CARAJO, vocablo común a los tres romances hispánicos, de origen incierto.

1.ª doc.: h. 1400, Glos. del Escorial; Canc. de Baena, 105.2, en poesía dirigida a Villasandino, y en otra citada por Pagès; Pedro Carayuelo, como apodo, ya figura en un documento de Sahagún, de 1247; el sobrenombre Sanzo Caralio h. 1160, cerca de Tafalla y quizá Sancho Caraylbo (léase -aylho) en un documento de la zona de Estella del S. XIII, Michelena, FoLiVa I, 48.

Gall.-port. caralho [-llo: Guillade, med. S. XIII, ed. Nobiling, v. 1059], cat. carall [Llibre de Tres, S. XIV o XV; documentado indirectamente por formas eufemísticas en el Canc. Satíric Valencià, S. XV]1. Pasó al hispanoárabe caráil (PAlc., s. v. cajo)2. Spitzer, Lexik. a. d. Kat., 1583, propuso un lat. vg. *CHARACŬLUS, diminutivo de *CHARAX, tomado del gr. χάραξ, -ακος, ‘palo’, ‘rodrigón’. Ni semántica ni fonéticamente se pueden hacer reparos dirimentes a esta etimología, que aceptaron Brüch, Misc. Schuchardt 36, y el REW3, 1672b, y que M. L. Wagner, ZRPh. LIV, 751-2, apoyó con paralelos ideológicos. Una curiosa confirmación aporta al parecer el ár. qárqal íd. (pl. qaráqil) en PAlc., ‘gancho’ en el árabe de Egipto (Boqtor), que podría representar una supervivencia de *CHARACULUS en el árabe africano; pero como qírqim significa ‘glande’ en el Qamûs (Freytag III, 433a), creo que se tratará de un caso de parecido casual; la estructura de las dos voces arábigas indica más bien palabra de creación expresiva, como el hispanoár. qárqal ‘reír a carcajadas’, cast. carcajada4. La hipótesis de Spitzer me parece muy problemática en vista de que no tenemos testimonios directos de la existencia de *CHARAX en latín vulgar (sólo characatus ‘apoyado en rodrigones’ en Columela y en Orígenes); y sin embargo *CHARACULUS habría tenido que formarse en fecha muy antigua, en vista de su arcaico sufijo diminutivo. Spitzer, MLN LXXI, 280, insiste en su etimología: *CHARACULUM podría ser latinización del gr. χαράκιον, que ha dejado descendencia romance (REW 1862 y aquí s. v. CARRAZO), con sustitución del sufijo diminutivo griego por el latino. De todos modos, aunque tal vocablo pudo tomar el sentido que buscamos, eso no es nada evidente y no hay prueba alguna de que se da un traslado semántico igual. Sobre todo creo que la variante cajo, registrada en PAlc. 139b375, nos obliga a desconfiar mucho de esta etimología grecolatina, pues me parece voz antigua (y con -j- antigua, que la aparta del antiguo caxa CAPSA y su familia), y lleva a sospechar que, pese a lo dicho, el ár. granadino qárqal ‘miembro viril’ sea también de origen romance. Ahora bien, este grupo (al parecer CÁLAGLU cambiado ora en CALÁGLU > CARAGLU, ora en CALGLU, de donde qarqal, o bien CAGLU > cajo) nos recuerda fuertemente el bretón kalc’h, ky. cal, cala, caly ‘miembro viril’, que forma parte de una familia léxica bien arraigada en céltico e indoeuropeo: irl. med. colg ‘aguijón’, ‘arista de la cebada’, ‘espada’, ky. ant. colginn «aristam», ky. mod. col(a) ‘arista’ ‘punta’. Estas formas en o suponen todas una base indoeur. KOLGO-, las en a una vocalización alternante KL¨ªGO- (en ky. *calg pasa fonéticamente a cala); y hay variantes sin el determinativo radical -GO-: galo celicnon ‘torre’, rs. kolos, alb. kall ‘espiga’, gr. κολωνóς ‘colina’, lat. collis íd., lit. kalnas ‘colina’, let. kalvà ‘colina’, irl. med. cuilenn ‘acebo, cardo’, a. alem. ant. hulis ‘acebo’, etcétera (IEW, 545, 544). Luego sería muy concebible que junto al tipo britónico KALGO-pene’ hubiera existido ―sea en céltico, sea en sorotáptico― una formación diminutiva KALGLO- que sirviera de base común para las indicadas evoluciones fonéticas KALAGLO- (> caralho, etc., disimil.) o KAGLO- con otro tipo de disimilación, forma mozárabe arabizada en qarqal. Desde luego todo esto es muy hipotético, pero no lo es menos el tipo *CHARACULUM postulado por Spitzer, con la desventaja de éste de que no consta que tuviese el sentido obsceno, mientras que el bretón kalc’h y el ky. caly ‘pene’ son una realidad indudable.

Puestos a reconstruir, valdría más, en vista de que ‘copularse’ se dice en catalán cardar, suponer que *CARACULUM es nombre instrumental derivado del lat. clásico CARĔRE ‘cardar lana’ (REW 1688b), formado como BATTUACULUM de BATTUĔRE, TENACULUM de TENRE, RETINACULUM de RETINRE. Sin embargo tampoco esta etimología será convincente, mientras no tengamos datos de que este uso es antiguo en romance, o por lo menos en catalán; el hecho de no emplearse en Valencia es razón para ponerlo en duda.

