya en Juan de la Encina4 («de ver su presencia quede cariñoso / quedé sin hemencia / quedé sin reposo») y en Pedro Manuel de Urrea, a. 1513 («tiéneme tan cariñoso / que estoy fuera de sentido, / de mí mismo estoy quexoso / que hablar no le he sabido»). Desde ‘deseo’ se pasaría a la ac. moderna de ‘afecto’.

Que el verbo, hoy aragonés, cariñar ‘sentir nostalgia’, es el punto de partida de nuestra familia de palabras, es algo que podemos admitir sin escrúpulo; pues, aunque el verbo no esté documentado antiguamente, el hecho de que pasara al sardo, prueba que es palabra antigua en el idioma: allí carignere es de uso general en los tres dialectos y significa ‘desear’ («vagheggiare») además de ‘acariciar’ (Spano)5. El sufijo -iñar agregado a un radical verbal, del que Spitzer sólo cita ejs. catalanes, no es por cierto menos frecuente en castellano: bastará recordar rapiñar de RAPERE (de donde rapiña), *arrebatiñar (de donde ha de salir [ar]rebatiña), garapiñar, gar(ra)fiñar ‘hurtar’ (de garfir, V. GARRA) y escudriñar (SCRUTINIARE) junto a escrutar, ej. que puede ser el punto de partida de toda la serie6.

DERIV.

Cariñoso [1496: J. del Encina]. Encariñarse [S. XVII, en el aragonés Pedro Abarca].

1 En los dicc. gallegos de Vall. y de Cuveiro ni siquiera figura; tampoco en la larga lista de ejs. del sufijo -iño que da G. de Diego, Gram. Gallega, p. 191. En el dicc. portugués de Moraes no hay autoridades, y el artículo se reduce a la definición, con una sola palabra, «caricia».―

2 Coincide Covarr. en la referencia a animales: «reconocimiento a la antigua amistad y querencia».―

3 Iscariñu significa ‘nostalgia’ («homesickness») en Monastir, mientras que en el sentido español se reemplaza por quirensie (Luria, RH LXXIX, 532-3); lo mismo escariño en Rodas (RH X, 600). Yahuda traduce cariño por «nostalgia, anhelo de amor». Wagner agrega Skoplje scariñarse ‘añorarse’, y descaliño ‘deseo intempestivo de alguna cosa’ en E. de Salazar (Fcha.), a pesar de lo cual Wagner (RFE XXXIV, 66) rechaza sin razón válida la tesis de Spitzer.―

4 Los dos ejemplos de J. del Encina que cita RFE XL, 145, significan ya ‘afecto’ más que ‘nostalgia’ o ‘deseo’.―

5 El significado ‘caricia’, según hemos visto, es propio también del gallegoportugués y del sic. carigna, otro hispanismo. Desde luego, acariñar ‘acariciar’ es también palabra robustamente gallega: «acariñarlle os lombos» a una caballería, «o médico acariña o microscopio», etc., Castelao 227.5, 185.17. La terminación femenina de esta forma es otro indicio del origen postverbal. También en el catalán de Mallorca se emplea el verbo carinyar (Dicc. Alcover). Por otra parte, la presencia del castellanismo carinyós ya en el dicc. catalán de Lacavalleria (S. XVII), sería algo sorprendente si ésta fuese realmente palabra portuguesa recién introducida en castellano por aquel entonces. La forma sarda carignamentu ‘afecto’ prueba también que debe partirse del verbo. Para completar la lista de los préstamos forasteros que ha dado el vocablo castellano, citemos landés carignous ‘afectuoso’, La Teste carigne f. «minauderie affectueuse».―

6 Del significado moderno ‘afecto’ se pasó a ‘desmostración de afecto’ y concretando ‘caricia, mimo’, la ac. portuguesa, siciliana y sarda, que Cuervo y el DHist. documentan como castellana en Torres Villarroel, Meléndez Valdés, Juan Valera y Bretón de los Herreros, y por otra parte, ‘obsequio, presente amistoso’ que hoy es chilena y centroamericana, y que ya figura en Calderón («Don Lope: Esto no es paga, sino cariño. Isabel: Por cariño, y no por paga, solamente la recibo», refiriéndose a una venera guarnecida de diamantes, en El Alcalde de Zalamea, ed. Losada, II, xxi, p. 138).