Menos aceptable, aún, que la de Spitzer es la etimología de Montoliu, BDC III, 48 (comp. 42), que derivaría carall de corall ‘coral’ CORALLIUM, con una dilación vocálica de tipo inusitado.

No parece que pueda haber relación con oc. ant. carai, -ach, ‘cara’ (CHARACTER), ni con oc. mod., bearn. fio (o hoec) caralhè «feu flambant», escaralhà-s «s’étaler au soleil ou devant le feu», Lomagne escaralhà «raviver, attiser le feu» (Palay) (acaso de calelh, carelh, ‘candil’). Tampoco me parece verosímil una aplicación humorística del lat. tardío CARAGIUSbrujo’, fr. ant. charai ‘sortilegio’ (con la variante medieval cararius, que por disimilación podía dar *caralius), V. s. v. CARÁTULA.

DERIV.

Carajillo, falta en la Acad.: muy propagado en los últimos años por los bares y tabernas españoles; *carajote > gall. NE. caraxotes ‘tronchos grandes de alga’ (Viveiro, Sarm. CaG., 174v).

1 En un doc. del Alto Ampurdán, de 982, se cita ya un mons Caralio, que otro doc., de 974, llama mons qui habet inhonestum et incompositum nomen (Abadal, Catalunya Carolíngia II, 236.41). Hoy son muchas en las montañas catalanas las rocas de figura fálica llamadas Carall Bernat (que por lo general se disimula en Cavall Bernat). A propósito de esto no sé si ya se ha expuesto la hipótesis de que la etimología real del carajo sexual podría ser el cat. quer ‘peñasco’ (prerromano CARIO- = vco. harri, célt. insular cairn, etc.): de donde un aumentativo *querall > carall. Sería expresión germanesca, primeramente ‘miembro erecto y... duro como un peñasco’ (!). Al fin es idea sostenible, sobre todo admitiendo la posibilidad de que en castellano y portugués, por lo menos, se tratara de un CARALIO- ya formado en la lengua prerromana con otra sufijación que la de CARIO- o el tipo KARINO- del céltico cairn. En cuanto a Bernat, sólo por etimología popular habría sido asimilado a Bernardo; en realidad se tratará de baranat ‘rodeado de agua (o de aire)’ con el valor originario del étimo prerromano VARANDAlinde que rodea algo’. Quizá CAR?ALIO-l> se redujo a CARALIO- por disimilación de las dos yodes. Hay una formación paralela VERU-CARA?O- (célt. VERU-peñasco curvo’) en el gran picacho de Bu(r)garach en las Corberas de los Pyrénées-Orientales, como demuestro en mi trabajo de Beitr. zur Namenforsch. VIII, 1973, p. 268, pero ahí parece haber derivación sufijal algo diferente (-A?O- frente a -ALIO-) más bien que identidad en una común base remota.―

2 Son infinitas las deformaciones eufemísticas que sufre el vocablo en su empleo como exclamación. Sólo en ast. se registran barajo, carafe, carape, carucha, careste (V).―

3 Rectificando un estudio anterior (pp. 35-37), donde partía de CARILIUMnuez’, de donde ‘glande’ y luego ‘pene’, y cambio de terminación por eufemismo, idea demasiado hipotética que Spitzer tuvo por cierto razón en desechar. Puede consultarse este trabajo para deformaciones eufemísticas del vocablo: p. ej. caramba. Para esta variante vid. S. Denis, Hommage à E. Martinenche, 391-400, que la fecha desde 1765; pero hay que desechar la idea de un origen africano: sea cual se quiera el origen remoto de la terminación -amba en ciertos casos, ya hace siglos que funciona como terminación popular castellana.―

4 Tal vez sea también de creación expresiva la voz romance carajo. En todo caso, yo no creo que el segundo q de qárqal venga de la segunda C de *CHARACULUS. También el romance caramull, coromull, lo convirtió el hispanoárabe en qorqomúl (V. CARAMULLO). Luego se tratará de una reduplicación expresiva y secundaria de *qaral.―

5 Ni cajo, ni carajo, ni polla, aparecen en casi ningún diccionario por razones algo ridículas de pudor erudito. Como carajo no se halla en casi ninguno, no es raro que tampoco hallemos en los diccionarios cajo (faltan, p. ej. ambos en Nebr., APal., Correas, Aut., Acad., DHist., etc.). Se fija en cajo solamente el Dicc. de Ayala (Gili, Tesoro), fin S. XVII, pero citándolo de PAlc. El it. cazzo, íd. (ya en el S. XIII) deriva, según Prati, con razones semánticas atendibles, de cazza ‘cazo’, luego parece ser paronimia casual. A juzgar por los nombres de peces, formas afines se emplean en muchas partes: port. galho do rei, nombre de pez sinónimo de pissa-de-rei, and. (< mozár.) gallito de rey; Sarm. emplea gajo, con aire de eufemismo, para el pene (CaG. p. 167 n.).